25 abr 2010

QUÉ ESTÁ DE OLVIDO Y SIEMPRE GRIS

QUÉ ESTÁ DE OLVIDO Y SIEMPRE GRIS
(Novela)
Rolando Concatti


III – EL TUERTO Y EL MAYOR

8

Felices los que viven en la inocencia total de aquello que los acecha. Felices los que pueden olvidar todo su pasado, hasta la menor arruga; y olvidar su futuro, hasta el menor presentimiento. Dios no debe ser el que lo sabe todo; debe ser el que no sabe nada.

Sí, porque la memoria, esa acusadora, esa Inquisición personal e implacable, volvía al asedio como una tormenta de arena, como una avasallante marea en la borrasca. ¡Algo tenía que hacer! Y sin embargo continuaba aturdido, paralizado. El deseo angustioso de beber lo domino sin remedio, y terminó consintiendo a la peor desventura para quien ama del vino: había tomado del botiquín un poco de alcohol puro luego de diluirlo con mucho agua lo tragó, repugnado pero ávido. Y ahora sentía la distensión, el dulce desfallecimiento, la leve y bendita inconsciencia.

¡Por cuestiones de vino estaba metido en esto! – se dijo, con el resto que aún le quedaba de ironía y sarcasmos -. Por cuestiones de vino. Siguiendo a unos bodegueros “truchos”, que se habían enriquecido rápido y aceptado muy pronto sus aprietes impositivos, para luego precipitarlo en la catástrofe.

Cuatro meses antes había metido la mano en la trampa. Como un zorro que husmea la gran presa de su vida y termina atrapado en el cepo. En sus correrías de fraguado inspector comenzó a descubrir cierta tramoya que se repetía a cada rato y que entregaba signo y señales, pero que casi nadie entendía. Era un asunto tan solo económico, pero en el que hasta los más tontos sospechaban cuestiones políticas y de poder agazapados. En Mendoza el precio del vino aumentaba día a día, casi hora a hora, superando los precios históricos más altos, los récords grabados en la memoria de éxito. Se pagaba tres, cuatro veces los precios esperados dos años atrás; se abonaba seis veces seis veces el precio internacional del producto. Viñateros y elaboradores reían de euforia. No querían ni pensar en lo extraño del fenómeno, tan luego en tiempos de recesión y estancamientos. Esta vez la fortuna, tantas veces esquiva, se les entregaba enteras, y ellos no iban ahuyentarla con preguntas estúpidas. Dios sabría por que les bendecía tan largamente.

En el centro de la escena figuraba un personaje digno de novelas u operetas; extraño y disparatado pero a su vez con esa solemne distancia de los aristócratas. Pequeño bodeguero de la zona Este,… había crecido hasta convertirse en el “zar” omnipotente de negocios y finanzas. Controlaba un banco cooperativo… que había pasado de escuálidas cuentas y transacciones a cifras desmedidas, terminando como el más importante de Mendoza y todo Cuyo. Sus depósitos avanzaban incontenible, como sus préstamos, como sus intereses. Hasta hacer temblar los bancos más poderosos del país.

Descifrar el misterio se había convertido en el deporte obligado de los enterados, remanso para imaginar milagros y prodigios, manantial de ocurrencias y rumores que permite conversar a una sociedad y dilatar tertulias. Sobre todo cuando es provinciana opaca; sobre todo cuando vive bajo el plomo y la ceniza de un régimen que había hecho del silencio y la rutina, el ocultamiento y la cabeza gacha: formas, hábitos, texturas de la vida.

Investigando a sus ‘contribuyentes’ truchos, Ernesto tuvo una pista, el esbozo de la tramoya. Todo era en e fondo fácil. Amparado en la ‘Reforma Bancaria’ del todopoderoso ministro Martínez de Hoz, y en la ‘liberación’ proclamada de la economía, don Héctor Greco armó sus redes. Se compraban y vendían partidas de vino, a menudo hasta diez veces la misma. El asunto era generar ‘documentos’, que luego se descontaban en el inefable banquito cooperativo, donde el dinero quedaba depositado en cuentas fantasmas (total ¿quién controlaba?). Para hacerla fácil: se fabricaba plata. Y con las chequeras, ahora respaldadas por cifras increíbles, se compraba de nuevo vino, y bodegas, y viñedos… y todo el sueño de Alí Baba: hoteles, nuevos bancos, aseguradoras, constructoras, clubes. La gente corrió a depositarle sus ahorros, los productores soñaban ser sus clientes; los altivos políticos que compartían el poder con los militares le rendían más honores que al propio presidente de la nación.

