Como muchos niños, mis hijos Toby, de 7 años, y Anton,
de 4, están obsesionados con los robots.
En los libros infantiles que devoran
por las noches, robots felices y asistenciales aparecen con más frecuencia que
los dragones o los dinosaurios.
El otro día le pregunté a Toby por qué a los
niños les gustan tanto los robots.
“Porque trabajan para
ti”, dijo.
Lo que no tuve
corazón para confesarle es que, algún día, podría ser él quien trabaje para
ellos o, incluso, que él no podrá trabajar en absoluto debido a ellos.
Sí, los robots tienen el potencial de aventajarnos y destruir a la raza humana.
Pero antes de eso podría suceder que la inteligencia artificial deje obsoletas
innumerables profesiones para cuando mis hijos lleguen a cumplir 20 años.
No necesitas ser
Marty McFly para darte cuenta de las amenazas claras hacia las futuras carreras
de nuestros hijos.
Digamos que sueñas
con mandar a tu hija a la Facultad de Medicina de Yale para que se convierta en
radióloga.
¿Por qué no? Los radiólogos en Nueva York tienen un ingreso medio de
aproximadamente 470.000 dólares anuales, según la página Salary.com.
No obstante, ese trabajo de
pronto parece incierto cuando la inteligencia artificial mejora la lectura de
escaneos.
Solo para citar un ejemplo, una empresa llamada Arterys ya tiene un
programa que puede realizar un análisis de una resonancia magnética de cómo es
el flujo de sangre al corazón en tan solo 15 segundos, comparado con los 45
minutos que requiere un humano para hacerlo.
Quizá tu hija quiere ser cirujana, pero ese trabajo tampoco
está seguro.
Los robots ya asisten a los cirujanos para remover órganos dañados
y tejido canceroso, según publicó la revista Scientific American.
En 2016, el
prototipo de un cirujano robótico llamado STAR (Smart Tissue Autonomous Robot)
aventajó a los cirujanos humanos en una prueba donde ambos tenían que reparar
el intestino dañado de un cerdo vivo.
Los robots arman las estructuras de los automóviles en la línea de ensamblaje de una fábrica de Peugot-Citroën. Credit
Sebastien Bozon/Agence France-Presse –Getty Images
Así que quizá tu hija elija estudiar Derecho para
convertirse en una abogada corporativa.
El panorama también es sombrío en esa
profesión.
Cualquier trabajo legal que requiera grandes cantidades de revisión
mundana de documentos (y eso es mucho de lo que hacen los abogados) también es
vulnerable.
Empresas como
JPMorgan Chase ya utilizan software para escanear documentos legales y predecir
qué partes de los documentos son relevantes, con lo que se ahorran el pago de
horas de sueldo.
La empresa que desarrolló un programa del tipo, Kira Systems, informó que ha reducido el tiempo que algunos abogados
necesitan para revisar los contratos en entre 20 y 60 por ciento.
Me gustaría, por
una cuestión de supervivencia profesional, asegurarle a mis hijos que el
periodismo está inmune, pero claramente es un engaño.
The Associated Press ya
ha utilizado un programa de una empresa llamada Automated Insights para
producir textos en masa con una redacción aceptable para cubrir temas como Wall
Street y algunos de los eventos deportivos universitarios; en 2016 los robots
estuvieron a cargo de hacer los artículos sobre las ligas menores de béisbol.
Un estudio calculó
que el 47 por ciento de los empleos actuales, como ajustador de seguros, réferi
deportivo y funcionario crediticio, están en riesgo de ser víctimas de la
automatización, quizá dentro de una o dos décadas.
¿Qué sucederá con otros trabajos glamurosos, como
piloto de aviones comerciales?
Bueno, en la primavera un copiloto robótico
desarrollado por la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzados de Defensa,
conocida como Darpa, voló y aterrizó un avión 737 durante una simulación.
No me sorprende, puesto que los
pilotos de aviones comerciales como el Boeing 777, según una encuesta de 2015, en promedio solo pasan siete minutos de
un vuelo realmente pilotando la máquina.
