Entre el cielo y el barrio
El
Papa Francisco es populista y diluye las esperanzas de los que esperaban
reformas éticas
La palabra de un Papa siempre es parte relevante del debate internacional.
Robustece su eco no solo la dimensión de la Iglesia católica sino la circunstancia de que las demás corrientes religiosas, cristianas, judías o aun musulmanas, no tienen un vocero único y formal.
Conservadora en los temas de familia y bioética, liberal en el enfrentamiento de las democracias a las caducas estructuras del comunismo europeo, fue influyente y protagónica.
Esa buena señora celebró el atentado contra las Torres Gemelas, en tiempos en que llamaba fascista al entonces cardenal Bergoglio.
Cuando éste llegó a Papa la recibió ostentosamente, para que en la puerta vaticana despotricara con violencia contra el presidente Macri, el compatriota electo por su pueblo, al que por entonces había recibido con una frialdad tan notoria que asombró al mundo.
El hecho es que ahora, en el mismo instante en que la señora de Bonafini se resistía a acatar un mandato judicial, pudo ella leer una carta de Su Santidad en que le decía: “No hay que tener miedo a las calumnias. Jesús fue calumniado y lo mataron después de un juicio dibujado con calumnias. La calumnia solo ensucia la conciencia y de quienes la arroja”.
La destinataria pudo regodearse comentando en la televisión: “Casi no me compara con nadie…”.
También es incomprensible que no atendiera un reiterado pedido del presidente electo Sebastián Piñera para un encuentro personal.
Hasta sus colegas jesuitas no fueron complacientes con él.
Allí, en cambio, fue ideológicamente bien claro: “Se estaba buscando un camino hacia la Patria Grande y de golpe cruzamos hacia un capitalismo liberal inhumano que hace daño a la gente”.
En una palabra, con Cristina Kirchner, Correa, Dilma, Evo y Maduro, íbamos hacia la Patria Grande bolivariana que hoy solo sustenta el venezolano… En cambio, habla de un “liberalismo inhumano” que ¿quién sostiene hoy?
¿Acaso el gradualista Macri, que trabajosamente va enderezando a la Argentina con el cuestionamiento de muchos economistas liberales?
¿El traidor Lenín Moreno que ha impedido la monarquía de Correa?
¿Piñera, que ya fue presidente y no desmontó la obra social de los gobiernos de la Concertación?
O abjurando del “mercado libre, la globalización, el crecimiento económico o el consumo”.
Por cierto, se ha negado reiteradamente a entender el valor social y democrático del desarrollo de las “clases medias” y hoy por hoy diluye las esperanzas de un mundo, creyente o no, que esperaba reformas éticas que superaran la condenación anacrónica de los divorciados o del uso de anticonceptivos, que ayudan a que la maternidad sea algo querido y no una fatalidad a la que resignarse.
Como ciudadano, en cambio, desearía que ayudara a defender la libertad individual, los sistemas democráticos y una economía moderna que —regulada por reparadoras leyes sociales— genere riqueza para poder distribuir.
Es desde ese ángulo que lamento que los Gobiernos, aun socialdemócratas, no encuentren esa voz de apoyo para luchar contra la pobreza mediante un real desarrollo, basado en la productividad, bien lejos de la demagogia que condena a los pobres, como ocurre en la doliente Venezuela de hoy.
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