Lo que antes era negro puede volverse blanco con absoluta facilidad, y viceversa.
Esto se da especialmente en el ámbito de la economía y, particularmente en el último tiempo, en el de la política monetaria.
En el medio, se sabe también, “pasaron cosas” y la emisión cero terminó en algo muy diferente.
Entre octubre y diciembre del año 2019 la base monetaria creció en nada menos que $585.000 millones.
De ese total, $350.000 millones fueron a comprar “adelantos transitorios”, algo que no ocurría desde junio de 2018.
Por otro lado, la política cambiaria pasó de un sistema de bandas de flotación (también con múltiples modificaciones) a un control cambiario férreo, donde no se puede comprar de manera legal más de u$s200 por mes.
Los objetivos propuestos, queda claro, no fueron cumplidos.
Ahora bien, la nueva gestión del Banco Central acaba de publicar su propio documento de “Objetivos y Planes” para el año 2020.
En dicho documento, debemos notar, aparecen al menos tres contradicciones.
Bajar la inflación monetizando el déficit
La primera es que el objetivo de desinflación choca con el de atender las necesidades del tesoro.Analicemos paso a paso.
Como todo Banco Central que se precie de serlo, éste se propone “disminuir las tasas de inflación”.
Para ello, el documento dice que se va administrar la oferta monetaria de manera “prudente”.
Sin embargo, apenas después sostiene que “se contempla atender las necesidades indispensables de financiamiento del Tesoro”.
El problema con esto es que, a largo plazo, la inflación es un fenómeno monetario y en Argentina ha estado explicada históricamente por la monetización del déficit fiscal.
¿Cómo es posible, entonces, que baje la inflación con un Banco Central que lo que propone abiertamente es seguir monetizando dicho déficit?
Desde que Miguel Pesce tomó las riendas del Banco Central se emitieron $160.000 millones para financiar al tesoro.
De repetirse este monto mensualmente llegaríamos a más que duplicar la base monetaria en el año.
Prudente no sería el adjetivo para describir este escenario.
Moneda flotante con cepo
La segunda contradicción tiene que ver con el régimen cambiario.El Banco Central postula que buscará “mantener el régimen de flotación de la moneda local” y que, también “se propenderá a la acumulación de reservas internacionales”.
Lo primero que debe aclararse es que en Argentina no existe ninguna flotación de la moneda.
En esencia, los sistemas cambiarios pueden dividirse en dos: tipo de cambio flotante y tipo de cambio fijo.
En el primer caso, el Banco Central no interviene en el precio del dólar y éste se determina libremente por la oferta y la demanda del mercado.
En el segundo tipo, el Banco Central sí interviene, comprando y vendiendo la moneda local contra la extranjera a una paridad fija.
En Argentina ninguno de estos esquemas rige realmente.
Lo que sí hay es un control de cambios (el cepo), en donde el Banco Central, sin reservas para sostener una paridad fija, acude al racionamiento por cantidades.
En este marco, la moneda no es flotante, sino que tiene un precio regulado por la autoridad monetaria.
Otro tema a destacar es que la decisión de acumular reserva internacionales también es contraria a la idea de flotación.
En un esquema sin intervenciones, el precio del dólar sube o cae de acuerdo a la oferta y la demanda.
Ahora si el Banco Central decide acumular reservas, le pondrá un piso a la caída de la divisa o la impulsará directamente a la suba.
Estimular el ahorro bajando la tasa
La última contradicción tiene que ver con la tasa de interés, el ahorro y el crédito.En su planificación el Banco Central parecería dar a entender que habrá una baja de tasas de interés para “la vivienda y la producción”.
Al mismo tiempo, critica los altos rendimientos que la anterior gestión llegó a pagar por las tasas de Lebac, Leliq y otros instrumentos monetarios.
A renglón seguido, sostiene que las tasas de interés de los plazos fijos “no permitieron a los depositantes mantener los saldos reales de sus ahorros” y que “el Banco Central tomará medidas que permitan a los depositantes preservar el valor de sus ahorros”.
O sea que, por un lado, quieren tasas “bajas” para la producción, pero por el otro, “altas” para el ahorro.
¿Cómo se consigue esto si el Banco Central, en principio, solo puede controlar una tasa de interés de referencia?
¿La bajará para estimular la producción en detrimento del ahorro?
¿O la subirá para estimular el ahorro, pero deprimiendo la producción?
A juzgar por lo hecho hasta ahora, parece que el cuidado del valor del ahorro deberá esperar.
La tasa de interés de referencia bajó 800 puntos básicos desde que la nueva gestión tomó el mando del Central.
El plazo fijo rinde 37% anual, y se espera que la inflación de 2020 sea de 42%.
Para concluir, la inflación y el poder adquisitivo de la moneda dependen, en última instancia, de la política monetaria de un país y su credibilidad.
El problema es que si ésta no hace un buen diagnóstico de la situación, tampoco podrá ofrecer buenas soluciones.
(*) Director de ICYA y Subdirector de la Maestría en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE.
No hay comentarios:
Publicar un comentario