ACEITE Y MANTECA... ¿QUÉ PASÓ?
Miércoles 03 de Agosto de 2016
Las "corridas" por el aceite y la
manteca: una combinación letal entre la "herencia K" y la imprevisión
macrista
03-08-2016 El Gobierno apuesta por una
Argentina como "supermercado del mundo" pero debe lidiar con la
escasez de alimentos clave de la canasta básica.
Mientras los empresarios se
tiran la pelota y crece el malhumor social, surgen voces que advierten que los
funcionarios están corriendo detrás del problema
Ironías de la política: cuando Mauricio Macri protagonizaba
el regreso “triunfal” de unpresidente a La Rural e
insistía con que el país debía “dejar de ser el granero para ser elsupermercado del mundo”,
los argentinos se volcaban en masa a comprar aceite ante elriesgo
inminente de desabastecimiento y de un salto
de precios.
Y, en momentos en que todavía resuena su discurso
inaugural, en el que le pedía al campo que sintiera “que se le ha sacado la
pata de encima y se le está tendiendo la mano”, los consumidores se preparan
para enfrentar la falta de otro producto clave de la canasta
básica: la manteca.
Tras el paquete de medidas “pro agro” y otras a favor
de las economías regionales, el Presidente nunca imaginaba tener que
lidiar con la escasez de estos alimentos esenciales.
Durante el pico máximo de la última “corrida”, todos los canales
de televisión tenían móviles apostados en las puertas de los comercios; los
cronistas, en tanto, perseguían a funcionarios del Gobierno y algunos medios
resaltaban casos condenables y que no hacían más que
profundizar el malhumor de la sociedad, como los de los
comercios que exigían la compra de otro
alimento por cada unidad de aceite, especulando con la necesidad de
los consumidores.
Estas imágenes, de clientes pujando por una botella y
empresarios tirándose la pelota, supuso un paralelismo con lo que ocurrió hace
dos años, cuando lo que faltaban en las góndolas era yerba y el entonces
ministro de Economía, Axel Kicillof, hasta llegó a amenazar con cerrar
las exportaciones.
Otra “corrida” muy recordada que padeció el kirchnerismo fue
la de los tampones, que tuvo lugar durante febrero del año pasado y
que también fue una consecuencia directa de las políticas de
aquel gobierno.
Como la mayor parte de estos productos de higiene personal no se
producen en el país sino que se importan de Brasil, el año pasado, el
reforzamiento del “cerrojo” a las importaciones para cuidar
los dólares derivó en una momentánea escasez.
Con un problema de oferta y una demanda fogoneada por el súbito
faltante, todo estuvo dado para que estallara el problema.
El hecho, incluso, fue tendencia en Twitter cuando el entonces
secretario de Comercio, Augusto Costa, denunció que se había producido una “corrida
contra el tampón, inducida por una operación mediática”.
Ahora, el Gobierno de Macri es el que debe sortear el malhumor generalizado ante la escasez y las subas especulativas de dos
productos esenciales en la dieta de los argentinos.
Por cierto, a primera vista, resulta llamativo que en
la Argentina falten en las góndolas grasas de origen
vegetal y animal, dado el papel relevante que ocupa el país en el comercio
global.
Según datos oficiales, el país se ubica como el:
• Primer exportador mundial de aceite de soja.
• Cuarto exportador de aceite de girasol.
• Noveno productor de leche, superando a
naciones como Australia o Canadá.
• Decimotercer país elaborador de manteca.
Además, según datos de la Bolsa de Comercio de Rosario, la Argentina cuenta
actualmente con el complejo industrial oleaginoso más
importante a nivel mundial en plena actividad.
Además, el país posee el polo industrial oleaginoso del Gran Rosario,
que es el más importante del mundo a nivel de concentración
geográfica.
¿Cómo es posible entonces que falte aceite en un país
con capacidad para producir más de 10 millones de toneladas de
aceites vegetales al año y que se da el lujo de exportar casi
el 70% del total y destinar otro porcentaje a la generación de biodiesel para
mover tractores y camiones?
En medio del cruce de acusaciones, lo que quedó en claro fue la preocupante
falta de cintura que mostró el Gobierno para darle una rápida solución a
la crisis, en un contexto en el que desde varias entidades
empresarias venían alertando desde hacía tiempo que había un cuello de
botella a punto de explotar.
Y para que salte el problema, bastó apenas una declaración radial de un
sindicalista.
En concreto, del secretario general de la Federación de
Trabajadores Aceitero, Daniel Yofra, quien había señalado que el precio de la
botella de aceite iba a triplicarse en una semana.
¿La razón? El Gobierno de Macri había decidido ponerle fin a un esquema de compensaciones para el mercado
interno que había sido creado en el año 2008 por
el entonces secretario de Comercio, Guillermo Moreno.
