ARGENTINA – VENEZUELA
VAIVENES COMERCIALES
Oscuro historial
de los negocios con Venezuela: las firmas locales que entraron en zona de
riesgo por venderle al país de Maduro
Por Juan Diego Wasilevsky
27.01.2019
Hay
un oscuro historial relacionado con las empresas argentinas que alguna vez
hicieron negocios con Venezuela.
Muchas de ellas, especialmente las que más
volúmenes comercializaron y más dependientes se hicieron de la demanda de ese
país caribeño, terminaron en crisis.
Algunas quebraron. Otras entraron en concurso y terminaron
pasando de manos.
Una muy importante, como Ternium, quedó en medio del
escándalo de corrupción revelado en "los cuadernos" y su presencia y
posterior salida de ese mercado tuvo mucho que ver en eso.
Así, en tiempo récord, Venezuela pasó de ser un mercado de
destino casi ideal para las compañías locales -porque aseguraba negocios
rápidos y pagaba, en muchos casos, precios por encima del promedio- a convertirse
en una "trampa comercial" de la que muchas firmas no tuvieron salida.
Hoy, la nación que vive una crisis histórica en medio de la
disputa de poder entre el régimen de Nicolás Maduro y la oposición
-representada en Juan Guaidó- es una triste sombra de lo que supo ser en
término de flujos comerciales para la Argentina.
Pero aun considerando el momento récord, aun teniendo en cuenta
que llegó a ser el quinto destino en importancia para las empresas locales, los expertos
consideran que fue un "experimento" insostenible.
"Venezuela fue importante como destino de nuestras
exportaciones. Pero la experiencia entre el kirchnerismo y el chavismo no fue
buena. La
relación dependió mucho del impulso político. Y cuando éste se terminó, los
negocios desaparecieron", señala el consultor Marcelo
Elizondo.
Al analizar cómo evolucionó el flujo de exportaciones hacia ese
destino, se puede observar claramente cómo la buena relación en épocas de
Néstor y Cristina se transformaron en negocios.
Especialmente, luego de haberse
alcanzado el acuerdo "petróleo por alimentos", con el cual Venezuela
se garantizó una importante provisión de bienes clave, como carne aviar y leche
en polvo, mientras que la Argentina se beneficiaba con energía, cuya producción
nacional venía en decadencia.
Así las cosas, entre el año 2012 y 2013, los despachos hacia
ese destino superaban por primera vez los u$s2.000 millones.
El país caribeño llegó a ser el principal comprador de leche
entera en polvo nacional; el tercer mayor demandante de carne deshuesada y el
octavo para el aceite de soja, según un informe de la consultora DNI.
Pero
también, Venezuela fue relevante en otros rubros, como maíz, vehículos, tubos
sin costura y autopartes.
Sin embargo, este flujo se hizo insostenible, básicamente porque
dejó de contar con los dólares necesarios para bancar estas importaciones.
"Maduro terminó por destruir la economía. En términos
económicos sufren hiperinflación, hay una absoluta pérdida de confianza por
parte de los operadores económicos y una retracción de todas las variables:
consumo, inversión, producción y ahorro.Hoy venderle a Venezuela es muy riesgoso porque
no hay garantía de cobro, ni jurídica ni de cumplimiento de contrato",
detalla Elizondo.
Y así como en el momento récord la Argentina llegó a despachar
mercadería por un valor superior a los u$s2.200 millones, en los últimos años,
especialmente desde que Cambiemos llegó al poder, los flujos se desplomaron.
Para 2016 fueron u$s700 millones; en 2017, las exportaciones
bajaron hasta los u$s245 millones y el año pasado apenas alcanzaron los u$s156
millones, el peor registro en más de una década.
Actualmente, este mercado tiene un peso absolutamente marginal
en el total de exportaciones nacionales, con un share de tan solo 0,25%.
¿Qué se le vende actualmente? Básicamente commodities,
que explican el grueso de los despachos, comenzando por aceite y harina de
soja, porotos, maíz en grano y leche en polvo.
Además, se exportan algunas manufacturas industriales pero por
cifras irreleventes, como es el caso de hojas de aluminio, por un valor que
apenas alcanza los u$s240.000 al año.
Sin embargo, ¿cómo es que, en medio del descalabro político,
financiero y económico que castiga a esa nación todavía se realicen operaciones
comerciales?
Sobre este punto, Raúl Ochoa, co-chair por el Consejo Argentino
para las Relaciones Internacionales (CARI) en el Task Force Trade, Investment
& Tax Cooperation del T20, el think tank del G20, advierte que "son
todas operaciones que hoy se están haciendo bajo la condición de pago
anticipado. Es decir, primero
pagan y después se libera la mercadería. Es la única forma de hacerlo, hoy
Venezuela no ofrece ningún tipo de garantía de cobro".
En este contexto, Ochoa considera que "a medida que se
profundice la crisis política y económica, como está sucediendo en este
momento, es probable que las exportaciones, que ya son de por sí bajas, se
terminen paralizando".
"El desplome del comercio es generalizado con todos los
países de la región. Hoy solo se sostiene por su relacionamiento con Rusia y
China", agrega el experto.
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Empresas
afectadas
El símbolo de la decadencia económica venezolana es SanCor.
Allá
por 2006, en épocas del kirchnerismo, recibió un préstamo de u$s80 millones del
gobierno de Chávez y luego la compañía láctea fue parte importante del acuerdo
“petróleo por alimentos”.
