ALBERTO FERNÁNDEZ
BREVE REPASO
Alberto Fernández: un presidente por encargo
Su
verdadera historia de aprietes y manejos de caja.
Cómo reconquistó a CFK.
Por
qué no es un “moderado”.
Poder prestado. Los votos son de Cristina Kirchner, pero Alberto encabeza la fórmula. Puede terminar mal.
Aquel jueves 9 de
mayo, Alberto
Fernández llegó al evento como un invitado más.
Buscó un lugar algo oculto, en
el fondo de la sala, desde donde se podía observar todo
discretamente, como le gusta a él.
Pero enseguida
apareció Oscar Parrilli, su ex colega en el gabinete K, y le pidió que se
sentara en la primera fila.
Por indicación de la jefa, le
aclaró.
Fernández se resistió:
–No, dejame que acá estoy bien.
Pero Parrilli no le dejó
margen:
–Alberto, por favor, no me hagas quedar
mal con Cristina.
Desde la primera fila, pocos minutos después, escuchó el mimo público de ella,
que le agradecía por la idea del libro.
La cámara, de inmediato, fue en busca del rostro
sonriente del ex jefe de Gabinete.
Guitarreros. En 2011, Cristina eligió a Boudou para acompañarla en la fórmula. Ahora le toca a Alberto, que es menos carismático y solo en apariencia menos polémico.
Estaba
agradecido.
Seis días después, el
miércoles 15, la jefa lo recibió en su departamento de Recoleta y le comunicó
la decisión: el candidato presidencial sería él, con ella de
vice.
Fernández realmente no se lo esperaba.
–Pensalo, tomate un día y
volvemos a hablarlo –le ofreció en medio de su sorpresa.
Cristina casi lo retó: –No, no
tengo ganas de tomarme un día, empezá ya mismo a trabajar.
Poco después, el sábado 18,
salió el video en el que oficializaron la candidatura.
Por primera vez en su vida política la
ex presidenta se ha corrido a un costado, acaso desgastada por tantos años de
poder o quizá convencida de que su alta imagen negativa le impediría ganar las
elecciones incluso contra un candidato tan golpeado como Mauricio Macri.
Según
esa línea argumental, Alberto es la renovación, el kirchnerismo sensato y
dialoguista, el garante ante el establishment que promete un gobierno de
centro, amigo de los capitales y crítico del modelo venezolano.
Cristinismo “bueno”, en
síntesis.
Con
viejos aliados que en su momento se habían tornado enemigos, como Moyano y
Magnetto, quienes en el libro de Cristina sugestivamente volvieron a ser Hugo y
Héctor, o
con contactos en la Corte Suprema como Ricardo Lorenzetti, que
la semana pasada estuvo a un paso de suspender el juicio contra la ex
presidenta.
Pero, ¿realmente Alberto es eso?
Test de
ADN.
Por las mismas horas en que CFK lo empoderó, Fernández soltó una frase ruidosa en
el programa “Corea del Centro” que María O’Donnell y
Ernesto Tenembaum conducen por Net TV. Dijo: “Algunos jueces van a tener que explicar las barrabasadas
que escribieron para cumplir con el poder de turno”, y mencionó por sus nombres
a Julián Ercolini, Claudio Bonadio, Martín Irurzun, Gustavo Hornos y Carlos
Gemignani, que justamente están al frente de causas que
involucran a Cristina.
Una semana después, en el canal C5N, avanzó en su poco
sutil mensaje y habló de “revisar sentencias” si el kirchnerismo retoma el
poder.
Para los bienpensados de la opinión pública y los medios que quieren ver
en Alberto a un moderado, ese apriete sería una excepción rarísima.
Con Raúl Alfonsín.
Sin
embargo, el ADN del funcionario más poderoso de los Kirchner en los primeros
años de sus gobiernos está impregnado de ese estilo marcial.
Él es un halcón, como lo fue Néstor y
lo sigue siendo Cristina.
Ejemplos sobran.
