PARA LA NACION
Palabras inéditamente duras para empezar el año.
Y con las que el líder piquetero escaló afirmaciones previas que habían entre relativizado y justificado los sucesos del 14 y el 18 de diciembre pasado.
Atribuyó de lleno la responsabilidad por los hechos de violencia al Gobierno, más precisamente al Presidente: según él, Macri "sintió que había una especie de necesidad de refirmar autoridad y mostrar fierros en la calle para consolidar el voto con la idea de que muchos querían y aprobaban eso.
Pusieron a una ministra a cargo de las barbaridades.
Patricia Bullrich alimenta el vicio de Mauricio Macri... Macri repite el discurso de la meritocracia, pero no es ni siquiera un self made man.
Sabe que la violencia es un camino peligroso, pero lo sigue... Si tenés tanta obsesión por demostrar que no sos De la Rúa, ¿no será que un poco te parecés?".
¿Será cierto entonces que el macrismo está endureciéndose contra sus opositores más radicales, que los persigue, que pretende excluirlos del orden constitucional?
Grabois y la CTEP ofrecen por sí mismos evidencia de lo contrario: lo único que se profundiza es la paradoja de que el Estado argentino financia grupos que se comportan de forma cada vez más desleal con las reglas institucionales y desconocen toda legitimidad a las autoridades.
Pero ahora él apedrea simbólicamente a Macri, dando pasto para que los violentos vuelvan a las andadas.
¿No está incluso incitando a sus representados a imitarlos en la próxima ocasión?
De otro modo quienes lo acusan de ser un apenas disimulado "trosko-kirchnerista", para usar su propia terminología, tendrán la evidencia que necesitan para descalificarlo, y así seguiremos profundizando los conflictos en vez de resolverlos.
No es lo que cabría esperar que hiciera un gobierno cuyo "vicio" es la violencia.
Pero no puede ignorar que el proyecto fue concertado con gobernadores y legisladores de varios grupos de oposición, y modificado varias veces en ese trámite, incluso durante las sesiones legislativas sometidas a asedio.
Nada de eso se acomoda a la categoría "llevar puesto a las patadas a todo el mundo".
Para empezar, el criterio "meritocrático" de que reciban un mayor aumento, y una prestación que cumpla finalmente con el 82% móvil, quienes cobran la mínima e hicieron 30 años de aportes.
Para Grabois tal vez eso sea "meritocracia", cosa de ricos y de insensibles, y se niega a cualquier discusión al respecto apelando a la autoridad de San Agustín.
Pero en este caso puede que tenga efectos más redistributivos y sobre todo más justificados que en otros.
Si entre quienes cobran una jubilación el porcentaje de pobreza es mucho menor que entre los niños y jóvenes, entonces tenemos un problema intergeneracional a considerar, que alguien que trabaja en los barrios populares no debería ignorar tan frescamente.
Si además los fondos que se ahorran en los próximos meses van destinados al gasto social en el conurbano, como se ha anunciado, ¿el cambio no terminaría siendo a favor de los pobres y no en su perjuicio?
Grabois podría decir que para que así sea habría que sacarles directamente a los ricos, a las empresas, a la clase media alta porteña, etc.
Pero esa objeción desconoce que mientras se discutía por los 50 o 60 mil millones del recálculo previsional por disposición oficial se incrementaron las tarifas para todos esos sectores más o menos pudientes por una cifra varias veces superior.
Así que es discutible que se pueda hacer de momento mucho más por ese lado.
Su diatriba contra los vicios reales o supuestos de Macri puede que esté en verdad originada en el terror que muchos en la oposición experimentan en estos días ante las comprobadas dotes de Vidal para, con esos recursos extras en sus manos, empezar a cambiar la situación de los pobres del conurbano en los próximos años, por encima de lo poco que han logrado hacer las administraciones peronistas y las organizaciones sociales en las últimas décadas.
No es malo que así sea, porque argumentar al respecto puede que nos evite sumirnos cada vez más en el silencioso juego de acciones y reacciones del que ella se alimenta.
En eso sí hay que reconocer que, con su sinceridad, Grabois ha hecho un aporte.
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