Pablo Giussani escribió “Montoneros. La soberbia armada”en Italia, adonde emigró a fines de los 70 para proteger la vida de su familia.
Quería contar su visión sobre la organización político militar de la cual había estado cerca, pero que nunca había integrado, a diferencia de muchos de sus amigos, como Francisco Paco Urondo, Juan Gelman, Rodolfo Walsh o Miguel Bonasso.
Su trabajo tenía como objetivo entender de dónde venían los rituales de aquel grupo que por entonces estaba diezmado tras la represión salvaje y el exilio de algunos de sus miembros.
A mediados de 1982 el manuscrito estaba terminado.
Ernesto Sabato, Daniel Divinsky, Raúl Alfonsín y Jacobo Timerman fueron algunos de los lectores iniciales que, entusiasmados, lo promovieron entre editores argentinos.
Finalmente, propuesto por Sabato, Sudamericana Planeta lo publicó en marzo de 1984. Se convirtió de inmediato en uno de los best sellers del año.
Con el libro se desató la polémica y el debate.
El autor avanzaba hasta lugares a los que no se había llegado antes y, paradójicamente, tampoco se llegaría después, como comparar a los guerrilleros argentinos con los fascistas italianos en su culto a la muerte.
Montoneros. La soberbia armada fue reeditado una y otra vez y sigue siendo bibliografía ineludible para los numerosos trabajos publicados sobre la violencia política de los años 70.
Giussani imaginaba, hace más de un cuarto de siglo, al concluirlo, que los Montoneros terminarían siendo olvidados y que nadie en el futuro se atrevería a reivindicarlos.
En esto se equivocó. Y por eso su libro sigue vigente como en el primer día.
Pablo Giussani nació en Oruro, Bolivia, en 1927.
A los doce años se radicó en la Argentina.
Estudió filosofía en la Universidad de Buenos Aires y desde los veintiséis años se dedicó al periodismo.
Fue fundador y director de la revista Che a principios de los 60, redactor de la agencia The Associated Press en Buenos Aires (1964-1973) y Nueva York (1977-1978), secretario de redacción del diario Noticias (1973-1974) y columnista político de La Opinión (1974-1976).
Debió exiliarse en octubre de 1976.
En Roma fue editor y luego jefe de redacción de la agencia Inter Press Service.
Regresó al país en 1984, para hacerse cargo de una columna diaria en La Razón.
Colaboró en el diario Tiempo Argentino y en las revistas Expreso, El Ciudadano, Humor y Noticias.
En 1984 publicó Montoneros. La soberbia; en 1986, Los días de Alfonsín; en 1987, ¿Por qué, doctor Alfonsín?; y en 1990, Menem, su lógica secreta.
La última fecha que consigna el inconcluso Diario de mi muerte es el 30 de setiembre de 1991.
Murió el 1 de octubre de ese año.
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