Galería: La belleza y la tragedia de Río de Janeiro
Río de Janeiro, una ciudad espectacularmente forjada entre la
selva y el mar, puede ser muchas cosas para mucha gente: una meca entre
palmeras para los que buscan placer con poca ropa, el centro neurálgico de la
industria petrolera de Brasil, la cuna de géneros musicales que van de la samba
a la bossa nova y el choro.
Con sus espectaculares fotografías, João Pina nos recuerda que
Río también es escenario de guerra.
El número de muertes sigue aumentando en el laberinto de las
favelas de Río, lo que refleja una lucha compleja y endemoniada por el control
del negocio de la cocaína.
No lejos de las playas de Ipanema, los carteles se
enfrentan a balazos no solo entre sí, sino también contra la policía y los
grupos paramilitares compuestos principalmente por policías en actividad.
Unos jóvenes vuelan cometas en la favela Morro da Providência.
Credit
“Lo que he visto en Río no difiere mucho de lo
que he visto en lugares como Libia, Afganistán o Costa de Marfil”, dijo Pina,
un fotógrafo portugués de 37 años a quien las zonas de guerra no le resultan
ajenas.
La única diferencia, señaló Pina, es que Río está tan inundada
de armas que podría hacer palidecer la potencia de otros conflictos.
El título
de su próximo libro de fotografía, 46570,
hace referencia a la cantidad de personas asesinadas en la ciudad en la década
que terminó con los juegos olímpicos de 2016.
Se suponía que las olimpiadas serían una celebración del
surgimiento de Brasil como potencia en el mundo en desarrollo y, durante algún
tiempo, los astros parecían alinearse a favor del país más grande de América
Latina.
La economía de Brasil despegó hace una década, impulsada por
descubrimientos de yacimientos de petróleo en aguas profundas frente a Río.
Tras décadas de declive, esta ciudad brasileña en resurgimiento
mostraba las ambiciones globales de Brasil.
En las favelas aparecieron tanques
como parte de un programa de “pacificación” mientras las cuadrillas de trabajo
echaban abajo calles para expandir los sistemas de tránsito.
Los rascacielos y
los hoteles de lujo, así como las fastuosas instalaciones olímpicas,
reconfiguraron el paisaje urbano.
Mientras todo eso ocurría, Pina continuó visitando la ciudad y
tomando fotos.
Ahora Río se ve inmersa nuevamente en los escándalos de corrupción
y el aumento de la violencia; sus fotografías sirven como testimonio de cómo la
vida continuó siendo una lucha durante los años
Residentes de la favela Mangueira observando la pirotecnia durante la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de Río 2016
Credit
João Pina
Pina
ya había obtenido reconocimiento por su trabajo sobre el devastador legado de
la Operación Cóndor, la campaña orquestada en los años setenta por las agencias
de inteligencia de las dictaduras sudamericanas para cazar a los disidentes de
izquierda en la región.
En
Río, Pina se encontró ante una guerra desprovista de ideología en su mayor
parte, pero que todavía seguía produciendo muertes.
Uno de los aspectos más
siniestros de este derramamiento de sangre es lo arraigado que está en la vida
cotidiana de la ciudad.
Todavía se pueden beber caipirinhas en la terraza de un
hotel con vista al Atlántico mientras hombres armados se matan entre sí en las
favelas que se encuentran no muy lejos de ahí.
Ver
las fotografías de Pina nos hace recordar qué tan encantadora e inquietante nos
puede parecer Río.
Llegué a la ciudad como jefe de corresponsales de The New
York Times en Brasil en 2011, cuando la economía estaba en su momento más
crítico y los profesionistas estadounidenses llegaban a Río con una mentalidad
de la fiebre del oro para abrir fondos de cobertura y empresas emergentes de
tecnología.
El grupo de favelas Complexo do Alemao en Río de Janeiro CreditJoão Pina
Después, fui testigo de la erosión de las ganancias de Río,
aventurándome una y otra vez en algunas de las mismas favelas donde Pina estaba
haciendo su trabajo, documentando a los narcotraficantes cristianos evangélicos
mientras rezaban, los cadáveres llenos de impactos de balas y los entierros de
policías.
Le pregunté qué se requería para estar tan cerca de hombres armados.
“Creo que las puertas están más abiertas para mí porque saben
que no soy de Brasil y que mis fotografías se van a publicar en el extranjero”,
dijo Pina, haciendo énfasis en cómo su crianza en Portugal, el pequeño país
europeo que colonizó Brasil, le ayudó en Río.
“Es lo mejor de ambos mundos”, explicó, “no ser un gringo, en el
sentido de que hablo el mismo idioma, aunque con un acento diferente, pero
además el no ser brasileño que ciertamente impediría algo del acceso que he
logrado”.
Me fui de Río en 2017, cuando las fortunas de la ciudad estaban
en decadencia, pero las negociaciones especulativas, irritantes y algunas veces
cómicas para entrar al submundo delincuencial de Río que Pina describió siguen
pareciendo familiares.
Por fortuna, Pina también dirigió su mirada al esplendor que se
mezcla con la miseria de las calles de Río.
Casi puedo percibir uno de los
aguaceros tropicales que fotografió, recordando cómo las fuertes lluvias
nutrían la jungla urbana de Río. Algunas veces se necesita un forastero para
que capte la belleza y la tragedia de un lugar.
Fuente
“The New York Times.es” 30.01.2018
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