SANTA CRUZ:
LA PARED ES EL FIN DE LA
HUIDA...
HACIA ADELANTE
Macri auxiliará a Alicia Kirchner, pero ahora la gran pelea es quién
paga el costo político de un ajuste
24-04-2017
Los graves incidentes del fin de semana
dejaron al macrismo como ventajas las de una imagen y un discurso kirchnerista
golpeados.
Sin embargo, tiene en claro que la intervención provincial no es la
mejor opción ¿Por qué no le conviene una eventual salida anticipada de la
gobernadora?
Lo que viene
Por Fernando Gutierrez
Situación extraña para la Argentina de
hoy: todos parecen estar de acuerdo en el diagnóstico sobre
los graves hechos ocurridos en Santa Cruz el fin de semana.
Tanto el kirchnerismo como
el Gobierno se mostraron alarmados por la
escalada de violencia que llegó a poner en riesgo la
integridad de la ex presidenta Cristina Kirchner, la
gobernadora Alicia Kirchner, tres empleadas de la
gobernación y la pequeña nieta de CFK.
Sorpresivamente, también hay consenso respecto
de cómo se llegó a esta situación: el colapso financiero provocado
por la superpoblada plantilla de dependientes estatales,
que llega a niveles récord.
Concretamente, casi 90.000
empleados en una provincia que apenas supera los 300.000
habitantes.
Para colmo, Santa Cruz tiene una dependencia excesiva de
la industria petrolera, ahora en declive por la
caída de los precios internacionales.
La ironía mayor de
estas últimas horas fue que se reflotó el concepto de la
"pesada herencia".
La propia Cristina -que rechaza este término cuando
es utilizado por los macristas para referirse
a la situación en la que encontraron la economía nacional-, ahora lo enarboló para
describir el escenario provincial K que debió atender su cuñada.
El Gobierno nacional coincide con esa
visión.
No podría desmentirla ante la contundencia de los números.
Al asumir
Alicia, el déficit presupuestario era del orden de los $5.000
millones.
Se trata de un rojo casi íntegramente
explicable por salarios y jubilaciones, dado que la obra
pública -tras tocar un máximo de 36% del presupuesto provincial en 2007-,
disminuyó gradualmente hasta representar un escuálido 4%.
En definitiva, el diagnóstico
compartido es el de un colapso producto de una pesada
herencia que deja a la provincia de los Kirchner al borde de la
inviabilidad.
El mensaje que todos
transmitieron, desde Cristina hasta los ministros macristas, desde los
sindicatos hasta los medios, es que "algo hay que hacer" en un
jurisdicción donde los empleados y jubilados cobran
mal y tarde, la propuesta a los docentes es un ajuste salarial de 3% y
el fantasma del estallido violento está a la
vuelta de la esquina.
Hasta hay consenso respecto
de que el Gobierno nacional debe asistir financieramente
a Santa Cruz para socorrerla en su emergencia, según se
desprende de las declaraciones del ministro del interior, Rogelio Frigerio.
La pelea por el costo político
Pero ahí termina el ámbito de los consensos y empieza el
verdadero nudo del problema: quién debe pagar el costo
político de la crisis.
Porque Cristina y Alicia sostienen
el clásico discurso del empleo público como
espacio de contención social y de refugio en
una provincia donde, al decir de la ex Presidenta, si se echa a un estatal se
lo condena a la miseria.
Juega a favor de ese argumento el escenario
recesivo del que todavía varias regiones del país no
logran escapar, como es claramente el caso de Santa Cruz, con su
muy poca diversificada economía.
En consecuencia, la visión K es
que -lejos de cualquier solución que implique un recorte de gastos- la dotación
de empleados debe ser mantenida con la asistencia financiera
de Macri.
En la vereda de enfrente,
el diagnóstico gubernamental es totalmente diferente. Frigerio,
aunque no de modo explícito, dio a entender con bastante
claridad lo que se espera de la gobernadora Alicia
Kirchner: que asuma el costo político de echar
gente.
"Los gobernantes de Santa Cruz tienen
que hacer lo que corresponde. Hay que ir ordenando gradualmente
el desequilibrio fiscal que tienen y trabajar en el
fortalecimiento de sus instituciones, tal como nos exige la ciudadanía a
nosotros y a ellos también", aseguró el ministro.
Ante la acusación de que se pretende
asfixiar a Santa Cruz para perjudicar políticamente al kirchnerismo, Frigerio
respondió con números: el Gobierno nacional ya le envió
$1.500 millones sólo en lo que va de este año.
A esa cifra se le suman transferencias automáticas por
coparticipación federal del orden de los $20.000 millones, entre
2016 y 2017.
Frigerio pronunció una frase muy sugestiva,
dirigida a la gobernadora santacruceña: "Se tiene que dejar
ayudar".
¿Qué significa "dejarse
ayudar" en este contexto?
No hay mucho espacio para la interpretación: el macrismo aumentará su
flujo de fondos a cambio de que la provincia (que
ya le adeuda $8.000 millones) le garantice que se está haciendo
algo concreto por detener la sangría fiscal.
Santa Cruz, desde la llegada de
Cristina al poder nacional, aumentó su nómina de
empleados un 54%.
De modo tal que todos entienden
claramente que no se puede sostener la cantidad actual.
