Ahí vienen los robots y los suecos no tienen problemas con
eso
Los empleados de todos los países del mundo ven con inquietud la
llegada de la automatización que podría amenazar sus puestos de trabajo;
excepto en Suecia, en donde están preparados para aceptar la tecnología al
mismo tiempo que limitan el costo humano.
Oskar Pals, de 19 años, operando maquinaria por control remoto en la mina New Boliden en Suecia. En menos de diez años, él dice, "esto para ese entonces estará automatizado, pero no me preocupo, habrá otras labores".
crédito
Linus Sundahl-Djerf para The New York Times
GARPENBERG, Suecia — Desde el interior de la sala de control
incrustada en las rocas a casi un kilómetro de profundidad, Mika Persson puede
ver los robots en marcha que supuestamente vienen a quitarle su trabajo en la
mina de New Boliden.
No tiene ningún problema con eso.
El sistema de asistencia social de Suecia, famoso por su
generosidad, hace que en este lugar no se preocupen por la automatización —o,
es más, casi por ninguna cosa—.
Persson, de 35 años, se sienta frente a cuatro pantallas de
computadora; una de ellas muestra el cargador que él maneja mientras levanta
roca dinamitada que contiene plata, zinc y plomo.
Si descendiera al pozo de la
mina a operar el cargador de forma manual, inhalaría polvo y el humo de los
escapes.
En cambio, se reclina en una silla de oficina y controla la máquina
con una palanca de mando.
Un operador remoto en la mina New Boliden en Garpenberg, Suecia
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Linus Sundahl-Djerf para The New York Times
Está consciente de que los robots evolucionan día con día.
Boliden está probando vehículos autónomos para remplazar a los choferes de
camiones.
Sin embargo, Persson supone que siempre se necesitarán personas que
mantengan las máquinas funcionando.
Tiene fe en el modelo económico de Suecia y
sus protecciones en contra del tormento del desempleo.
“En realidad, no estoy preocupado”, confesó. “Hay tantos
trabajos en esta mina que, incluso si desapareciera este trabajo, nos darán
otro. La empresa nos protegerá”.
En la mayor parte del mundo, la ansiedad entre la gente cuyo
sustento depende de su sueldo está aumentando debido a una ola potencial de
desempleo que la automatización amenaza con provocar.
Según el cuento de
terror, la globalización obligó a las personas de las tierras más ricas como
América del Norte y Europa a competir de forma directa con trabajadores más
baratos de Asia y Latinoamérica,
lo cual propagó el desempleo.
En la actualidad, los robots se acercan para
rematar a los humanos.
En negocios como la mina Boliden, los sindicatos son poderosos, el apoyo gubernamental es abundante y la confianza entre empleados y empleadores es profunda.
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Linus Sundahl-Djerf para The New York Times
Sin embargo, ese discurso no es muy popular en Suecia ni en sus
vecinos escandinavos, donde los sindicatos son poderosos; el apoyo
gubernamental es abundante y la confianza entre empleadores y empleados,
profunda.
En este lugar, los robots tan solo son otro medio para hacer a las
empresas más eficientes.
Mientras los empleadores prosperan, los trabajadores
han obtenido de manera constante una rebanada proporcional de los ingresos: un
contraste drástico con Estados Unidos y el Reino Unido, donde los salarios se
han estancado a pesar de que las ganancias corporativas se han disparado.
“En Suecia, si le preguntas a un líder sindical si le tiene
miedo a la nueva tecnología, la respuesta será: ‘No, me da miedo la tecnología
vieja’”, comentó la ministra sueca para el Empleo y la Integración, Ylva
Johansson.
“Los trabajos desaparecen, así que capacitamos a la gente para los
trabajos nuevos. No protegemos los trabajos, pero sí protegemos a los
trabajadores”.
Un colchón para la innovación
Los estadounidenses suelen desestimar a los países nórdicos pues
los consideran un reino de socialistas que aman ser protegidos por el Estado,
en contraste con los capitalistas temerarios que gobiernan en lugares como
Silicon Valley.
Sin embargo, Suecia presenta la posibilidad de que, en una era
de automatización, la innovación podría avanzar de mejor manera manteniendo
suficiente colchón ante el fracaso.
“Una buena red de seguridad es positiva para las iniciativas
empresariales”, señaló Carl Melin, el director de políticas de Futurion, un
instituto de investigación en Estocolmo.
“Si un proyecto no tuvo éxito, no se
debe ir a la bancarrota”.
Estocolmo, la capital de Suecia. Ochenta por ciento de lo suecos expresan puntos de vista positivos sobre los robots y la inteligencia artificial en una encuesta de la Comisión Europea del año pasado.
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Linus Sundahl-Djerf para The New York Times
En Suecia, ochenta por ciento de los habitantes expresan
opiniones positivas respecto de los robots y la inteligencia artificial, de
acuerdo con una encuesta que la Comisión
Europea realizó este año.
En contraste, una encuesta que
efectuó el Pew Research Center encontró que el 72 por ciento de los
estadounidenses estaban “preocupados” sobre un futuro en el cual los robots y
las computadoras sustituyeran a los humanos.
En Estados Unidos, donde la mayoría de las personas depende de
empleadores para sus seguros de salud, perder un trabajo puede desencadenar una
caída catastrófica.
