Además de saber que esté medio lleno o medio vacío, hay que conocer que contiene. Sócrates
5 ene 2018
TRUMP: INTERROGANTE O PRESAGIO
TRUMP:
INTERROGANTE O PRESAGIO
Con Trump, se hace realidad
una presidencia alguna vez inimaginable
Donald Trump ha pasado gran parte de su primer año en el poder
desafiando las convenciones y normas establecidas por todos los exmandatarios
de Estados Unidos, y transformando la presidencia en maneras que alguna vez se se
pensaron inimaginables.
El presidente Trump ha hecho a un lado la mitología de la presidencia magistral alejada de las personas y la ha convertido en una que ofrece acceso como el de un programa de telerrealidad.
crédito
Doug Mills/The New York Times
WASHINGTON — Cuando el presidente Donald Trump se reúne con asistentes para
hablar de política o prepararse para un discurso, puede preguntar los pros y
contras de una nueva propuesta.
Puede consultar acerca de su posible efecto.
Puede explorar la mejor manera de enmarcar su argumento.
Sin embargo, hay algo que casi nunca hace.
“Rara vez pregunta
qué hicieron otros presidentes”, dijo John F. Kelly, el jefe de personal de
la Casa Blanca.
Trump es el presidente número 45 de Estados Unidos, pero ha
pasado gran parte de su primer año en el poder desafiando las convenciones y
normas establecidas por los 44 anteriores y transformando la presidencia en
maneras que alguna vez se pensaron inimaginables.
Bajo el mandato de Trump, la presidencia se ha convertido en un
instrumento directo para alcanzar metas personales, de políticas y política.
Ha
revolucionado la manera en que los presidentes lidian con el mundo más allá de
la avenida Pensilvania 1600 y se ha deshecho de la comunicación cuidadosamente
modulada de los jefes del ejecutivo para darle espacio en su lugar a arranques
descontrolados, desastrosos, divisorios y desdeñosos que nacen de sus instintos
y agravios.
Ha
mantenido un negocio extraoficial; ha atacado al FBI, a la CIA y a otras
instituciones que supervisa; amenazó con utilizar su poder en contra de sus
rivales, y desató una guerra contra los miembros de su propio partido e incluso
de su propio gabinete.
Despidió al
hombre que investigaba su campaña y no ha descartado la posibilidad de despedir
al que lo sucedió.
Ha recurrido a instintos primitivos en torno a la raza, la religión y el
género como ningún otro presidente lo ha hecho en generaciones.
Además, ha blandido el sable nuclear con
más ahínco de lo que se ha demostrado desde la época de Hiroshima y Nagasaki.
La
presidencia ha servido de vehículo para que Trump construya y promueva su
propia narrativa, una con un brío crepitante pero llena de imprecisiones,
distorsiones y mentiras descaradas, de acuerdo con quienes se dedican a
verificar hechos.
En vez de ser una fuerza de unidad o una voz tranquilizante
en una época turbulenta, la presidencia ahora es un arma más en una campaña
permanente de divisiones.
Los demócratas y muchos republicanos de élite se
preocupan de que Trump haya acabado con la autoridad moral de la presidencia.
“Estamos
viendo que la presidencia se ha transformado completa y esencialmente de una
manera que no creo que hayamos visto desde antes de la guerra civil”, dijo
Jeffrey A. Engel, el director del Centro para la Historia Presidencial en la
Universidad Metodista del Sur y autor de When the World Seemed New acerca
del presidente George H. W. Bush.
“Trump argumenta que debemos cuidar a mis
enemigos. De verdad que no puedo pensar en ningún precedente”.
Lo
que les preocupa a las personas dentro de Washington es que ha sacudido a
muchos afuera del entorno político.
Trump ha hecho a un lado la mitología de
una presidencia magistral alejada del pueblo para darle lugar a una
accesibilidad de telerrealidad que toca fibras en partes del país aisladas por
las élites.
Esa indiferencia a la manera en que las cosas siempre se han hecho
les ha dado energía a los principales simpatizantes de Trump, quienes celebran
sus esfuerzos por destruir lo políticamente correcto, atacar a las élites
petulantes y destruir un sistema egoísta que, según ellos, ha afectado a los
estadounidenses comunes y corrientes.
“Las
normas y convenciones son exactamente contrarias a lo que hizo campaña y, en su
opinión, son la razón por la que estamos pasando por esta transición”, dijo
Kelly en una entrevista.
“No toma decisiones intencionalmente de lo opuesto a
lo que los presidentes anteriores harían, por ejemplo. Tiene una opinión
personal de lo que es mejor para Estados Unidos”.
Al
acabar con la dinámica tradicional de gobierno, Trump se ha hecho el personaje
dominante en la vida estadounidense aunque las encuestas muestren que también
ha sido el presidente menos popular durante su
primer año de la historia moderna.
Está poniendo a prueba la
idea de que un presidente aún puede rehacer de manera efectiva al país sin
asegurar o incluso sin ir tras un mandato más amplio.