Ernesto, deslumbrado co sus descubrimientos, la jugó de ‘outsider’. Se acercó a la mítica Bodega de San Martín, exhibió sus carnets, y hasta tuvo la ingenua esperanza de ver en persona al legendario señor de los lentes oscuros – se decía que era tuerto - Claro que no, no pudo verlo; pero no importaba. Lo atendió un contador apenas tenso, profesional del disimulo. Sin contestarle casi le pidió que lo esperara y fue hacía oficinas internas. Volvió al rato y con cierto desprecio le dijo

- Nuestros impuestos están al día, pero acostumbramos a pagar viáticos de inmediato. Y sin dejarlo respirar le extendió un cheque… ¡por algo equivalente a 10000- dólares! No había tenido nunca tanta plata junta. Claro que antes de retirarse el tipo agregó:
- Estas atenciones ‘Don Héctor’ las tiene ‘una vez en la vida’…

¡Vaya si lo entendía! Su visita le dejaba mucho dinero pero también u manifiesto y riguroso espanto. Había estado en la boca del lobo y eso se sentía hasta en el aire, en el ronroneo de los acondicionadores y el silencio de las alfombras. Si después de dejarlo solo el tipo hubiera vuelto con Don Corleone o con el Estrangulador de Manhattan, en ambos casos, a Ernesto le hubiera parecido natural. Como también si lo arrojaban al vació desde el sexto piso o al día siguiente lo atropellaba un camión.

Pero el hombre es el único animal que no escarmienta. Si bien no volvería más a los peligrosos entornos de Don Héctor, seguiría fascinado con el tema. Y al poco tiempo, cuando se quedó sin plata, lo venció la tentación; ‘apretando’ a pequeños bodegueros y comisionistas enredados en el negocio. Hasta descubrir que una virtual ‘competencia’ al Señor del Este se estaba organizando (A lo mejor eran los mismos ‘diversificados’. Pero simulaban diferencias). Todo envuelto en el celofán de los grandes emprendimientos: propaganda, personalidades, ceremonias. El propio Arzobispo bendijo la inauguración de la nueva ‘Financiera’. Ernesto cayó por sorpresa con su experiencia de ‘Inspecciones’. Los empleados, todos jóvenes, se aturdieron; y lo dejaron revisar. Descubrió las cosas más increíbles: contratos fraguados, innumerables documentos, hasta sellos reservadísimos de la Bolsa de Comercio duplicados y disponibles. Una mina de oro para gente con apetito.

El gerente, demudado y casi temblando, Elpidio que esperara mientras hacía consultas. Después de aguardar largo rato, ya impaciente, fue invitado a subir al cuarto piso. De nuevo ambientes donde se mezclaba el lujo refinado y la solidez de un ‘bunker’. Al entrar donde indicaron comenzó a desnudarse la verdad; no bien atravesó la puerta sintió que alguien oculto tras ella, apoyaba una pistola en su nuca. Había varios más adentro. Casi sin hablar lo empujaron a sentarse y lo palparon todo, con profesionalismo, como sólo los policías saben hacerlo. Dieron vueltas sus bolsillos, revisaron agendas y papeles. Por fin entró un tipo: grande, rígido, con cara de perro dogo, de mirada homicida. No dijo nada pero a una señal suya el que parecía con más autoridad se puso a preguntarle. Hizo el más completo interrogatorio, como si Ernesto fuera un asesino recién arrestado. Si bien no tenía mucho, el quiso protestar y defenderse; los otros se rieron divertidos. Entonces enmudeció; pero los tipos estaban preparados. Uno de ellos sacó del bolsillo un enorme punzón, terrible aguja acerada con mango de madera.

- ¿Así que no querés hablar? –dijo –

Sin agregar nada más le tiro una estocada, como directa al esternón, pero con tanta habilidad que a último momento desvió y atravesó el saco y la camisa, rozando apenas la piel. (de eso se dio cuenta después. En el momento creyó que le acertaba, y hasta sintió terrible dolor en el pecho, donde uno cree se encuentra el corazón; incluso gritó y se puso pálido, sudando frío, para gran risa de los captores):

- ¿Vas a hablar, o necesitas que te pinchemos en serio?

Habló. Contó todo lo que le preguntaban. Y los tipos se reían, cuando relataba sus aventuras de falso inspector y la red de ‘contribuyentes’.

- Sos un turro contadas la mañas

Pero en realidad querían otra cosa. Estaban seguros que él trabajaba para Don Héctor y no paraban de cuestionarlo al respecto sin sosiego.

- ¿Qué instrucciones te dio el Coronel?
- ¿Qué Coronel?
- ¡Vamos pícaro! ¿Nos tomas por boludos?

El grandote que había estado en silencio, mandó callar a todos con un gesto. Se sentó enfrente, dando vuelta una silla que abordó al revés, y le habló muy serio.

- Vamos a entendernos clarito. ‘Todos sabemos todo’. El Ejército se ha reservado el Este y los dominios de Greco. Si quieren manejar al Tuerto que lo hagan como prefieran. Pero San LUis y el Gran Mendoza es nuestra de la Aeronáutica. Aquí no se meten. ¿Me entendiste? ¡Aquí no se meten!
- Le juro que no sé nada. Soy ‘un libero’. Dígame imbecil, si quiere, ero aquí me metí sólo.
- Mayor – dijo uno de los policías, revelando el grado casi sin importarle - a lo mejor es cierto, a o mejor es ‘un perejil’. Dejémoslo tranquilo; hagámosle un encargo y veamos como funciona.
- Sí – reflexionó el grandote -, tal vez es cierto.

