‘Nos
silenciaron’: La lucha en Colombia por gravar las bebidas azucaradas
El imponer impuestos a refrescos y otras bebidas
con mucha azúcar como medida para combatir a la obesidad se ha vuelto una de
las más feroces refriegas alrededor del mundo. Colombia no es la excepción: un
grupo que abogaba por implementar el impuesto en ese país recibió amenazas y el
gobierno le ordenó retirar anuncios.
BOGOTÁ — Todo comenzó con llamadas amenazantes, fallas extrañas
en las computadoras de la oficina y hombres en autos estacionados que le
tomaban fotografías a la entrada de la sede del pequeño grupo de defensa de los
consumidores.
Poco después, Esperanza Cerón, la directora del grupo, notó que
dos hombres a bordo de una motocicleta seguían su sedán Chevy durante el
recorrido del trabajo a su casa. No sabía quiénes eran y trató de perderlos en
el tráfico de la hora pico en Bogotá, pero la alcanzaron y se pusieron a los
costados de su auto mientras le golpeaban las ventanas.
“Si no se calla la boca, ya sabe cuáles van a ser las
consecuencias”, le gritó uno de los hombres, según explicó Cerón en una
entrevista reciente.
El episodio, que Cerón le informó a las autoridades de la fiscalía, recordaba la intimidación
que se usaba contra quienes desafiaban a los carteles de la droga que en el
pasado dominaron a Colombia. Sin embargo, el narcotráfico no era el blanco de
Cerón y sus colegas. Su trabajo había molestado a otra industria
multimillonaria: los fabricantes de refrescos y otras bebidas azucaradas.
Su organización, Educar Consumidores, era la defensora más
visible de la propuesta para establecer un impuesto del 20 por ciento a las
bebidas azucaradas, que iba a ser sometida a la consideración del congreso
colombiano ese diciembre. El grupo de Cerón recabó fondos, consiguió aliados
para la causa y produjo un provocador anuncio televisivo que le advertía a los
consumidores que la ingesta de bebidas llenas de azúcar podían provocar
obesidad y otras enfermedades como la diabetes.
La reacción fue atroz. La Superintendencia de Industria y
Comercio, en respuesta a una demanda interpuesta por la refresquera más
importante del país que calificó al anuncio como engañoso, ordenó que el comercial fuera retirado del
aire. Luego la agencia fue más lejos: le prohibió a Cerón y a sus colegas que
discutieran públicamente los riesgos a la salud de consumir azúcar o serían
multados por 250.000 dólares.
Esperanza Cerón, directora de Educar Consumidores, un grupo que hizo campaña para el establecimiento de un impuesto a las bebidas azucaradasCreditJuan Arredondo para The New York Times
La batalla para gravar las bebidas azucaradas se está
convirtiendo en una de las más feroces refriegas mundiales: se trata de un
choque entre la ciencia, la política y el dinero que se libra en múltiples
ciudades y países.
“La industria ve los impuestos a las bebidas azucaradas como una
amenaza existencial”, dijo James Krieger, director ejecutivo de Healthy Food
America, un grupo que le da seguimiento a las iniciativas para gravar las
bebidas. En Estados Unidos, la industria ha gastado por lo menos 107 millones
de dólares a nivel estatal y local desde 2009 para rechazar los impuestos y que
sea obligatorio ponerle etiquetas de advertencia a las bebidas, según un nuevo estudio. De
acuerdo con Krieger, en comparación con la situación de Estados Unidos, las
tácticas implementadas en otros países “son más sucias, mucho más rudas”.
Nunca se comprobó que el acoso a Cerón y sus colegas hubiera
sido realizado por la industria refresquera, y los fiscales se negaron a investigar. En respuesta a preguntas
por parte de The New York Times, Coca Cola y Pepsi declararon que no estaban
implicadas, mientras que Postobón, la refresquera que interpuso la demanda
contra el anuncio de la organización, canalizó sus comentarios a la Asociación
Nacional de Empresarios de Colombia. Esta organización, que ha representado a
los fabricantes de bebidas nacionales e internacionales en el asunto del
impuesto a los refrescos, señaló que no estaba relacionada con los sucesos.
