COYUNTURA CRISTALIZADA
(INMOVIL Y FRAGIL)
Domingo, 11 de noviembre de 2018
Macri sale a buscar distritos, Cristina tensa el clima social
Por Edgardo R. Moreno
Artera, falaz e intempestiva, la
huelga en los aeropuertos fue pergeñada para prepotear con saña a los usuarios
del servicio.
La
incipiente y frágil estabilidad del dólar es apenas la consecuencia de una
recesión inducida.
Para frenar
la inflación -desbocada al ritmo del tipo de cambio-, el camino que eligió el
Gobierno fue forzar una disminución de los recursos ya escasos con una nueva
retracción de la actividad económica
Pero como si
esa terapia de emergencia no fuese una pedagogía suficiente para comprender el
desmadre general que el país viene padeciendo desde que desperdició la
oportunidad de sostener superávits gemelos de la economía (1), la disputa social
escaló en estos días a nuevo grado de virulencia.
El paro salvaje de los gremios aeronáuticos operó como la
señal más evidente.
Artera, falaz e intempestiva, la huelga en los aeropuertos
fue pergeñada para prepotear con saña a los usuarios del servicio.
Una
alianza de sindicalistas alineados en el nuevo arreglo entre Hugo Moyano y
Cristina Fernández eligió golpear de una manera que irrite a la sociedad en su
conjunto.
Pablo Biró
conduce una asociación de pilotos que cobra un salario promedio de 268 mil
pesos y antes del conflicto ya había obtenido una actualización del 38,6 por
ciento.
Genaro Truco lidera otro sindicato de aviadores con sueldos de 250 mil
pesos.
Y encolumnados en
el reclamo de esos privilegiados del sistema, aparecieron también Ricardo
Cirielli -un aliado del corrupto confeso Ricardo Jaime- y dos gremialistas con
afiliados de menor poder adquisitivo: Edgardo Llano y Rubén Fernández.
La
empresa a la que hostigaron es deficitaria.
A todo lo que malgasta lo pagan los
impuestos de los argentinos.
Buena parte de esos financistas también habían
comprado un boleto para viajar.
A mayor contribución, peor castigo.
El paro de
los aeronáuticos no fue la única señal hostil.
El Gobierno abrió la discusión
sobre el pago de un adicional único a fin de año para atenuar los efectos de la
crisis.
El bono quedó tironeado entre duras críticas.
Los sindicalistas
que avanzaron con la propuesta fueron cascoteados por otros más confrontativos.
Y desde el empresariado llovieron las objeciones con los argumentos opuestos.
No faltaron
en la Casa Rosada las conjeturas conspirativas.
En el macrismo tienden a ver
los obstáculos que genera la crisis como una serie de acciones convergentes
bajo un mismo signo político: el peronismo.
Describen
entonces que el habitual cronograma de agitación de fin de año suele comenzar
con el peronismo parlamentario obstruyendo el sanción del Presupuesto.
Con el
peronismo territorial de los gobernadores atrincherado tras las cortinas.
Explican que luego sobreviene el peronismo sindical recalentando
la conflictividad social y el piquetero para transformar ese conflicto en
calles sin control.
Añaden que hasta en la cresta del Poder Judicial, coexiste una
mayoría de identidad justicialista que ahora se coaligó para aislar a las
nuevas autoridades y presionar con fallos de alto impacto fiscal.
Sobre dos
sistemas especialmente sensibles: el previsional y el de distribución federal
de impuestos.
Y lamentan que también el peronismo eclesiástico -cuya
conducción estratégica atribuyen a Roma- haya resuelto activarse para colaborar
con una profecía autocumplida de fuerte proyección política: promover el
fracaso de las políticas en curso, para objetar su fracaso como argumento
electoral.
Como toda tesis conspirativa -aunque le asistan algunas razones-
esa perspectiva del oficialismo tiende a exculpar al Gobierno de sus
responsabilidades en la crisis.
Y a victimizarlo, también como argumento de
proyección electoral.
Lo único que el macrismo tiene a su favor en esa disputa por el
lugar de la víctima es que el calendario de agitación social de fin de año no
ha sido una invención suya, sino una revelación de Cristina Fernández.
Cuando
era presidenta, sinceró la existencia de ese manual de desestabilización. No
escrito, pero cumplido con rigor por los dirigentes de su partido.
Como también aquella denuncia de Cristina adolecía de
exageración, el oficialismo actual intenta encauzar el fin de año en el camino
de la disputa electoral.
Los gobernadores justicialistas buscarán concentrar sus
reelecciones en el primer semestre.
No tan cerca como para que les pegue el
piso de la crisis, ni tan lejos como para que los afecte la falta de un
candidato presidencial unificado.
En San Juan, el gobernador Sergio Uñac fijó fecha para el 2 de
junio.
Catamarca evalúa suspender las primarias para anticipar a marzo la
elección local.
En esa estrategia andan también algunos de los referentes
territoriales de Cambiemos.
En la provincia radical más importante, Alfredo Cornejo vacila ante la falta de
un sucesor bien ubicado en las encuestas.
El gobernador mendocino lidera todos
los sondeos pero no puede ser reelecto.
Y todos los dirigentes de Cambiemos que
asoman la cabeza por encima del ligustro, son aliados, pero distantes de sus
preferencias.
La Casa Rosada le pide a los suyos que acompañen a los distritos
que votarán en octubre.
No sólo por la reelección de Macri.
También para
revertir la composición del Parlamento.
Cuenta con el aval de María Eugenia
Vidal en la provincia de Buenos Aires y de Horacio Rodríguez Larreta en la
capital más poblada del país.
Los radicales tienen su propio debate.
Los apoyos del macrismo
para consolidar sus distritos han sido más bien escasos.
El Presidente
privilegió la relación institucional con los gobernadores de la oposición,
dueños de la llave para obtener mayoría en el Congreso.
En el radicalismo aún subyace una discusión irresuelta.
Sus
electores encontraron en Macri al dirigente moderado que su partido no pudo
ofrecerle a la sociedad.
Sus dirigentes, en cambio, fungen todavía como un círculo de
libres pensadores de tracción electoral restringida.
Fuente
“LOS ANDES”, 11.11.2018
(1): 2007
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