Mientras las políticas de Trump torpedean todo compromiso internacional, el Gobierno argentino encara el difícil desafío de mantener sellos multilaterales a flote.
El factor China y el rol crucial de Susana Malcorra.
Puede que el presidente Mauricio Macri se juegue en el próximo año una verdadera patriada en la cual arriesgará su prestigio personal a nivel internacional.
Convertido en una especie de rockstar de la política, el primer mandatario asumió en nombre de la Argentina la delicada tarea de recomponer como instancias de gobernanza mundial a la Organización Mundial del Comercio (OMC) y al G20, ambos golpeados por el descrédito de las sociedades y por los bríos proteccionistas y nacionalistas desatados por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quien se muestra dispuesto a torpedear todo compromiso internacional que pudiera implicar ceder posiciones de su país.
Actualmente, la OMC está bajo serios cuestionamientos, tanto por los movimientos antiglobalización, como por sectores políticos.
Así en “muletas” llega la OMC a Sudamérica por primera vez.
“Hay vida después de Buenos Aires”, afirma a #Borderperiodismo, el director y fundador del Centro Internacional para el Comercio y el Desarrollo Sustentable, Ricardo Meléndez Ortiz, tomando como propio un slogan de Susana Malcorra.
“Hay muchísimo para definir aquí en temas como inversiones, inclusión y sustentabilidad, y eso va a seguir después de aquí”, afirma este colombiano, cuya organización es una especie de think tank de la OMC.
El referente tiene una mirada más amable con Estados Unidos, al calificar al país de “gran participador de esta institución” y recordar que “fue su creador”.
En ese sentido, Meléndez Ortiz dijo que en general se pasa por alto que “Estados Unidos no depende del comercio mundial”, como puede ser en caso de otras naciones cuya suerte está ligada al intercambio de productos y servicios.
Félix Peña, uno de los principales referentes en el país en materia de comercio exterior, advierte que los 164 socios de la OMC tienen que tener en claro “si están preparados para tener un sistema internacional basado en reglas”.
El especialista argentino señala que las reglas de la OMC hoy “generan molestias” porque el mundo que las generó, en la segunda mitad del siglo XX, ya no está.
Pero advirtió que el comercio mundial no se puede regir sin normas.
En una alusión a Estados Unidos pone como ejemplo: “Es como si llegáramos a la final del Mundial de Fútbol, y entonces uno dice que quiere cambiar las reglas de juego y poner al árbitro”.
La OMC en rigor es un organismo de creación reciente, nacida en 1986 en Montevideo.
Antes era lo que se llamó el Acuerdo General de Tarifas y Aranceles (GATT, por sus siglas en inglés) que rigió el intercambio de bienes desde 1947, terminada la Segunda Guerra.
Como característica fundamental para entender su funcionamiento, es de destacar que toda decisión que se adopta en su seno debe contar con aprobación unánime.
Allí el voto de Estados Unidos y el del país más humilde valen lo mismo.
El otro punto a tener en cuenta es que todos sus miembros deben demostrar que los precios de los productos que exportan se forman por las leyes de libre mercado.
La OMC nació imperfecta: en su primer gran acuerdo de Montevideo dispuso que el máximo arancel que sus socios pueden aplicar a los productos industriales es del 35 % y que no se podían aplicar subsidios.
En cambio, el tratamiento de los productos agrícolas fue muy diferente.
En ese sector se permitieron las ayudas de los Estados a sus productores, se autorizaron los subsidios a las exportaciones, cuotas y otros mecanismos de protección.
Es un escenario que favorece a las potencias industriales.
En 2001, en Doha, Qatar, se procuró llevar adelante una agenda para equilibrar la cancha, pero hasta ahora solo se logró suprimir las ayudas a las exportaciones.
En rigor, la ronda “del Desarrollo” como se la denominó, nunca llegó, y para colmo China salió de su aislamiento y comenzó a inundar los mercados con sus producciones.
Gracias a las normas de liberalización comercial, grandes empresas trasladaron sus producciones a países asiáticos, debido a los bajos costos salariales.
China actualmente es un miembro de la OMC en espera de ser reconocida como “economía de mercado”, proceso que lleva una demora de un año.
El efecto de China en el mundo fue que aumentó el desempleo en los países centrales y el descontento con el libre comercio.
Trump y el crecimiento de grupos nacionalistas, con una impronta proteccionista, es el resultado de ese proceso.
No obstante, para un país de desarrollo intermedio como Argentina es preferible siempre mantener un marco de reglas multilaterales, aunque imperfectas, antes que nada.
Junto con ello, el gobierno de Macri también asumió la tarea de revitalizar al Grupo de los 20.
En este caso, la agenda la fijará la Argentina, y tendrá que ver con la problemática del empleo, la infraestructura y la educación.
El Gobierno procura acá también armar un espacio de acuerdo, que quedó maltrecho en julio de este año en Hamburgo, por la acción de Trump, que entre otros puntos, al salir de allí anunció que Estados Unidos abandonaba el acuerdo de París por el Cambio Climático.
Susana Malcorra, la presidenta de la XI Cumbre Ministerial, y hoy convertida en una canciller de hecho, sostuvo que la presidencia del G20 de Argentina tendrá como objetivo tratar de recomponer los consensos entre los participantes y que podría considerarse un éxito si se lo logra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario