El despacho de 2 por 4 metros de la fiscal Gabriela Chaves está atestado de expedientes.
Con la firme consigna de ser “defensora de las víctimas”, niega influencia política en la causa y defiende a rajatabla los procedimientos.
-¿Es la causa más grande que le ha tocado?
-Nunca tuve una tan compleja. Pero llevo muchos años en el Poder Judicial y creo que eso es una ventaja.
-¿Y causas relacionadas con la política?
-No. Siempre hemos trabajado con bajo perfil político.
-Al recibir la primera denuncia, ¿imaginó que sería algo más grave?
-Al principio no. Era difícil de entender. Yo necesito entender el tema para ver hacia dónde ir. Junté mucha información y por eso me demoré, hasta que entendí de qué se trataba. Porque toda la operatoria estaba armada para que no se entendiera.
-Pasaron varios meses…
-Nelly denunció a Milena en abril de 2015 y en setiembre archivé la denuncia de usurpación y la imputé a ella por coacción. Milena (Gómez, la primera denunciante) me decía que eso le pasaba a mucha gente. Yo pedía que ellos fueran a denunciar, pero al principio nadie iba, porque tenían miedo.
-¿Cuándo concluyó que era asociación ilícita?
-Cuando empezaron a llegar cada vez más denuncias y vimos que no era un hecho único sino una serie de hechos similares. Se veía que Nélida manejaba o intimidaba; que decidía quién tenía casa y quién no. Empecé a ver una multiplicidad de hechos y una organización armada para eso.
Además, pedí informes a la AFIP de la familia y de los delegados de las cooperativas, y advertí que había un enriquecimiento que no podían justificar.
La misma gente decía que las casas estaban mal hechas.
Así, además de ser una organización social que acompaña a un sector político, están organizados para cometer múltiples delitos.
-¿El programa de Jorge Lanata fue el disparador?
-No sé. Creo que la gente también empezó a no poder sostener esa injusticia, a individualizarse como víctimas.
Al principio no se veían así y hasta que no hicieron ese proceso, no denunciaron.
Hay que entender que si ellos hacían la denuncia, también perdían la posibilidad de una casa.
-Tal vez la vieron a Nelly más débil políticamente…
-Hay que entender que es gente con alto grado de vulnerabilidad social y económica y cuesta que cuenten sus problemas.
Además, Nelly había adquirido un liderazgo autoritario y no es fácil salirse de las filas y denunciar.
-Es muy chico el pueblo
-Exacto. Pero cuando vieron que le terminaron la casa a Milena, que al principio había sido demonizada por denunciar, la cosa empezó a cambiar.
Porque antes, si no cumplían dos veces con las consignas, quedaban afuera.
Tenían que ir a marchas, comprarse las pecheras, aprenderse los cánticos.
Cuando se superó eso, aparecieron más víctimas.
-¿Alguna vez tuvo miedo?
-No. Pero me dí cuenta de que me estaba metiendo en un desafío difícil, complicado.
-¿Cómo tomó el impacto político que tuvo?
-Es lo que me generó más respeto al tomar la decisión. Si uno decide detener a alguien, debe hacerlo desde el respeto.
Debe tener verificadas un montón de hipótesis fácticas.
Yo visualizaba cuál sería la implicancia política y que, a su vez, esto se iba a identificar con la situación de Milagro Sala, en la que se hablaba de “una cuestión política”.
Entonces debía tener mucha coherencia interna para actuar.
Lo podía sustentar desde la prueba pero por eso también me demoré.
En noviembre, cuando me llovieron las causas, yo no estaba en condiciones de detener a nadie.
Si Nelly está presa es porque siento que desde mi lugar de derecho, puedo decir que tengo pruebas para que esté en esa situación.
-¿Imaginó que la acusarían de obedecer a Gullé y a que a él lo mandaba Cornejo?
-Lo imaginé pero no lo dimensioné. Sabía que la defensa, como estrategia, iba a embanderarse en la cuestión política.
A eso no se le puede tener miedo, porque si se entiende que hay elementos de prueba para sostenerlo, en algún momento eso perderá fuerza.
-Pero dicen que es el brazo ejecutor de Gullé.
-No tengo idea. Yo no tengo militancia política. Soy judicial, investigo delitos.
El procurador general, ni a mí ni a ninguno de mis compañeros, nos dice cómo debemos actuar. No es su rol.
Él nos organiza en el trabajo, da directivas generales, no particulares. Gullé no me puede decir nada, porque en la ley no está previsto que me diga cómo investigar.
Las directivas particulares las da en todo caso el fiscal adjunto, Gonzalo Nazar.
Pero ni siquiera él me dice qué hacer sino que yo le consulto, porque después debe sostener mi investigación en el debate.
Que Gullé sea enemigo de mi papá, no es rollo mío, es de mi papá.
-Esto dejó al descubierto una vez más la interna en la Justicia.
-Hay una interna pero no debería haberla y todos miramos para otro lado.
