MALDONADO
VÍCTIMA
INSTRUMENTAL
Crónica de la invención de
un desaparecido
MARCOS NOVARO - MIÉRCOLES 25 DE OCTUBRE DE 2017
¿Qué fue lo que llevó a los
mapuches de RAM a mentir sobre la suerte de Santiago Maldonado y lo que
había sucedido en el río Chubut el primero de
agosto de este año?
Ante todo seguramente su afán por victimizarse, presentar a
la Gendarmería como una salvaje fuerza de ocupación que despreciaba
todos sus derechos, reales o imaginarios.
Algo que venía como anillo al dedo
ahora que se los señalaba desde el Estado y la escena pública como un grupo
violento, inclinado cada vez más sistemáticamente al terrorismo.
Y también una
buena dosis de indiferencia hacia ese joven huinca y su familia: finalmente no
era tan "cumpa" como le habían hecho creer, se lo podía usar y
desechar.
El sufrimiento extra que la mentira pudiera acarrear no pareció disuadirlos.
¿Qué fue lo que llevó a los
dirigentes de derechos humanos que tomaron el caso en sus manos a abrazar con
fervor la tesis de la desaparición forzada y descartar de plano cualquier otra
posibilidad?
Ante todo, sus propias necesidades políticas.
Se acercaban las
elecciones y su proyecto partidario, el que creían y siguen creyendo
imprescindible para seguir existiendo como actores relevantes de la vida
nacional, estaba por enfrentar un desafío mortal en la figura de Cristina Kirchner candidata.
Había que probar que lo que ella y sus seguidores venían diciendo, que Macri es
la continuación de la dictadura por (apenas) otros medios, era cierto.
Y Maldonado cayó también como anillo para esos dedos.
Foto: DyN
Se sumó
probablemente también para algunos de esos albaceas de la memoria y pedagogos
de la repetición en nuestra historia el afán de emular a sus ancestros.
Más de
uno pensó que le llegaba su oportunidad de escribir su ¿Quién mató a Rosendo? Y
no iba a dejarla pasar.
Una
vez lanzada la denuncia por los "testigos" de RAM, con sus distintas
versiones sobre camionetas, unimogs, golpes y secuestro, Horacio Verbitsky
trazó las líneas troncales del relato en un artículo de Página 12, del 7 de
agosto, que sería decisivo: " Macri ya tiene
su desaparecido".
Allí ya está todo.
Los funcionarios de Patricia Bullrich supuestamente
montando la conspiración, lo que se da por probado simplemente porque un
secretario estaba en Esquel y había
sido abogado en un estudio que defendió a represores. Demostrado.
El uso de las
camionetas de Gendarmería y el movimiento de los efectivos durante el desalojo
de la ruta, en medio de una desordenada persecución y escaramuzas de piedrazos
propios de una pelea entre hinchadas de fútbol, de lo que se extraen datos
sueltos sobre efectivos que se acercan al río, vehículos que van para un lado y
otro, filmaciones que se interrumpen y testimonios contradictorios para abonar
la tesis de la detención y el ocultamiento.
Convirtieron los vicios de una
fuerza de seguridad por demás desprolija y chapucera en señas finamente
develadas de una trama siniestra perfectamente planificada. Demostrado.
El
operativo de desaparición forzada se había consumado.
Foto: LA NACION / Soledad Aznarez
A continuación entraron en escena los abogados de organismos
como el CELS y la APDH que prepararon a los testigos.
Lo que debió ser en
particular complicado en el caso del llamado "testigo E", el único
que realmente había estado con Maldonado durante las
corridas, se separó de él en el agua y debió imaginar lo que había sucedido.
Matías Santana no debió en cambio revestir mayor dificultad porque su
disposición a abonar la fábula a como diera lugar estuvo desde el comienzo
fuera de duda.
Pero "E" debió ser un caso distinto.
Lo más probable es
que contara demasiados detalles sobre cómo se había separado de Maldonado cuando a éste se le
agotaron sus fuerzas, lo que le habían dicho sus colegas de RAM desde la otra
orilla, que lo dejara ahí, lo que había pasado y había visto a continuación.
¿De cuánto de todo eso se enteraron sin querer los abogados de derechos humanos
y ocultaron ex profeso en la transcripción del testimonio, o se abstuvieron de
comentar siquiera con la fiscal y los jueces de la causa?