El Consejo Internacional de Asociaciones de Bebidas (ICBA, por
su sigla en inglés), la organización que abarca a los grupos comerciales de
todo el mundo y que se opone a los impuestos, no quiso responder directamente
si sus aliados de Colombia estuvieron relacionados con el presunto acoso pero
condenó esas acciones.
“Condenamos, en cualquier circunstancia, la influencia impropia
o el acoso a cualquier persona u organismo por cualquier propósito, en
cualquier momento y de cualquier manera”, dijo en un comunicado Katherine W.
Loatman, directora ejecutiva del ICBA.
Una lucha global
Puede que la experiencia en Colombia sea la más extrema pero
ante una inmensa oposición de la industria ya se han cancelado o detenido
propuestas de impuestos a los refrescos en todo el mundo, incluyendo países
como Rusia, Alemania, Israel y Nueva
Zelanda.
Sin embargo, la idea está ganando impulso: se han aprobado
gravámenes en treinta naciones entre las que se destacan India, Arabia Saudita, Sudáfrica, Tailandia, el Reino Unido y
Brunéi. Hoy en día, más de mil millones de personas viven en lugares donde ese
tipo de impuestos han elevado el precio de las bebidas azucaradas.
Las disputas han sido particularmente intensas en mercados
emergentes conforme la industria busca compensar la caída en el consumo de
refrescos en las naciones más acaudaladas. América Latina ha superado a Estados
Unidos como el mayor mercado mundial de bebidas gaseosas, según la Organización
Mundial de la Salud (OMS), con ventas de bebidas carbonatadas que se han
duplicado en la región desde el año 2000.
“En Colombia, la industria
azucarera y las principales empresas de medios pertenecen a los mismos conglomerados
económicos. Tienen un poder intimidatorio. Y lo usaron”.
ALEJANDRO GAVIRIA,
MINISTRO DE SALUD COLOMBIANO
La industria
refresquera asegura que los impuestos a las bebidas recaen injustamente en los
pobres, causan desempleo al disminuir las ventas y no logran su meta, que es
reducir la obesidad. Estudios sobre los impuestos a los refrescos han
demostrado que sí conducen a una caída de las ventas de bebidas azucaradas —en
México, por ejemplo, hubo una reducción del 10 por ciento en las ventas
durante los dos primeros años que se estableció el impuesto—; sin embargo, esas
medidas son tan nuevas que aún no hay evidencias de su impacto en la salud.
“Afectar a
nuestros productos con un impuesto y dejarlo así no logrará nada respecto a la
obesidad en este país ni en el mundo”, dijo William Dermody, vocero del grupo
estadounidense American Beverage Association.
La industria de los refrescos asegura que un impuesto a las bebidas azucaradas dañaría a tiendas familiares como esta, ubicada en Bogotá.CreditJuan Arredondo para The New York Times
Sin embargo, las organizaciones de salud pública, incluyendo a
la OMS, citan a los
impuestos a los refrescos como una de las herramientas políticas más eficaces
para reducir el consumo de lo que los nutricionistas llaman el “dulce líquido”
que ha contribuido a la epidemia de obesidad y enfermedades relacionadas en
todo el mundo. Kathryn Backholer, investigadora de la Universidad Deakin en
Australia, dice que los impuestos a los refrescos fueron “un regalo” para el
combate a la obesidad, la diabetes y otras enfermedades relacionadas con el
peso, pues son blancos fácilmente gravables y porque “tienen poco o nulo valor
nutricional”.
Backholer y otros expertos dijeron que el punto de inflexión
para quienes proponen gravar los refrescos se produjo en 2014, cuando México
—el mayor mercado de consumo per cápita de Coca Cola— aprobó el impuesto del 10
por ciento.
México también fue el país donde se vio cuán sucia podía ser esa
pelea.
El año pasado, varios defensores de una propuesta para duplicar
el impuesto a 20 por ciento —nutricionistas, expertos y activistas de grupos
externos y del gobierno mexicano— recibieron una serie de mensajes de textos
molestos y dolosos provenientes de teléfonos desconocidos. Un
hombre recibió un mensaje que decía que su hija había sido gravemente herida; a
otro, el texto le aseguraba que su esposa tenía
un amorío, y uno más recibió un enlace a una funeraria. Un programa espía fue hallado en sus
teléfonos y la propuesta no fue aprobada.
