⑮
37
En
los años que siguen a su retorno de Italia y que enmarcan la maduración de su
proyecto político, Perón imagina efectivamente la posguerra como primera etapa
de una guerra nueva e inédita difícil de reconocer como tal bajo la
conceptualización militar en vigor.
Anticipándose
en más de quince año a la counterinsurgency
del Pentágono estadounidense, denuncia la presencia de un enemigo que, aun
siendo externo, no atacará desde fuera sino desde dentro.
Precursor
de la “guerra contrarevolucionaria” de los años ’60, Perón descubre al “enemigo
interno”, encarnado en el ·camarada Orlov, lanzado a corroer las defensas
intestinas de la Nación desde las conducciones sindicales, puestos partidarios
y cargos administrativos, en uso de las facilidades operativas que le ofrece la
partidocracia liberal.
Esta
tesis, esbozada por Perón ante el empresariado en su mensaje de la Bolsa de
Comercio, es la misma que, desarrollada en términos más ajustados a oídos
militares, aparece expuesta en el documento fundacional del GOU (Grupo Obra de
Unificación). {También se le adjudica a
la sigla: Grupo de Oficiales Unidos}
Aquí
no viene al caso tomar partido en la vieja controversia acerca de si el GOU fue
creado por Perón o si este, ajeno a su fundación, lo “copó” en un segundo
tiempo.
Lo
cierto es que cuando la sociedad secreta entra en operaciones como poder detrás
del trono durante el régimen militar implantado el 4 de junio de 1943, lo hace
bajo la gravitación hegemónica del hombre que habrá de instalarse en el
Departamento de Trabajo.
El
documento Nuevas bases para el GOU
incluye un inciso cuyo subtítulo; “La defensa contra la política”, es ya de
suyo toda una definición del enemigo.
“Las
derivaciones de la política moderna”, sostiene, “han traido como consecuencia
la necesidad de que los ejércitos lleguen a penetrar, más que la política
misma, los designios de los políticos, que ponen en peligro la existencia misma
del Estado y del Ejército”.
“Una
cosa es hacer política y otra es conocerla para prevenir al Ejército contra los
profundos males que ésta puede ocasionar. Tal es la obligación moderna del
militar”.
Aparece
prefigurada ya aquí una estrategia de defensa nacional que, en función de un
enemigo visto como interno, sólo puede formularse como estrategia de la
conducción política del país a partir de una instancia anterior y superior a
“los designios de los políticos”.
La
definición e instauración de esta instancia pre y suprapartidista como sujeto
último dela conducción política de un país es quizás la nota más distintiva del
peronismo, en la medida en que se entienda por
peronismo el proyecto de Perón.
38
Cuando
en los años ’60 la “peronología” se convirtió en la ciencia de moda, todos sus
cultores coincidieron en subrayar como uno de los componentes esenciales y
definitorios del peronismo su carácter de “movimiento”.
El
propio peronismo, en aquellos años, cargaba el acento sobre esa peculiaridad de
su propia naturaleza.
El
peronismo se reconocía a sí mismo en el “movimiento” como asiento de una
identidad política que lo diferenciaba de los partidos, de la “partidocracia
liberal”.
El
peronismo no rehuía la organización de tipo partidario, pero lo asumía como un
mero momento táctico, carente de vida propia y subordinada a la inapelable
conducción estratégica del movimiento.
En
su variante partidaria, el peronismo de aquellos años celebraba congresos y se
sometía a elecciones internas para ajustarse al contexto pluralista del régimen
demoliberal, pero no se dejaba consistir en esa mecánica partidaria, encarada
como mera formalidad externa que no decidía por sí la política ni la dirección
de partido.
El
comportamiento político del partido – así como sus cuerpos directivos y sus
candidatos, surgidos sólo en apariencia de una mecánica partidaria interna –
emanaban verticalmente de una “conducción estratégica” localizada en el
movimiento, fuera y por encima de partido.
