LA SEÑORA FERNÁNDEZ, BÁEZ Y...
UNA CORBATA
"Cristina Kirchner
negoció la detención de Lázaro, era él o ella"
En su nuevo libro, “El negocio
político de la obra pública”, el periodista Luis Gasulla recorre la historia de
la patria contratista, desde Menem hasta la corrupción K y la familia Macri.
Infobae publica un explosivo adelanto
27 de febrero de 2017
Cristina Elisabet Kirchner y Lázaro Báez, enemigos íntimos
Mientras hojeaba La razón de mi vida, el
libro autobiográfico de Eva Duarte de Perón, y degustaba las mieles del poder,
Lázaro Báez jamás imaginó que la corrupción sería televisada.
Menos aún la
suya.
Su caída
libre comenzó luego de la muerte de su amigo Néstor Kirchner.
El día anterior
habían compartido varios whiskys en su casa en El Calafate.
Lo veía decidido a
ser candidato a presidente en las elecciones de 2011.
Todo cambió con su
inesperada muerte.
Cristina Kirchner y su hijo tenían otros planes para Báez.
En su entorno están convencidos de que
fueron los máximos responsables de su detención: "Luego de perder las
elecciones de 2015, la gente quería ver presos a los kirchneristas. Después de
Cristina, el símbolo de la corrupción era Lázaro. Era ella o el amigo. Cristina
lo negoció".
En abril
de 2013, el programa televisivo de Jorge Lanata difundió una histórica
investigación periodística denominada "la ruta del dinero K" en la
que incluyó testimonios del financista Federico Elaskar y el
"valijero" Leonardo Fariña; este último, en dos cámaras ocultas.
La
opinión pública comenzaba a tomar por válida la denuncia de Elisa Carrió
—realizada en 2005— en la que aseguraba que Báez era un simple testaferro de
Kirchner.
"Si Lázaro
y Néstor hubiesen tenido testaferros no habrían terminado así. La querían toda
para ellos. La avaricia lo llevó a la cárcel", concluye el confidente del empresario,
contrariando a la líder de Cambiemos.
"Lázaro nunca fue el testaferro.
Eran socios con Néstor. Socios en todo", afirma Leonardo Fariña.
El fiscal José María
Campagnoli comenzó a investigar el envío al exterior de 55 millones de euros
durante seis meses, tras la muerte de Kirchner, por parte de sociedades vinculadas
con la familia Báez.
Ya nos hemos referido al apartamiento del histórico
financista de Néstor Kirchner, Ernesto Clarens, en beneficio del contador
Daniel Pérez Gadín.
Así se quebró la confianza entre los protagonistas y el
sistema de acumulación de poder y dinero comenzó a derrumbarse.
El 15 de abril
de 2013, el juez federal Sebastián Casanello quedó a cargo de la investigación.
La procuradora general Alejandra Gils
Carbó inició una feroz embestida contra Campagnoli para apartarlo.
Cristina
comandaba el ataque desde las sombras.
Los servicios de inteligencia
obedecían, mientras un sector dirigido por Antonio "Jaime" Stiuso
filtraba información al Grupo Clarín.
En diciembre de 2014, la Cámara
Federal cuestionaba el lento accionar de Casanello y pedía al juez realizar una
investigación patrimonial de los sospechados.
Lo haría luego del cambio de
gobierno nacional y del recordado video en el que se vio al hijo mayor de Báez
contando dinero en La Rosadita con Pérez Gadín.
En 2016, el juez procesó a Lázaro
Báez, a su hijo Martín, a su contador y a su hijo Sebastián, junto con el
piloto Walter Zanzot, el abogado Jorge Chueco, Julio Enrique Mendoza, Claudio
Fernando Bustos, César Fernández y el mediático Fabián Rossi.
El 18 de abril, detuvieron al
empresario en el aeropuerto de San Fernando ya que, según la Justicia, existía
peligro de fuga.
No tenía plan de vuelo, dato que fue desmentido.
Portada de “El negocio político de la obra pública”, de Luis Gasulla junto a Alicia Panero y Juan Parrilla (Sudamericana)
El día
que Báez entregaría a Cristina
El
mediodía del 24 de junio de 2016, Lázaro Báez llegó a los tribunales de
Comodoro Py custodiado por personal del Servicio Penitenciario Federal.
