18 jul 2017

- 7 - MONTONERO LA SOBERBIA ARMADA
















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Años más tarde, ya ahogada en sangre la aventura guerrillera, la temática y el lenguaje de los montoneros en el exilio sufrió algunos cambios.

La exaltación de la propia aptitud para matar a Aramburu o Mor Roig cedió paso a la condena de la matanza inversa practicada contra la guerrilla por el régimen militar del general Videla.

La obsesión por este tema se comprende en un proceso horrendo como el que ha vivido la Argentina, y es legítima su utilización para denunciar los sangrientos métodos del régimen militar.

Pero siempre creí percibir algo más que un afán de denuncia en esta especie de delectación macabra con que los montoneros describían en detalle los horrores de la tortura, las espantosas muertes en los campos de concentración.

También la izquierda chilena padeció sufrimientos similares bajo el régimen militar del general Pinochet y los utilizó en el exilio como tema de denuncia.

Pero la actitud era distinta, indefinible pero perceptiblemente distinta.

Había en la denuncia montonera un “plus” de morbosidad cuya naturaleza era difícil de aferrar, pero que me producía, por lo pronto, una sensación de rechazo.

Me parecía que se estaba desarrollando aquí una nueva y horrible variante del mismo sensacionalismo autocontemplativo que, en otro contexto, se expresó a través del asesinato de Aramburu y de la posterior celebración folklórica de la propia aptitud para cometerlo.

De uno u otro modo, en términos de morbosidad activa al principio y de morbosidad pasiva al final, es estaba subrayando la excepcionalidad montonera.

No era ya el viejo canto de “Duro, duro duro, aquí están los montoneros que mataron a Aramburu”.

Pero era el mismo “aquí están” autoexaltatorio, con el acento de excepcionalidad desplazado de la violencia perpetrada a la violencia sufrida.

No pudiendo ya producir asesinatos sensacionales, los montoneros pasaban a padecer asesinatos sensacionales, preservando aquel nivel de espectacularidad que los definía e identificaba como grupo.

Era necesario dejar constancia de que los montoneros, para matar y para morir, eran grandiosas personalidades fuori serie.

Se trataba en realidad de una horrorosa utilización del propio martirio – real y terrible – para asegurar la continuidad de un mismo personaje excelso, sobresaliente como sujeto de violencia y sobresaliente como objeto de violencia.

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A principio de 1976, la conducción montonera anunció la condena a muerte de Roberto Quieto, hasta entonces uno de los líderes máximo de la organización junto con Firmenich.

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Su secuestro por un grupo paramilitar a fines del año anterior fue seguido por algunos procedimientos represivos que llevaron a presumir una delación bajo los efectos de la tortura.

Fundada en este supuesto, la condena fue anunciada a través de un documento que constituía toda una asunción teórica del heroísmo como virtud básica del revolucionario.

Quieto fue sentenciado a muerte, en efecto, por no ser un héroe.

Lamentablemente no tengo a mano la declaración y debo omitir en consecuencia, las citas textuales.

Pero la tesis de fondo era la siguiente: El heroísmo es consustancial con la vida revolucionaria. Sólo el heroísmo, en el combate o en el martirio, preserva la naturaleza del revolucionario, inmunizándolo contra las tentaciones del aburguesamiento, del liberalismo, del individualismo.

Implícita en esta tesis yacía naturalmente la concepción del heroísmo como virtud en ejercicio permanente.

No se trataba del heroísmo potencial que en cualquier individuo
- liberales y burgueses incluidos – puede exteriorizarse excepcionalmente en alguna situación dramática, como el coraje de arriesgar la propia vida para salvar a los ocupantes de una casa en llamas.

Se trataba por el contrario, de un heroísmo militante y metódico, puesto a prueba cada día y necesitado de circunstancias que le asegurara cotidianamente oportunidades de exteriorización.

Esta necesidad presidió de algún modo en setiembre de 1973 el asesinato de Rucci, asumido como un retorno redentor a la militarización.

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La misma necesidad habría de llevar a la  autoproscripción (*), anunciada en setiembre de 1974 junto con una declaración de guerra contra el gobierno de Isabel Perón, y, un año después, a la decisión de entrar en operaciones contra las fuerzas armadas a los pocos meses de poner en marcha al Partido Auténtico.