Pero
la verdad es que durante la década peronista concluida con el golpe militar de
1955 no se hablaba tanto del “movimiento”, o se utilizaba el término con una
acepción más genérica.
La
mistificación movimientista de peronismo, esa sofisticada elaboración del
movimiento con sus complicadas articulaciones entre conducción estratégica y
comandos tácticos, es e realidad un proceso posterior a setiembre de 1955.
Hasta
entonces, la especificidad del peronismo no había radicado en un determinado
tipo de partido, ni en un determinado tipo de movimiento sino en un determinado
tipo de Estado.
El peronismo, en tanto que proyecto político
de Perón, comienza por ser una cierta manera de concebir la naturaleza y
función del Estado.
Lo
específicamente peronista en el período 1946-1955 es, más allá de partido
Peronista y del movimiento peronista, el Estado peronista.
Lo
novedoso de Perón es precisamente su concepto del Estado como sujeto último de
la vida nacional, como fuente y ejecutor de políticas, estrategias y tácticas
específicamente estatales.
En
las democracias liberales modernas, el Estado es concebido como una estructura
políticamente vacía, carente de vida y orientación propias.
Las
políticas que desde él se desarrollan y le dan contenido no son específicas del
Estado como tal sino de los partidos que ocasionalmente lo controlan.
El
sujeto de la vida política, en las democracias liberales, no tiene su asiento
en el Estado sino en los partidos, entendidos por lo menos teóricamente como
conductos de una voluntad popular que fija, desde fuera del Estado, la
orientación del aparato estatal.
Se
trata por antonomasia de una concepción mandataria del Estado.
Esta
relación instrumental entre los partidos y el Estado aparece invertida en el
proyecto de Perón.
El
Estado, aquí, ya no es receptor y vehículo pasivo de una voluntad política que
le es esencialmente ajena, sino fuente y sujeto de una voluntad política que le
es esencialmente propia y a partir de la cual asume una relación instrumental
con el plano de la vida partidaria.
Perón no podía concebir su propio papel al
frente del Estado peronista como tributario de un “mandato” o como derivación
de una voluntad política anterior a ese Estado e independiente de él.
El
poder, en el ámbito Estado peronista, no es una cosa a la que llega una fuerza
partidaria preexistente a su ejercicio, sino una instancia absoluta y
primigenia.
El
ejercicio del poder expresa la autodeterminación activa del Estado y no su
sometimiento pasivo a una actividad determinante de fuerzas políticas asentadas
en el llano.
Establecido
el Estado peronista, de él emana y depende una serie de aparatos paraestatales
de control y manipulación de masas, en un tipo de relación cuyo principio
activo está arriba y el pasivo abajo.
Arriba
se decide y abajo se acata, arriba se da y abajo se agradece, de acuerdo con la
concepción mussoliniana que tenía de la masa.
“La
masa es mujer”, decía Musolini, “y necesita ser domada”.
En
ese contexto, el Partido Peronista - así como la Confederación General del
Trabajo, el Partido Peronista Femenino o la Fundación Eva perón – es una
secreción del Estado peronista.
Su
naturaleza no es la de una organización política que el pueblo se da
protagónicamente a sí mismo para conquistar o ejercer el poder del Estado, sino
la de una máquina paraestatal generada desde el poder para organizar el pueblo
a partir de un primigenio protagonismo estatal.
39
Esta
caracterización del Estado peronista sin embargo parece contradecir el proceso
histórico de su gestación.
La
historiografía oficial de peronismo ha consagrado como episodio fundacional de
movimiento la jornada de 17 de octubre de 1945 (*), cuya nota de mayor relieve fue precisamente el papel
protagónico de la masa.
1945
2016
Y
esto es incuestionable. Aun despojando ese acontecimiento de sus posteriores
sobreagregados mitológicos, no cabe duda de que un gran acto de protagonismo
popular, en el que la masa desempeñó un papel activo, central y determinante.
