Tan lacerante como la corrupción, tan dañina como la impunidad, tan dispendioso como el narcotráfico y tan frustrante como la derrota de la Selección nacional en un mundial, es ese mal endémico que padecemos desde hace muchos años y que no tiene otro nombre que el de ineptitud.
Cientos, miles de millones de pesos se desperdician anualmente por la ineptitud; las más de las veces ocurren enfrente de nuestros ojos todos los días y en cualquier rincón de nuestro México; lo vemos en las calles que se abren y se cierran una y otra vez y otra; en las costosas remodelaciones periódicas de muchas oficinas públicas; en la repavimentación de calles del centro en muchas ciudades de nuestra República; es tal la frivolidad en la que todos hemos caído, que como ciudadanos permitimos, indiferentes o inconscientes, que los gobernadores y presidentes municipales en todo el país gasten millones de pesos solo en pintura para adecuar el color emblemático de su partido en todos los edificios públicos de su territorio.
Pareciera que uno de los atributos de la ineptitud es su omnipresencia, la encontramos en todas partes; en la libertad de peligrosos delincuentes solo porque no se supo integrar adecuadamente la averiguación previa o, por la misma causa, la privación de la libertad de muchos inocentes; la encontramos en carreteras y autopistas mal diseñadas, en puentes que se derrumban o en costosos aeropuertos que están subutilizados; aunque usted no lo crea, en nuestro país se han construido puertos de navegación que hoy están prácticamente abandonados.
A la ineptitud, seguramente, la encontraremos detrás de los cargamentos de armas que entran en el territorio nacional y que sin duda contribuyen a la ola de violencia que, al parecer inevitablemente, se está apoderando de nuestro país, de nuestras instituciones, de nuestra tranquilidad.
Hemos aprendido por tristes experiencias que en México la ineptitud es hija de la corrupción por parte de madre y del poco –muy poco– entendimiento de gobernantes mediocres por parte de padre.
La corrupción e ineptitud de algunos funcionarios públicos a lo largo de la historia de nuestro país, lo mismo que el uso del poder público para obtener beneficios privados, es un enorme lastre con el que tenemos que cargar todos los días y que deriva en una importante pérdida de bienestar y en que la economía mexicana experimente un crecimiento notoriamente mediocre.
México se ubica en el lugar 138 de 180 países del Índice de Percepción de Corrupción y es reflejo de que somos un país de Leyes pero que no se aplican, es lamentable tanta corrupción.
¿Cuál es la solución para combatir la corrupción?
Ciertamente, no vamos a hacerlo con campañas de prensa ni tampoco armando escándalos morales.
Vamos a combatir a la corrupción eficientemente reduciendo el costo de la ley.
El alto costo de la legalidad, no es casual.
Responde a condicionamientos políticos, pues es un reflejo de cómo se utiliza el poder legislativo en un Estado.
Cuando el poder carece de limitaciones, es previsible encontrar un alto costo de la legalidad.
Es difícil encontrar correlación económica más grande, más significativa en otra relación, causa o efecto en la economía: a mayor libertad económica, menor corrupción
Es urgente la construcción de una cultura de rendición de cuentas que permita la transparencia, abierta y pública del desempeño gubernamental.
Lo demás vendrá por añadidura.
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