Trasladado desde la cárcel de Ezeiza, el empresario debía declarar ante la Sala
II de la Cámara Federal para aportar información sobre el supuesto encuentro, producido en
septiembre de 2015, en la quinta de Olivos, entre el juez federal Sebastián
Casanello y la ex presidenta.
"Yo estaba y los vi", me dijo un mes
después Báez.
Ese
día lo recibieron los camaristas Eduardo Farah y Martín Irurzun.
Horacio
Cattani no asistió por un problema de salud.
El fiscal de cámara Diego Velazco
fue quien realizó las preguntas más incisivas al empresario.
Según Báez, los
camaristas lo escucharon atentamente ante la gravedad de sus denuncias.
La
supuesta visita de Casanello a Cristina Kirchner en Olivos era la excusa
perfecta para apartar al juez de esa causa. (…)
Apartar al juez que, hasta
diciembre de 2015, no había avanzado en forma constante y regular en la
investigación, no implicaba la absolución del empresario.
Había otros
intereses, pues ese juzgado es clave para "controlar" al actual gobierno
en dos causas clave como Panamá Papers y la fiesta electrónica de Time Warp,
además de la supuesta influencia en la justicia del dirigente futbolístico
amigo de Macri, Daniel Angelici.
¿Cómo
ibas a confiar en un juez al que le pagabas para que no te investigara?, se
preguntaban en el entorno de Báez.
Si el empresario pagó por protección, la
plata jamás le llegó a Casanello.
Hubo dos abogados, vinculados con los
servicios de inteligencia, que le dijeron al empresario detenido que tanto el
juez como el fiscal Marijuán pedían dos millones de dólares para apartarlo de
la causa.
Si Báez pagó o no esa suma, es un misterio.
Lo cierto es que hubo
otro abogado que debió renunciar en medio de un fuerte cruce de acusaciones por
un faltante de dinero.
Pablo Medrano
fue el cerebro judicial en las sombras durante gran parte de la defensa de
Báez.
El ex hombre de confianza del
suicidado Alfredo Yabrán era señalado por el entorno de Báez por haber elegido
una estrategia demasiado pasiva en su defensa.
El empresario quería otra cosa.
Después de la dupla Rubinovich y Sal Lari, relacionados con Eugenio Zaffaroni,
Liliana Costa convenció a Lázaro Báez de contratar a un abogado que lo
instalara en los medios como una víctima y un perseguido político.
Maximiliano
Rusconi le ganó la pulseada a Fernando Burlando tras convencer a la familia de
su futuro defendido de que él se había reunido con el juez que lo investigaba y
que había negociado la prisión domiciliaria.
Según las fuentes consultadas, el
supuesto encuentro jamás existió, pero ese rumor y sus antecedentes en la
increíble defensa de Diego Lagomarsino inclinaron la balanza en su favor
frente a la mediática propuesta de Fernando Burlando.
Sus peleas con los
abogados defensores de los hijos de Báez resultaron antológicas.
Los clientes
son los verdaderos perdedores cuando los abogados pierden el tiempo peleándose
entre sí.
A esa altura, para los adláteres del ex poderoso empresario, Báez era
"el preso del Grupo Clarín".
Rusconi
todavía no estaba en los planes de Báez aquel mediodía del 24 de junio de 2016.
"Ese día iba a contar todo; aún nos preguntamos qué lo hizo cambiar de
parecer", revela una fuente de extrema confianza del empresario, y
agrega: "Se había orquestado una reunión
previa en la que Báez había pedido algunas condiciones para apuntar contra
Cristina y, si estaba todo bien, él hablaría".
La señal
que esperaba Báez —comunicarse con un detenido de sus características no es
tarea sencilla ya que, en prisión, las llamadas se graban y están monitoreadas—
era una corbata.
Si Martín Irurzun acompañaba su elegante traje con una corbata
amarilla, Báez tenía vía libre para ventilar todos sus secretos financieros y
su verdadera relación con el saliente gobierno.
La señal solo la conocían
cuatro personas.
Una de ellas aguardaba detrás de la puerta.
La corbata era la
acordada, pero Báez insistió en que no entendía por qué seguía detenido.
Fuente
“infobae”, 27.02.2017
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