La
multitud fue ese día “sujeto” de una voluntad política que decidió el futuro de
la historia argentina.
Ese
activismo popular halló luego una fórmula de continuidad organizativa y
política en el Partido Laborista, que habría de llevar al triunfo la
candidatura de Perón en las elecciones del 24 de febrero de 1946.
El
laborismo fue en verdad un fiel reflejo del protagonismo de masa que había
entrado en erupción el 17 de octubre.
No
era exactamente un partido revolucionario.
Tanto
su estatuto como su declaración de principios y sus mismas prácticas apuntaban,
más que a un cambio de estructuras, a la institucionalización de aquel
activismo popular en una gran democracia de masas.
Se
trataba, en otros términos, no de derribar el ordenamiento existente, sino de
ampliarlo, de asegurar una masiva y activa participación popular en lo que
había sido hasta entonces una suerte de democracia ateniense, restringida a
unos pocos.
Este
énfasis en el papel protagónico de la masa aparece referido no sólo a la vida
político-institucional del país sino también a la organización interna del
laborismo.
Era
éste, en efecto, un partido típicamente “basista”, cuya elaboración de
decisiones pasaba por tumultuosos trámite de asamblea en una proporción mucho
mayor que la de cualquier otra agrupación política argentina.
Y
como si el laborismo temiera que este activismo de base fuera absorbido por
Perón, éste fue postulado como candidato presidencial pero no asumido como
líder del partido.
En
tal sentido, la única dignidad orgánica que se le reconoció fue la del carné de
afiliado número uno.
Todo
esto era el exacto reverso del proyecto político que en otras sedes iba
exponiendo Perón, quien en verdad sentía repulsión por el basismo laborista y
por toda exaltación del pueblo como protagonista político.
Pero
el laborismo y el proyecto popular que le dio origen se habían convertido de
hecho en la única vía disponible para llegar a las elecciones con alguna
perspectiva de éxito y Perón se allanó a recorrerla hasta que su función se
agotara.
Ganada
las elecciones del 24 de febrero y asumida finalmente la presidencia el 4 de
junio, Perón tardó sólo unos pocos días en invertir el esquema político que lo
había llevado al poder.
El
13 de junio de 1946 se hizo efectiva la virtual proscripción del laborismo y de
todos los demás grupos que lo habían postulado como candidato, al quedar
transferidos los bienes, locales y militantes de los mismos a una nueva
organización política
–
denominada inicialmente Partido Único de la Revolución Nacional y más tarde
Partido Peronista – construida verticalmente desde el Estado.
14 de enero 1947: Perón crea el Partido Único de la Revolución y luego ... del triunfo electoral, Perón disolvió los partidos Laborista, Unión Cívica Radical Junta ...
El
“peronismo”, si por tal ha de entenderse la instrumentación práctica del
proyecto de Perón, nace de hecho ese 13 de junio de 1946.
Y
nace como consagración del Estado en su papel de sujeto político, como negación
del basismo laborista y del protagonismo popular.
Nace,
en rigor, como el anti – 17 de octubre.
Aquel
Partido Peronista se constituye y actúa como una virtual repartición pública
dependiente de la presidencia de la Nación, así como la CGT se convierte en una
vicaría del Ministerio de Trabajo y Previsión, que llega incluso a redactar los
estatutos de las organizaciones sindicales.
La
consigna de “imitar a Mussolini en todo menos en sus errores” viene a significar
en la práctica rescatar del Estado fascista su papel esencial como organizador,
político del pueblo, aunque recurriendo al paraestatalismo en reemplazo de la
estatización lisa y llana como fórmula más apropiada para sobrevivir en un
contexto internacional signado por la derrota del Eje.
