Los “niños” cantores de Marcos Paz y Ezeiza
Dic 26, 2017
12:15 –
(Por Rubén Lasagno) – Los presos bien presos están, diría mi tía, alegando al
cardumen kirchnerista que desde hace un tiempo cruzó los pesados portones de
las cárceles federales y permanecen aislados de sus familias, de las riquezas
ilícitas que lograron conseguir en una década de explotación republicana, de la
buena vida, los lujosos countrys que conocieron en la década afanada, los autos
de lujos, los viajes pagos a cualquier lugar del mundo, etc.
Sin embargo, muchos de los que están presos tienen un límite y a
esa marca van llegando.
Tal es el caso de Víctor Manzanares, hombre útil si lo
hay, que supo jugar su matrícula en pos del objetivo de enriquecer a sus
patrones, uno fallecido, sin duda, pero cuya viuda y la prole, le han dado la
espalda en la patriada.
Claro, los culpables del latrocinio creen que el
contador no puede quejarse, porque la pasó bien mientras duró y deja a su
familia acomodada, después de haber acopiado una buena riqueza, producto de la
obligación asumida: conformar sociedades truchas, avalar firmas truchas,
conformar Actas truchas, crear sociedades paralelas, manejar fondos en negro,
dibujar balances, acomodar contabilidades y generar todo tipo de delitos, que
al estar directamente vinculados con su profesión, hoy no solo le cuesta su
libertad, sino la suspensión de su matrícula por parte del Colegio de
Contadores, su inhabilitación para ejercer su profesión y el embargo de todos
sus bienes, los mismos que cosechó a raíz de su dedicada vocación K.
Sin duda este contador que jugó en las grandes ligas, hoy ve
mermada su movilidad en el sucucho de 2 X 3 y no deja de asombrarlo que los
principales responsables de la dolce vita de la década de oro, sigan libres,
por el momento, a salvo gracias a sus fueros políticos y tratando de
resguardarse de los coletazos de sus propios delitos.
Por tal motivo Víctor
Manzanares decidió reconocer lo que hizo y con ello, llevarse puesto el
discurso de Cristina Fernández, las excusas idiotas de Máximo y dejó a los
abogados defensores de la ex presidenta, con el agua hasta el cuelo, al
desbaratar todos y cada uno de sus argumentos, sobre la “persecución política”
que sufren de parte del macrismo y los inventos que hace la justicia para
inculparlos, después de haberse sacrificado por la patria.
Don Víctor dixit
Víctor “Polo” Manzanares contraatacó, pidió ampliar su
indagatoria y contó todo, o al menos una parte muy sustanciosa del relato.
Es
posible que desde las sombras de las rejas, intente llevar un mensaje
aleccionador a la señora: “yo la estoy pasando muy mal por tu
culpa y vos y tus hijos la están pasando muy bien por la mía. Compartamos el
destino; yo no puedo salir pero Uds pueden entrar”, parece decir
Manzanares con la decisión de blanquearle al juez, su verdadero trabajo para
los Kirchner.
Sin bozal ni fronteras, el “polo” afinó la guitarra y sacó los
primeros acordes; acomodó la voz y comenzó a cantar en su tono más afinado.
Empezó por la dolorosa sociedad que ayudó a conformar en los papeles y
reconoció que fue solo para blanquear dinero: Hotesur SA.
Vomitó verdades de Perogrullo, pero con otra significación en la
boca de quien fue el ejecutor de los papeles, al reconocer que el Alto
Calafate, controlado por la sociedad comercial Hotesur S.A, funcionó de modo
irregular durante años y que sus dueños le “cedieron” el uso comercial del
inmueble a Báez, que les pagó un precio muy alto por ese “negocio” aunque
fueron los Kirchner lo que lo utilizaron y movieron los papeles y hasta tenían
influencia en el hotel como si Lázaro fuera más un “inquilino fantasma” que un
“locador” verdadero, describe Nicolás Wiñasky en una larga nota en Clarín,
sobre el contador-sapo.
Manzanares admitió que él mismo cometió acciones irregulares en
la documentación del hotel y de modo sorprendente, terminó su presentación
pidiéndole al juez que para esclarecer el caso se hicieran auditorías a las
cuentas bancarias de todos los Kirchner; de la firma Hotesur, que manejaba el
Alto Calafate; que se investigara también el rol que tuvo en esta trama el Banco
Central durante la era K, “en especial la Superintendencia de Entidades
Financieras”; los bancos con los que operaron sus ex jefes presidentes y
también las entidades en las que tenían cuentas los hijos de los Kirchner.