El mecanismo consistía en la conformación de un fideicomiso de empresas
aceiteras exportadoras que tenían que destinar el 1,2% de
sus ventas al exterior de aceite de soja
y girasol para mantener “pisados” los valores de
venta al público de esos mismos productos en el mercado interno, ofrecidos a
través del plan Precios Cuidados.
La declaración del gremialista, por cierto, encontró eco en las redes,
hasta transformarse en una de las noticias más viralizadas.
Las corridas al supermercado y las maniobras
especulativas fueron la consecuencia inmediata.
En diálogo con iProfesional, Andrés Alcaraz, gerente de
Relaciones Institucionales de la Cámara de la Industria Aceitera (CIARA), hizo
referencia a la aparición de un “cisne negro, que fue la inesperada e imprudente
declaración del sindicalista, que se hizo carne rápidamente en todo el
país, generando un auténtico imprevisto”.
Ahora bien,¿hubo especulación y faltantes por
el lado de la industria, frente a la inminente desregularización
del precio?
Desde CIARA se defendieron y aseguraron a este medio que “todas las
fábricas mantuvieron el flujo de provisión normal, en todo
momento”
.
“Lo que sí hubo fueron algunas conductas de estoqueo a
lo largo de los eslabones de la cadena de distribución y comercialización.
Nosotros abastecimos con total normalidad”, afirmó Alcaraz.
En medio de esta pulseada, hasta el Gobierno se encargó
de despegar a las aceiteras del problema,
negando que hayan apelado a maniobras especulativas.
En cambio, cargaron contra
el eslabón comercial por algunas prácticas desleales.
Incluso, el propio Ministerio conducido por Francisco Cabrera informó
que, durante los días más críticos, realizaron controles pero que los mismos “no
reflejaron faltantes de producción de aceite ni problemas de
estacionalidad”.
Desde el sector supermercadista coinciden en que el flujo no se
cortó, pero advirtieron que sí hubo falta de previsión por
parte del Gobierno, ya que se decidió avanzar con el desarme del
fideicomiso sin analizar los niveles de stock ante una posible
“corrida”.
“El precio de los aceites de girasol, de maíz y el mezcla, que
representan cerca del 80% de las ventas de un supermercado,
estaban regulados y tenían entregas cuotificadas”,
advirtió el directivo de una de las principales cámaras de supermercados.
“Este no era un problema nuevo y el macrismo lo sabía.
Hace casi
una década que venimos justísimos.
Continuamente estamos
cerca del quiebre de stock y pasa casi todos los meses que hay
clientes que no encuentran la marca que quieren y tienen que llevar otra.
El mercado
del aceite está continuamente al límite”, agregó.
Acto seguido, afirmó que “ya le habíamos planteado a este Gobierno que podríamos
vender más aceite y sin fijar un tope de unidades
por cliente si nos vendieran más.
Pero esto no cambió y por eso,
apenas se disparó la demanda, terminamos ´mordiendo la banquina´”.
En tanto, Alberto Guida, presidente de CADAM, cámara que agrupa a los
distribuidores mayoristas de alimentos, fue en un sentido similar, al afirmar
que “desde hace cerca de cinco años recibimos, de parte de la
industria productora, una cuotificación fija de mercadería.
Es algo histórico. Estamos mal abastecidos, porque no
se tuvo en cuenta que creció la población”.
Desde el punto de vista de la comunicación y el manejo de la crisis, el
analista Diego Dillenberger también encontró una estrategia
algo fallida: "Tal como sucedió con el anterior gobierno, estaba latente
el riesgo del estoqueo. Por eso, hubiese sido más
atinado coordinar previamente con el sector productivo para garantizar una mayor
oferta”.
Ahora bien, ¿por qué el macrismo avanzó con esta decisión de desarmar el
fideicomiso, justo en un contexto en el que el humor venía crispado tras
las subas de tarifas?
Ignacio Werner, asesor del Ministerio de Producción, dio una explicación
que convenció a pocos:
“El fideicomiso llevó el
precio del aceite a un valor muy por debajo del real, poniendo en
riesgo los miles de empleos en la cadena de valor de la industria”.
"Hemos trabajado para normalizar la situación. En este sentido,
valoramos el comportamiento responsable de la industria en el acuerdo de hoy”,
agregó Werner, en referencia al compromiso de las aceiteras de
ajustar los precios con un tope del 4%.
Algunas voces críticas al macrismo
hicieron
hincapié en que este fue un mal momento para avanzar con el
desarme del fideicomiso, especialmente luego de que la suba de tarifas
crispara el humor de la sociedad.
Como contrapartida, desde CIARA argumentaron que, entre enero y julio,
la compensación costó u$s120 millones y fue "bancada"
por el bolsillo de las multinacionales.
