9 dic 2017

JERUSALÉN







JERUSALÉN






Cómo el siglo XX exacerbó la disputa por Jerusalén


El casco viejo de Jerusalén 
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Ariel Schalit/Associated Press



En diciembre de 1917 —este mes se cumplen cien años desde entonces—, el general británico Edmund Allenby tomó el control de Jerusalén, que era defendida por turcos otomanos. 

Allenby bajó de su caballo y entró a la Ciudad Vieja a pie, a través de la Puerta de Jaffa, por respeto a su condición sagrada.

A lo largo del siglo, Jerusalén ha sido disputada de distintas maneras: no solo por judíos, cristianos y musulmanes, sino también por poderes externos y, por supuesto, por los israelíes y palestinos modernos.

Tal vez sea oportuno que el presidente Donald Trump parezca haber elegido esta semana para anunciar que Estados Unidos reconoce a Jerusalén como la capital de Israel, a pesar de las preocupaciones de líderes de los países árabes, Turquía e incluso aliados cercanos como Francia.

Los conflictos en torno a Jerusalén se remontan a miles de años —que abarcan los tiempos bíblicos, el Imperio romano y las Cruzadas—, pero el conflicto actual es claramente una historia del siglo XX con raíces en el colonialismo, el nacionalismo y el antisemitismo. 

The New York Times pidió a varios expertos que llevaran a los lectores a través de momentos fundamentales del siglo pasado.

1917-48: El mandato británico


Soldados británicos en la Puerta de Jaffa a la espera de que llegue el general Edmund Alleby, en 1917CreditCulture Club/Getty Images


Prisioneros palestinos en la Ciudad Vieja de Jerusalén durante el mandato británico 
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Fox Photos, via Getty Images




Las autoridades británicas deportaron a migrantes judíos desde Haifa en 1947.
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Pinn Hans/Agence France-Press - Getty Images


Integrantes del Haganá en Jerusalén en abril de 1948 
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Israeli Government Press Office, via Getty Images



“Para los británicos, Jerusalén era muy importante. Ellos son quienes establecieron Jerusalén como una capital”, comentó Yehoshua Ben Arieh, geógrafo histórico en la Universidad Hebrea de Jerusalén. “No era capital de nadie desde el tiempo de los Templos Primero y Segundo”.

Las tres décadas de gobierno británico posteriores a la marcha de Allenby en Jerusalén vieron una afluencia de colonos judíos atraídos por una visión sionista de la patria judía, mientras que la población árabe local se ajustó a la realidad del colapso del Imperio Otomano, que había gobernado la ciudad dese 1517.

“Paradójicamente, el sionismo se retiró de Jerusalén, en especial de la Ciudad Vieja”, señaló Amnon Ramon, investigador principal del Jerusalem Institute for Policy Research. 

“Primero, porque Jerusalén era vista como un símbolo de la diáspora, y, segundo, porque los sitios sagrados para la cristiandad y el islam eran vistos como complicaciones que no permitirían la creación de un Estado judío cuya capital fuera Jerusalén”.

Para los árabes, agrega Ramón, “había todavía algo de conmoción por no estar en el Imperio otomano. Había un reordenamiento de la sociedad. La aristocracia palestina local, las grandes familias de Jerusalén, emergieron como líderes del movimiento nacional palestino, que repentinamente se vio confrontado con la migración judía”.

La oposición a esa migración dio lugar a varios disturbios mortales para los palestinos, mientras los judíos se enfurecían con el gobierno británico y las restricciones migratorias impuestas en 1939 (las mismas que impidieron el ingreso a muchos judíos que huían del Holocausto). 

Después de la guerra, en 1947, Naciones Unidas aprobó el plan de separación que establecía dos Estados —uno judío y uno árabe— en el que Jerusalén quedaba gobernada por “un régimen internacional especial” al que debía su condición única.