En otros lugares del mundo, las refresqueras han trabajado
asiduamente para explotar su influencia económica y conexiones con el gobierno. En una serie de correos electrónicos internos de
Coca Cola que fueron divulgados, los ejecutivos de la empresa
describían diversas estrategias para ganarse a ministros gubernamentales y
otros funcionarios en Bosnia-Herzegovina, Ecuador, Portugal y algunas regiones
de España.
“Afectar a nuestros
productos con un impuesto y dejarlo así no logrará nada respecto a la
obesidad”.
WILLIAM DERMODY,
VOCERO DE LA ASOCIACIÓN DE BEBIDAS ESTADOUNIDENSE
El Consejo Australiano de Bebidas escribió en su informe anual
de 2016 que combatir el impuesto a las bebidas gaseosas “ha estado consumiendo
grandes cantidades de recursos” e indicó que lo aprendido en otros mercados
muestra “que este tipo de amenazas deben combatirse constantemente antes de que
lleguen a debatirse en un parlamento”.
En Colombia los refrescos a menudo son más baratos que el agua
embotellada y la batalla por el impuesto se produjo en un mercado clave para
las refresqueras. En los últimos quince años el volumen de ventas de las
bebidas carbonatadas en ese país ha aumentado en un poco más del 25 por ciento;
en ese mismo periodo las ventas cayeron 12 por ciento en Estados Unidos, según
Euromonitor, una empresa de investigación de mercado.
Coca Cola y Pepsi no fueron tan visibles durante la disputa en
Colombia; dejaron que Postobón, la gran empresa nacional de bebidas, tomara la
iniciativa. Postobón no solo es fabricante de bebidas y distribuidor de Pepsi,
sino que también forma parte de un enorme conglomerado que incluye a
productores de caña de azúcar, ingenios y la empresa de medios más grande del
país, RCN Televisión, que ayudó a difundir el mensaje en contra del impuesto. Postobón y RCN rechazaron solicitudes de entrevista.
El escenario estaba listo para el enfrentamiento entre la
poderosa industria y una activista testaruda.
Confrontación por un comercial
A principios de 2016, Colombia, un país de 49 millones de
habitantes, se enfrentaba a la desconocida posibilidad de la paz. Después de
décadas de conflicto y de una agresiva campaña militar apoyada por Estados
Unidos, el desempleo estaba cerca de los niveles históricos más bajos, la tasa
de pobreza disminuía y millones de personas estaban esperanzadas por la
posibilidad de una paz duradera con las Farc.
En marzo de ese año el ministro de Salud, Alejandro Gaviria
Uribe, propuso un impuesto del 20 por ciento a los refrescos y bebidas
azucaradas —unos diez centavos de dólar por cada botella de litro— que se
convirtió en parte de una amplia reforma fiscal respaldada por el presidente
Juan Manuel Santos y el ministro de Hacienda, Mauricio Cárdenas.
“Por primera vez en nuestras vidas, pensábamos que podríamos ser
un país normal y ser capaces de lidiar con asuntos que no fueran la violencia”,
dijo Diana Guarnizo, una abogada que trabaja en Dejusticia, un grupo defensor
de derechos que ayudó a promover el impuesto a los refrescos. “Ahí estábamos,
una organización que se dedicaba a cuestiones de la paz, la violencia, la
reforma agraria, la injusticia y que, de pronto, tenía el lujo de hablar sobre
lo que las madres ponían en la lonchera de sus hijos”.
La medida buscaba inyectar 340 millones de dólares anuales al
sistema de salud colombiano, pero Gaviria tenía una meta mayor: reducir el
consumo de gaseosas en un país con una tasa de obesidad que se había triplicado
desde 1980 y ahora ronda el 19 por ciento entre los adultos. El crecimiento más
rápido se había producido entre los colombianos de 5 a 17 años. El ministerio
estima que, al año, mueren cuatro mil personas de entre 30 y 70 años de
enfermedades relacionadas con la obesidad como cardiopatías y diabetes.
A la izquierda, Iván Darío Escobar, un endocrinólogo de Bogotá que usó una botella de refresco para explicarle a un paciente los efectos de las bebidas azucaradas en la salud; a la derecha, una paciente y su nutricionista durante su pesaje mensual.CreditJuan Arredondo para The New York Times
El pasillo de bebidas carbonatadas en un supermercado en BogotáCreditJuan Arredondo para The New York Times
El asunto llamó la atención de Cerón, cuya organización de diez
empleados ya había trabajado en temas del cambio climático, restricciones al
tabaco y la falta de agua potable en comunidades de bajos recursos. Animada por
el anuncio del impuesto a los refrescos por parte del ministro de Salud, ayudó
a formar la Alianza por la Salud Alimentaria, una coalición de
diversas organizaciones civiles.