Frente a este argumento, los economistas que se oponen a la decisión
advirtieron que esta cifra representa una pequeñísima
fracción frente a la mejora de la rentabilidad que
obtuvieron las multinacionales tras la devaluación y quita de retenciones.
En medio de este cruce, el economista Jorge Colina, de IDESA, planteó el
argumento del "mal necesario".
"Son tantas las distorsiones acumuladas desde la
anterior gestión, que cuanto antes se aborden y se resuelvan, mejor”,
sostuvo.
“Haber pospuesto el desarme del
fideicomiso hasta
encontrar un mejor momento hubiese significado apelar a la
misma estrategia del kirchnerismo.
Medidas como estas tienen costos y
hasta pueden ser algo traumáticas, pero hay que hacerlas en
algún momento”, agregó.
Ahora, problemas con la manteca
Recién recuperándose de la primera “corrida”, el
Gobierno ahora debe enfrentar otra: el propio ministro de
Agroindustria, Ricardo Buryaile, admitió este lunes que “va a faltar
manteca”.
A diferencia del problema del aceite, la
súbita escasez de manteca obedece a la crisis
estructural que, desde hace años, castiga a la industria
láctea a lo largo de toda la cadena.
Es decir, desde los productores
primarios hasta las industrias.
En diálogo con iProfesional, Manuel Ocampo, director de la
Asociación de Productores de Leche (APL), precisó que “el año pasado generamos 11,2
millones de litros, apenas 0,5% más que en el año 1999,
cuando otros países incrementaron la producción un 40% y hoy
están al mismo nivel que la Argentina pero con la mitad de
empleos”.
El problema es que, “por cuestiones climáticas, en lo que va del año la producción se desplomó casi
un 25%, esto generó que los excedentes de leche quedaran muy
justos.
Y como la manteca es un subproducto que se hace con la grasa de
la leche, al haber menos materia prima, sí o sí cae la
producción”.
Desde la Asociación de Pequeñas y Medianas Empresas Lácteas aseguraron
que en 30 días, cuando haya crecido el pasto en los campos y mejore
la alimentación de los animales, la producción se recuperará.
Sin embargo, Ocampo advirtió que la crisis está instalada y
“podrá repetirse ante cualquier nuevo problema climático”.
El principal problema es que la "maquinaria" generadora de leche,
que es el rodeo vacuno, está cayendo en
picada.
"Hasta hace unos años, cuando los productores estaban en apuros,
vendían las vacas a un tambo más grande y competitivo.
Ahora que los costos se
dispararon y que no hay rentabilidad, ningún tambo compra animales y
las vacas terminan en el frigorífico”, apuntó
Ocampo.
Según datos del Departamento de Agricultura de EE.UU. (USDA), la Argentina contaba
con 2,2 millones de vacas lecheras en 2012.
Para este 2016 se
estima que quedarán 1,7 millones.
Es decir que en apenas cuatro
años se habrá perdido el 22% del rodeo.
Frente a este cuadro, el organismo pronostica que de las 58.000
toneladas de manteca que se elaboraron en el país en
2012, este año se producirán apenas 42.000, un derrumbe del 27%.
En este contexto, cayeron como un trago amargo las palabras de Buryaile,
quien afirmó que había una decisión deliberada de la industria de
“producir menos leche” y que si bien coincidía con el planteo de la
menor rentabilidad de los tamberos, adelantó que “no podemos hacer que le cierren los números a costa
de plata que no
tenemos”.
“Hay faltante de manteca porque los productores decidieron producir más
queso, que es más rentable. Nosotros no nos podemos meter en
esas decisiones, que son privadas del productor",
agregó el ministro.
La postura de Buryaile es abiertamente opuesta a
la que tenían funcionarios de la anterior administración, como
Ricardo Echegaray o Guillermo Moreno, partidarios
de un fuerte intervencionismo para garantizar lo que llamaban
la "mesa de los argentinos".
Si bien estos controles durante la era K fueron
sinónimo de distorsiones, los productores tampoco se
sienten cómodos con la estrategia que plantea el macrismo, de dejar a la industria
librada a su suerte.
Para Ocampo, la situación actual –en la que la falta de manteca es la
punta del iceberg- podría haberse evitado.
“Para comenzar, deberían haber generado una comisión para
hacer un diagnóstico profundo del sector lácteo y relevar los serios
problemas de competitividad.
Hasta el momento, nada de esto se
hizo”, apuntó.
En segundo lugar, cruzó a Buryaile, al asegurar que “por más que la
actual sea una herencia de la anterior gestión, este Gobierno sí se
tiene que hacer cargo de los problemas de esta industria
estratégica”.
“El macrismo
debería crear un Fondo de Reparación Histórico, considerando la continuidad
jurídica del Estado, que debe corregir el daño,
profundo y extendido, causado por el gobierno anterior”, concluyó
Ocampo.
fuente
“iProfesional”, 03.08.2016
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