Y lo siguió mirando un rato, moviendo la cabeza, con una sonrisa perversa creciendo en sus labios y sus pupilas, como si imaginara algo.

Lo dejaron un tiempo solo con el tipo de la pistola. Al rato volvieron casi sin decir palabras; y un nuevo acompañante, en mangas de camisa y con varios instrumentos le tomó las señas digitales, copió sus documentos y hasta lo fotografió.

- Ahora ya tenes prontuario. O, lo más seguro una nueva ficha de prontuario. Te conviene portarte bien. Vas a seguir con tus actividades comunes, ‘chitón-chitón’. Un resbalón en adelante y ‘sos boleta’. Ernesto. Y cuando te demos instrucciones las cumples sin hacer preguntas y sin vacilar un instante; o sos boleta.

Así entró al horror en el que vivían casi todos pero que para él hasta entonces no existía. La vida de condenado perpetuo en libertad condicional, de sospechoso eterno aguardando el castigo…

FUENTE
“QUE ESTA DE OLVIDO Y SIEMPRE GRIS”
Rolando Concatti
Diógenes, mayo de 2000, Mendoza

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¡BIENVENIDOS, GRACIAS POR ARRIMARSE!

Me atrevo a interpelar, por sentirlos muy cercanos, por más que las apariencias parecieran indicar lo contrario; insisto en lo de la cercanía, por que estamos en el mismo bote – que hace agua - , tenemos pesares, angustias y problemas comunes, recién después vienen las diferencias.

La idea es dialogar, hablar de nuestras cosas, hay textos que nos proporcionan la información básica – no única-, solo es una propuesta como para empezar. La continuidad depende de Ustedes, un eventual resultado adicional depende de todos.La idea es hablar desde un “nosotros” y sobre “nuestro futuro” desde la buena fe, los problemas exigen soluciones que requieren racionalidad, honestidad intelectual que jamás puede nacer desde la parcialidad, la mezquindad, la especulación.

Encontraran en “HASTA EL PELO MÁS DELGADO ...”, textos y opiniones sobre una temática variada y sin un orden temporal, es así no por desorganizado, sino por intención – a Ustedes corresponde juzgar el resultado -.Como no he vivido en una capsula, ya peino canas, tengo opiniones y simpatías, pero de ninguna manera significa dogmatismo, parcialidad cerrada.Soy radical (neto sin adiciones de letras ninguna), pero no se preocupen no es contagiosos … creo, solo una opción en el universo de las ideas argentinas. Las referencias al radicalismo están debidamente identificadas, depende de Ustedes si deciden “pizpear” o no.

El acá y ahora, el nosotros y el futuro constituyen la responsabilidad de todos.Hace más de cuatro décadas, en mi lejana secundaria, de una pasadita que nos dieron por Lógica, recuerdo el Principio de Identidad, era más o menos así: “Si 'A' no es 'A', no es 'A' ni es nada”, por esos años me pareció una reverenda huevada, hoy lo tomo con mucho más respeto y consideración. Variaciones de los mismo: no existe un ligero embarazo; no se puede ser buena gente los días pares.

Llegando al Bicentenario – y aunque se me tildé de negativo- siento que como pueblo, desde 1810, hemos estado paveando … a vos ¿qué te parece?. En algún momento perdimos el rumbo y ahí andamos “como pan que no se vende. Cuentan que don Ángel Vicente Peñaloza decía: “Como ei de andar, en Chile y di a pie, cuando hay de que no hay cunque, cuando hay cunque no hay deque”.

De tanto mirarnos el, ombligo y su pelusa, tenemos un cerebro paralitico, cubierto de telarañas y en estado de grave inanición. Padecemos una trágica concurrencia de factores que nos impiden advertir – debidamente -, este, nuestro triste presente y lo que es peor aún, nos va dejando sin futuro.

A los malos, los maulas, los sotretas, los villanos, los mala leche, los h'jo puta, los podemos enfrentar pero … ¿qué hacemos con los indiferentes, con los que solo se meten en sus cosas, y no advierten que el nosotros y el futuro por más que sean plurales son cosas personalisimas? Y luego dicen que quieren a sus hijos y su familia; ¡JA!, ¡doble JA!, ¡triple JA! (il lupo fero).

¡¡EL REY ESTÁ EN PELOTAS!!, dijo el niño de la calle, hijo de padre desconocido y madre ausente, ese niño es mi héroe favorito.

¿QUÉ ES PEOR LA IGNORANCIA O LA INDIFERENCIA?

¡¡NO LO SÉ Y NO ME IMPORTA!!

El impertinente, el preguntón es nuestra esperanza, nuestro “Chapulin Colorado”.

Mis querido “Chichipios” - diría don Tato- no olviden que además de ver el vaso medio vació o medio lleno, hay que saber que contiene – sino que le pregunten a Socrates - ¡Bienvenidos! Adelante. Julio


Mendoza, 11 de noviembre de 2009.