Recibieron apoyo por parte de Bloomberg Philanthropies, una
fundación creada por el exalcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, que envió
expertos de Estados Unidos y proporcionó financiamiento clave, incluidos los
260.000 dólares que costó el comercial: una cantidad casi igual a la del
presupuesto anual de Educar. Bloomberg también se encargó de mejorar la
seguridad de las oficinas del grupo.
Las encuestas de opinión mostraban
que el 70 por ciento de los ciudadanos estaba a favor del impuesto. Se preveía
más difícil el respaldo legislativo; sin embargo, a esas alturas 42 de los 268
integrantes del Congreso de Colombia se habían decantado por la medida.
El debate se intensificó en agosto, cuando todavía faltaban
meses para la votación, porque los canales de televisión de todo el país
comenzaron a transmitir el anuncio
de servicio público que apoyaba el impuesto. El comercial de 30
segundos de duración, producido por Educar, mostraba datos de la OMS y a un
hombre vestido elegantemente mientras tomaba varias bebidas azucaradas a lo
largo del día.
El anuncio dice que cuatro bebidas azucaradas al día podrían
representar la ingesta de hasta 47 cucharaditas de azúcar. Luego muestra a una
pareja con sobrepeso, un pie gangrenado y un hombre que parece padecer un paro
cardiaco, seguido de una advertencia: “Mejor toma agua, leche o aromática [té]
sin azúcar”, dice el narrador. “Cuida tu vida. Tómala en serio”.
Postobón, la refresquera, pronto interpuso una demanda ante la
agencia de protección al consumidor del gobierno, la Superintendencia de
Industria y Comercio (Superindustria), en la que aseguraba que el uso en el anuncio
de una cucharadita como unidad de medida era impreciso y que sugería
injustamente que todas las bebidas azucaradas son dañinas para la salud.
Los expertos en nutrición argumentaron que el anuncio era
totalmente congruente con estudios científicos comprobados que muestran el
impacto del exceso en el consumo de azúcar sobre el peso y enfermedades
metabólicas como la diabetes, la gota y las cardiopatías. La Facultad de Salud
Pública de Harvard ha reseñado los múltiples estudios que
respaldan esta aseveración, incluyendo un punto que los nutricionistas señalan
reiteradamente: que las bebidas azucaradas carecen de valor nutricional y
añaden calorías sin hacer que los consumidores se sientan satisfechos.
Luis Fernando Gómez, profesor de Medicina Preventiva en la
Universidad Javeriana de Bogotá y quien respaldaba la medida fiscal, dijo que
los alegatos de Postobón sobre el comercial eran hipócritas. “Cada cifra y hecho
citado en ese anuncio estaba respaldado por la ciencia establecida”, dijo.
Sin embargo, el jefe de Superindustria, quien es designado por
el presidente, falló a favor de los demandantes de la industria. Apenas dos
semanas más tarde, en una decisión que los expertos colombianos describieron
como inusualmente rápida, la agencia ordenó que el comercial se retirara del
aire.
Una trabajadora de Educar Consumidores entrega folletos sobre alimentación saludable en la localidad bogotana de Kennedy.CreditJuan Arredondo para The New York Times
Con un lenguaje casi idéntico al de la demanda de Postobón —que
había sido interpuesta por un abogado de la compañía que antes había dirigido
la agencia—, Superindustria señaló que los consumidores tenían derecho a
información veraz, no a mensajes que eran “engañosos, imprecisos y confusos”.
La sentencia llegó a prohibir a los empleados de Educar
Consumidores que hablaran públicamente sobre los vínculos entre el azúcar y la
obesidad, una decisión tan abarcadora que incluía la propia investigación del
Ministerio de Salud sobre el tema. Superindustria no respondió a nuestras
solicitudes para hacer algún comentario.
Estas acciones dejaron estupefactos a los analistas legales y
defensores de la salud. “No tiene precedentes”, dijo Ch’uya H. Lane, directora
regional de los esfuerzos de prevención de la obesidad de la Global Health
Advocay Incubator de Bloomberg.