1948-67: Una ciudad dividida


David Ben Gurion lee la declaración independentista de Israel el 14 de mayo de 1948 en Tel Aviv.
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Zoltan Kluger/Oficina de Prensa del gobierno israelí vía Getty Images



Edificios dañados en la calle Ben Yehuda en el centro de Jerusalén tras la explosión de los autos bomba en febrero de 1948 
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Hugo H. Mendelsohn/Agence France-Presse — Getty Images


Unos palestinos en Jerusalén abandonando el sector judío para ir al territorio árabe 
aproximadamente en 1948
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Three Lions/Getty Images



Judíos abandonando un sector del casco viejo de Jerusalén en 1948
 
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John Phillips/The LIFE Picture Collection, via Getty Images


Los árabes rechazaron el plan de separación y un día después de que Israel proclamara su independencia en 1948, los países árabes atacaron al nuevo Estado.
Fueron derrotados. 
Entre la violencia de las milicias y las multitudes de ambas partes, una enorme cantidad de judíos y árabes fueron desplazados.
Jerusalén estaba dividida: la mitad occidental se volvió parte del nuevo Estado de Israel (y su capital, bajo una ley israelí que se aprobó en 1950), mientras que el lado oriental, incluyendo la Ciudad Vieja, estaba ocupado por Jordania. 

“Para los palestinos, se vio como un elemento unificador”, comentó Michael Dumper, profesor de Política de Medio Oriente en la Universidad de Exeter en Inglaterra.

En sus inicios, el Estado israelí dudaba sobre centrarse demasiado en Jerusalén, dada la presión de las  Naciones Unidas y de las potencias europeas, según Issam Nassar, historiador de la Universidad Estatal de Illinois.

1967-93: Las dos guerras y la intifada


Soldados israelíes en la mezquita de Al Aqsa durante la Guerra de los Seis Días de 1967

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Gilles Caron/Gamma-Rapho, vía Getty Images


Después de que Israel tomara el control de Jerusalén este en 1967, 
 sus soldados cargaron un retrato confiscado del rey Husein de Jordania. 
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Leonard Freed/Magnum Photos


Un muro que divide Jerusalén del este y del oeste, cerca de la puerta de Damasco, en 1967 
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Micha Bar- Am/Magnum Photos



Un enfrentamiento entre palestinos e israelíes en Jerusalén en 1993 CreditMenahem Kahana 
/Agence France-Presse — Getty Images

Ningún otro suceso ha moldeado de manera tan definitiva la lucha moderna por Jerusalén como la Guerra de los Seis Días de 1967, en la cual Israel no solo derrotó a los ejércitos invasores árabes, sino que además se hizo del control de la Franja de Gaza y la península del Sinaí de Egipto; la ribera occidental y el este de Jerusalén de Jordania y los altos del Golán de Siria.

Las imágenes de los soldados israelíes que rezan en el Muro de los Lamentos, al que se les había negado el acceso durante el gobierno jordano, quedaron selladas en la conciencia nacional de Israel.

La victoria del partido de derecha Likud en 1977, bajo el liderazgo de Menajem Beguin, ayudó a materializar este nuevo énfasis en Jerusalén como parte integral de la identidad de Israel.

Como parte de este cambio, la importancia simbólica de Jerusalén se intensificó. 

Su lugar en la historia judía se enfatizó en desfiles militares y planes de estudios. 

A los estudiantes de todo Israel se les llevaba allí en visitas escolares.

Este proceso culminó en 1980, cuando los legisladores aprobaron un proyecto de ley que declaraba que “Jerusalén, completa y unida, es la capital de Israel” (aunque Israel estuvo a punto de anexar a Jerusalén este, en una estrategia que muy probablemente habría motivado la furia internacional).

1993 a la actualidad: Oslo y más allá

Soldados israelíes niegan a palestinos la entrada a Jerusalén en 2016 

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Daniel Berehulak  para The New York Times


Palestinos lanzan zapatos a la policía israelí en la mezquita Al Aqsa en 2001, durante la segunda intifada. 
 CreditGetty Images

La situación después de que un atacante suicida palestino se hizo estallar en Jerusalén oriental en 2001 Credit 
Getty Images

Una construcción en un asentamiento judío en el sector este, mayormente palestino, de Jerusalén,  
en noviembreCreditAhmad Gharabli/Agence France-Presse — Getty Images

Los Acuerdos de Oslo de 1993 establecieron la creación de una Autoridad Palestina para gobernar la ribera occidental y la Franja de Gaza, mientras que dilataban una resolución sobre los temas álgidos: las fronteras, los refugiados y la condición de Israel. En el casi cuarto de siglo que ha transcurrido desde entonces, las probabilidades de que haya un acuerdo de paz duradero parecen cada vez más vagas.

