Como la deuda por capital no se paga sino que se refinancia en su totalidad pagando deuda con deuda, lo que efectivamente se eroga son los intereses, que forman parte del gasto público corriente y cuyo ritmo de crecimiento pesa sobre el consiguiente aumento del déficit fiscal.
El perfil de vencimientos de la deuda, por otra parte, se deteriora rápidamente porque la fuerte colocación de deudas a corto plazo en las postrimerías de la administración Kirchner acorta la vida promedio de la deuda, que ya pasó de 8.1 a 7.4 años en los 9 meses que van de fines de 2014 al 30.9 pasado.
Y ello genera entonces la necesidad de tomar más deuda, preparado el camino para que tanto el gobierno que terminó su gestión como el que la empieza -operando en tándem- produzcan una continuidad y no un cambio en la política sistemática de endeudamiento público.
Por eso la coincidencia de objetivos entre el megacanje Kirchner-Lavagna de 2005-10 y la "hoja de ruta Boudou" del 2008 bajo la administración K y la nueva política de deuda de la administración Macri que (lo mismo que los candidatos Scioli y Massa) jugaban y juegan sus cartas a la instrumentación del mismo exacto objetivo común: la vuelta al mercado internacional de capitales para tomar más deuda externa.
Todos los años pasa lo mismo: los importes de los informes del Mecon son invariablemente inferiores a los que se aprueban por presupuesto y las cifras se ajustan luego en los trimestres sucesivos con enormes diferencias contra el período anterior, como la citada.
El extraordinario aumento de la deuda del Estado central es, en realidad, solo el prolegómeno de una nueva gran ola de endeudamiento externo en desarrollo sobre la Argentina, después de la primera gran oleada de deuda del proceso militar y de la segunda, correspondiente a la convertibilidad.
Esta nueva etapa de aumento sistemático de la deuda pública ya se inició bajo la gestión Kirchner, batiendo récords históricos de pago de la deuda con terceros acreedores privados y organismos financieros internacionales a costa de traspasar la carga de la deuda fiscal a los fondos que administra el propio Estado (fundamentalmente Anses, BCRA y BNA).
La idea es que este cúmulo de deuda intra-Estado se refinancie indefinidamente y se vaya licuando en forma gradual por impagos o condonaciones y por licuación directa de la deuda en pesos expresada en dólares, carcomida por la inflación.
Hoy el 36% de la deuda está en pesos y el 64% en moneda extranjera; pero el 61% de toda esta deuda está en manos del propio sector público, lo que determina un gravísimo empapelamiento del Estado con títulos de deuda que no tienen capacidad alguna de repago.
Y todo esto ha venido ocurriendo mientras el pasado gobierno Kirchner alimentó el mito del desendeudamiento, una falsía declaradamente compartida por los grandes partidos de la entonces oposición política, entre ellos, Macri.
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