E.E.U.U. Y…
¿LA TRAMA RUSA?
La trama rusa, el zumbido incómodo que tiene en guardia a la Casa Blanca
Tres funcionarios de la campaña de Trump fueron
instruidos de cargos: los primeros resultados de la investigación del
departamento de Justicia han sido recibidos, según los actores políticos, con
cautela, esperanza y recelo
Paul Manafort, George Papadoupolos, Rick Gates - COLLAGE - EFE
El inicio de semana ha sido pésimo
para el presidente Donald Trump.
El exdirector de la campaña, Paul Manafort, y
su asistente, Rick Gates, se entregaron al fiscal especial Robert Mueller.
Se
trata de los primeros resultados de la investigación del Departamento de
Justicia sobre la injerencia rusa en las elecciones de 2016.
Además, George
Papadopoulos, un voluntario asesor de política exterior, llegó a un acuerdo de
culpabilidad a principios de octubre por haber mentido a los investigadores.
Manafort y Gates están acusados de
conspiración, lavado de dinero y evasión de impuestos, entre otros cargos.
Ambos se han declarado no culpables.
Con todo, se encuentran bajo arresto
domiciliario luego de que se le fijaran fianzas millonarias, el uso brazalete
electrónico y el retiro de sus pasaportes.
Papadopoulos
admitió haber mentido al Buró Federal de Investigaciones (FBI) sobre una
conversación que tuvo con un profesor ruso supuestamente conectado con el
Kremlin.
Dijo haber mentido, además, sobre gestiones para organizar reuniones
entre miembros de la campaña y altos funcionarios rusos, e incluso entre los
presidentes Putin y Trump.
La
Casa Blanca señaló que ninguno de los cargos imputados a los tres tiene que ver
con la campaña.
Con todo, testimonios de pasillo de la Oficina Oval aseguraron
que el Presidente estuvo de mal humor durante todo el día.
Y no es para menos:
una encuesta de Gallup reveló que, con las noticias, su popularidad se había
desplomado y llegó al 33 por ciento, la peor cifra de un presidente en siete
décadas.
El
domingo, en una serie de tuits, Trump había reiterado que estaba siendo
objeto de una “cacería de brujas”, negó cualquier colusión
con Rusia y contraatacó señalando a Hillary Clinton y su partido.
“Clinton y
los demócratas son culpables y los hechos hablan por sí mismos. ¡Hagan algo!”,
tuiteó.
En
verdad, la trama rusa es una especie de zumbido incómodo que no deja al
Presidente concentrarse en su gestión ni ufanarse de los buenos números de la
economía.
Por ejemplo, el ritmo de crecimiento de esta en el segundo trimestre
llegó a 3.0%, el mayor en más de dos años; la tasa de desempleo descendió a
4.3% en julio, la menor en 16 años, y se añadieron 209.000 puestos de trabajo;
el consumo aumentó 3.3% y el Dow Jones subió un 12% este año.
Son
buenas noticias, como para celebrar.
Lamentablemente, los titulares han sido
copados por las trifulcas sobre las estatuas confederadas, las críticas a la
National Football League (NFL) y la pelea con Kim Jong-Un.
Frente a cada uno de
estos temas, Trump suelta andanadas de tuitazos en son de ataque o defensa, que
luego sus asesores atemperan y ajustan.
El
martes, restó importancia a los encausamientos, se refirió a los “fake news” y
prefirió concentrarse en su reforma fiscal y no responder a las preguntas de
los reporteros sobre Manafort y Papadopoulos.
Con
todo, si hay un asunto que merece toda la atención —de la prensa, las
instituciones y la sociedad civil— es el de la interferencia rusa.
Las
emociones ni el partidismo pueden ensombrecer la trascendencia de lo que aquí
se dilucida.
Las elecciones constituyen uno de los pilares de la democracia
representativa.
Y cualquier señal aberrante —provenga de los republicanos o los
demócratas, como de cualquier país extranjero—, tendiente a socavar su
credibilidad y erosionar la confianza de los estadounidenses, debe investigarse
en profundidad y castigarse acorde con el estado de derecho.
Ante
una cuestión de tanta gravedad como la investigación que encabeza el fiscal
especial Robert Mueller no convendría apresurarse ni desesperarse.
Todo apunta
a que esta continuará —discreta, pausada e inexorablemente— y que será para
largo.
Hemos visto solo la primera ronda de encausamientos, pero posiblemente
vienen más.
Al menos, se supo que Tony Podesta, hermano mayor del jefe de
despacho del presidente Bill Clinton y jefe de campaña de Hillary Clinton, John
Podesta, está siendo investigado.
Algunos
analistas se entretuvieron adivinando quién sería el próximo inculpado: el
teniente general Michael Flynn, Jared Kushner, yerno de Trump, y Donald Trump
Jr., hijo mayor del Presidente, se contaban en la quiniela.
Meses
atrás, la prensa dio amplia cobertura a la reunión que sostuvieron Manafort,
Kushner y Donald Trump Jr. en junio del 2016 en la Trump Tower con la abogada
rusa Natalia Veselnitskaya, supuestamente conectada con el Kremlin.
