PRESUPUESTO Y…
OPOSICIÓN REPETITIVA
DÍA DESPUÉS
Presupuesto: por qué Macri
festeja una reconciliación con la clase media
La protesta dejó un efecto opuesto al buscado
por los manifestantes: el eje se corrió del impuestazo y pasó a la antinomia
entre demócratas y violentos
Por Fernando Gutiérrez
26.10.2018
Ya es un clásico de la política
argentina: después de una sesión del Congreso en la que el
resultado de la votación estaba más o menos claro de antemano, la verdadera
batalla pasa a ser la de la interpretación: se debate no sobre el Presupuesto
2019 sino sobre si el Gobierno salió bien parado o si tuvo una "victoria
pírrica".
Así, del lado de la oposición se
intenta imponer la visión de que el macrismo -al igual que en el caótico
diciembre pasado-, tuvo que pagar un costo político para aprobar sus leyes,
porque quedó en evidencia que sus iniciativas sólo pueden imponerse con
violencia.
Y, desde la vereda opuesta, se quiere
mostrar cómo la oposición desnuda su esencia antidemocrática por la vía de
provocar incidentes que
obliguen a suspender –como en diciembre- la sesión parlamentaria y alteren la
normalidad institucional.
Por lo que se ha
visto en las primeras horas posteriores al agitado debate en la Cámara de
Diputados, la sensación reinante en el ámbito político es que esta vez el
Gobierno salió mejor parado.
Primero, porque la reiteración de
los incidentes con
metodología similar hace que desaparezca el impacto y que las mismas imágenes
ingresen en un "rendimiento decreciente".
De esa forma, el público
tiende a interpretar los hechos como la ejecución de un plan de sabotaje al
Congreso.
Desde el propio peronismo se percibió
esa situación: "El problema es la repetición de este tipo de hechos.
Aparecen estos sectores violentos de la izquierda argentina y algunas
combinaciones con algunos partidos que tienen representación institucional y a
los que les gusta alentar el fuego", definió Miguel Ángel
Pichetto, líder del bloque peronista en el Senado.
En Cambiemos, todo apuntó a sacar el
máximo rédito político de la situación de violencia.
El diputado Eduardo Amadeo
dijo a los medios que sus colegas kirchneristas "vinieron a usar la
violencia que ellos mismos habían creado, porque querían que no se tratara
el Presupuesto, vinieron a
crear el caos".
En tanto, el diputado Fernando
Iglesias denunció una confabulación del "club del helicóptero".
Y el senador Federico Pinedo remarcó: "Muy triste ver a Diputados de
la Nación intentando que el Congreso no funcione
con el procedimiento de coordinarse con gente que rompe el espacio público para
ejercer violencia y luego victimizarse".
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Victoria
en la votación y en los medios
Lo cierto es que el Gobierno
festejó.
A diferencia de lo ocurrido en diciembre con la reforma del
cálculo jubilatorio, esta vez se consiguió continuar el debate sin
interrupción.
De hecho, en un momento pareció que la verdadera batalla parlamentaria giraba
en torno a si se votaría el día previsto, a pesar de los incidentes, o si se
suspendería la votación, con lo cual la violencia pasaría a ocupar el foco
central de la atención.
Después, claro, está la votación
propiamente dicha. Que si bien se descontaba sería favorable a la postura
oficialista dejó detalles interesantes, como la abstención o directamente el
voto favorable de diputados peronistas.
Para el macrismo,
esto es una comprobación de que el trabajo de negociación previa con los
gobernadores provinciales dio el resultado esperado.
No por casualidad, en la reunión con
ministros de la mañana siguiente a la votación, Mauricio Macri comunicó que se
sentía "contento y orgulloso" por cómo se había comportado su bancada
legislativa.
Sobre la sesión propiamente dicha, el
macrismo no pareció demasiado preocupado por el hecho de que la oposición haya
recurrido a la "chicana" de vincular al proyecto de Presupuesto 2019 con las
exigencias del Fondo Monetario Internacional –se lució Victoria Donda con su
gigantografía de Christine Lagarde con la banda presidencial argentina-.
Pero lo cierto es
que la media sanción de Diputados despeja el camino para que se apruebe
formalmente el cronograma del préstamo en el directorio del FMI –donde las
dudas sobre Argentina no son tanto sobre la vocación de austeridad fiscal sino
sobre la capacidad de Macri de mantener el control político-.
