12 abr 2015

RESPONSO SENTIMENTAL



Acerca de las palabras negadas y el tiempo que no da revancha.
A veces, como al príncipe Hamlet, me ronda la sombra de mi viejo. Yo sabía que lo iba a entender cuando fuese demasiado tarde. Y no hice nada para impedirlo.

El Sembraba mi camino de libros sin decirme nunca: –¡Leélos! El “Juan Cristóbal” en el descanso de la escalera. “Redoble por Rancas” sobre la tapa del inodoro. “Rayuela” en el cajón de las medias.
Yo los leía, pero no le decía nada. Él lo sabía, y también callaba. No teníamos nada que decirnos.
 Éramos hombres, es decir mudos…

Una mañana bajé a la cocina. Tenía quince años. Él tomaba mate mientras leía el diario.
Se preparaba para ir al hospital. Era médico, ese era su lugar propio, íntimo. Su espacio natural. Allí era feliz como en ninguna otra parte. Usaba un maletín de cuero viejo y gastado que jamás cambió aunque le reagalaban uno nuevo cada año. Le hablé mirando al piso.
Como si no pasara nada importante. -“Creo que tengo una supuración”, le dije.
Me llevó al hospital bajo una lluvia de otoño. Me aplicó inyecciones durante tres días.
Al cuarto, me entregó una caja de forros. -Ya está, me dijo. –Nunca más sin éstos.
Fue suficiente, claro, nunca más. Teníamos diálogos breves y rotundos.
Éramos hombres, es decir lacónicos…

Todos los años me echaban del colegio.
 Él escuchaba al señor rector como si lloviera. De vuelta a casa me daba un papel con una dirección. -Mañana vas a inscribirte, me decía entregándome el papelito.
 Yo empezaba el nuevo año en otro lugar. La historia volvía a repetirse. Siempre igual.
Nos mirábamos uno al otro pero jamás al mismo tiempo.
Éramos hombres, es decir ciegos…

Una madrugada me llevaron en cana en un recital de Pappo. Había minitas y hierba colombiana.
Me dejó en la comisaría hasta la noche siguiente. Nunca supe porqué. Volvimos en el auto sin decirnos una palabra. En la vereda apoyó su mano sobre mi hombro.
Pesaba una tonelada. -Hacé lo que creas que tenés que hacer- me dijo, sin quitar los jos del frente y con las manos aferradas al volante-
 Pero hacete cargo de las consecuencias. Me apretó el brazo. Hizo una pausa antes de hablar. Quería que yo sintiera el apretón.
 Y lo siento hasta hoy. Como si la garra de un oso se hubiera cerrado para siempre sobre mi carne. -Tu madre no tiene por qué enterarse. ¿Estamos? Apenas nos tocábamos y siempre con extrema prudencia.
Éramos hombres, es decir mancos

Cuando terminé el colegio me preguntó qué pensaba hacer. -Voy a estudiar, le dije. -¿Ya sabés qué carrera? Nos mirábamos con el rabillo del ojo.
Eludiéndonos. -No, todavía no lo sé.
Pero si sé qué carrera no voy a estudiar, medicina. Sirvió dos pocillos de café. Me ofreció uno. Bebí un sorbo.
 -No puedo soportar ver sufrir a una persona enferma, no puedo hacerlo. 
Los dos revolvíamos el café. Despacio, mirando a la cucharita girar para no mirarnos a nosotros.
Hizo una pausa, larga, cargada de silencio.
-Curioso, -dijo como si pronunciara las palabras letra por letra, -curioso, -repitió. -Esa es la misma razón por la que yo decidí estudiar medicina
Salí dando un portazo.
A la mañana siguiente fui a la universidad. Me inscribí en medicina. Nunca volvimos a hablar sobre el tema.
Éramos hombres, es decir amputados de palabras…

Sobre mi escritorio hay una foto donde él me entrega el título de médico en el aula magna de la facultad. Los dos estábamos incómodos. Yo quería salir corriendo. Él lo sabía. Veo su mano detrás de mi cabeza sosteniéndome para evitar mi huida. Con la otra me ofrece una cartulina enrollada atada con una cintita con los colores de la bandera argentina.
Ninguno de los dos se adaptaba a la celebración ni a las multitudes.
 El concepto “fiesta” nos resultaba repugnante, intolerable.
Si no me hubiera retenido yo habría escapado de ese horroroso momento sin medir las consecuencias –Tranquilo, es apenas un minuto, aguantá. ¡Te felicito, estoy orgulloso de vos!
 Me dijo acercando su boca a mi oído sin soltarme para que corriera.
No volvimos a hablar del tema. A la mañana siguiente encontré sobre la cama un Littman Cardiology edición limitada y un vale de la Editorial Panamericana.
 No nos felicitábamos por lo que considerábamos nuestra obligación.
Éramos hombres, es decir prófugos de la fiesta y de las demostraciones…