¿Fueron
ellos los que incentivaron a "E" a mantenerse en segundo plano, para
dejarlo hablar a Santana que era más funcional al relato ya establecido de lo
que había pasado?
¿Fue por eso que el testimonio de "E" fue minimizado
cuando se presentó la denuncia ante la CIDH para que ella lo reconociera como
un caso indubitable de desaparición y reclamara en esos términos al Gobierno?
La
recolección de testimonios había sido hasta entonces un oficio cuidadosamente
cultivado y muy honrosamente preservado como activo de los organismos.
Desde
los años setenta. Fue el instrumento decisivo con el cual en 1979 esa misma
CIDH, con ayuda de algunos de estos organismos locales, lograron contraponer
los hechos de los secuestros y las desapariciones a la batería de fabulaciones
con que los militares del Proceso querían ocultar sus crímenes: supuestas fugas
del país, autosecuestros, ejecuciones disciplinarias dentro de la propia
guerrilla, etc.
Foto: LA NACION / Soledad Aznarez
Pero toda tradición puede echarse a perder.
Ahora, como tantas
otras cosas, se trastocó en su opuesto: la fabricación de una fábula, la de que Maldonado había sido detenido,
golpeado y subido a un vehículo de Gendarmería.
Para lo cual hubo que poner
especial cuidado en ocultar los flecos de la mentira que podían escapárseles a
los "testigos": cómo habían logrado ver todo eso, cuántos gendarmes,
en qué vehículo, etc.
Inventar
algo así y que parezca verosímil no es soplar y hacer botellas.
Los militares
procesistas podrían haber dado prueba de ello, si es que estos abogados
hubieran querido recoger sus testimonios y aprender de su experiencia.
Requiere
de una atención obsesiva a los detalles, y pese al esmero que pusieron estos
organismos cultores de la memoria, las versiones pronto se revelaron
contradictorias.
Así que hubo que agregar más fabulación: binoculares, caballos
al galope trepando por la montaña y demás.
Pero no importó, porque el programa
estaba trazado desde el comienzo y era indubitable, lo había provisto el
presidente del CELS y no tenía sentido dudar de él.
Mientras tanto la
maquinaria de la movilización y la polarización política ofreció la cobertura
que hacía falta: cualquier duda o explicación alternativa era parte de la
"campaña de encubrimiento y negación".
Foto: LA NACION
¿Hasta
cuándo? Según parece un directivo del CELS llamó días antes de que todo se
derrumbara a un ministro para hacerle una confesión: "Los mapuches
metieron la pata".
¿Desde cuánto tiempo antes lo sabía o lo sospechaba?
¿Esperó hasta el final en la esperanza de que nunca se supiera la verdad, sólo
quedaran versiones y sobrevivieran entonces las peores sospechas?
¿También en
la expectativa de que la familia de Maldonado seguiría ayudando, poniendo el
cuerpo y el dolor que hiciera falta para mantener a flote el relato de la
desaparición?
La figura de la víctima, como se sabe, ha servido para muchas
cosas entre nosotros, pero tal vez nunca como en este caso se había usado tan
alevosamente a costa de las víctimas de carne y hueso.
¿Pero
qué clase de víctimas había ya a esta altura en el caso Maldonado?
¿Y quiénes
eran sus victimarios?
El Estado le falló, no sólo al propio Santiago al
responderle piedrazo por piedrazo, sino a la familia al tardar tanto en
despejar la paja del trigo de las versiones y encontrar el cuerpo.
Pero también
les fallaron a todos ellos los organismos de derechos humanos al colaborar en
la fabricación de una fábula que sumó infinito dolor a la tragedia y ha
contaminado la memoria de un hombre y sus seres queridos.
Y le fallaron por
sobre todos los que él creyó amigos en RAM, que lo dejaron tirado en el río, se
desentendieron de su suerte y después de muerto siguieron usándolo para sus
exclusivos fines.
Todo un digno colofón para un proyecto y una época que se
llenó la boca con la palabra "derechos" y no hizo más que destruir
las condiciones básicas para que rigieran las mínimas garantías al respecto.
FUENTE
“LA NACIÓN”,
25.10.2017
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