20 mar 2020

INTENCIONES Y… EL CAMINO DEL INFIERNO










INTENCIONES Y…
EL CAMINO DEL INFIERNO


¿Qué pasó con el hijo de Carlos Menem? Jamás lo sabremos sin una reforma judicial en la Argentina

El presidente prometió acabar con la “discrecionalidad judicial”

Es una decisión correcta, pero todo dependerá de cómo se aplique la letra chica.





Credit...Agustin Marcarian/Reuters




Por Hugo Alconada Mon

El autor es periodista argentino.



18 de marzo de 2020


BUENOS AIRES — El 15 de marzo de 1995, el hijo del entonces presidente, Carlos Menem, murió al costado de una ruta argentina cuando se estrelló el helicóptero que piloteaba. 

La justicia del país pronto concluyó que se trató de un accidente causado por la conducción temeraria del muchacho. 

Pero veinticinco años después, su madre aún sostiene que se trató de un atentado. 

Y muchos comparten sus sospechas: descreer de las conclusiones de la investigación judicial es algo usual en la Argentina.


Desde hace décadas, muchos jueces y fiscales argentinos son vistos como venales, cómplices del poder de turno. 

En particular aquellos que deben investigar casos sensibles —como las muertes del fiscal Alberto Nisman o del hijo de Menem— o actos groseros de corrupción que terminan impunes, con sus protagonistas libres, ante la mirada sorprendida, luego asqueada y, por último, resignada de la sociedad.


Ahora, el flamante presidente Alberto Fernández promete reformar este vals de la vergüenza. 

Lo anunció al asumir el poder, el 10 de diciembre, y lo reafirmó al inaugurar las sesiones legislativas, el 1 de este mes.


Entre aplausos de diputados y senadores, Fernández anticipó que impulsará un “reordenamiento de la justicia federal” para evitar que manipulen los expedientes “en función de los tiempos políticos” y terminar con “la arbitrariedad” de muchas detenciones y la “discrecionalidad judicial”.


Sus palabras, sin duda, apuntan en la dirección correcta. 

La pregunta es cómo será la letra chica de su anuncio, eclipsado ahora por el azote del coronavirus. 

A pesar de la pandemia, Fernández debe hacer lo correcto: reformar un Poder Judicial que ha sido servil desde hace muchos años y sin credibilidad a los tribunales argentinos.


Transcurridos cien días desde que Fernández ingresó a la Casa Rosada, los cruciales detalles de la reforma siguen en manos de un círculo muy pequeño y cerrado de asesores, y apenas se conocen algunos trazos genéricos del eventual plan de acción.


Por ejemplo, se ha revelado que elevaría de doce a cincuenta el número de juzgados federales de Comodoro Py a cargo de investigar en Buenos Aires los delitos cometidos por los funcionarios nacionales

También, que le otorgaría más facultades y herramientas a los fiscales para que ellos sean los que investiguen, dejando a los jueces en un rol más pasivo que el actual (ahora, para bien o para mal, pueden hacer y deshacer con mucha libertad los expedientes sensibles). 

Con la reforma, jueces como el fallecido Claudio Bonadio ya no podrían avanzar como lo hizo en la “causa de los cuadernos”, pero potenciaría a fiscales como Carlos Rívolo cuya investigación inicial terminó llevando a la cárcel al exvicepresidente Amado Boudou

O como José María Campagnoli, cuya pesquisa preliminar también puso contra las cuerdas al presunto testaferro de la familia Kirchner, Lázaro Báez, quien hoy, detenido, afronta un juicio oral.


Pero a partir de esos trazos, las preguntas se amontonan. 

¿Cómo se seleccionará a los jueces de la reforma? 

¿Nombrarán también una cantidad acorde de fiscales? 

¿Qué pasará con los expedientes ya en trámite en los juzgados que cambiarán de funciones?

Por ahora son preguntas sin respuesta, pero que conforman la letra chica que llevarán a una reforma excelente. O a una lamentable.

Porque si el método de selección de los jueces genera que el poder político elija a sus “amigos”, estaremos ante más de lo mismo, ¡pero potenciado por cincuenta!


Por eso, un eje insoslayable de una verdadera reforma judicial debe pasar por la corrección de los vicios del Consejo de la Magistratura, el órgano encargado de seleccionar jueces dignos y honestos y removerlos si incurren en mala conducta.


“Que empiecen por despolitizar el Consejo de la Magistratura y a partir de ahí se puede hacer algo serio”, planteó el propio Carlos Rívolo.

“Concentrarse en Comodoro Py es errar el tiro. Ya lo erró Carlos Menem, cuando pasó de seis jueces federales a doce. ¿Ahora tendrán 50? ¿Qué harán cuando el 47 haga algo que no les guste?”.


Las respuestas concretas que ofrezca Alberto Fernández a estas preguntas podrían, a su vez, chocar con los intereses de múltiples factores de poder. 

Entre ellos, los de muchos jueces que se benefician con el régimen imperante, ya que negocian impunidad por ascensos, nombramientos de familiares en el Estado o, más crudo, por dinero. 

