El mundo secreto de los bots y los trolls… (y cómo esos “ejércitos” influyen en la política)
Hay especialistas que manejan “granjas” de cuentas automatizadas.
Logramos hablar con ellos, analizamos millones de tuits y te explicamos cómo funciona esta “realidad paralela”.
En total generaron más de 90 mil mensajes y 10 mil retuits.
Pero al menos el 3% de esas cuentas -casi 600 supuestas “personas”- se comportó como un “bot” haciendo casi el 10% de los tuits totales.
Y esos números están lejos de ser una excepción.
Si revisamos la red durante el anuncio de la recuperación de la #Nieta125 los porcentajes de cuentas con características automatizadas son similares: 4,5%.
Ambos tienen cuentas con mensajes extremistas que ayudan aún más a la polarización.
El odio, como veremos más adelante, se tornó el combustible de esta red.
Todos estos términos que los políticos y los usuarios se tiran por la cabeza parecen intercambiables en el debate, pero no lo son. Son bien diferentes.
Desde la campaña que llevó al ex presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, a la Casa Blanca en 2008 las redes sociales forman parte de la estrategia que lleva a un candidato a ganar elecciones.
Estos diez años también vieron nacer, o reverdecer, estos conceptos.
Pero eso no quita que, a la hora de facturar, sea posible comprar 1000 cuentas piratas en la red del pajarito por apenas 3 dólares.
¿O habría que cotizar en rublos? ¿Cuánto vale e importa ser “tendencia” en una red social por unas horas? ¿Importa realmente, si ser “tendencia” se basa en un castillo de naipes construidos por “bots”?
Como veremos más adelante muchas veces estos términos no son excluyentes.
Por ejemplo, un troll puede ser una persona o un bot y una cuenta puede ser creada por un humano, pero luego tener la mitad de su contenido creado por un bot.
Pero de qué hablamos cuando hablamos de cada uno de estos conceptos:
Cuando actúan en conjunto se le suele decir granja de bots.
Rara vez son influyentes, pero sí ayudan a generar trending topics -los temas que Twitter considera “calientes” en cierto momento y destaca en su plataforma- o generan “ruido” acerca de un tema.
La palabra originalmente refiere a desagradables personajes folclóricos que viven en las cavernas escandinavas.
El paralelismo con el troll online se da por su supuesta antisociabilidad.
Los mensajes negativos son los que más reacciones generan en Twitter (aunque estos perfiles son claves también en foros y comentarios de medios online), por este motivo los trolls sí logran el cometido de influir, pero como veremos más adelante lo hacen entre los “convencidos”.
Por la forma en la que agreden es difícil encontrar, por ahora, bots que sean trolls efectivos.
Según un paper canadiense de 2014 que analiza el sadismo online, el 5,6% de los usuarios reconocía disfrutar “trollear”.
Esto se hace por entretenimiento, para molestar o para luego poder vender la cuenta a un tercero que le cambia el nombre y se queda con miles de seguidores.
Hay especialistas que consideran “fake” también a las cuentas anónimas.
Muchas, sin aclararlo, publicitan a cambio de dinero productos de consumo masivo y, a veces, hacen lo propio con políticos.
Para esta investigación, Chequeado habló con varias personas con experiencia en generar granja de bots: todas se ampararon en el off the record y dejaron claro que su servicio, que puede cobrarse varios cientos de miles de pesos, no suele dejar huella fiscal.
Suele ser facturado como “servicios de comunicación” o algo similar.
Nadie quiere dejar por escrito que contrató a una empresa para criticar a su oponente o, simplemente, generar un trending topic que lo posicione como alguien con más poder del que tiene.
A su vez, esta persona puede tener un bot conectado a su cuenta.
Hay muchas opciones gratuitas o económicas para publicar cierto contenido, como el tiempo o los títulos de algún medio o blog.
Hay casos en ambos polos y este medio también supo de varios casos en los que se atacaba en una interna a miembros del mismo partido.
El costo de hacerlo parece menor y, como dice el viejo adagio publicitario, “tiro a la basura la mitad del dinero que invierto en publicidad, el problema es que no sé qué mitad”.
Lo más cercano al trabajo de granja de bots que muestran es lo que se llama social seeding, algo así como siembra social, que significa ni más ni menos que “plantar” el contenido del cliente en la conversación orgánica que sucede en las redes.
Este contenido “plantado” en línea de acuerdo con lo que quiere el cliente -político o corporativo- puede ser automatizado (bots) o hecho manualmente, vía influencers o staff de la agencia.