Provoca que los trabajadores se muestren reacios a dejar
sus trabajos para forjar carreras que podrían ser más lucrativas.
Provoca que
los sindicatos tiendan a proteger los trabajos sobre todo lo demás.
Sin embargo, en Suecia y el resto de Escandinavia, los gobiernos
proveen atención médica además de educación gratuita.
Pagan generosos
beneficios a los desempleados, mientras los empleadores financian vastos
programas de capacitación laboral.
Por lo general, los sindicatos aceptan la
automatización como una ventaja competitiva que vuelve más seguros los
trabajos.
Hacer que Estados Unidos se parezca más a Escandinavia
implicaría costos que chocarían con el fervor de los recortes fiscales
dominante en la política estadounidense en décadas recientes.
Suecia, Dinamarca y Finlandia gastan más del 27 por ciento de su
derrama económica anual en servicios de gobierno para ayudar a los desempleados
y otros grupos vulnerables, según datos de la Organización para la Cooperación y
el Desarrollo Económicos, OCDE.
Estados Unidos dedica menos del 20 por ciento
de su economía a este tipo de programas.
Para los negocios suecos, estos gastos producen un dividendo
clave: los empleados han demostrado ser receptivos a asimilar la nueva
tecnología.
La mina Garpenberg en 1966. Ha estado en operación más o menos desde 1257.
Credit
Boliden
“Si no aceptamos la tecnología y ganar dinero, bueno, entonces
cerraríamos nuestros negocios”, afirmó Magnus Westerlund, de 35 años,
vicepresidente de una organización sindical a nivel local que representa a los
trabajadores de dos minas de Boliden.
“No se requiere un título de matemático
para hacer los cálculos”.
En la mina que se encuentra debajo de un helado bosque de pinos
en Garpenberg, a 177 kilómetros al noroeste de Estocolmo, Persson y sus colegas
ganan cerca de 500.000 coronas al año (casi 60.000 dólares).
Tienen cinco
semanas de vacaciones.
Conforme a la ley sueca, cuando nace un bebé, los padres
tienen 480 días de licencia médica y de familia para repartirse entre ellos.
Ningún robot va a cambiar nada de eso, aseguró Persson.
“Es una forma de pensar de los suecos”, explicó Erik Lundstrom,
de 41 años y padre de dos hijos, quien trabaja junto a Persson.
“Si haces algo por
la empresa, la empresa te da algo a cambio”.
Proyecciones laborales desalentadoras
Esta premisa se está enfrentando a una prueba formidable.
Nadie
sabe cuántos trabajos están bajo la amenaza de los robots y otras formas de
automatización, pero las proyecciones sugieren una sacudida potencial.
En un estudio de 2016 realizado por el Foro
Económico Mundial, se hicieron encuestas en quince economías importantes que en
conjunto representan dos terceras partes de la fuerza laboral del mundo —cerca
de 1860 millones de trabajadores— y se concluyó que el ascenso de los robots y
la inteligencia artificial destruirá una red de 5,1 millones de empleos para
2020.
Un par de investigadores de la Universidad de Oxford concluyeron que casi la
mitad de los trabajos en Estados Unidos podrían ser remplazados con robots y
otras formas de automatización en las próximas dos décadas.
Cuando los cajeros automáticos llegaron por primera vez a las
sucursales de los bancos a finales de la década de los sesenta, algunas
personas predijeron la extinción de los humanos que trabajaban en los bancos.
Sin embargo, el empleo incrementó a medida que los bancos invirtieron los
ahorros en nuevas áreas como los préstamos hipotecarios y los seguros.
Podrían
desarrollarse tendencias similares de nueva cuenta.
En Estocolmo, uno de los consejos para la seguridad de los empleos fundados por empleadores, que ayuda a los trabajadores que pierden su trabajo a encontrar otro, asegura tener una tasa de éxito del 83 por ciento.
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Linus Sundahl-Djerf para The New York Times
No obstante, aun si los robots crean más trabajos de los que eliminan,
muchas personas necesitarán buscar nuevas carreras.
Los suecos y sus camaradas nórdicos han demostrado tener éxito
en el manejo de ese tipo de transiciones.
Los consejos de seguridad laboral
recibieron financiamiento de los empleadores para que las personas que
perdieron sus trabajos encontraran otros nuevos.
Internet inalámbrico y tabletas están entre los avances tecnológicos que los trabajadores de la mina Boliden han recibido con gusto. "Para nosotros, la automatización es algo bueno", dijo un líder del sindicato local.
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Linus Sundahl-Djerf para The New York Times
Mantener la red de seguridad social de Suecia también requiere
que la gente siga pagando impuestos cercanos al 60 por ciento.
Sin embargo,
debido a que Suecia acepta grandes cantidades de inmigrantes provenientes de
naciones afectadas por los conflictos, ese apoyo podría menguar.
Muchos no
tienen la educación suficiente y podría ser difícil que encuentren trabajo.
Si
un gran número termina dependiendo de las dádivas del gobierno, podría provocar
una respuesta negativa.
“Hay riesgo de que el contrato social pueda romperse”, afirmó
Marten Blix, un economista del Instituto de Investigación de Economía
Industrial con sede en Estocolmo.
Por ahora, el contrato social perdura y, en la mina de Boliden,
prevalece una sensación de calma.
Fuente
“The New York Times.es” 03.01.2017
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