“Se
trata de alguien que define la presidencia de manera muy distinta”, dijo
Michael Beschloss, el historiador presidencial.
“Trump básicamente está
diciendo: ‘No voy a operar solamente dentro de los límites que los fundadores
podrían haber esperado o que la gente pudo haber esperado durante 200 años. Voy
a operar dentro de los límites de lo que es estrictamente legal y voy a tratar
de empujar esos límites si puedo’”.
No
solo los ha empujado. Trump ha destrozado los límites, por lo menos los que sus
predecesores cuidaron.
“Todos los demás parecían moverse dentro de ciertas
fronteras”, dijo William M. Daley, quien trabajó para dos presidentes, primero
como secretario de gabinete de Bill Clinton y después como jefe de personal en
la Casa Blanca bajo el mandato de Barack Obama.
“Pero este opera totalmente
fuera de cualquier margen”.
En
épocas recientes, la mayoría de los presidentes han buscado expandir el poder
de su gobierno y Trump ha seguido esa tendencia.
Al igual que Obama, frustrado
por la oposición en el Congreso, utilizó de manera ambiciosa su poder
ejecutivo, solo para que a veces lo frenaran las cortes, Trump ha recurrido a
su autoridad presidencial para promulgar políticas arrasadoras.
Sin
embargo, se ha opuesto a los límites impuestos a la presidencia como pocos lo
han hecho, despotricando contra jueces, legisladores, investigadores y
periodistas que lo enfurecen y expresando frustración por no poder usar al FBI
como le da la gana.
Su sentido del gobierno no se basa en la creación de
coaliciones o en el equilibrio entre ramas iguales del gobierno.
Él ejerce uno
en el que decide qué es necesario y en el que el sistema debe apegarse a sus
ideas.
Trump
está creando precedentes que podrían durar más que su mandato.
Está haciendo
que la presidencia sea más auténtica y más autocrática, según el punto de
vista.
De cualquier manera, puede que jamás vuelva a ser lo mismo.
Un retrato de Andrew Jackson en el Despacho Oval. Trump "rara vez pregunta cómo otros presidentes lo hicieron", dijo John F. Kelly, el jefe de personal de la Casa Blanca.
Credit
Al Drago/The New York Times
‘Por eso ganó’
Trump, el primer presidente que jamás trabajó en el gobierno ni
el servicio militar, en repetidas ocasiones se salta los límites que sus
predecesores atendieron.
Cuando la alcaldesa de San Juan,
Puerto Rico, se quejó de los esfuerzos federales de recuperación después de que
la isla fuera arrasada por el huracán María, Trump la tachó de ser “desagradable”.
Cuando no
recibió la gratitud suficiente por ayudar a liberar a tres basquetbolistas
universitarios estadounidenses en China, exclamó: “¡Debí dejarlos en la
cárcel!”.
Acusó a Obama de intervenir las líneas telefónicas de la Torre
Trump, lo llamó un “tipo malo”, una declaración que rechazó el propio
Departamento de Justicia de Trump.
Dijo que había “personas muy decentes en
ambos bandos” cuando habló del mitin de supremacistas blancos y
contramanifestantes en Charlottesville,
Virginia.
Incluso en cosas pequeñas, Trump ha roto el protocolo
presidencial.
Los presidentes generalmente no hablan de los cambios bursátiles
diarios ni de los planes de expansión corporativa, pues lo consideran
inapropiado.
Pero Trump con ansia anuncia aumentos en el mercado, que los
convierte en un sustituto métrico de éxito dados sus bajos números en las
encuestas, y se adjudica el crédito por decisiones corporativas con el gusto de
un alcalde o un gobernador, ya sea en relación con sus políticas o no.
A sus simpatizantes les parece refrescante la voluntad que tiene
para decir cualquier cosa y atacar a quien se le ponga en frente.
“Algo que le ha hecho al Despacho Oval y a nuestra cultura
política en general es traer mucha más autenticidad de lo que la gente estaba
acostumbrada con los políticos”, dijo Andy Surabian, un asesor sénior de Great
America Alliance, un grupo alineado con Trump.
“Sin importar lo que se piense
de él desde un punto de vista ideológico, creo que, por primera vez en mi vida,
tenemos a alguien en el Despacho Oval que no parece de plástico”.
“Todo el tiempo escuchamos que no es presidencial”, agregó.
“Pero yo pienso: ‘Por eso ganó’”.
Otros presidentes han experimentado con la manera en que se
comunicaban con el público y fueron criticados por socavar la dignidad del
puesto, solo para que sus innovaciones se convirtieran en estándares para sus
sucesores.
Franklin D. Roosevelt instituyó las charlas hogareñas en la radio.
Dwight D. Eisenhower inauguró las conferencias de prensa en televisión. John F.
Kennedy permitió que los informes se transmitieran en vivo en vez de que se
grabaran y editaran.
Sin embargo, esos presidentes no utilizaron sus plataformas como
armas, algo que Trump sí ha hecho.