Ciertos disidentes del grupo denuncian hoy esas decisiones montoneras como reiteraciones de una misma maniobra política destinada a consolidar a Firmenich y su equipo en la cúpula dela organización.

Pero aun así, sólo una conciencia colectiva hechizada por la guerra y enajenada por la violencia como fórmula irrenunciable de autoindentificación explica que haya sido posible adoptar resoluciones de semejante gravedad, y tan indefendibles racionalmente, sin precipita una desgarradora crisis en el seno de la organización.

(*) Aunque Firmenich y su grupo nunca emplearon el término “autoproscripción”, su uso se hizo habitual en la prensa argentina para mencionar la decisión montonera de retornar a la clandestinidad y reanudar la lucha arada dos meses después que la señora Perón asumió la jefatura de Estado.

El Partido Auténtico fue fundado por iniciativa montonera a fines de 1974, como una suerte de brazo político legal de la organización guerrillera.

El gobierno de María Estela Martínez de Perón dispuso su proscripción en noviembre del año siguiente, luego de un sangriento ataque armado llevado a efecto contra una dependencia militar en los suburbios de Bueno Aires (Monte Chingolo).

Esta operación, en la que perdieron la vida más de cincuenta jóvenes guerrilleros, no fue reivindicada por los montoneros sino por el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), un grupo armado de extracción trotskista.

Las autoridades, sin embargo insistieron en considerarla como una acción conjunta delas dos organizaciones, con lo que daba fundamento a la decisión de declarar fuera de la ley al Partido Auténtico en su condición de colateral montonera.

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Una pretendida línea revolucionaria fundada en esta cotidiana necesidad de heroísmo, y de un contexto violento que posibilite su ejercicio, lleva a trazar el camino de revolución en términos de una metodología para titanes.

La revolución se convierte en una proeza de personajes homéricos a la que el hombre común, la masa, no puede tener acceso.

Los montoneros aprisionados por estas formas wagnerianas de autoidentificación, acababan fatalmente por asumirse como una élite nibelunga cuya relación con la masa no podía menos que oscilar entre el paternalismo y la instrumentación.

En 1975, una huelga declarada por los trabajadores de Propulsora Siderúrgica tuvo inicialmente un desarrollo muy combativo, pero fue debilitándose gradualmente ante la intransigencia de la empresa.

En determinado momento, el retorno espontáneo a los puestos de trabajo fue cobrando caracteres masivos, y todo indicaba que era inminente el levantamiento del paro en un implícito reconocimiento del fracaso.

De pronto, una huelga que parecía condenada al fracaso culminó con un sorpresivo triunfo.

Pero un triunfo no de los huelguistas, sino de aquellos seres prodigiosos descendidos del Olimpo que arrebataron a los obreros el papel protagónico de la lucha.

La claudicación de la empresa no fue una conquista obrera sino una gracia paternalista de los semidioses.

¿Podía esperarse de este desenlace otro resultado que el de una menor disponibilidad obrera para futuras batallas sindicales?

¿Valía la pena abandonar el trabajo corriendo los riesgos del despido, la represión y el hambre en una lucha que podía ser librada y ganada por otros?

Además la posibilidad de que una huelga acabe por caer bajo la sospecha de haber sido organizada en articulación con planes operativos guerrilleros constituye un riesgo que excede las posibilidades de un obrero medio y que pesa como un factor inhibitorio sobre su disposición a participar en un paro.

Poco después del golpe militar que derrocó en marzo de 1976 al gobierno de Isabel Perón, la guerrilla se insertó con un secuestro en una huelga automotriz. Al día siguiente, todos los obreros entraron a trabajar.

Una genuina conducción revolucionaria jamás plantea fórmulas de lucha que excedan la combatividad posible del hombre común, de la masa.

Si la lucha emprendida a nivel de masa fracasa, se asume la derrota, se medita sobre ella y se utilizan las enseñanzas extraídas de esa meditación para encarar con mayor acierto las acciones siguientes.

En esta paciente tarea de recoger y aplicar experiencias sin rebasar el nivel de combatividad popular se resume toda la historia del movimiento obrero mundial.

Pero los montoneros, cultores de una revolución hecha a medida de superhombres, estaban constitutivamente impedidos de actuar en este cuadro de protagonismo multitudinario.