Muchos años más tarde nació mi primer hijo. Él llegó con un paquetito de regalo. Lo miró durante un rato largo a través del vidrio de la nursery.
 Me abrazó. No me dejaba soltarlo. Supe que estaba llorando. Esperé. Hice tiempo entre sus brazos poderosos hasta que la respiración se fue normalizando. No lo miré a los ojos. Se dio vuelta y se fue por el pasillo. Volvió con dos cafés en vasos de plástico. Era su modo de agradecer mi discreción.
Éramos hombres, es decir mutilados emocionales…

Una noche entré corriendo a su casa. Lo encontré tirado sobre el piso del comedor. Tenía los ojos abiertos y las manos cruzadas sobre el pecho.
Me agaché.
Levanté su cabeza y la abracé con una fuerza que no sabía que tenía.
Antes de bajarle los párpados lo miré de frente.
Le dije: -Te quiero viejo, perdoname.
Éramos hombres…, y era demasiado tarde. 

fuente
Recibido de mi amigo Héctor




 
 
 




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¡BIENVENIDOS, GRACIAS POR ARRIMARSE!

Me atrevo a interpelar, por sentirlos muy cercanos, por más que las apariencias parecieran indicar lo contrario; insisto en lo de la cercanía, por que estamos en el mismo bote – que hace agua - , tenemos pesares, angustias y problemas comunes, recién después vienen las diferencias.

La idea es dialogar, hablar de nuestras cosas, hay textos que nos proporcionan la información básica – no única-, solo es una propuesta como para empezar. La continuidad depende de Ustedes, un eventual resultado adicional depende de todos.La idea es hablar desde un “nosotros” y sobre “nuestro futuro” desde la buena fe, los problemas exigen soluciones que requieren racionalidad, honestidad intelectual que jamás puede nacer desde la parcialidad, la mezquindad, la especulación.

Encontraran en “HASTA EL PELO MÁS DELGADO ...”, textos y opiniones sobre una temática variada y sin un orden temporal, es así no por desorganizado, sino por intención – a Ustedes corresponde juzgar el resultado -.Como no he vivido en una capsula, ya peino canas, tengo opiniones y simpatías, pero de ninguna manera significa dogmatismo, parcialidad cerrada.Soy radical (neto sin adiciones de letras ninguna), pero no se preocupen no es contagiosos … creo, solo una opción en el universo de las ideas argentinas. Las referencias al radicalismo están debidamente identificadas, depende de Ustedes si deciden “pizpear” o no.

El acá y ahora, el nosotros y el futuro constituyen la responsabilidad de todos.Hace más de cuatro décadas, en mi lejana secundaria, de una pasadita que nos dieron por Lógica, recuerdo el Principio de Identidad, era más o menos así: “Si 'A' no es 'A', no es 'A' ni es nada”, por esos años me pareció una reverenda huevada, hoy lo tomo con mucho más respeto y consideración. Variaciones de los mismo: no existe un ligero embarazo; no se puede ser buena gente los días pares.

Llegando al Bicentenario – y aunque se me tildé de negativo- siento que como pueblo, desde 1810, hemos estado paveando … a vos ¿qué te parece?. En algún momento perdimos el rumbo y ahí andamos “como pan que no se vende. Cuentan que don Ángel Vicente Peñaloza decía: “Como ei de andar, en Chile y di a pie, cuando hay de que no hay cunque, cuando hay cunque no hay deque”.

De tanto mirarnos el, ombligo y su pelusa, tenemos un cerebro paralitico, cubierto de telarañas y en estado de grave inanición. Padecemos una trágica concurrencia de factores que nos impiden advertir – debidamente -, este, nuestro triste presente y lo que es peor aún, nos va dejando sin futuro.

A los malos, los maulas, los sotretas, los villanos, los mala leche, los h'jo puta, los podemos enfrentar pero … ¿qué hacemos con los indiferentes, con los que solo se meten en sus cosas, y no advierten que el nosotros y el futuro por más que sean plurales son cosas personalisimas? Y luego dicen que quieren a sus hijos y su familia; ¡JA!, ¡doble JA!, ¡triple JA! (il lupo fero).

¡¡EL REY ESTÁ EN PELOTAS!!, dijo el niño de la calle, hijo de padre desconocido y madre ausente, ese niño es mi héroe favorito.

¿QUÉ ES PEOR LA IGNORANCIA O LA INDIFERENCIA?

¡¡NO LO SÉ Y NO ME IMPORTA!!

El impertinente, el preguntón es nuestra esperanza, nuestro “Chapulin Colorado”.

Mis querido “Chichipios” - diría don Tato- no olviden que además de ver el vaso medio vació o medio lleno, hay que saber que contiene – sino que le pregunten a Socrates - ¡Bienvenidos! Adelante. Julio


Mendoza, 11 de noviembre de 2009.