Conforme nos dirigimos hacia la era de
vehículos
autónomos, ¿qué tan lejos pueden estar los aviones sin piloto?
Después tenemos
Wall Street, donde Bloomberg reporta que los bancos grandes están utilizando programas
que pueden sugerir inversiones, construir coberturas de riesgos y funcionar
como economistas robóticos con un procesador de lenguaje natural para analizar
sintácticamente los comentarios de bancos centrales y predecir las políticas
monetarias.
Black Rock, la empresa de planificación financiera más grande del mundo, causó furor
al inicio de 2017 tras anunciar que iba a remplazar a algunos de los humanos
asalariados que eligen en qué acciones invertir con algoritmos computacionales.
¿Soy paranoico? ¿O
no lo suficiente?
Un estudio muy citado de 2013 realizado por el Departamento de
Ingeniería de la Universidad de Oxford –una institución seria, sin duda—
calculó que el 47 por ciento de los empleos actuales, como ajustador de
seguros, réferi deportivo y funcionario crediticio, están en riesgo de ser
víctimas de la automatización, quizá dentro de una o dos décadas.
Sé que no soy el
único padre preguntándome si podré proteger las carreras de mis hijos de la
invasión robótica.
Así que decidí preguntarles primero qué quieren ser de
grandes.
Toby, complaciente
y nacido para el espectáculo, está obsesionado con los autos y las películas.
Me dijo que quería ser conductor de Uber o actor. (Es aún muy joven para
entender que a veces el que quiere hacer el segundo termina haciendo el primero).
En cuanto a los
conductores de Uber, no es un secreto que se dirigen hacia un gran
estacionamiento en el cielo; la empresa anunció recientemente sus planes para comprar 24.000
vehículos todoterreno de Volvo para lanzar una flotilla de vehículos autónomos
entre 2019 y 2021.
¿Y los actores? Podría parecer impensable que algún futuro
actor dramático generado por computadora pudiera lograr los profundos matices
expresivos y emocionales de, digamos, Dwayne “the Rock” Johnson.
No obstante,
Hollywood ya es un Silicon Valley sureño.
Consideremos cómo se utilizaron
gráficos computacionales en Rogue One para que apareciera Carrie Fisher como la
princesa Leia –interpretada con captura de movimiento por
otra actriz– y al Peter Cushing como Grand
Moff Tarkin tal cual se veían los actores en la década de los setenta –y
eso que Cushing murió en 1994–.
Mi hijo más pequeño, Anton –quien es un encanto pero rudo como Kevlar–, dijo
que quería ser jugador de fútbol americano.
Un jugador robótico podría sonar
disparatado, pero si lo pensamos bien, un duelo entre los Dallas Cowdroides y
los Seattle Seabots podría ser la única solución a los interminables problemas
por los efectos cerebrales derivados de los deportes.
¿Alguna vez has escuchado hablar sobre la
“singularidad”?
Es el término que los futuristas utilizan para describir un
posible momento de cataclismo en el que la inteligencia de la máquina iguala la
del humano y, muy probablemente, la sobrepasa.
Podrían dominarnos. Podrían
matarnos.
No por nada Musk dice que la inteligencia artificial (IA) “es
potencialmente más peligrosa que los misiles nucleares”.
¿Es realmente tan
nefasto?
Los miedos a la tecnología son tan viejos como los luditas, aquellos
trabajadores textiles británicos que rompían máquinas a principios del siglo
XIX.
Normalmente, los miedos tienden a ser exagerados.
Un ejemplo obvio
es el surgimiento del automóvil, el cual sí dejó sin trabajo a la mayoría de
los acarreadores de abono.
Sin embargo, también creó millones de empleos; no
solo los de trabajadores de las líneas de ensamblaje en Detroit sino para
constructores de casas suburbanas, quienes trabajan en restaurantes y los
actores que interpretan “El rayo rebelde” (“Greased Lightning”) durante puestas
en escena de Vaselina.
La IA, sin
embargo, es distinta en opinión de Martin Ford, el autor de Rise of the
Robots: Technology and the Threat of a Jobless Future.