Sin embargo, esa ayuda, casi una década después, se transformó
en un salvavidas de plomo.
El colapso del país caribeño arrastró a la
firma, dejando un tendal de exportaciones sin pagar, las cuales se canalizaban
a través de un fideicomiso que dejó de recibir fondos.
Para 2017, desde Cambiemos denunciaban que la deuda equivalía a
unos u$s70 millones.
Para mediados de 2018, cuando se estaba negociando el
traspaso a manos de Adecoagro, se hablaba de un monto de u$s20 millones.
Igualmente, en gran medida por el descalce que generó Venezuela,
la compañía sufrió una importante reestructuración: entre despidos y retiros
voluntarios se vieron afectadas 3.100 personas en tres años.
Además, debió
cerrar plantas y vender parte de los activos a Adecoagro.
Entre las empresas de maquinaria agrícola, una de las más
afectadas fue Vasalli, ubicada en Santa Fe.
La crisis terminó por hacer eclosión
cuando el gobierno caribeño incumplió el contrato de compra de 245
cosechadoras.
Apenas llegó a absorber 50 de ese total,
mientras que una gran parte quedó como stock, sin poder venderse.
Las pérdidas, en ese momento equivalieron a unos u$s15 millones.
Durante mayo de 2018 la planta de la compañía estuvo tomada durante varios días
por empleados que querían evitar el vaciamiento de la fábrica, al tiempo que
reclamaban por salarios adeudados.
Hacia fines del año pasado, la firma entró
en concurso de acreedores, buscando nuevos inversores que garanticen la
continuidad de la empresa.
La carne aviar también jugó un rol importante en el
relacionamiento con Venezuela.
Y una de las firmas que terminó más castigada fue
Cresta Roja, que demostró el costo de hacer negocios solo por influencias
políticas.
Durante años, el país entonces comandado por Chávez se había
convertido en el principal sostén.
Además, por cada tonelada despachada
recibían un precio casi 40% superior como seguro de riesgo.
Dado el importante
volumen que vendían, la estructura creció y tomaron 700 empleados más.
Sin embargo, apenas se cortó el flujo de dinero que llegaba
desde el país caribeño, sobrevino el descalabro, que derivó en la quiebra de la
empresa, hasta que en 2018 fue absorbida por Granja Tres Arroyos.
Por cierto, esta última compañía también se vio afectada por la
relación con el chavismo.
En su momento, se les llegó a adeudar unos u$s8
millones.
La empresa debió redireccionar exportaciones hacia Rusia y Medio
Oriente, pero cobrando un precio muy inferior al pactado con el gobierno
venezolano.
¿Cuánto
llevaría una normalización de la economía?
El diagnóstico que hacen todos los expertos en comercio
internacional es el mismo: para hablar de normalización económica
primero deberá darse un cambio de signo político.
Sin embargo, con una crisis política de proporciones y un
desenlace incierto, no está claro todavía que algo de esto vaya a ocurrir en el
corto plazo.
Igualmente, hay quienes le ponen números a la reconstrucción de
Venezuela.
Raúl Ochoa cita un análisis del prestigioso economista venezolano
Ricardo Hausmann, quien afirmó que entre créditos y subsidios, el país caribeño
necesitaría de más de u$s80.000 millones para poner en marcha la
economía, comenzando con la producción petrolera, cuya estructura está
completamente deteriorada y, en algunos casos, desmantelada.
La realidad es que hoy todos los indicadores están en niveles
críticos.
Según estimaciones del FMI, esa economía se desplomó un 18% en 2018,
con una hiperinflación que arroja números difíciles de creer y de dimensionar:
se acelerará desde los 2.000.000% que alcanzó el año pasado hasta un estimado
de 10.000.000% para este 2019.
El riesgo país, en tanto, llegó a tocar recientemente los 7.000
puntos, casi diez veces por encima del de Argentina.
La producción de petróleo, que genera el 96% de los ingresos de
ese país, viene desplomándose.
En 2018, el volumen llegó a tocar el nivel más
bajo de los últimos 30 años.
“Si se termina el régimen de Maduro, llegan fondos y hay un
trabajo serio, se requieren no menos de tres años para comenzar a pensar en que
se puede reactivar la economía. Es que está destruida la organización comercial
e industrial, en un contexto social muy complejo”, señala.
Claro que, de darse determinadas variables, Ochoa considera que Venezuela
podría volver a convertirse en un importante comprador de alimentos,
medicamentos y bienes industriales.
Elizondo coincide: “Venezuela es una de las cuatro principales
economías de Sudamérica. Si llegara a revertir su crisis, entonces habría una
mayor demanda de productos argentinos”.
Sin embargo, plantea que “lo primero que debería darse es una
normalización institucional. En las actuales circunstancias es imposible pensar
en cualquier tipo de negocios. Está en un limbo. Y a futuro, no basta con un
gobierno democrático. Se
necesita una economía basada en las reglas de mercado convencionales”.
Pero nadie puede anticipar cuándo podría suceder esto.
Elizondo
señala que “el proceso no va a ser corto. Hay un caos institucional, el país
está financieramente saqueado… estamos hablando de años de trabajo. Pero
todavía no se dio el paso más importante y no se sabe cuándo arrancará”.
Fuente
“iProfesional”, 27.01.2019
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