“Nos silenciaron por completo”, dijo Cerón. “Censurados”.
Una publicación en un blog y una
investigación penal
Postobón es una marca que forma parte de uno de los
conglomerados más grandes y respetados de Colombia, la Organización Ardila
Lülle. Fue fundada a principios de los años cincuenta y ha ayudado a definir la
identidad colombiana moderna a través de varias empresas que son dueñas del
equipo de fútbol de la liga colombiana Atlético Nacional; de ARESS, una
compañía de seguros, y de las concesionarias de autos que venden vehículos Dodge,
Jeep y Ford.
Postobón es una marca famosa que vende un verdadero arcoíris de
bebidas originales. Entre sus productos más conocidos está un refresco de cola
llamado Colombiana, así como Manzana Postobón, una bebida centenaria que es
casi un icono nacional.
Postobón, la compañía líder de bebidas en Colombia, forma parte de un conglomerado que también posee una influyente cadena de medios, RCN.CreditJuan Arredondo para The New York Times
La Organización Ardila Lülle se mantuvo en silencio durante el
debate sobre el impuesto a las gaseosas y los ejecutivos de la compañía se
negaron a conceder una entrevista. Sin embargo, Postobón, RCN y aliados como la
Asociación Nacional de Empresarios de Colombia promovieron el mensaje de que el
impuesto reduciría los trabajos y que afectaría a los dueños de tiendas
independientes y a la economía.
“En Colombia, la industria azucarera y las principales empresas
de medios pertenecen a los mismos conglomerados económicos”, dijo Gaviria, el
ministro de Salud. “Tienen un poder intimidatorio. Y lo usaron”.
Ese otoño, por lo menos 90 cabilderos trabajaron para influir en
los legisladores, de acuerdo con un cómputo de ingresos de visitantes brindado
por Bloomberg Philanthropies. Durante las audiencias del comité que discutió la
medida, los cabilderos se sentaban junto a los legisladores en una violación
flagrante a las reglas del congreso, según recuerda Óscar Ospina Quintero, un
legislador del partido Alianza Verde. Ospina dijo que protestó por la presencia
de los cabilderos en la cámara, pero que los líderes del congreso no le
hicieron caso.
“La respuesta fue feroz”, dijo Gaviria. “Recuerdo que, durante
uno de los debates, un senador me dijo: ‘En todos mis años en el congreso,
nunca había visto un esfuerzo de cabildeo como este’”.
En octubre, no mucho después de que fue censurada por el
gobierno, Cerón encontró una táctica que podría mantener la atención sobre el
tema sin entrar en conflicto con la orden gubernamental. En un artículo
publicado en un blog en el sitio web de la Alianza por la Salud Alimentaria, se
burló de una telenovela de RCN de los años ochenta llamada Azúcar, que se desarrollaba
en el corazón cañero de Colombia. Garabateó sobre un cartel publicitario de la
telenovela: “Una cosa es ver Azúcar y
otra muy distinta tomarla en exceso”.
Una tienda de Bogotá. En Colombia los refrescos son, por lo general, menos costosos que el agua embotellada.CreditJuan Arredondo para The New York Times
Un abogado de RCN le exigió que borrara la publicación,
arguyendo que se trataba de robo de propiedad intelectual. Ella lo hizo, pero
la televisora presentó una demanda ante fiscales federales que, a su vez,
abrieron una investigación penal. El caso, aún pendiente, implica una posible
multa de 300.000 dólares.
“Si ganan”, dijo Cerón, “quedaré en la ruina económica”.
Más o menos por esa época los empleados de las oficinas de
Educar comenzaron a quejarse de escuchar ecos y otras voces en sus teléfonos
celulares. Sospecharon que podrían estar bajo vigilancia. Para otros era
difícil usar internet en la oficina. En octubre, el teléfono de la oficina de
Cerón dejó de funcionar por completo. “A veces, no podíamos trabajar porque
nuestras computadoras ya no nos obedecían y el ratón hacía lo que quería”, dijo
Diana Vivas, la abogada del grupo.