Vale aclarar que este es uno de los métodos, hay otros en los que, por caso, para evitar que Twitter lo detecte, se hace que un bot navegue Twitter.com como si fuese una persona.
Este que explicamos a continuación se basa en la interacción de miles de cuentas, varias planillas de cálculo y un par de administradores humanos:
2- Se compran las cuentas posibles que se quieren usar con valores que empiezan en US$ 3 por mil cuentas. Hay sitios en Rusia que venden estas cuentas. ¿Un ejemplo? BuyAccs.com. La cuenta relacionada con una dirección de mail de Gmail, menos “sospechosa” para Twitter, vale 100 veces más que la que usa una cuenta rusa.
5- Tras conectarse a Twitter, a través de una app específica para desarrolladores, esta plataforma puede manejar cientos o miles de cuentas desde una misma pantalla del navegador.
Aunque Facebook tiene otros problemas, como la gran cantidad de páginas falsas comandadas, en este momento los bots no suelen ser uno de ellos, lo mismo sucede en Instagram, también propiedad de la firma fundada por Mark Zuckerberg.
Es que la red que se hizo famosa por sus 140 caracteres tiene problemas de crecimiento mientras sus competidores en Facebook no paran de aumentar la cantidad de nuevas cuentas.
Por acción u omisión, Twitter no sube la barrera para que a los bots se le dificulte su tarea.
En Estados Unidos, como destaca Vox, también se cree que parte de estos problemas que fueron reconocidos por su propio CEO en 2015 se basan en que la empresa creía que parte de su ADN, sobre todo después de su rol en la primavera árabe, era ser una plataforma con altísima libertad de expresión.
Eso que parecía positivo hace unos años hoy se le volvió en contra.
Cuando la empresa decidió pedir verificación de cuenta por el celular, esto complicó la tarea de los que fabricaban cuentas al por mayor, que debieron buscar la manera de sortear el problema.
Lo lograron, como prueba el precio de mil cuentas que mostramos más arriba, pero así y todo son muchos los que creen que la red del pajarito podría hacer mucho más.
Esto provocó que Twitter los detectara y bloqueara de un momento para otro a todos.
Así la agencia debió acelerar el proceso para generar una nueva granja en horas.
Son los gajes del oficio de estos titiriteros digitales que operan en las sombras
A fines de septiembre último, la empresa de San Francisco reconoció que había encontrado más de 200 cuentas relacionadas con Rusia y en octubre encontró muchos más de 2000.
Esa respuesta llegó el mismo día en que sus ejecutivos testificaban frente al gobierno estadounidense por este conflicto.
En el Congreso de los Estados Unidos la empresa calculó que el 5% de sus cuentas son automatizadas o falsas, explicó qué están haciendo para frenarlo y cómo llegó a esa cifra, un número mucho menor que el presentado por la especialista en tendencias digitales Mary Meeker en mayo último cuando estimó que el 50% del tráfico online mundial, no sólo en Twitter, se trataba de bots.
Expertos citados por el diario estadounidense The New York Times también creen que el número dado por las empresas es bajo.
A nivel mundial hay países con una actividad de bots muy baja y otros donde el peso parece ser mayor que en la Argentina.
¿Qué tuvimos en cuenta para definir qué es un bot?
Alta velocidad de tuiteo (la diferencia entre 3% y 10% guarda relación con que los primeros publicaron más de 60 tuits por día y los segundos, más de 120), relación negativa entre seguidos y seguidores (en general siguen más cuentas que las que los siguen), alta cantidad de retuits y más.
Vale aclarar que no hay una manera tajante de definir un bot para un estudio de decenas de miles de cuentas.
De lo contrario, Twitter los encontraría de manera simple y las borraría.
En la jerga académica se habla de “cuentas que se comportan como bots”. Así los trabajamos nosotros.
En este contexto, nuestro país se destaca.
Desde su puesto de investigadora en la Universidad de Cambridge donde trabajó el tema, Tanya Filer, dijo a este medio que “en la Argentina hay mucho talento, muchos que aprendieron sobre este tema y mucha creatividad tecnológica. Esa cultura hacker de darse maña se lleva muy bien con esta tecnología. Hacer un bot no es algo caro, pero las reglas del juego cambian a diario“.
Esto es cierto: las agencias locales con las que tuvo contacto Chequeado trabajan no sólo a nivel local sino para otros países de América Latina y España por caso.
Sin embargo, pese a la inventiva criolla, esta no es una creación nacional.