Si las máquinas aprenden, no solamente significa que remplazaremos viejas
máquinas con unas nuevas y llevaremos trabajadores humanos de una industria a
otra.
En lugar de eso, tendremos máquinas nuevas para remplazarnos, que podrían
seguirnos a prácticamente cualquier industria nueva a donde nos dirijamos.
Dado que el libro
de Ford fue el que me hizo caer en esta madriguera de conejo, lo busqué para
ver si todo esto era algo que le parecía inquietante en el caso de sus propios
hijos: Tristan, de 22 años; Colin, de 17, y Elaine, de 10.
Me dijo que los
empleos más vulnerables en la economía del robot son aquellos que requieren
tareas repetitivas y predecibles, sin importar el tipo de entrenamiento que
necesiten.
“Mucho del conocimiento básico de los trabajos es realmente
rutinario: sentarse frente a la computadora y utilizar los mismos programas una
y otra vez, así sea un informe o algún tipo de análisis cuantitativo”, dijo.
Las profesiones
que dependen de un pensamiento creativo disfrutan de cierta protección.
Aun
así, la capacidad de pensar creativamente no significa la salvación.
Ford dijo
que se alarmó en mayo cuando el software AlphaGo de Google venció al maestro de
19 años en Go, considerado el juego de mesa más complicado del mundo.
“Ni siquiera
cuando hablas con los mejores jugadores de Go te pueden explicar qué están
haciendo”, dijo Ford.
“Lo describen como una ‘sensación’. Se trata de moverse
en el ámbito de la intuición. Aun así, una computadora comprobó que puede
vencer a cualquiera en el mundo”.
En una
de esas conferencias, Albert Wenger, un importante inversionista en tecnología,
promovió el concepto de ingreso básico universal.
También conocido como renta
básica universal, este concepto sostiene que una economía basada en el trabajo
de robots podría algún día resultar en una cantidad abundante de objetos buenos
al mismo tiempo que nos liberaría de empleos pesarosos a la antigua; eso
permitiría que nuestros hijos, auspiciados por el gobierno, disfruten vidas
llenas de placeres como bailarines o practicantes de tratamientos con veneno de
abeja.
En otra conferencia el economista David Autor argumenta que las
afirmaciones de que algún trabajo desaparecerá son en su mayoría exagerados.
A
casi cinco décadas de que se introdujeron los cajeros automáticos, por ejemplo,
hay más humanos trabajando como cajeros de banco que nunca antes.
Las
computadoras simplemente liberaron a los humanos del trabajo tedioso como
contar billetes para que pudieran concentrarse en tareas más demandantes en
cuestión cognitiva, como “reforzar las relaciones con los clientes, solucionar
problemas y presentarles nuevos productos, como tarjetas de crédito, préstamos
e inversiones”, dijo Autor.
Después de todo,
las computadoras son muy buenas para algunas cosas y, hasta el momento,
malísimas para otras.
Incluso Anton lo intuye. El otro día le pregunté si creía
que los robots eran más listos o más tontos que los humanos.
“Más tontos”, dijo
después de una larga pausa.
Confundido, lo presioné un poco más.
“Más listos y
más tontos”, me explicó con una sonrisa pícara.
Estaba bromeando.
Aunque resulta que también estaba en lo correcto, de acuerdo con Andrew McAfee,
un teórico de administración en el Instituto de Tecnología de Massachusetts, a
quien entrevisté poco después.
Hablamos de otra
de las aspiraciones laborales de mi hijo Anton –ser compositor musical– y
McAfee dijo que las computadoras ya eran lo suficientemente listas para crear
melodías mejores que las creadas por muchos humanos.
“Sabemos las reglas de las
cosas que son placenteras para nuestros oídos”, dijo.
“Sin embargo, me va a
sorprender mucho cuando haya un letrista digital por ahí, alguien que pueda
poner palabras a la música que realmente resuenen entre la gente y la hagan
pensar sobre la condición humana”.
No cualquiera, por
supuesto, está hecho para ser un Springsteen robótico.
Le pregunté a McAfee qué
otros trabajos podrían existir en diez años.
