La ex presidenta, que el pasado miércoles juró como tercera senadora electa por la provincia de Buenos Aires, ya envió señales contundentes sobre qué espera de esta nueva etapa política:
- Liderar una oposición "dura" al macrismo, con un intento de traba sistemática a la agenda de reformas
- Ejercer una denuncia permanente sobre los costos sociales del "ajuste"
- Profundizar el discurso sobre un pacto entre el Gobierno y la Justicia para "disciplinar" a la oposición mediante el hostigamiento judicial.
Pero por más que esos objetivos estén claros, es un propósito que, por más que esté claro, no necesariamente le resultará fácil de implementar.
Por otra parte, implica cierta contradicción en el sentido de que los acuerdos a los que se opondrá en el Senado llevan la rúbrica de su cuñada Alicia, la gobernadora de Santa Cruz.
Todos en el peronismo recuerdan cuál fue el eje de su campaña electoral entre las PASO de agosto y las legislativas de octubre: que la gente había elegido un "modelo de oposición firme" y que había castigado al resto del peronismo por haber intentado un tipo de "oposición light" y colaboracionista con el programa económico de Macri.
En un reciente encuentro de mujeres peronistas en Tucumán, ironizó al respecto del "apuro repentino" del Gobierno por aprobar sus leyes de reforma económica antes de que terminara el año legislativo.
"El pueblo quiere saber de qué se trata la reforma previsional, la laboral y la reforma tributaria. Son tres patas del mismo proyecto que apunta a destruir derechos, a quitar derechos y garantías de nuestros trabajadoras y van a afectar la vida de todos ustedes", dijo ante la militancia.
Luego, mientras los proyectos de reforma previsional y el pacto fiscal ya formaban parte de la negociación en el Congreso, publicó en las redes sociales su crudo diagnóstico sobre la "pérdida de derechos"que sobrevendrían con la agenda de reformas.
"La Argentina circular. Hoy estamos volviendo al pasado, con debates que atrasan e ideas que fracasaron acá y en el mundo. Este debate debería estar saldado para los argentinos, que nos merecemos seguir caminando hacia adelante", escribió en su artículo.
Por lo pronto, lo otro que parece claro por su actitud de estos días es que está dispuesta a asumir un rol de senadora "full time".
La necesidad de radicalizar el discurso
Todavía no está claro si tiene voluntad de postularse para las legislativas de 2019, pero sí quedó en evidencia que Cristina valora la conservación de su capital político.
Los incentivos parecen claros.
Pero, además, hay motivos de índole más personal que motivan a la ex presidenta.
Primero, naturalmente, por los fueros que le otorgan su condición de legisladora.
En consecuencia, ya sea por convicción ideológica o por táctica política y judicial, todo lleva a Cristina a endurecer su postura y diferenciarse del resto de la oposición.
Pero lo que todavía está por verse es cuál será el costo político que deba pagar por asumir esa radicalización.
Quien marcó esa contradicción de intereses desde el inicio fue Miguel Angel Pichetto, líder del bloque peronista en el Senado, que explícitamente la mandó a formar un bloque legislativo por su cuenta.
El senador por Rio Negro no sólo negoció con el macrismo sino que hasta proveyó la nueva fórmula de cálculo jubilatorio que permitió destrabar la discusión para avanzar en el pacto fiscal con los gobernadores.
Pichetto se encargó de marcar una frontera entre quienes ejercen una oposición "responsable" de ánimo negociador y los que no se atienen a las consecuencias de un boicot a todas las iniciativas oficialistas.
"Estas tres leyes formaron parte del acuerdo, que nadie se haga el distraído porque dentro estaba la cláusula previsional. Nos toca la ingrata tarea de votar esta ley porque acompañamos a los gobernadores", aseguró el senador, y su expresiva frase hacía alusión al pacto firmado entre el Gobierno y 23 provincias.
El debate intraperonista que Cristina deberá dar es si el Senado abandonará su rol de "garante de la gobernabilidad" para un macrismo que no tiene mayoría propia.
Fue así que el oficialismo logró aprobar por ley el acuerdo con los "fondos buitres", fue así que obtuvo apoyo para las leyes de presupuesto y también gracias a los senadores peronistas se frenóun intento kirchnerista de reducir el impuesto a las Ganancias.
Y Cristina, lejos de justificar ese voto por las necesidades de las provincias, calificó en duros términos a los legisladores peronistas que se mostraron colaboracionistas.
La difícil unidad
Esa postura extrema parece desconocer una de las máximas históricas del peronismo: la única lealtad inquebrantable dentro del partido es con la propia supervivencia.
Será uno de los temas más interesantes de los próximos dos años.
"No es hora de enfrentamientos o discusiones inútiles, nos quieren envolver en peleas entre nosotros, no le voy a dar el gusto a nadie. Que no me vengan con Cristina sí o Cristina no. Venime con trabajadores sí o trabajadores no. No me jodan más", dijo Cristina en el acto de Tucumán.
Y agregó: "Ellos nos quieren discutiendo entre nosotros, nos quieren peleándonos entre nosotros; conmigo no cuenten para eso".
Pero la realidad parece desmentir su discurso de unidad.
Cristina publicó en su cuenta de Twitter una nota del diario Página 12 titulada "Gracias, Pichetto, no te hubieras molestado", en la cual se plantea que la nueva fórmula podría llegar a empeorar la situación de los jubilados en comparación con la planteada por el propio gobierno.
De hecho, Pichetto representa todo lo opuesto a lo que Cristina viene predicando.
Hay, claro, quienes defienden la postura de la ex presidenta.
La situación, hoy por hoy, es que Cristina aparecerá como líder de una bancada minoritaria.
Las últimas horas dieron pistas respecto de cómo Cristina, a falta de una mayor fuerza parlamentaria, prevé ampliar su influencia fuera del Congreso.
Sí, estaba pidiendo que se plegaran a un acto organizado por los Moyano.
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