JUBILADOS EN BRASIL
El dilema de
las pensiones en Brasil: entre el riesgo económico y la crisis política
Ejercitándose en Río de Janeiro. Brasil tiene uno de los sistemas de pensiones más generosos del mundo.
Credit
Felipe Dana/Associated Press
SÃO PAULO — En gran parte del mundo, a los trabajadores les
sería difícil imaginar que podrían jubilarse a los 55 años y recibir el 70 por
ciento de su último salario durante el resto de su vida.
Sin embargo, en Brasil, esa ha sido la regla durante décadas, lo
que ayuda a explicar la abundancia de corredores de cabello cano a lo largo de
la playa Copacabana en Río de Janeiro a las once de la mañana de un día entre
semana.
También representa un tercio de todo el gasto gubernamental en
Brasil, lo cual ha contribuido a un déficit presupuestario récord en 2016.
Analistas y políticos de todo el espectro político han
reconocido desde hace tiempo que el sistema de pensiones es insostenible, así
como un factor muy importante en las permanentes dificultades económicas del
país.
“Brasil tiene uno de los sistemas más generosos del mundo”, dijo
Chris Garman, director administrativo para el continente americano de Eurasia
Group, una empresa asesora de riesgos políticos.
Si no hay una reforma a las
pensiones, añadió, “Brasil se dirige a la insolvencia y a una crisis de deuda”.
Esa rebaja en la
calificación ocurrió cuando se diluyeron las esperanzas de que el Congreso de
Brasil reformara el sistema de seguridad social del país durante este año
electoral.
Una manifestación en São Paulo este mes en contra de los cambios propuestos al sistema de seguridad social de Brasil
Credit
Nelson Almeida/Agence France-Presse — Getty Images
La
agencia calificadora estaba en lo correcto.
El presidente Michel Temer y el
Congreso han renunciado oficialmente al intento de aprobar cualquier
legislación sobre pensiones, con lo que dejan el problema para después de las
elecciones de octubre.
El
23 de febrero, Fitch Ratings siguió el ejemplo y también rebajó la calificación
crediticia de Brasil.
Sin embargo, en lugar de poner en vigor lo que
propuso como una agenda favorecedora para los negocios, su presidencia se ha
distinguido por la turbulencia y los escándalos.
El
gobierno de Temer trabajó con el Congreso para crear una legislación de reforma
a las pensiones para trabajadores de los sectores tanto público como privado
que, entre otros cambios, establecería la edad mínima para el retiro en 65 años
para los hombres y 62 para las mujeres.
Actualmente no hay una edad mínima para
jubilarse.
Temer
buscó generar apoyo para la propuesta con una advertencia simple y lúgubre que
fue subida a los sitios web oficiales y promovida a través de una campaña en
redes sociales: “Todos por la reforma a la seguridad social para que Brasil no
se vaya a la bancarrota”.
Sin
embargo, a pesar de la anunciada determinación de Temer, este mes tomó una
decisión que bloqueó efectivamente cualquier movimiento hacia la reforma del
sistema de pensiones.
En
un inicio Temer insistió en que aún podría votarse respecto de la reforma a las
pensiones levantando temporalmente el decreto sobre seguridad.
No obstante, la
funesta advertencia sobre la bancarrota desapareció de los sitios web del
gobierno la semana pasada y tanto el presidente del Senado, Eunício Oliveira,
como el ministro de Asuntos Políticos, Carlos Marun, han dicho desde entonces
que la propuesta se archivó.
El presidente Michel Temer discutiendo su decreto que dio al Ejército el control de la seguridad en Río de Janeiro, asolado por el crimen
Credit
Agence France-Presse
“Después de debatir y consultar con jueces del Supremo Tribunal
Federal, la conclusión es que la reforma se suspende como resultado del decreto
para la intervención”, les dijo Marun a los periodistas recientemente.
La opinión del tribunal no fue el único factor. “No tenemos los
votos para aprobar la reforma”, reconoció Marun.
Incluso algunos de los simpatizantes de Temer dijeron que el
presidente emitió el decreto de seguridad en parte para evitar una vergonzosa
derrota en el Congreso.
“Fue una excusa para evitar la votación, lo que acabó de impedir
la reforma a las pensiones”, dijo el congresista Alex Canziani, miembro de la
coalición gobernante.
El momento para llevar a cabo el debate sobre las pensiones no
pudo ser peor para quienes apoyan la reforma.
Con la celebración de elecciones
en otoño, pocos legisladores están dispuestos a decirles a los votantes que
tendrán que trabajar más tiempo y luego obtener menos dinero en sus años
dorados.
