MAXIMILIANO
MORIR EN MÉXICO
Carlota y Maximiliano, un amor real hasta la locura
A pesar de que su relación de pareja se debilitó y no tuvieron hijos,
Carlota nunca dejó de apoyar las decisiones de su marido
Maricela Flores | 19
de Enero de 2018
Carlota
de Habsburgo, cuyo
nombre completo era Marie Charlotte Amélie Augustine Victoire
Clémentine Léopoldine de Saxe-Cobourg-Gotha et Orléans Bourbon-Deux-Siciles et
de Habsbourg-Lorraine, nació el 7 de junio de 1840 siendo una princesa.
Fue
hija del rey Leopoldo I y de María Luisa de Orléans.
Cuando tenía apenas 10
años de edad, su madre murió, por lo que fue educada de manera estricta por sus
familiares.
Recibió instrucción en administración, política, historia,
geografía, artes y literatura.
Por su parte, nuestro efímero
emperador, Ferdinand Maximilian Joseph Marie von
Habsburg-Lorraine-Viena, nació el 6 de julio de 1832, siendo archiduque de
Austria.
Fue el segundo hijo del rey Francisco Carlos de Austria y de la
princesa Sofía de Baviera.
El 27 de julio de 1857, Carlota
y Maximiliano contrajeron nupcias; ella tenía 17 años y él, 25.
Además
de una esposa, él encontró en su mujer a un mentor.
A petición de Leopoldo I,
el emperador de Austria accedió nombrar a Maximiliano como gobernador del reino
de Lombardía y Venecia, donde la pareja inició la construcción de su famoso
palacio de Miramar, en la costa del Mar Adriático.
Maximiliano y Carlota en su visitan al Papa Pio IX
(Foto: El Universal)
El éxito de
su gobierno disgustó a Francisco José, hermano de Maximiliano, quien lo
destituyó como gobernador y también le quitó la comandancia de la Armada
austriaca el 21 de abril de 1859.
Esta decisión afectó de manera tal a Carlota,
que no es raro entender las razones por las que aceptaron la corona de México.
La pareja imperial
llega a México
El 14 de abril de 1864,
zarparon de Miramar en la fragata austriaca Novara y desembarcaron en Veracruz
el 28 de mayo, donde nadie sabía de su existencia, por lo que tuvieron un
recibimiento sumamente frío.
De ahí se trasladaron a la ciudad de México y se
instalaron en el Castillo de Chapultepec.
(Foto: El Universal)
Carlota destacó por ser un gran apoyo para
su marido, pues juntos impulsaron los ferrocarriles, el telégrafo, la línea de
vapores, la colonización y el establecimiento de la Beneficencia que ella misma
presidió.
De hecho, en una carta que envió a su abuela en 1864, ella le comenta
que era completamente feliz en nuestro país.
Sin embargo, con las
responsabilidades del Emperador, la relación de esta pareja se deterioró, hasta
el grado de dejar de compartir habitación.
Tampoco tuvieron hijos, por lo
que Maximiliano decidió adoptar al nieto de Agustín de
Iturbide, para darle legitimidad a su gobierno.
Como emperador aprobó varias
de las reformas de la Constitución de 1857 que eran, más liberales que
conservadoras, por lo que los conservadores que lo habían invitado a ser el
emperador y la Iglesia católica se mostraron ofendidos y le dieron la espalda.
(Foto: Wikimedia Commons)
La
locura de Carlota
El emperador cayó prisionero
el 17 de mayo y condenado a morir fusilado.
Su esposa, hizo todo por tratar de
salvarlo; viajó a Europa para solicitar a distintos monarcas que intercedieran
por su marido, pero no tuvo éxito.
En un intento desesperado acudió al Papa Pío
IX, pero también le dio la espalda.
A partir de ese
momento, Carlota comenzó a perder la cordura, hasta ser
declarada como demente.
De hecho, se enteró de la muerte de su esposo un día
antes de que su cuerpo fuera repatriado.
Maximiliano fue fusilado el 19 de junio de
1867 en el Cerro de las Campanas, a los 35 años de edad.
Recibió cinco balazos
en el cuerpo, porque fue aceptada su petición de no recibir impactos en el
rostro, para que sus deudos pudieran reconocerlo.
Sin embargo hay versiones de
que sí le dispararon al rostro y de que le sacaron un ojo para enviárselo a su
esposa.
Carlota murió el 19 de
enero de 1927, a los 87
años de edad, enamorada, como el primer día, de su querido Maximiliano, tanto
así que le dedicó sus últimas palabras, pues en su lecho de muerte murmuró:
“Recordadle al universo al hermoso extranjero de cabellos rubios. Dios quiera
que se nos recuerde con tristeza, pero sin odio”.
Sus restos reposan en la
cripta de la Iglesia de Laeken, lejos de los restos mortales de su marido, que
descansan en la Cripta Imperial de la Iglesia de los Capuchinos en Viena.
(Foto: El Universal)
Fuente
“EL UNIVERSAL”, México, 19.01.2018
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