Una visita del político de derecha Ariel Sharon en 2000 al complejo sagrado conocido por los judíos como el Monte del Templo y por los musulmanes como la mezquita Al Aqsa y la Cúpula de la Roca, dio lugar a enfrentamientos violentos y desató una segunda insurgencia palestina que cobró las vidas de unos tres mil palestinos y mil israelíes en el transcurso de cinco años.

Los palestinos afirman que los pobladores judíos han invadido Jerusalén este y que Israel ha complejizado el problema al revocar los permisos de residencia. 

A pesar de ello, la composición étnica de la población de Jerusalén se ha mantenido árabe entre un 30 a 40 por ciento.

“Jerusalén era una ciudad sagrada para tres religiones, pero el momento en que crecieron dos naciones en la tierra de Israel —el pueblo judío y el pueblo árabe local—, ambas aceptaron a Jerusalén. 

No era tanto que Jerusalén las necesitara, sino que estas naciones necesitaban a Jerusalén”, dijo Ben Arieh.


Fuente
“The New York Times.es”, 07.12.2017

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Me atrevo a interpelar, por sentirlos muy cercanos, por más que las apariencias parecieran indicar lo contrario; insisto en lo de la cercanía, por que estamos en el mismo bote – que hace agua - , tenemos pesares, angustias y problemas comunes, recién después vienen las diferencias.

La idea es dialogar, hablar de nuestras cosas, hay textos que nos proporcionan la información básica – no única-, solo es una propuesta como para empezar. La continuidad depende de Ustedes, un eventual resultado adicional depende de todos.La idea es hablar desde un “nosotros” y sobre “nuestro futuro” desde la buena fe, los problemas exigen soluciones que requieren racionalidad, honestidad intelectual que jamás puede nacer desde la parcialidad, la mezquindad, la especulación.

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El acá y ahora, el nosotros y el futuro constituyen la responsabilidad de todos.Hace más de cuatro décadas, en mi lejana secundaria, de una pasadita que nos dieron por Lógica, recuerdo el Principio de Identidad, era más o menos así: “Si 'A' no es 'A', no es 'A' ni es nada”, por esos años me pareció una reverenda huevada, hoy lo tomo con mucho más respeto y consideración. Variaciones de los mismo: no existe un ligero embarazo; no se puede ser buena gente los días pares.

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De tanto mirarnos el, ombligo y su pelusa, tenemos un cerebro paralitico, cubierto de telarañas y en estado de grave inanición. Padecemos una trágica concurrencia de factores que nos impiden advertir – debidamente -, este, nuestro triste presente y lo que es peor aún, nos va dejando sin futuro.

A los malos, los maulas, los sotretas, los villanos, los mala leche, los h'jo puta, los podemos enfrentar pero … ¿qué hacemos con los indiferentes, con los que solo se meten en sus cosas, y no advierten que el nosotros y el futuro por más que sean plurales son cosas personalisimas? Y luego dicen que quieren a sus hijos y su familia; ¡JA!, ¡doble JA!, ¡triple JA! (il lupo fero).

¡¡EL REY ESTÁ EN PELOTAS!!, dijo el niño de la calle, hijo de padre desconocido y madre ausente, ese niño es mi héroe favorito.

¿QUÉ ES PEOR LA IGNORANCIA O LA INDIFERENCIA?

¡¡NO LO SÉ Y NO ME IMPORTA!!

El impertinente, el preguntón es nuestra esperanza, nuestro “Chapulin Colorado”.

Mis querido “Chichipios” - diría don Tato- no olviden que además de ver el vaso medio vació o medio lleno, hay que saber que contiene – sino que le pregunten a Socrates - ¡Bienvenidos! Adelante. Julio


Mendoza, 11 de noviembre de 2009.