¿Cuánto es el "sobrante"?
Si bien nadie lo dice con exactitud, hay algunas pistas: la relación de
trabajadores estatales respecto de la población provincial
es más del doble en comparación con el promedio nacional.
En un congreso nacional CREA, que
tuvo lugar el año pasado, se expusieron datos crudos.
Como por ejemplo que el Concejo
Deliberante de Río Gallegos, que en 1993 -con Néstor Kirchner como
gobernador- tenía 49 empleados, hoy cuenta con 600 integrantes.
En ese encuentro, el economista Félix Piacentini, experto en finanzas
regionales y que hoy forma parte del equipo de Nicolás Dujovne, estimó en un 34%
el exceso de empleo público provincial en todo el
país.
El uso político de la crisis
Santa Cruz se transformó ahora el nuevo centro de la eterna batalla: la de la
imposición del "relato" en la opinión pública.
A primera vista, todo indica que el paso
del tiempo favorece al Gobierno y perjudica al kirchnerismo,
expuesto al malhumor social y la violencia en
una provincia que es sinónimo del apellido Kirchner.
Es probable que en los comités de
análisis políticos macristas haya, por estas horas, cierto regodeo.
La noticia de que Patricia Bullrich puso a
disposición de Cristina y Alicia un helicóptero para
trasladarlas en caso de emergencia -algo que en otro país sería un dato obvio-
adquiere en la Argentina una significación fuerte.
A nadie escapa lo irónico de
la situación, luego de los pronósticos k sobre final
anticipado de Macri al estilo De la Rúa.
Por otra parte, las imágenes de protestas sindicales contra el kirchnerismo y
el pedido de Cristina sobre el control
policial ante los desmanes quitan legitimidad al discurso "anti
mano dura" que la oposición desplegara en las últimas semanas.
Pero también resulta claro que el Gobierno nacional no
gana mucho si deja que se tense la situación.
Para empezar, porque la gravedad en Santa Cruz es de tal índole que no se puede
descartar un final trágico si se repiten los enfrentamientos callejeros.
Pero, además, porque a nadie
le sirve la salida de Alicia Kirchner de
su cargo.
Lo que ocurriría al día siguiente es una intervención
federal de la provincia, lo que pondría al macrismo en
el antipático rol de tener que realizar el ajuste que no
hizo el kirchnerismo.
Justamente lo que quiere evitar.
En consecuencia, se buscará un acuerdo que
implique la ayuda financiera para la provincia pero que el Gobierno nacional no
dará "gratis", en términos políticos.
Buscará por
todos los medios mostrar las consecuencias que trae un desgobierno
kirchnerista como el de esa provincia.
Esa estrategia, de hecho, ya
empezó.
Tras los desmanes, Mariana Zuvic, la diputada
santacruceña del Parlasur y "heredera" política de Elisa Carrió,
disparó munición gruesa contra el kirchnerismo: "El problema en Santa
Cruz no es que falta plata, es que sobran ladrones".
"Percibió 46.000
millones en obras públicas, pero no hay rutas,
no hay escuelas, no hay aguas, no hay cloacas,
no hay infraestructura básica. Se robaron la plata, se la robaron toda",
disparó.
Según la diputada, la ayuda del Ejecutivo debería alcanzar para
cubrir el gasto corriente, que estimó en no más de $800 millones
mensuales.
La crisis también dará pie para traer
nuevamente al tapete nacional el reparto de la obra
pública durante los 12 años de la era K: como se puso de
manifiesto en la investigación sobre corrupción que involucra a la empresa de
Lázaro Báez, Santa Cruz resultó adjudicataria del 12% del total de obras viales
durante la gestión kirchnerista.
El monto aportado quintuplica el promedio
provincial y pone una nota de duda respecto de cómo esa jurisdicción
llegó a la actual descalabro económico.
Cristina, agotando la teoría
conspirativa
Del otro lado de la
"grieta", Cristina Kirchner es una clara
perdedora de esta situación, cualquiera sea el resultado.
Si hay crisis con estallido social,
quedará expuesta a las consabidas chicanas políticas sobre
cuál habría sido el estado del país si el kirchnerismo hubiese triunfado en las
urnas en 2015.
Si hay un arreglo que
implique recorte de gastos, entonces deberá asumir
el costo de refrendar una política antipática, de alto
impacto social y que le restaría autoridad a sus críticas respecto
del ajuste macrista a nivel nacional.
Por otra parte, empieza a ser
evidente el desgaste de la teoría conspirativa.
Su acusación
al macrismo como organizador del intento de asalto a
la casa de la gobernadora es un arma de doble filo,
que hasta la expone a la burla en las redes sociales.
Desde sus antiguas denuncias a banqueros, empresarios del
"círculo rojo" y poderosos gobiernos extranjeros hasta la
del movilero de TN, Daniel Malnatti, hay una larga
distancia recorrida.
Y, además, un recordatorio sobre
los efectos colaterales de cultivar la "grieta"
como estrategia política, algo que puede parecer coherente en
los ensayos del filósofo Ernesto Laclau pero que entraña un peligro cuando se
corporiza en la forma de una pedrada contra la casa donde hay una bebé de 18
meses.
Fuente
“iProfesional”,
24.04.2017
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