De esta forma, la "paz
financiera" parece garantizada hasta las próximas elecciones y, según
espera el Gobierno, ello permitirá afianzar la incipiente normalización
cambiaria y empezar a salir de la recesión.
Una
reconciliación impensada
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El argumento preferido del Gobierno
para contestar la chicana fue que, en un contexto de austeridad, los rubros de
asistencia social recibirán un incremento en términos reales.
Y ahí es donde
reside el punto paradójico de este debate: las protestas fueron lideradas por
las organizaciones piqueteras que se beneficiarán de esas partidas, mientras
que el apoyo al macrismo viene de la clase media que saldrá perjudicada por las
medidas económicas.
La suba en el Impuesto a los Bienes
Personales pega de lleno en los asalariados de nivel medio que constituyen la
base electoral de Cambiemos.
De la misma manera, el gravamen para
quienes habían adherido al blanqueo impositivo y la suspensión del ajuste por
inflación para las empresas suponen nuevos retrocesos que dejan mal parado a
Macri ante sus votantes, dado que todas estas medidas implican una marcha atrás
sobre promesas de campaña.
También, pocas semanas antes del
envío del proyecto de ley, se había anunciado el retorno de las retenciones a
la exportación.
Con esos
antecedentes, podía suponerse que el Presupuesto 2019
sería el escenario en que el macrismo quedaría expuesto ante su propia base de
apoyo social.
El objetivo del déficit cero para el año próximo se logrará,
sobre todo, por un incremento de la presión tributaria antes que por recortes
del gasto público.
Era un tema en el que quienes
critican al Gobierno "por derecha", como los economistas del ala
liberal, venían machacando en los últimos días.
Sin embargo, en
una nueva demostración de las ironías de la política argentina, los incidentes violentos
esponsoreados por la oposición le dan al macrismo una oportunidad de
reconciliación con esa clase media enojada por el entorno recesivo.
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La repetición de las imágenes de
veredas y bancos rotos, de piedrazos y de contenedores de basura prendidos
fuego, las escenas de refriegas entre manifestantes y la policía, los diputados
increpando a los policías y los tumultos dentro de la Cámara, todo conforma un
"deja vu" que espanta al votante centrista y moderado.
De manera que, tras los incidentes, ese mismo
electorado mayoritario que se manifiesta desilusionado por la falta de
resultados económicos encontró un motivo para renovar su adhesión a
Macri: como ya había ocurrido en la
manifestación de apoyo de Plaza de Mayo en abril de 2017, esa masa de clase
media despolitizada vuelve a sentir que lo une con el Gobierno no el amor, sino
el espanto al caos.
Los dirigentes más lúcidos de la
oposición lo percibieron de inmediato.
Por eso algunos machacaron en las dudas
sobre cómo se habían iniciado los desmanes, insinuando que el propio macrismo
los quería provocar porque le resultaban funcionales.
Y también llamó la atención del
senador Pichetto, quien salió a reclamar la expulsión del país de los cuatro
extranjeros que habían estado involucrados en los incidentes, además de
declarar que lo ocurrido había constituido "un hecho pre
insurreccional".
Ese comentario se agrega a otros que
empezaron a advertir sobre un eventual enrarecimiento del clima político sobre
fin de año, tanto por temas locales como por los internacionales.
Mientras veían los incidentes por
televisión, los funcionarios macristas a cargo de la seguridad del G20 –el 30
de noviembre estarán en Buenos Aires Donald Trump, Angela Merkel, Vladimir
Putin y Xi Jinping, entre otros líderes- empezaron a tomar nota.
La presencia de extranjeros fue
interpretada por algunos como parte de los preparativos para los clásicos actos
de repudio al encuentro de líderes.
Lo cual no beneficia a la imagen de la
oposición, que ya está preparando una "contracumbre" liderada por Cristina
Kirchner, a la que fueron invitados líderes críticos como la ex presidenta
brasileña Dilma Rousseff y el dirigente izquierdista español Pablo Iglesias.
En definitiva, la
accidentada votación del Presupuesto deja
entrever cuál será el clima político para el 2019 electoral y abre una
esperanza entre los estrategas de Cambiemos: que finalmente Jaime Durán Barba
tenga razón y que, aun en plena recesión, el eje de la campaña no sea la
economía sino la política.
Fuente
“iProfesional”, 26.10.2018
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