Lane, de Bloomberg Philanthropies, estaba tan preocupada que
dejó de usar el correo electrónico y el teléfono para hablar de las estrategias
con Educar. Comenzó a comunicarse por las mismas aplicaciones encriptadas que
se usaron después de que se descubrió que se vigilaba a los defensores del
impuesto a los refrescos en México.
Andrés Erazo, el asesor de tecnología de Educar, a quien
llamaron para investigar, dijo que descubrió que el antivirus en las
computadoras había sido inhabilitado. También halló programas espías en el
enrutador de la oficina, que le daba acceso a un tercero desconocido al tráfico
por internet de la organización y la comunicación en línea. De acuerdo con
Erazo, tres teléfonos —incluyendo los de Cerón y Vivas— habían sido afectados
por un programa espía.
Erazo conminó a Cerón a comprar nuevos celulares, pero ella se
negó. “Si nos están escuchando, ¿qué es lo que oirán?”, recuerda que le dijo.
“¡Estamos hablando de una campaña de salud pública!”.
Un examen independiente de las computadoras de Educar realizado
para The New York Times por CSIETE, una empresa de seguridad de internet
en Bogotá, no arrojó registros de ningún programa malicioso. Aunque Giovanni
Cruz Forero, director ejecutivo de la empresa, dijo que los empleados de Educar
habían formateado una de las dos computadoras que la empresa examinó, lo que
habría borrado en gran medida cualquier evidencia de manipulación. Cruz dijo
que también era posible que los intrusos hubieran tomado medidas para borrar
sus huellas digitales. La empresa no analizó los teléfonos celulares de los
empleados de Educar.
Una mañana temprano, a mediados de noviembre del año pasado,
Cerón se despertó asustada a las cinco de la mañana cuando su teléfono comenzó
a sonar. “Cállate, vieja”, le gritó quien llamaba, según un acta que levantó
ante la Fiscalía General de la Nación.
Luego, a principios
de diciembre, Cerón iba camino al gimnasio cuando un hombre que tenía la cara
tapatapada se le acercó y le dio el mismo mensaje: “Cállese”, le
gritó antes de irse: “Cierre la boca”. Cerón informó de ambos sucesos a la
fiscalía. Un portavoz de esa institución se negó a comentar el tema citando las
reglas de privacidad que prohíben la discusión de los casos con las personas
que no están directamente involucradas.
La directiva de Educar dejó de andar sola. Buscó a medios
locales para que hicieran una cobertura de la intimidación, pero ellos también
enfrentaban las presiones de los grupos que se oponían al impuesto.
Presionando a los medios
Acordonadas con guardias armados, perros que pueden detectar
explosivos y máquinas de rayos X parecidas a las de los aeropuertos, las
oficinas centrales del periódico más antiguo de Colombia, El Espectador, son
uno de los complejos más fortificados de ese país. Esas medidas se hicieron
necesarias por algo que se muestra en el sexto piso: detrás de un vidrio está
la amarillenta primera plana que informa sobre el asesinato del editor
Guillermo Cano, a quien le dispararon el 17 de diciembre de 1986 cuando conducía
a su casa desde el trabajo.
Tres años más tarde, un camión bomba hizo pedazos las oficinas
del periódico; murió un reportero y 83 resultaron heridos. Durante las décadas
de los ochenta y noventa, la violencia causó la muerte de una decena de
empleados de El Espectador, víctimas del enojo de los carteles colombianos por
la cobertura del periódico.
Al centro, Fidel Cano, editor de El Espectador, en la redacción del diario en BogotáCreditJuan Arredondo para The New York Times
Los editores de El Espectador dijeron que querían dar voz a
ambos lados en la batalla sobre el impuesto a las gaseosas en las páginas del
periódico, aunque los editoriales ya apoyaban el gravamen.
Los ejecutivos de la industria no estaban contentos con la
postura del diario, pero se enojaron más cuando se produjo un video, como parte
de un programa quincenal llamado La Pulla, que satirizaba a los oponentes al impuesto
por ignorar la evidencia científica sobre los riesgos del exceso en el consumo
de azúcar.
“Una vez que publicamos el video, la cosa se puso fea”, dijo el
editor de temas de ciencia y salud del periódico, Pablo Correa.