NOTICIAS, a quien Fernández trató de
“extorsiva” por investigar la gestión K, fue discriminada en el reparto de la
pauta oficial del Gobierno por orden suya y de sus jefes,
actitud que mereció la condena, entre otros, de la Corte Interamericana y la
Sociedad Interamericana de Prensa (SIP).
Alberto llamaba “irrecuperables” a los
periodistas de esta revista, el mismo término que usaban los militares del
Proceso con aquellos presos que no se quebraban.
Le molestaron, en especial,
algunas investigaciones sobre su llamativo crecimento patrimonial, que incluía
los departamentos que habitaba en Puerto Madero, Barrio Norte y Recoleta, inexplicables
para su sueldo de funcionario público.
Dos de esas propiedades las había
adquirido allá por 1999, justo en la época en que fue cajero de la campaña
presidencial de Eduardo Duhalde.
La condicón de cajero era otra
realidad que Fernández hubiera querido que no se resaltara.
En aquella campaña
que Duhalde perdió contra De la Rúa, la Justicia investigó unos extraños
aportes atribuidos al Cartel de Juárez.
Y en la carrera proselitista de Kirchner en 2003, en la que otra vez Alberto
recuadó fondos, también hubo consecuencias judiciales por lo irrisorio del
monto declarado.
Durante aquella campaña, Fernández
incluso tocó a la puerta de la SIDE duhaldista para que colaborara con 10
millones de dólares en la “vaquita” del candidato patagónico.
El ex titular de
ese organismo, Miguel Ángel Toma, se negó.
Y por las dudas, grabó el pedido en
una cinta que aún conserva.
Además de la caja de campaña y
la pauta para los medios, Fernández también supo manejar las manipuladas
encuestas en las que los Kirchner batían récords de popularidad, y también
llegaban a sus manos las transcripciones de las escuchas que Kirchner le pedía
a los espías K.
Un
empresario le confió a NOTICIAS que por aquellos tiempos Fernández lo recibió
en su despacho con uno de esos papers ilegales y le pidió explicaciones por sus
comentarios telefónicos.
El empresario no atinó a contestar
nada.
Con Domingo Cavallo.
Fernández
también protagonizó operaciones escandalosas contra opositores como Elisa
Carrió.
En la
campaña porteña de 2005, el candidato de la chaqueña, Enrique Olivera, fue
acusado a solo horas de la veda electoral de tener una jugosa cuenta en dólares
en el exterior.
Quien radicó la denuncia, fundada en un
mensaje anónimo, fue un operador de Alberto, Daniel Bravo, y quienes le dieron
amplia difusión –incluso antes de que se llegara a materializar ante la Oficina
Anticorrupción– fueron los medios estatales y afines al Gobierno que controlaba
la mano de hierro del ex jefe de Gabinete.
Al final, después de que
Olivera perdiera esa elección, se supo que la historia de la cuenta en dólares
era falsa. Tarde.
Hasta cuando pretendía pasar
por negociador, Fernández en el fondo era un duro.
En el recordado conflicto con el
campo, por ejemplo, él terminó abogando por una postura más dialoguista,
aunque pocos saben que todo el entuerto nació por una iniciativa suya.
–¿Cómo hacemos para aumentar la
recaudación? –lo consultó Kirchner un día.
–Subamos las retenciones al
campo –contestó Alberto, decidido–. Es lo más rápido, y sin conflictos.
Con Néstor Kirchner y Julio De Vido.
Con Néstor Kirchner y Julio De Vido.
CON NESTOR KIRCHNER Y JULIO DE VIDO
Después, cuando la sangre llegó al río, saltó
del kirchnerismo como de un coche en movimiento.
CFK nunca se lo perdonó:
sintió que la dejaba sola.
Por esa época en que el Grupo Clarín también rompió
con el gobierno, Kirchner
trataba a Fernández de “Rendito”, por su cercanía con Jorge Rendo,
el influyente directivo del multimedio.
En realidad, en esos primeros años de
la era K todos los medios, con la solitaria excepción de NOTICIAS y el Diario
Perfil, habían bailado al compás de Alberto.
El ex jefe de Gabinete tiene un
pasado poco conocido que lo muestra bastante lejos del declamado progresismo K.