Venderle ese mensaje al electorado es especialmente difícil dado
lo impopular que se ha vuelto la élite política del país debido a la avalancha
de escándalos de corrupción y a un creciente escrutinio de los altos salarios y
las generosas ventajas que disfrutan los legisladores y otros empleados
federales.
Soldados durante un operativo de seguridad en Río de Janeiro el 23 de febrero de 2018
Credit
Antonio Lacerda/European Pressphoto Agency
“No
va a tener éxito cuando los votantes están enojados con los políticos”, dijo
Garman.
La reacción de los electores, añadió, ha sido de indignación: “¿Nos están
robando y ahora esperan que trabajemos más?”.
Elisabete
Lopes Santos, una jubilada de 57 años, está de acuerdo.
“Todos contribuimos al
sistema de pensiones, ¿cómo puede estar en la quiebra? Desviaron el dinero”,
dijo.
Los
brasileños han salido a las calles a manifestar su enojo no solo en
manifestaciones y huelgas, sino también en los desfiles del carnaval.
Grupos de
sindicatos en São Paulo cantaron las siguientes palabras con un pegajoso
ritmo de samba: “Señor diputado, señor senador, tenga cuidado, vea
la rebelión. Si vota por la reforma de Temer, usted no volverá”.
En
Brasil los hombres se retiran en promedio a los 56 años y las mujeres a los 53,
de acuerdo con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos,
que concluyó que el sistema es
insostenible.
Cuanto
más trabaja alguien, más obtiene al retirarse.
Los jubilados reciben un
promedio del 70 por ciento de su salario previo al retiro, y la cantidad se
indexa de acuerdo a un salario mínimo constantemente en ascenso.
Cuando los
pensionados mueren, sus viudos o viudas pueden heredar la pensión completa de
su cónyuge y sumarla a la propia.
El
gasto por pensiones en Brasil subió al 8,2 por ciento del producto interno
bruto en 2016, en contraste con el 4,6 por ciento en 2014.
La población de
Brasil es joven en comparación con el promedio mundial y el gasto por pensiones
podría aumentar hasta el 17 por ciento de su PIB para 2060 si las reglas no
cambian.
Legisladores de la oposición con las firmas de personas en contra de los cambios a las pensiones
Credit
Ueslei Marcelino/Reuters
La Cámara de Diputados moderó en varias ocasiones el alcance de
los cambios propuestos y retrasó la votación con la esperanza de que más
facciones políticas se sumaran.
Sin embargo, los cómputos más recientes
muestran que el gobierno está aún por lo menos cuarenta votos debajo de la
mayoría de dos tercios necesaria para la aprobación.
La propuesta de ley parecía
cobrar impulso hasta que en mayo Temer quedó implicado en el cada vez más
extenso escándalo de corrupción y se le acusó en dos
casos criminales.
Obtener aliados en el Congreso para impedir que los casos
prosiguieran supuso un gran gasto del capital político de Temer, lo que echó
hacia atrás de forma trascendente su agenda más amplia.
Después de posponer la
votación sobre las pensiones en diciembre, el gobierno cambió de táctica y
recurrió a una nueva campaña enfocada en las desigualdades del sistema y
dirigida a quienes pertenecen al sector público y ganan mucho.
“La reforma a las pensiones
tiene el propósito de combatir los privilegios”, dijo Temer, señalando los
beneficios que los políticos y los servidores públicos de alto nivel obtienen.
“Lo que hace la reforma es proteger a los pobres, quienes pagan por aquellos en
el sector público que ganan mucho”.
Quizá Temer no era la
figura ideal para promover ese mensaje.
El presidente ha estado cobrando
pensión durante más de dos décadas, pues se retiró como fiscal estatal a los 58
años, lo que ha inflado considerablemente sus ganancias como funcionario
electo.
No obstante, a pesar de la
propia historia del presidente con su pensión, el gobierno trató de sacar
ventaja del enojo y la frustración sobre la desigualdad en Brasil, señalando
que las pensiones de los ricos han estado subsidiadas en gran parte por los
trabajadores pobres.
La distribución de las pensiones
es muy desigual, de acuerdo con el Banco Mundial;
un 35 por ciento de los subsidios para pensiones —la parte de la pensión no
devengada de las contribuciones de los trabajadores— se paga al 20 por ciento
de los más ricos. El 20 por ciento de los más pobres recibe solo el cuatro por
ciento de los subsidios a las pensiones.
“Sé que no habrá dinero
suficiente para mi retiro si el gobierno no hace algo”, dijo Edmilson Santos,
un conductor de Uber de 28 años.
“Pero no tengo fe en que dejen de ayudar a los
mismos políticos y servidores públicos que siempre se han beneficiado”.
Fuente
“THE NEW YORK TIMES”, 05.03.2018
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