Con un tono de indignación que también roza el descaro, La Pulla
aborda los asuntos más polémicos del momento. En el episodio sobre el
impuesto a los refrescos, la conductora María Paulina Baena, con granos de
azúcar sobre los labios, espetaba a la industria y los miembros del congreso
por divulgar información falsa sobre la propuesta de impuesto. Terminaba
el video con la imagen
de una botella de Sprite y el eslogan de uno de los anuncios más
famosos de esa bebida: “Las cosas como son”.
El video se subió justo antes de la medianoche del 15 de
diciembre y rápidamente obtuvo 500.000 vistas. Fidel Cano, el editor de El
Espectador y sobrino de Guillermo Cano, dijo que recibió una llamada por la
mañana de un ejecutivo sénior de publicidad del periódico que le dijo que un
representante de Coca Cola había llamado para protestar y exigir que se
eliminara la botella de Sprite.
Cano se muestra apenado cuando recuerda lo que siguió. Ante el
prospecto de un litigio y la pérdida de las ganancias por publicidad, dice que
ordenó que quitaran la botella. En un pequeño acto de desafío, permitió que se
quedara el eslogan.
El video alterado se hizo viral; atrajo más de dos millones de
vistas y dio pie a una discusión pública sobre la censura y el poder de la
industria refresquera.
“¿Ganaron?”, reflexiona Cano. “Realmente no”.
María Paulina Baena, periodista de El Espectador que escribe y presenta los videos llamados "La Pulla".CreditJuan Arredondo para The New York Times
En una conversación telefónica, el vicepresidente de publicidad
del periódico, Mauricio Umaña, contradijo el relato de Cano, pues dice que no
recibió ninguna llamada de Coca Cola ni de ningún ejecutivo de ninguna otra
refresquera.
Otros medios también sintieron la presión de la industria.
En la filial
colombiana de Vice, el sitio de noticias en línea, el equipo editorial chocó con los
ejecutivos de publicidad de la compañía por sus intentos por suprimir una
columna que criticaba a la industria refresquera. Vice ya había emitido dos
artículos de opinión a favor del impuesto a las gaseosas y la tercera columna
se publicó, aunque no en la página de inicio, por lo que era difícil que los
lectores la encontraran.
El incidente fue uno de los que llevó a la renuncia del editor
fundador de Vice Colombia, Juan Camilo Maldonado. Se negó a ser entrevistado
para este artículo, pero colegas con conocimiento directo de lo sucedido
dijeron que se decepcionó porque la empresa cedió a la presión de los
publicistas de las bebidas.
Un vocero de Vice en Nueva York no habló de los motivos de la
renuncia de Maldonado, pero afirmó: “El hecho de que se hayan publicado todas
las columnas que criticaban a la industria de refrescos habla por sí solo”.
El último día de 2016, los opositores al impuesto lograron la
victoria. Mediante una compleja maniobra procedimental, los líderes del
congreso pusieron fin al impuesto a los refrescos, eliminándolo del amplio
paquete de la reforma fiscal.
“El problema no es solo el azúcar”, dijo Iván Duque, senador de
Centro Democrático, uno de los aspirantes a la presidencia para las elecciones
del próximo año y uno de los críticos del gravamen a las bebidas azucaradas. “Se requiere un plan para combatir la vida sedentaria, mejores etiquetados de
productos y esfuerzos educativos que le enseñen a la gente a comer más fruta,
pescado y vegetales”.
Una nueva bebida
Cerón y su equipo tuvieron una victoria pírrica el pasado 2 de
noviembre, cuando la Corte Constitucional de Colombia revirtió la decisión de
Superindustria de silenciar a Educar e indicó que la agencia “no puede adoptar
ninguna medida que implique un control previo sobre la información”.
“Fue una gran victoria para la libertad de expresión en
Colombia”, dijo Cerón. “Lo que es una lástima es que llegó demasiado tarde”.
Esperanza Cerón en las oficinas de Educar Consumidores, en BogotáCreditJuan Arredondo para The New York Times
El verano pasado, Postobón comenzó lo que llamó “una nueva
estrategia social enfocada en la nutrición”. La campaña, lanzada en
Manaure, una zona rural ubicada al norte de Colombia, trata sobre Kufu, una
nueva bebida con sabor a mango formulada para niños. Es parte del objetivo de
la industria de apoyar la salud pública a través de esfuerzos voluntarios.