Empezó su militancia
política en la ultraderecha del Partido Nacionalista Constitucional de Alberto
Asseff –algo que él niega aunque esta revista haya
publicado hasta su ficha de afiliación–, también fue cajero de una fundación
del polémico ex diputado suspendido Eduardo Varela Cid e hizo de abogado
defensor del funcionario radical Ricardo Mazzorín en la famosa causa de los
pollos en mal estado.
Nada de eso figura en su CV, donde lo más rupturista que
admite es su vieja filiación con Domingo Cavallo, su puerta de entrada al mundo
K.
El
acercamiento.
¿Cómo hizo Fernández para reconciliarse con la jefa
después de tantos años de distancia y críticas feroces contra ella?
La clave estuvo en los buenos oficios
del camporista Juan Cabandié, quien retomó su contacto con el ex jefe de
Gabinete en 2016.
Empezaron a charlar por teléfono y a
juntarse en algunos cafés hasta que un día Cabandié lo invitó a su casa del
barrio de Caballito.
Allí le confesó que quería volver a acercarlo a CFK, algo
que el invitado terminó aceptando tras algunas vueltas.
Cabandié le llevó la
idea a la jefa, que no puso reparos, pero tampoco avanzó para concretar el
reencuentro.
Recién
después de perder contra Esteban Bullrich en las legislativas de 2017, la ex
presidenta levantó el teléfono y convocó a Fernández tras nueve años de exilio
K.
Con Cristina Kirchner
Con Cristina Kirchner.
El
primer encuentro fue en el Instituto Patria, un día lluvioso de diciembre de
ese año.Alberto llegó
con Cabandié, que lo dejó solo delante de la puerta del despacho de CFK.
Así
lo recordó el ex jefe de Gabinete ante su amigo Eduardo Valdés: “Cuando llegué
al Patria se hizo un silencio como si hubiera entrado un fantasma… Ahí Cristina
se puso a hablar sin parar, durante veinte minutos, como si no hubiera pasado
nada, como si nos hubiéramos visto el día anterior”.
Ella le
mostró fotos de su nieta, Elenita, y él le habló de Estanislao, su hijo.
Él
pidió un café y ella su habitual té de dulce de leche.
Fue entonces que empezaron a
hablar de los últimos años de desencuentros.
“Fue la parte más
ríspida de la reunión”, le dijo Alberto a Valdés.
“No la pasé bien en esos
años, la pasé bastante mal”.
En enero de 2018 se volvieron a
ver, y ahí ya empezó la “rosca” política, con ideas de Alberto de cómo seguir.
Le sugirió a CFK escribir un
libro muy parecido al que salió publicado.
Le preparó un power point de diez
páginas de cómo sería el índice de la obra, y Cristina le agregó sus aportes.
Ese fue el germen de “Sinceramente”.
En febrero, Fernández
volvió a El Calafate después de una década, ya como virtual jefe de campaña.
Lo
acompañaron Enrique “Pepe” Albistur, el ex secretario de Medios, y su mujer,
Victoria Tolosa Paz.
Cristina ya estaba escribiendo
el libro para entonces con la ayuda de su secretario “ghostwriter”, Mariano
Cabral.
Los recibió a cara lavada, sin maquillaje, y vestida de entrecasa, un
dato que habla de la confianza recuperada hacia su ex mano derecha.
Estuvieron ocho horas bajo el mismo
techo, almuerzo y merienda incluidos.
Hablaron algo de política, pero más que
nada aprovecharon para ponerse al corriente de sus vidas, como
dos viejos amigos.
Antes de ese final feliz, Alberto efectivamente había padecido el
destierro, como dijo.
Protagonizó algunos intentos anteriores para reconquistar
a CFK que rozaron lo patético, como cuando, en medio de los festejos de la
aplastante reelección de Cristina en 2011, llamó al celular de Máximo Kirchner
para felicitarlo, pero recibió un trato helado y
desconcertado por parte del hijo presidencial.
O cuando intentó hacerle llegar
un regalo a través de uno de los secretarios de ella: una cartera que no sabe
si llegó a buen puerto. Alberto se enoja con esos trascendidos veraces y
siempre los desmiente.