E
incluso sugirió también que se pongan bajo pesquisa a “los responsables de las
áreas de prevención del delito del lavado de activos” de la gestión
kirchnerista, resume Wiñasky.
El mensaje de Manzanares es doblemente letal, porque por un lado
desnuda las maniobras que todos conocían en los papeles pero no se habían
declarado como tales, pero por el otro se contrapone con la sistemática
negativa a la existencia de cualquier tipo de irregularidad cometida en el Alto
Calafate, a través de la sociedad trucha Hotesur SA.
Y no lo dice un “perejil”,
lo declara quien es el contador de los Kirchner desde los 90, tal vez el hombre
que más sabe de las finanzas y las transas de quienes tuvieron en sus manos los
destinos del país.
Manzanares sinceró, por ejemplo, que el Alto Calafate no tenía
“clientes”, sino que solo generaba plata a través de un alquiler: lo pagó
primero Báez a través de una de sus empresas, Valle Mitre. Relató que después
de 2013, es decir, tras la difusión y las investigaciones judiciales en la
Argentina y en Uruguay, Suiza y los Estados Unidos sobre “La Ruta del Dinero
K”, un caso que compromete a Báez en delitos de lavado de dinero, el empresario
le cedió el alquiler del Alto Calafate a otro socio K, Osvaldo Sanfelice, que
pasó a explotarlo comercialmente través de la firma Idea S.A, agrega Wiñasky y
describe una serie de maniobras más realizadas por Manzanares, que ya no
disculpan a ningún juez, si el verdadero objetivo es hacer justicia con los
ladrones que se llevaron puesto al país en los últimos 12 años.
El contador les aseguró que los libros societarios y contables
de Hotesur SA se los habían sacado y ocultado, pero las pericias encontraron
pruebas de ellos en las computadores del profesional.
Contó que fue el encargado de borrar con Liquid paper el Acta
societaria para permitir el ingreso de Máximo Kirchner al directorio y que tal
acción estuvo ordenada por Cristina Fernández y también aseguró que esa
práctica la aplicaron con el “Alto Calafate”, eternamente “alquilado” por sus
socios, Báez y Sanfelice, tanto por CFK como por sus hijos Máximo y Florencia.
Y si esto fuera poco, declaró que todos ellos retiraron de allí cifras
millonarias, mientras el “inquilino” del negocio, Lázaro Báez, ganaba contratos
de obra pública tanto en la provincia como en la nación, lo cual configura un
claro circuito de lavado de dinero, retornos y conforma un ilícito de
magnitudes indescriptibles.
Aún así, todavía Cristina Fernández, Máximo y Florencia, están
libres.
Si bien el círculo se va cerrando alrededor de los responsables, la
prisión de muchos de estos peones del ajedrez K, comienza a socavar los
cimientos de la “lealtad” que parecían tener con sus patrones, teniendo en
cuenta que son ellos los que pagan los platos rotos y los padres de la
criatura, están a cubierto de sus infortunios.
No hay dudas que Manzanares es tal vez el primero de la lista,
pero en poco tiempo más habrá un coro de sapos (denominación que se da a los
delatores), porque no es fácil estar preso en una cárcel federal comiendo
chorizo y ensalada rusa como menú extraordinario en Navidad y yéndose a dormir
a las 20:00.
Excepto Carlos Zanini, un hombre que no hablará porque no fue
simplemente el brazo ejecutor de una orden sino el ideólogo de los ilícitos, el
resto agota su tiempo de espera.
Es el caso de De Souza y hasta del propio
Cristóbal López.
Ante la impactante confirmación de los ilícitos confesados,
cualquier defensa que esgrima Cristina Fernández y sus hijos, es inadecuada e
insuficiente.
Cuando otros detenidos comiencen a pasarle factura por la
indiferencia que sufren los apóstoles de un régimen abandónico y traidor como
el kirchnerista, el edificio de naipes sobre el cual sustentó su poder, para
resguardar la corrupción infinita que cometieron, se derrumbará por su propio
peso; implosionará y aquellos mismos que ayudaron a levantarlo, lo enterrarán.
Ahora solo falta que cada uno llegue al límite de sus
desesperanza, de sus fuerzas y de su hartazgo.
Falta poco y sobran pruebas.
Los
jueces tienen todo para actuar; si no lo hacen, ellos deberán sufrir en carne
propia las consecuencias de su complicidad.
(Agencia OPI Santa Cruz)
Fuente
“OPI Santa Cruz”, 26.12.2017
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