Este tipo de automatización muy simple es la que los asesores ya no recomiendan, simplemente porque no es efectiva y pueden quedar fácilmente en evidencia.
Este estudio informa que hasta 2017 se había encontrado este tipo de actividad en 28 países.
Uno de los miembros de este exclusivo club, según la casa de estudios inglesa, es la Argentina.
Una de las pocas veces que se logró una aparición visible fue en 2016.
La revista Bloomberg logró que uno de estos estrategas, Andrés Sepulveda, hablara en on the record, pero no logró tener pruebas contundentes para que sus supuestos clientes, asesores del presidente mexicano Enrique Peña Nieto por caso, reconocieran que lo habían contratado.
Su trabajo, según él mismo describió, iba más allá de trabajar con bots: “Lidera un equipo de hackers que roba estrategias de campaña, manipula las redes sociales para crear falsas olas de entusiasmo o crítica e instaló software espía en las oficinas de la oposición para ayudar a Peña Nieto”.
Más allá de la diferencia en el tipo de trabajo, en las entrevistas locales nadie reconoció hackear a un oponente, ya que los montos argentinos son mucho menores y tienen que ser divididos en dos grandes grupos.
Por un lado, los militantes partidarios pueden hacer un bot de manera muy simple, incluso con herramientas gratuitas, sea este trabajo pago o no, y por el otro las agencias que se dedican específicamente a esto y trabajan para un político hoy y mañana hacen lo mismo con una marca de consumo masivo.
Estos últimos, profesionalizados, son el foco de esta nota y de ellos sale el paso a paso narrado más arriba.
Poco se sabe sobre ellos en la Argentina, donde Chequeado intentó contactarlos sin éxito, pero en Ecuador fueron eje de una investigación periodística en 2013, donde se los acusa de ser parte de una campaña orquestada a favor de Rafael Correa y otra en contra de la petrolera Chevron.
En la misma nota hacen referencia a que la firma aparece en mails filtrados a Wikileaks en los que intenta generar una relación con la reconocida empresa italiana de hackeo Hacking Team.
La firma, con oficinas y espacio de coworking a metros del río en Olivos inaugurado en 2013 por el intendente Jorge Macri y los fundadores Carlos Ibañez y Gastón Douek, publicó en su propio blog una nota diciendo que “los ejércitos de bots y trolls crecen en tamaño, pero caen en importancia”.
Pese a eso aún hoy la empresa sigue ofreciendo el servicio de creación de bots y ha trabajado en la Argentina con políticos de todos los polos, además de empresas.
¿Por qué? Porque ahí es donde los especialistas creen que reside la clave de qué es un bot.
En general, detrás de un trending topic hay uno o dos hashtags.
Luego hicimos un trabajo de procesamiento para obtener la lista de usuarios y una serie de atributos de los usuarios como la cantidad de followers que tiene, la cantidad de usuarios que sigue, cantidad de tuits, likes, cuándo se creó la cuenta.
Guardamos los textos de los tuits y, por otro lado, las relaciones que nos permiten entender qué cuenta es influenciadora y por otro lado se puede ver, como en el gráfico siguiente, cómo se agrupan los usuarios en distintas comunidades”.
Allí ellos encontraron otros patrones interesantes: “En la comunidad opositora, ocho de las diez cuentas más importantes estaban verificadas por Twitter y representan actores políticos o periodísticos establecidos como @CFKArgentina, @eldestapeweb, y @FernandezAnibal.
En la comunidad cercana al oficialismo, 8 de las 10 cuentas más importantes no habían sido verificadas y describen a fakes como @NunkMasKK, @elcoya77 y @atlanticsurff, conocidos por sus actividades anti-kirchneristas.
La comparación entre las dos comunidades es llamativa precisamente por la cantidad de cuentas institucionales en la oposición y la casi ausencia de cuentas institucionales en la comunidad afín al gobierno”.
Algo parecido pasa con la discusión pública sobre bots y trolls que en los últimos meses llegó hasta el Congreso con el diputado Felipe Solá (Frente Renovador) y el jefe de Gabinete de Ministros, Marcos Peña.
Allí, en mayo último, luego de que Peña dijera que Sergio Massa, actual líder político del ex gobernador de la Provincia, era “tribunero” Solá contestó:”Enfrentar la tribuna y ser tribunero es capacidad para defenderse, para convencer, y valentía para dar la cara. A nosotros no nos dan la cara. Usted nos da la cara acá y después nos insulta, pero todos los días en las redes están los trolls. Todos los días. Si Sergio Massa es tribunero, usted es trollero. Pero usted no pone la cara, la ponen los pibes a los que les pagan migajas”.