¿Cómo no iba a despreciarlo la
ex presdenta (sic) después de algunas de las frases hirientes que él le dedicó
durante todos esos años de distancia?
Mientras Fernández se ocupaba de asesorar a cuanto
peronista quisiera plantársele al mando de Cristina, desde Daniel Scioli hasta
Sergio Massa y Florencio Randazzo, en paralelo decía cosas como estas sobre la
jefa: “Toda su acción institucional es deplorable, todo lo que hizo en materia
judicial es deplorable, lo que inició con la llamada democratización de la
Justicia es deplorable, lo que hizo con el tratado con Irán es deplorable, la
muerte de Nisman es deplorable. En el segundo mandato de
Cristina a mí me cuesta muchísmo encontrar un elemento valioso”.
O también:
“Cristina tiene una enorme distorsión sobre la realidad. Llegó a decir que
Alemania estaba peor que nosotros en materia de pobreza. Sostuvo hasta el final
que el cepo no existía y que la inflación no es importante. Eso es negación, es
una negación terca, por momentos absurda”.
Alberto visitó a Alicia Kirchner en Santa Cruz en su primer acto como candidato de CFK. Ella venía teniendo bajo perfil.
En una carta abierta llegó a acusarla de
“vivir en su mundo dual”, lo cual hace juego con la frase de la “distorsión de
la realidad” que claramente apunta a su psicología.
Curiosamente, cuando
NOTICIAS en 2006 reveló que CFK estaba bajo tratamiento con la máxima eminencia
del país en trastorno bipolar, el encargado de desparramar entre los periodistas
amigos la siguiente respuesta de ella fue el propio Alberto, aunque solo la
publicó algún sitio web.
Según Fernández, cuando la entonces primera dama vio
la revista sobre su escritorio, dijo a modo de broma para bajarle el precio a
la revelación: “Bipolar… Ahora puedo ser presidenta y vice”.
Un chiste
premonitorio.
Game of
thrones. En la ficción favorita de Cristina, cuya imagen
intervenida ilustra la tapa de este número, ella se identifica con la reina Daenerys, la gran
favorita de la audiencia que en la última temporada enloquece y masacra a
todos.
Su mano derecha es un enano, Tyrion Lannister, que
termina mortalmente enfrentado a ella pese a haber sido inseparables.
¿Alberto,
la mano derecha de la reina CFK, además de su candidato por encargo, correrá la
misma suerte que Tyrion?
Algo es seguro: los votos son de Cristina.
Y las
primeras encuestas difieren en cuanto al potencial electoral de Fernández:
algunas ven una transferencia de sufragios casi automática, pero otras ponen en
duda que la jugada de CFK haya sido acertada.
Ya cuando
aspiraba a algo más modesto como la jefatura porteña en sus años de poder,
Alberto encontraba el mismo escollo.
“No puedo hacer milagros”, lo desalentó el
encuestador Artemio López antes de pelearse con él.
Los números no le
daban.
En una
encuesta callejera que por ese tiempo realizó NOTICIAS, ocho de cada diez
entrevistados no conocían a Alberto.
Muchos los confudían con el otro
Fernández, Aníbal.
Hoy, el nivel de desconocimiento del
Fernández menos famoso, Alberto, está entre 5 y 10 puntos según la encuesta que
se mire.
La periodista Nancy Pazos
cuenta una escena de la reconciliación entre la reina y su mano derecha que
ayuda a entender a los personajes.
En
una de las tantas charlas que tuvieron, ella le dijo: “Él fue mucho mejor
presidente que yo”.
A lo que Fernández respondió: “Él no fue mejor que vos. Él
te tuvo a vos, y vos no lo tuviste a él…”.
Tanto la impactó esa
explicación a ella que corrió a anotarla.
La verdad completa es
que Cristina no lo tuvo a Kirchner en su segundo mandato, pero tampoco contó
con Alberto, el enano forzudo que tan bien la complementa, y
que ahora hasta sueña con sucederla.
Porque él no es cualquier
Fernández.
Es Fernández de Kirchner.
Fuente
“NOTICIAS”, 31.05.2019
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