También, los de su jefa política y hoy vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner —quien arrastra una decena de acusaciones criminales, algunas ya en instancia de juicio oral—, y los intereses de la hoy oposición que, mientras Mauricio Macri ocupó la Casa Rosada, boicotearon investigaciones contra algunos de los magistrados más controvertidos de las últimas décadas a cambio de que no los investigaran.


La reforma en ciernes podría alimentar las esperanzas de contar con un Poder Judicial sano, independiente, eficiente y creíble. 

O reforzará las suspicacias de los argentinos que, una y otra vez, siguen sin saber si al fiscal Nisman lo mataron o se suicidó o si el hijo del presidente Menem se estrelló en su helicóptero por imprudencia o fue el tercer atentado de los noventa tras los ataques a la embajada de Israel y la sede de la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA).


Para que esas dudas tengan respuestas creíbles, Alberto Fernández debe encarar una reforma ambiciosa, que vaya más allá de los tribunales de Comodoro Py, corrija las deformaciones del Consejo de la Magistratura y regenere el círculo virtuoso de un Poder Judicial manoseado desde hace décadas.


El momento inusitado que vivimos, mientras el coronavirus se propaga y la emergencia de salud aumenta, no debe hacer que esta promesa de su gobierno quede en la nada. 

La credibilidad de la justicia argentina está en juego.










Hugo Alconada Mon (@halconada) es abogado, prosecretario de redacción del diario La Nación y miembro del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ). Es autor de La raíz (de todos los males).



Fuente

“THE NEW YORK TIMES”, EE.UU. 18.03.2020

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Me atrevo a interpelar, por sentirlos muy cercanos, por más que las apariencias parecieran indicar lo contrario; insisto en lo de la cercanía, por que estamos en el mismo bote – que hace agua - , tenemos pesares, angustias y problemas comunes, recién después vienen las diferencias.

La idea es dialogar, hablar de nuestras cosas, hay textos que nos proporcionan la información básica – no única-, solo es una propuesta como para empezar. La continuidad depende de Ustedes, un eventual resultado adicional depende de todos.La idea es hablar desde un “nosotros” y sobre “nuestro futuro” desde la buena fe, los problemas exigen soluciones que requieren racionalidad, honestidad intelectual que jamás puede nacer desde la parcialidad, la mezquindad, la especulación.

Encontraran en “HASTA EL PELO MÁS DELGADO ...”, textos y opiniones sobre una temática variada y sin un orden temporal, es así no por desorganizado, sino por intención – a Ustedes corresponde juzgar el resultado -.Como no he vivido en una capsula, ya peino canas, tengo opiniones y simpatías, pero de ninguna manera significa dogmatismo, parcialidad cerrada.Soy radical (neto sin adiciones de letras ninguna), pero no se preocupen no es contagiosos … creo, solo una opción en el universo de las ideas argentinas. Las referencias al radicalismo están debidamente identificadas, depende de Ustedes si deciden “pizpear” o no.

El acá y ahora, el nosotros y el futuro constituyen la responsabilidad de todos.Hace más de cuatro décadas, en mi lejana secundaria, de una pasadita que nos dieron por Lógica, recuerdo el Principio de Identidad, era más o menos así: “Si 'A' no es 'A', no es 'A' ni es nada”, por esos años me pareció una reverenda huevada, hoy lo tomo con mucho más respeto y consideración. Variaciones de los mismo: no existe un ligero embarazo; no se puede ser buena gente los días pares.

Llegando al Bicentenario – y aunque se me tildé de negativo- siento que como pueblo, desde 1810, hemos estado paveando … a vos ¿qué te parece?. En algún momento perdimos el rumbo y ahí andamos “como pan que no se vende. Cuentan que don Ángel Vicente Peñaloza decía: “Como ei de andar, en Chile y di a pie, cuando hay de que no hay cunque, cuando hay cunque no hay deque”.

De tanto mirarnos el, ombligo y su pelusa, tenemos un cerebro paralitico, cubierto de telarañas y en estado de grave inanición. Padecemos una trágica concurrencia de factores que nos impiden advertir – debidamente -, este, nuestro triste presente y lo que es peor aún, nos va dejando sin futuro.

A los malos, los maulas, los sotretas, los villanos, los mala leche, los h'jo puta, los podemos enfrentar pero … ¿qué hacemos con los indiferentes, con los que solo se meten en sus cosas, y no advierten que el nosotros y el futuro por más que sean plurales son cosas personalisimas? Y luego dicen que quieren a sus hijos y su familia; ¡JA!, ¡doble JA!, ¡triple JA! (il lupo fero).

¡¡EL REY ESTÁ EN PELOTAS!!, dijo el niño de la calle, hijo de padre desconocido y madre ausente, ese niño es mi héroe favorito.

¿QUÉ ES PEOR LA IGNORANCIA O LA INDIFERENCIA?

¡¡NO LO SÉ Y NO ME IMPORTA!!

El impertinente, el preguntón es nuestra esperanza, nuestro “Chapulin Colorado”.

Mis querido “Chichipios” - diría don Tato- no olviden que además de ver el vaso medio vació o medio lleno, hay que saber que contiene – sino que le pregunten a Socrates - ¡Bienvenidos! Adelante. Julio


Mendoza, 11 de noviembre de 2009.