El objetivo
de la cita era recibir información perjudicial para Hillary Clinton.
También
trascendieron las reuniones de Kushner con el embajador ruso Serguei Kislyak y
con Serguei Gorkov, presidente del banco ruso Vnesheconombank.
Otra
de las apuestas ha sido si el Presidente despediría a Robert Mueller: la
mayoría coincidió en que, a todas luces, eso es imposible (y no por falta de
deseos), pero algunos dejaron al mandatario un relativo margen de sorpresa.
Por
cierto, medios como The Wall Street Journal y Fox
News han empezado a clamar por la renuncia o el cese del fiscal especial.
Los
encausamientos, que no fueron ninguna sorpresa, han provocado diversas y
variadas reacciones.
DIARIO LAS AMÉRICAS recogió el parecer de personalidades
de la política local.
¿Comenzó el Armagedón?
En
sentido general, los entrevistados son cautos a la hora de expresar juicios.
Andy Gómez, director interino del Instituto de Estudios Cubanos y
Cubanoamericanos (ICCAS), de UM, recomendó “ser cuidadosos, no precipitarse en
hacer juicios ni especular”.
El
excongresista Joe García considera que “aún es muy pronto y no es conveniente
especular. Esto es solo el inicio de una investigación. En este sentido, el
equipo de Mueller ha actuado con mucha discreción. Solamente ellos saben lo que
está sucediendo”, afirma.
Raúl
Más Canosa, analista político, no tiene dudas de que hubo interferencia
extranjera en las elecciones y que seguramente Rusia trató de influir, como lo
ha hecho desde siempre.
“En el caso de Manafort, los cargos se relacionan con
blanqueo de dinero y evasión de impuestos, hechos que datan de 2012.
Sin
embargo, hasta ahora no hay nada que vincule al Presidente con los rusos.
Ya el
caso de George Papadopoulos es diferente: existe una confesión que lo relaciona
con los rusos.
Pero, ¿quién es este hombre? Al menos no era un asesor cercano
al Presidente”, explicó.
Los encausamientos
Lo
que sí fue sorprendente fue la combinación de un caso, aparentemente, alejado
de la trama rusa (Manafort y Gates), con otro (Papadopoulos), donde es evidente
su vinculación.
Algunos han advertido de que Mueller estaría enviando señales a
los escépticos de que la investigación va en serio.
El
anuncio ha sido presentado como algo normal, una etapa dentro de una
investigación, pero también como una maniobra demócrata para torpedear a Trump.
Para
el abogado Lorenzo Palomares, líder de la campaña de Trump en el sur de la
Florida, el objetivo fue descarrilar la reforma fiscal.
“Significa, sin duda,
una bofetada a Trump y, a sus partidarios, pero sobre todo al fiscal general
Jeff Sessions”.
El
analista y escritor Julio M. Schiling coincide en que hay una clara intención
de descarrilar al Gobierno.
“Durante la campaña presidencial los medios de
comunicación y la élite cultural le dieron amplio espacio a Trump porque
pensaron que sería el candidato más fácil de derrotar. No consideraron al
votante invisible que, finalmente, salió a votar el 8 de noviembre. No se
explica por qué, si el FBI tenía información negativa sobre Manafort, no lo
advirtió al equipo de Trump. Por una razón de seguridad tenían que haberlo
hecho. Sencillamente, tendieron una trampa”.
Schiling
añadió que esta “es una maniobra diseñada para poner presión sobre Manafort y
Gates y comprobar si saben algo del tema de la colusión con Rusia. Pero, en
realidad, los cargos que se les imputan no tienen nada que ver con el Presidente”.
Para
el abogado criminalista Nelson Rodríguez Varela está claro que al fiscal
general no le interesa una acusación por lavado de dinero o por no registrarse
como agente extranjero.
“La finalidad es presionar a Manafort para que coopere
con la investigación. Es una persona vulnerable, pues los cargos que se le
imputan son de peso, pero posee información sobre la campaña que puede llevar a
otras personas, de mayor relevancia.
En
un momento dado tendrá que evaluar si su lealtad a Trump vale más que su vida
personal”.
El
abogado presenta un símil. “¿Has visto un hormiguero? En la entrada solo
aparecen unas cuantas hormigas. Pero si lo pisas, salen miles.
Pues bien, lo
que ha hecho Mueller es darle una patada al hormiguero”.
El fiscal
La
actuación de Robert Mueller levanta opiniones encontradas.
Cuando fue nombrado,
a mediados de mayo, recibió un apoyo casi unánime y se exaltó su enorme
prestigio.
Ahora las cosas han cambiado un tanto.
Al
respecto, Joanna Rodríguez, portavoz del congresista republicano Carlos
Curbelo, al contestar a un cuestionario remitido por este diario, afirma que
"desde el nombramiento del director Mueller, el congresista ha apoyado la
investigación. Eso no ha cambiado y el congresista Curbelo cree que Mueller
debe continuar y terminar su trabajo”.