“Creo que los
guías y entrenadores en materia de salud serán una gran industria en el
futuro”, dijo.
“Los restaurantes que tienen un muy buen equipo de hospitalidad
no desaparecerán, incluso si tenemos más opciones para pedir la comida a través
de una tableta”.
“La gente
interesada en hacer trabajos manuales va a estar bien”, dijo.
“El robot plomero
todavía está muy lejos de existir”.
Me atrevo a interpelar, por sentirlos muy cercanos, por más que las apariencias parecieran indicar lo contrario; insisto en lo de la cercanía, por que estamos en el mismo bote – que hace agua - , tenemos pesares, angustias y problemas comunes, recién después vienen las diferencias.
La idea es dialogar, hablar de nuestras cosas, hay textos que nos proporcionan la información básica – no única-, solo es una propuesta como para empezar. La continuidad depende de Ustedes, un eventual resultado adicional depende de todos.La idea es hablar desde un “nosotros” y sobre “nuestro futuro” desde la buena fe, los problemas exigen soluciones que requieren racionalidad, honestidad intelectual que jamás puede nacer desde la parcialidad, la mezquindad, la especulación.
Encontraran en “HASTA EL PELO MÁS DELGADO ...”, textos y opiniones sobre una temática variada y sin un orden temporal, es así no por desorganizado, sino por intención – a Ustedes corresponde juzgar el resultado -.Como no he vivido en una capsula, ya peino canas, tengo opiniones y simpatías, pero de ninguna manera significa dogmatismo, parcialidad cerrada.Soy radical (neto sin adiciones de letras ninguna), pero no se preocupen no es contagiosos … creo, solo una opción en el universo de las ideas argentinas. Las referencias al radicalismo están debidamente identificadas, depende de Ustedes si deciden “pizpear” o no.
El acá y ahora, el nosotros y el futuro constituyen la responsabilidad de todos.Hace más de cuatro décadas, en mi lejana secundaria, de una pasadita que nos dieron por Lógica, recuerdo el Principio de Identidad, era más o menos así: “Si 'A' no es 'A', no es 'A' ni es nada”, por esos años me pareció una reverenda huevada, hoy lo tomo con mucho más respeto y consideración. Variaciones de los mismo: no existe un ligero embarazo; no se puede ser buena gente los días pares.
Llegando al Bicentenario – y aunque se me tildé de negativo- siento que como pueblo, desde 1810, hemos estado paveando … a vos ¿qué te parece?. En algún momento perdimos el rumbo y ahí andamos “como pan que no se vende. Cuentan que don Ángel Vicente Peñaloza decía: “Como ei de andar, en Chile y di a pie, cuando hay de que no hay cunque, cuando hay cunque no hay deque”.
De tanto mirarnos el, ombligo y su pelusa, tenemos un cerebro paralitico, cubierto de telarañas y en estado de grave inanición. Padecemos una trágica concurrencia de factores que nos impiden advertir – debidamente -, este, nuestro triste presente y lo que es peor aún, nos va dejando sin futuro.
A los malos, los maulas, los sotretas, los villanos, los mala leche, los h'jo puta, los podemos enfrentar pero … ¿qué hacemos con los indiferentes, con los que solo se meten en sus cosas, y no advierten que el nosotros y el futuro por más que sean plurales son cosas personalisimas? Y luego dicen que quieren a sus hijos y su familia; ¡JA!, ¡doble JA!, ¡triple JA! (il lupo fero).
¡¡EL REY ESTÁ EN PELOTAS!!, dijo el niño de la calle, hijo de padre desconocido y madre ausente, ese niño es mi héroe favorito.
¿QUÉ ES PEOR LA IGNORANCIA O LA INDIFERENCIA?
¡¡NO LO SÉ Y NO ME IMPORTA!!
El impertinente, el preguntón es nuestra esperanza, nuestro “Chapulin Colorado”.
Mis querido “Chichipios” - diría don Tato- no olviden que además de ver el vaso medio vació o medio lleno, hay que saber que contiene – sino que le pregunten a Socrates - ¡Bienvenidos! Adelante. Julio
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