En
el ordenamiento político-institucional que surge del proyecto peronista, los
partidos perduran en su pluralidad para preservar las formas exteriores de la
democracia, pero desplazados hacia la periferia de un sistema cuyo mecanismo
central es la concentración sectorial de la población en aparatos controlados
por el Estado. (**)
Ya
bajo la segunda presidencia de Perón, este papel del Estado se hace más
explícito cuando el peronismo deja de ser incluso formalmente la doctrina de un
partido – es decir de una “parte” de la sociedad – para convertirse
oficialmente en la doctrina del Estado, “Doctrina Nacional”, de enseñanza
obligatoria en escuelas y academias militares.
El
Partido Peronista pasa inclusive a situarse de este modo en un plano intermedio
entre su originaria naturaleza paraestatal y el Estado mismo, al quedar
reducido su papel al de un organismo portador y difusor de orientaciones
fijadas oficialmente por el Estado como tal.
Durante
la década peronista concluida en 1955, pues, queda ya claramente diferenciadas
en el ámbito de la “organización política del pueblo” los planos de la
“conducción táctica” y la “conducción estratégica” como competencias de dos
instancias orgánicamente distinta, con el partido en el primero de ambos
papeles y el Estado en el segundo
(*)El 17 de octubre de 1945, una enorme
muchedumbre predominante obrera marchó desde los suburbios fabriles de Buenos
Aires sobre el centro de la ciudad para reclamar frente a la casa de gobierno
la liberación del coronel Perón.
Este había sido arrestado una semana
antes y removido de todos los cargos que ocupaba en el régimen del general
Edelmiro J. Farrel (la vicepresidencia, el Ministerio de Guerra y la Secretaria
de Trabajo y Previsión), en un golpe de palacio promovido por sectores militares
adversos a la creciente concentración de poder en manos de Perón y el carácter
demagógico que atribuían a su política.
Perón fue efectivamente liberado ese
día y llevado a los balcones de la casa de gobierno, desde los cuales dirigió a
la multitud lo que puede considerarse el primer discurso de la campaña
electoral que habría de llevarlo a la presidencia al año siguiente.
(**)Perón concebía a los partidos
políticos como formaciones históricas transitorias y destinadas a desaparecer
en contraste con otros modos de agrupamiento como la familia y el sindicato, a
los que atribuye la solidez y la permanencia inherentes a toda expresión
esencial de la condición humana.
Partidos y sindicatos no son
manifestaciones paralelas y recíprocamente compatibles en una sociedad libre,
sino momentos casi antagónicos de un proceso que condena a los primeros a ser
reemplazados, violenta o paulatinamente, por los segundos.
En este sentido la “comunidad
organizada” de Perón encara a los sindicato como componentes esenciales de sí
misma, mientras tolera malamente a los partidos como residuos en descomposición
de un superado ‘ancien régime’.
“Es indudable que las viejas
organizaciones políticas van siendo paulatinamente reemplazadas por las nuevas
organizaciones gremiales”, afirma Perón en un discurso pronunciado el 24 de
setiembre de 1952, “y éste es un movimiento que el mundo ya no tiene fuerza
para detener, porque él ha llegado a ser tan extraordinario en la conciencia de
los pueblos, se ha extendido en tal magnitud por el mundo que antes de volver a
las antiguas formas ya superadas prefieren ir al comunismo, que es también una
triste solución, pero que es la única que les queda a los pueblos que
encuentran cerrado el camino de la justicia y de la verdadera libertad”.
“Este es un proceso que está viviendo
el mundo, y es una cosa natural. Observen ustedes que la organización política
es una organización circunstancial. La organización gremial es una organización
casi de derecho natural, como la familia. De manera que eso es lo permanente. Las otras tienden a ir
desapareciendo, y si no, observen ustedes de un siglo a esta parte, en que la
predominancia de la organización política era absoluta, hasta nuestros días,
donde las organizaciones políticas van siendo cada día menores frente al avance
de la organización sindical”.
fuente
"MONTONEROS LA SOBERBIA ARMADA", Capitulos 37, 38 y 39
No hay comentarios:
Publicar un comentario