Esta idea de generar agenda a través de Twitter, sin embargo parece estar pasando de moda, coinciden todos los entrevistados.
Chequeado contactó a Solá y su equipo para profundizar en esta afirmación y no recibió respuesta.
Riera negó en forma categórica la idea de que Jefatura cuenta con un call center de trolls y bots.
“No sólo es mentira, sino que me molesta mucho que lo digan consultores en medios digitales que saben que para hacer lo que ellos dicen que hacemos se necesitan dos personas y una computadora, no un call center.
Bots, trolls y más existen de todos los partidos políticos, pero son personas que lo hacen por su cuenta porque no tiene sentido invertir recursos en eso, es gritar que tenés razón”, explicó.
“No estamos siguiendo causas relacionadas con bots. Lo que tenemos son denuncias de agresiones (amenazas, hostigamiento) a políticos a través de Internet, basadas por lo general en sus publicaciones en redes sociales; también tenemos casos de amenazas y hostigamiento a periodistas por lo mismo”, aseguró a Chequeado Horacio Azzolin, titular de la UFECI.
“Amenazar personalmente o por Internet es lo mismo en el sentido en que es delito. Si la amenaza es anónima, la pena se agrava. Si la amenaza exige determinada prestación, la pena también se agrava”, precisó Azzolin.
Todos los entrevistados para esta nota coincidieron en que Twitter no es el mascarón de proa de una campaña digital política como lo era en 2011 y todavía para algunos en 2015.
Facebook e Instagram, con varios millones de usuarios más que la red de los 140 caracteres en la Argentina, hoy marcan la agenda de qué hacer y qué no hacer.
Entonces no por limitaciones éticas sino por simples limitaciones técnicas que hacen mucho más complicado generar ejércitos de bots en Facebook, el contenido automatizado deja de marcar agenda.
“La fantasía original de los partidos era que un número de seguidores se relacionaba con un número de votantes entonces invertían pensando en que un número grande se veía bien. Al poco tiempo, se dieron cuenta de que eso no funcionaba. ¿Es un engaño a los votantes? Sí”.
César Gazzo, ex asesor de Daniel Scioli en 2015 y consultor digital, lo dejó claro: “Este año fue muy raro ver publicidad de políticos en Twitter más allá del trending topic de cierre de campaña de Cambiemos. En 2015 era mucho más usual cruzarse con ese contenido pago”.
Estos dejan una huella digital más concreta, con más impacto, pero que hace aún más difícil de detectar si se trata de algo armado o no.
En este sentido, señaló: “Todo gobierno tiene eso. Pasaba con Cristina Fernández de Kirchner y la oposición en ese momento decía que todos eran empleados públicos usados para comunicar a favor de ella. Ahora dicen que es un call center. Eso habla de nuestra falta de confianza en la política”.
Cree que eso sí se hace, pero no desde una fila de escritorios en el corazón de la Casa Rosada como se imaginan muchos sino que forma parte de una estrategia distribuida.
Esto incluiría, por ejemplo, mails, DMs o mensaje de WhatsApp que se activan en casos de no agresión como cuando en 2015 miles de cuentas alineadas con Cambiemos tuitearon #YoLoVoto.
Si por un sistema similar surgen agresiones no se puede descartar.
Gazzo cree que sí, pero lo difícil es probarlo.
Consultado sobre qué le diría hoy a un político que quiere bots, el ex asesor de Scioli fue tajante: “Le diría que ni loco lo haga, que gaste esa plata en publicidad localizada en Facebook o Instagram donde puede llegar a un público mucho más específico y medible”.
Según él, el ex motonauta terminó la carrera al sillón de Rivadavia sin un solo RT de su supuesta líder política.
A veces las redes son más transparentes que los actos políticos con sonrisas de ocasión.
Más allá de lo simbólico, cualquier apoyo en redes sociales de ese tipo tiene mucho más impacto que una granja de bots.
Darle un número exacto al movimiento que generan los bots en la Argentina, fuera de temáticas específicas como la que abre esta nota, es imposible teniendo en cuenta todos los grises del caso, pero, mientras Twitter siga teniendo problemas para generar mejores barreras para crear y administrar cuentas, conocer las herramientas que se utilizan y cómo se comportan éstas parece el mejor antídoto frente a estas plagas virtuales.
Quizás así ayudemos a que se cumpla la primera ley de la robótica del escritor Isaac Asimov: “Un robot no hará daño a un ser humano”.
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