Además, presidieron estructuras serias, aunque
a veces engorrosas, de creación de políticas, diseñadas para fundar sus
decisiones.
Las decisiones de Trump, anunciadas en Twitter, a menudo parecen
reacciones repentinas a algo que vio en televisión.
Los críticos afirman que Trump ha degradado la credibilidad de las principales instituciones de su gobierno.
Credit
Tom Brenner/The New York Times
‘Es una guerra en contra de todo’
“Es una guerra contra todo. Es un pleito de bar de nunca acabar.
Y se utilizan todas las ventajas posibles, cada arma disponible”, dijo Jon
Meacham, quien ha escrito biografías de varios presidentes.
“¿Acaso una parte
del legado de Trump será un estado permanente de guerra contra la política y
los medios?
Odio decirlo… mi instinto me dice que sí, pero espero estar
equivocado”.
"Si él se puede salir con la suya, entonces, ¿por qué no otras personas?", preguntó Eliot A. Cohen, uno de los más duros críticos de Trump.
Credit
Eric Thayer para The New York Times
‘Una institución duradera’
Si la presidencia poco convencional de Trump tiene éxito, podría
establecer un nuevo paradigma.
Si fracasa, sería una moraleja para sus
sucesores.
Me atrevo a interpelar, por sentirlos muy cercanos, por más que las apariencias parecieran indicar lo contrario; insisto en lo de la cercanía, por que estamos en el mismo bote – que hace agua - , tenemos pesares, angustias y problemas comunes, recién después vienen las diferencias.
La idea es dialogar, hablar de nuestras cosas, hay textos que nos proporcionan la información básica – no única-, solo es una propuesta como para empezar. La continuidad depende de Ustedes, un eventual resultado adicional depende de todos.La idea es hablar desde un “nosotros” y sobre “nuestro futuro” desde la buena fe, los problemas exigen soluciones que requieren racionalidad, honestidad intelectual que jamás puede nacer desde la parcialidad, la mezquindad, la especulación.
Encontraran en “HASTA EL PELO MÁS DELGADO ...”, textos y opiniones sobre una temática variada y sin un orden temporal, es así no por desorganizado, sino por intención – a Ustedes corresponde juzgar el resultado -.Como no he vivido en una capsula, ya peino canas, tengo opiniones y simpatías, pero de ninguna manera significa dogmatismo, parcialidad cerrada.Soy radical (neto sin adiciones de letras ninguna), pero no se preocupen no es contagiosos … creo, solo una opción en el universo de las ideas argentinas. Las referencias al radicalismo están debidamente identificadas, depende de Ustedes si deciden “pizpear” o no.
El acá y ahora, el nosotros y el futuro constituyen la responsabilidad de todos.Hace más de cuatro décadas, en mi lejana secundaria, de una pasadita que nos dieron por Lógica, recuerdo el Principio de Identidad, era más o menos así: “Si 'A' no es 'A', no es 'A' ni es nada”, por esos años me pareció una reverenda huevada, hoy lo tomo con mucho más respeto y consideración. Variaciones de los mismo: no existe un ligero embarazo; no se puede ser buena gente los días pares.
Llegando al Bicentenario – y aunque se me tildé de negativo- siento que como pueblo, desde 1810, hemos estado paveando … a vos ¿qué te parece?. En algún momento perdimos el rumbo y ahí andamos “como pan que no se vende. Cuentan que don Ángel Vicente Peñaloza decía: “Como ei de andar, en Chile y di a pie, cuando hay de que no hay cunque, cuando hay cunque no hay deque”.
De tanto mirarnos el, ombligo y su pelusa, tenemos un cerebro paralitico, cubierto de telarañas y en estado de grave inanición. Padecemos una trágica concurrencia de factores que nos impiden advertir – debidamente -, este, nuestro triste presente y lo que es peor aún, nos va dejando sin futuro.
A los malos, los maulas, los sotretas, los villanos, los mala leche, los h'jo puta, los podemos enfrentar pero … ¿qué hacemos con los indiferentes, con los que solo se meten en sus cosas, y no advierten que el nosotros y el futuro por más que sean plurales son cosas personalisimas? Y luego dicen que quieren a sus hijos y su familia; ¡JA!, ¡doble JA!, ¡triple JA! (il lupo fero).
¡¡EL REY ESTÁ EN PELOTAS!!, dijo el niño de la calle, hijo de padre desconocido y madre ausente, ese niño es mi héroe favorito.
¿QUÉ ES PEOR LA IGNORANCIA O LA INDIFERENCIA?
¡¡NO LO SÉ Y NO ME IMPORTA!!
El impertinente, el preguntón es nuestra esperanza, nuestro “Chapulin Colorado”.
Mis querido “Chichipios” - diría don Tato- no olviden que además de ver el vaso medio vació o medio lleno, hay que saber que contiene – sino que le pregunten a Socrates - ¡Bienvenidos! Adelante. Julio
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