Sus vías de inserción en la masa eran, a la vez, maneras de distinguirse de ella.

De alguna había allí una clase media vergonzante, pero aún apegada a sí misma que utilizaba como inconfesable subterfugio para preservar su diferenciación social aquella heroicidad selecta de las operaciones de comando. 

En que el papel reservado a la masa era el de trasfondo o de acompañamiento coral.



fuente
"MONTONEROS LA SOBERBIA ARMADA"
Capítulo 13, 14 y 15



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Me atrevo a interpelar, por sentirlos muy cercanos, por más que las apariencias parecieran indicar lo contrario; insisto en lo de la cercanía, por que estamos en el mismo bote – que hace agua - , tenemos pesares, angustias y problemas comunes, recién después vienen las diferencias.

La idea es dialogar, hablar de nuestras cosas, hay textos que nos proporcionan la información básica – no única-, solo es una propuesta como para empezar. La continuidad depende de Ustedes, un eventual resultado adicional depende de todos.La idea es hablar desde un “nosotros” y sobre “nuestro futuro” desde la buena fe, los problemas exigen soluciones que requieren racionalidad, honestidad intelectual que jamás puede nacer desde la parcialidad, la mezquindad, la especulación.

Encontraran en “HASTA EL PELO MÁS DELGADO ...”, textos y opiniones sobre una temática variada y sin un orden temporal, es así no por desorganizado, sino por intención – a Ustedes corresponde juzgar el resultado -.Como no he vivido en una capsula, ya peino canas, tengo opiniones y simpatías, pero de ninguna manera significa dogmatismo, parcialidad cerrada.Soy radical (neto sin adiciones de letras ninguna), pero no se preocupen no es contagiosos … creo, solo una opción en el universo de las ideas argentinas. Las referencias al radicalismo están debidamente identificadas, depende de Ustedes si deciden “pizpear” o no.

El acá y ahora, el nosotros y el futuro constituyen la responsabilidad de todos.Hace más de cuatro décadas, en mi lejana secundaria, de una pasadita que nos dieron por Lógica, recuerdo el Principio de Identidad, era más o menos así: “Si 'A' no es 'A', no es 'A' ni es nada”, por esos años me pareció una reverenda huevada, hoy lo tomo con mucho más respeto y consideración. Variaciones de los mismo: no existe un ligero embarazo; no se puede ser buena gente los días pares.

Llegando al Bicentenario – y aunque se me tildé de negativo- siento que como pueblo, desde 1810, hemos estado paveando … a vos ¿qué te parece?. En algún momento perdimos el rumbo y ahí andamos “como pan que no se vende. Cuentan que don Ángel Vicente Peñaloza decía: “Como ei de andar, en Chile y di a pie, cuando hay de que no hay cunque, cuando hay cunque no hay deque”.

De tanto mirarnos el, ombligo y su pelusa, tenemos un cerebro paralitico, cubierto de telarañas y en estado de grave inanición. Padecemos una trágica concurrencia de factores que nos impiden advertir – debidamente -, este, nuestro triste presente y lo que es peor aún, nos va dejando sin futuro.

A los malos, los maulas, los sotretas, los villanos, los mala leche, los h'jo puta, los podemos enfrentar pero … ¿qué hacemos con los indiferentes, con los que solo se meten en sus cosas, y no advierten que el nosotros y el futuro por más que sean plurales son cosas personalisimas? Y luego dicen que quieren a sus hijos y su familia; ¡JA!, ¡doble JA!, ¡triple JA! (il lupo fero).

¡¡EL REY ESTÁ EN PELOTAS!!, dijo el niño de la calle, hijo de padre desconocido y madre ausente, ese niño es mi héroe favorito.

¿QUÉ ES PEOR LA IGNORANCIA O LA INDIFERENCIA?

¡¡NO LO SÉ Y NO ME IMPORTA!!

El impertinente, el preguntón es nuestra esperanza, nuestro “Chapulin Colorado”.

Mis querido “Chichipios” - diría don Tato- no olviden que además de ver el vaso medio vació o medio lleno, hay que saber que contiene – sino que le pregunten a Socrates - ¡Bienvenidos! Adelante. Julio


Mendoza, 11 de noviembre de 2009.