Postobón ensalzaba las
vitaminas y los minerales añadidos a la bebida, mencionando que promueven el
desarrollo cognitivo, fortalecen el sistema inmunitario y ayudan a tener huesos
sanos, según un recuento del evento que fue publicado en el
periódico La República, adquirido el año pasado por la Organización Ardila
Lülle.
Postobón señaló que gastará
120.000 dólares para evaluar una iniciativa que proporcionará Kufu de manera
gratuita todos los días a miles de niños pobres de la región.
El artículo en La
República, sin embargo, no menciona un ingrediente clave: el azúcar. De acuerdo
con la etiqueta de la bebida, cada jugo contiene 13 gramos de azúcar, más de la
mitad del nivel diario recomendado para los niños.
Me atrevo a interpelar, por sentirlos muy cercanos, por más que las apariencias parecieran indicar lo contrario; insisto en lo de la cercanía, por que estamos en el mismo bote – que hace agua - , tenemos pesares, angustias y problemas comunes, recién después vienen las diferencias.
La idea es dialogar, hablar de nuestras cosas, hay textos que nos proporcionan la información básica – no única-, solo es una propuesta como para empezar. La continuidad depende de Ustedes, un eventual resultado adicional depende de todos.La idea es hablar desde un “nosotros” y sobre “nuestro futuro” desde la buena fe, los problemas exigen soluciones que requieren racionalidad, honestidad intelectual que jamás puede nacer desde la parcialidad, la mezquindad, la especulación.
Encontraran en “HASTA EL PELO MÁS DELGADO ...”, textos y opiniones sobre una temática variada y sin un orden temporal, es así no por desorganizado, sino por intención – a Ustedes corresponde juzgar el resultado -.Como no he vivido en una capsula, ya peino canas, tengo opiniones y simpatías, pero de ninguna manera significa dogmatismo, parcialidad cerrada.Soy radical (neto sin adiciones de letras ninguna), pero no se preocupen no es contagiosos … creo, solo una opción en el universo de las ideas argentinas. Las referencias al radicalismo están debidamente identificadas, depende de Ustedes si deciden “pizpear” o no.
El acá y ahora, el nosotros y el futuro constituyen la responsabilidad de todos.Hace más de cuatro décadas, en mi lejana secundaria, de una pasadita que nos dieron por Lógica, recuerdo el Principio de Identidad, era más o menos así: “Si 'A' no es 'A', no es 'A' ni es nada”, por esos años me pareció una reverenda huevada, hoy lo tomo con mucho más respeto y consideración. Variaciones de los mismo: no existe un ligero embarazo; no se puede ser buena gente los días pares.
Llegando al Bicentenario – y aunque se me tildé de negativo- siento que como pueblo, desde 1810, hemos estado paveando … a vos ¿qué te parece?. En algún momento perdimos el rumbo y ahí andamos “como pan que no se vende. Cuentan que don Ángel Vicente Peñaloza decía: “Como ei de andar, en Chile y di a pie, cuando hay de que no hay cunque, cuando hay cunque no hay deque”.
De tanto mirarnos el, ombligo y su pelusa, tenemos un cerebro paralitico, cubierto de telarañas y en estado de grave inanición. Padecemos una trágica concurrencia de factores que nos impiden advertir – debidamente -, este, nuestro triste presente y lo que es peor aún, nos va dejando sin futuro.
A los malos, los maulas, los sotretas, los villanos, los mala leche, los h'jo puta, los podemos enfrentar pero … ¿qué hacemos con los indiferentes, con los que solo se meten en sus cosas, y no advierten que el nosotros y el futuro por más que sean plurales son cosas personalisimas? Y luego dicen que quieren a sus hijos y su familia; ¡JA!, ¡doble JA!, ¡triple JA! (il lupo fero).
¡¡EL REY ESTÁ EN PELOTAS!!, dijo el niño de la calle, hijo de padre desconocido y madre ausente, ese niño es mi héroe favorito.
¿QUÉ ES PEOR LA IGNORANCIA O LA INDIFERENCIA?
¡¡NO LO SÉ Y NO ME IMPORTA!!
El impertinente, el preguntón es nuestra esperanza, nuestro “Chapulin Colorado”.
Mis querido “Chichipios” - diría don Tato- no olviden que además de ver el vaso medio vació o medio lleno, hay que saber que contiene – sino que le pregunten a Socrates - ¡Bienvenidos! Adelante. Julio
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