Hay magistrados que no quieren asumir responsabilidad. Ni siquiera tengo juez, porque se pelean la competencia.
El juez de Garantías no es sólo para garantizar los derechos del imputado; también lo es para garantizar los del Ministerio Público, que representa a la sociedad.
Si yo justifico la medida de intervención en un domicilio, no me pueden denegar una acción “porque son muchos domicilios”, tiene que ser por cuestiones jurídicas.
Creo que estoy corriendo un velo importante.
Estoy haciendo visible la falta de responsabilidad de algunos magistrados.
-Cuando empezó a juntar pruebas, ¿qué le sorprendió más?
-Que cada vez hay más delitos. Muchos no son provinciales, hay federales, pero cada vez son más.
-Los autos, por ejemplo...
-Sí, y la manera en que se han comprado esos vehículos. Muchos se adquirieron por una ley para discapacitados, que implica quita de impuestos y cumplir requisitos.
No veo a los hijos de Nélida con alguna discapacidad.
-¿Cuántos vehículos han comprado?
-Son 24 pero van apareciendo otros.
Porque cuando pido las salidas al exterior de la familia, aparece que salen en camiones.
Tengo que averiguar a nombre de quién están esos camiones.
Otro tema es que falta mucha plata y hay muchos movimientos bancarios.
Lo más notable es que cuando uno entrecruza información, con las extracciones bancarias de mayores montos, aparecen las adquisiciones de vehículos.
-¿Cuántas causas son en total?
-Tengo más de 100. Ahora viene gente de Godoy Cruz y me cuenta lo mismo. También gente de Ugarteche.
Procesadas, con imputación y todo, tengo 30 causas.
Después está el resto, y aún no revisamos todas. Avanzamos en la medida que podemos, porque no tenemos suficiente personal.
-Se dice que Rojas es la Milagro Sala mendocina. ¿Hay prejuicio ante una figura política notable?
-No conozco a Milagro Sala. Lo que conozco, y en lo que me baso, es en los testimonios, a veces desgarradores, de personas con vulnerabilidad absoluta, desde lo económico, lo cultural, lo educacional.
Veo un aprovechamiento de la estructura de la Tupac sobre esas personas vulnerables.
La orden de detención no es absoluta.
Habrá una audiencia de prisión preventiva y ahí se escuchará mi voz y la prueba que invocaré, y la voz de la defensa y la prueba que invocará. Decidirá el juez de Garantías.
Hay un procedimiento y como ciudadanos debemos acostumbrarnos a respetarlo y creer en él.
Las dos veces que estuvo con Nélida Rojas
Solamente dos veces Nélida Rojas y Gabriela Chaves se vieron las caras.
Una fue la tarde del 7 de abril pasado, cuando la mujer quedó detenida en la Unidad Fiscal.
La otra, al poco tiempo de aquella primera imputación que le hizo en 2015, por “coacción”, en una visita que la dirigente kirchnerista hizo a su despacho, con la idea de plantear una “solución del conflicto” que mantenía entonces con Milena Gómez, la primera denunciante.
Nelly “es una mujer con doble cara”, desde la percepción de Chaves. “He visto videos y he escuchado audios que muestran cómo se maneja Nelly con la gente en la Tupac.
Aparece excesivamente violenta, autoritaria y maltratadora. Y cuando estaba acá, era una mujer con hombros caídos. Parecía una abuelita buena, inocente”, relató la fiscal.
Esas características parece haberlas heredado al menos una de sus hijas, según la fiscal.
“Natalia apareció en el allanamiento y se metió de prepo, sin que le interesara que hubiera una fiscal trabajando en el lugar”, comentó Chaves. “Se sienten impunes”, agregó la magistrada.
La “sucia” jugada de Guevara con el padre
Además de ligar la causa a la “persecución política”, el defensor de Nélida Rojas, Alfredo Guevara, eligió como estrategia arremeter contra la fiscal Chaves.
Una de las formas fue agredirla verbalmente.
Lo hizo cuando Rojas y y su familia quedaron detenidos.
También cuando llegó al allanamiento de un galpón, el pasado Viernes Santo. “Te voy a hacer echar del Poder Judicial”, le dijo esa tarde.
Pero la maniobra menos esperada fue incorporar al propio padre de la fiscal, Héctor Chaves (con quien hace dos décadas ella no se habla), como co-defensor de Federico Torrengo, uno de los hijos de Rojas imputados.
“Fue una jugada muy sucia, porque me agarró en mi emocionalidad”, dijo la fiscal. “Esa actitud muestra su bajeza”, agregó.
Gabriela recordó que comparte con sus hermanos la incomunicación con su padre. “Somos como un pared para él, no existimos”, dijo.
“Que se haya prestado a esto fue muy fuerte. Menos mal que reflexionó y renunció”, añadió la fiscal que de esa manera pudo continuar al frente de esta resonante causa.
fuente
"LOS ANDES", 23.04.2017
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