El
académico Gómez espera que el Presidente “deje continuar a Mueller su
investigación sobre la interferencia rusa, pues es probable que aparezcan otras
personas implicadas”.
El
republicano Palomares señala que Mueller no tiene jurisdicción para tratar ese
caso, pues “las imputaciones de cargos no se relacionan con la esa
investigación. Es, por tanto, un proceso viciado y esos 12 cargos pudieran ser
desestimados”.
El abogado cree que Mueller pudiera, perfectamente, “ser
despedido”.
En
contraste, el excongresista demócrata Garcia confía en que no ocurra el despido
de Mueller.
“Es un hombre con una larga trayectoria y mucho prestigio. Pero con
este Presidente ocurren cosas inusuales. No es un político y por ello no está
interesado en el impacto de sus decisiones sobre la opinión pública. Así que
cualquier cosa puede suceder”, indicó.
Schiling
estima que “Trump debería solicitar una investigación independiente para que
analice la conducta de Hillary Clinton y las acciones del Gobierno de Obama.
Mueller
no puede hacerlo; no está capacitado para un análisis efectivo y honesto; él
forma parte de la maquinaria”.
Rodríguez
Varela es de la opinión que la investigación proseguiría, aun cuando caiga
Mueller.
“Ya tiene demasiado vapor para que pueda abandonarse. Mueller está
haciendo lo que se espera de él y creando un ambiente que propicie que otras
personas cooperen”.
El daño
Durante
estos días muchos se han preguntado hasta qué punto las noticias sobre la trama
rusa y estos primeros encausamientos pueden dañar a la Presidencia.
Más
Canosa no cree que la dañe. “No tendrá ninguna repercusión entre los
partidarios de Trump. Desde luego, los medios liberales (CNN, NYT, CNBC) se
darán banquete con la información”.
En cambio, sostiene, sí “le hace daño a la
presidencia y beneficia a los demócratas: “Estoy convencido de que medios como The
New York Times ya han dejado de ser fuentes objetivas; se han
convertido en una extensión del Partido Demócrata. No creo, como dicen de
manera sensacionalista algunos medios, que el Presidente está en el ‘bolsillo
de los rusos’”, acota.
Gómez
cree que “lo más lamentable de todo esto es que daña la agenda del Presidente.
Además, podría profundizar las divisiones entre la Casa Blanca y los
republicanos del Senado”.
“Posee
un potencial de dañar a la presidencia”, considera Rodríguez Varela, “siempre
que otras personas observen lo sucedido con Manafort, sientan miedo de
enfrentar cargos y muestren su disposición de cooperar con el fiscal especial”.
Watergate
El
17 de junio de 1972 cinco personas entraron ilegalmente en el cuartel general
del partido Demócrata el 17 de junio de 1972, ubicado en el edificio Watergate
en Washington D.C., con fines de espionaje.
El escándalo, conocido como Caso
Watergate, provocó la renuncia del presidente Richard Nixon, significó una
recia prueba para la democracia norteamericana y destacó el valioso papel de la
prensa.
A
Gómez los meandros de la investigación le recuerdan al escándalo de Watergate.
“La diferencia con aquella etapa es que ahora las noticias circulan de manera
instantánea”, afirma.
García
no lo ve así. “Richard Nixon era otro tipo de persona; había dedicado su vida a
la política, se regía por principios de la política. Este no es el caso”.
“Hay
que ser cuidadoso con los paralelismos”, expresa Rodríguez Varela.
“Con
Watergate hubo un delito en medio de una campaña política y el Presidente tuvo
que renunciar, aunque nunca se le probó su responsabilidad en los hechos,
aunque sí conocía una parte del asunto”, afirma.
“Ahora habría que tener la
seguridad de que existen pruebas contundentes. En todo caso, la presidencia es
más que un hombre y, si se llegara a obtener dichas pruebas, el Departamento de
Justicia tendría que proceder”.
La prensa
Las
relaciones conflictivas entre el presidente Trump y la prensa también marcan la
cobertura del tema de la interferencia rusa y, en particular, el anuncio de los
encausamientos.
Para
Schiling “el verdadero escándalo no es el de Manafort sino el de la conexión
entre la Fundación Clinton, la secretaria de Estado Hillary Clinton y la venta
de uranio a Rusia, así como la decisión del Partido Demócrata de pagar a un
espía británico para que fabricara un informe negativo sobre el presidente
Trump.
Él está muy molesto porque lo vienen acusando de muchas cosas. En
cambio, la mayor parte de la prensa ignora el escándalo de la venta de uranio”.
García,
por su parte, considera que “la prensa busca la verdad y eso es un proceso que
toma tiempo. Puede que hablemos de que debe ser fair and balanced, pero al final
su misión es hallar la verdad. Y esta saldrá finalmente a la luz”.
Fuente
“DIARIO
LAS AMÉRICAS”, Miami, 31.10.2017
No hay comentarios:
Publicar un comentario