2019 Y…
LA MONEDA EN EL AIRE
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II –
Una puesta que exhibió el dilema del enroque
Una semana después del anuncio de la fórmula
Alberto-Cristina, el impacto se sintió más en la dirigencia que en las
encuestas; el rol de cada integrante de la dupla genera dudas, algo que se notó
en el acto de ayer; turbulencias en Alternativa Federal y resistencia en Macri
Crédito: Unidad Ciudadana
26 de mayo de 2019
El
sismógrafo político detectó un movimiento imprevisto hace una semana, pero aún
no alcanzó a determinar con precisión si se trató de un terremoto o de una
simple turbulencia.
Solo se
notó que sacudió con fuerza la frágil estructura del peronismo alternativo y
movió un poco la estantería de la Casa Rosada.
El
escenario para las PASO antes de esa sorpresa mostraba una ventaja
de la expresidenta sobre Mauricio Macri de seis puntos, según consultoras
como Isonomía (33 a 27) y Aresco (40 a 34).
En tanto los candidatos del espacio
intermedio (Roberto Lavagna, Sergio Massa, Juan Manuel Urtubey y Miguel
Pichetto) sumaban unos 30 puntos, aunque con un déficit: ninguno de ellos
lograba retener más de la mitad de esa cifra si quedaba como postulante único
en octubre.
Todavía no hay demasiada evidencia numérica sobre cuánto
cambió el panorama esta semana, porque las encuestadoras prefieren esperar un
poco hasta que decante la novedad.
Solo Opinaia difundió un relevamiento según
el cual el kirchnerismo subió entre uno y tres puntos (según los rivales), y
Federico Aurelio detectó una variación similar en un trabajo a nivel de
provincias que abarcó el 60% de los votantes del país.
No parece por ahora que
la escala de Richter se haya conmovido demasiado.
Pero
también es cierto que tampoco parece haber sido el objetivo principal de la
jugada.
Alberto Fernández es una figura más identificada con la operación
política que con las convocatorias populares.
Su designación apunta a la
ampliación de la base dirigencial, no tanto a seducir votantes con su carisma.
Y en su debut como precandidato él respondió a esta premisa.
Primero atravesó
el rito de iniciación en el Jordán santacruceño.
De la mano de Rudy Ulloa visitó
el mausoleo de Néstor Kirchner y recibió una estatuilla del expresidente, casi
una transferencia del legado mitológico.
Un homenaje al primer nestorismo, el
"kirchnerismo virtuoso" según la mirada del propio Fernández.
Alberto
es K.
Después
dejó en claro que la apertura y moderación que persigue su entronización abarca
esencialmente una dimensión político-electoral.
Busca recuperar el vínculo con
el peronismo herido por el maltrato de los últimos años de predominio
militante.
"Alberto es el único interlocutor que en los últimos tiempos
nos llamaba para hablar de construcción política. Fue un puente clave que ahora
fue reivindicado por Cristina", explicó un gobernador peronista, que se
había alejado del redil kirchnerista y que no ocultaba esta semana su
satisfacción.
Alberto es peronista.
Sin
embargo, en lo que más se destacó en su discurso público fue en su voluntad de
revisar la actuación de los jueces que llevaron adelante las investigaciones
contra Cristina Kirchner.
En esto no fue tibio y generó una fuerte polémica,
porque si bien dijo que no reformaría la Constitución (como planteó en su
momento La Cámpora) borró la línea de la división de poderes al sugerir que el
Ejecutivo evaluaría al Judicial.
Un profesor de Derecho de la UBA no se
equivoca así.
Alberto es cristinista.
En la
semana refrendó con hechos este mensaje.
Se encargó de llamar a algunos
gobernadores peronistas para promover en el Senado el freno a la designación de
22 jueces que ya tenían acuerdo de comisión y que estaban en la orden del día
de la sesión.
En el bloque que maneja Pichetto surgieron resistencias en la
reunión previa porque no querían "votarle nada a Macri", como si esa
lista no hubiera sido consensuada previamente con ellos.
Pero Alberto los
doblegó con un argumento clave, que expresaba un pedido de Cristina: en la
nómina estaba incluido el fiscal Ignacio Mahiques, que es quien junto con su
colega Gerardo Pollicita firmó la acusación contra la expresidenta en la causa
de Vialidad, justamente la que la tiene en el banquillo de los acusados desde
el lunes.
Por convicción o por necesidades electorales locales, nadie quiso
ofender a su distinguida colega con semejante provocación, mucho menos cuando
el destino de Mahiques es el juzgado de Mercedes, territorio camporista.
Este episodio
expuso el interrogante central que arrojó el movimiento del sábado pasado.
Si
Alberto es K, peronista y cristinista, ¿asumirá realmente el legado del
proyecto?
Hay dos corrientes de interpretación.
Los que aseguran que en el
fondo nada cambió porque el poder lo seguirá teniendo la expresidenta y Alberto
será un mero administrador y un abogado defensor encuentran en el episodio del
Senado un ejemplo claro.
Quienes en cambio sostienen que se trata del inicio de
un lento corrimiento de Cristina de la centralidad absoluta exhiben la
autonomía con la que se movió Alberto en estos días entre antiguos enemigos.
En
definitiva, ¿hay una continuidad de la Cristina Kirchner implacable de los
últimos tiempos o un regreso a la Cristina Fernández de la prehistoria K?
Ella fue el centro de atención, pero simuló correrse.
Él,
forzado al protagonismo, solo habló de Néstor.
La puesta exhibió el dilema del
enroque.
Alberto
representa un desplazamiento hacia el centro del espectro en busca de los votos
que al kirchnerismo le faltan para ganar en primera vuelta.
Sabe que, tal como
ocurrió en 2015, el ballottage lo condenaría a la derrota.
En ese sentido su
presencia reforzó la polarización con Cambiemos y angostó al espacio
intermedio, que fue el que más sufrió esta semana.
Una cosa es que haya un
tercio de votantes dispuestos a no ir con el kirchnerismo ni con el macrismo, y
otra distinta es que voten otra opción si no se sienten identificados.
El
miércoles hubo una foto conjunta de Alternativa Federal que no impidió ver todo
lo que había quedado fuera de cuadro.
Un Lavagna ausente, sin espacio para su
versión de consenso y en tensión con el resto.
Un Urtubey y un Pichetto
resignados a no poder fortalecer el espacio.
Un Schiaretti cuestionado porque
confirmó que no era el macho alfa que podía ordenar los egos ajenos.
Y un Massa
en una posición ambigua.
Por un lado transformado en la figura que puede
desnivelar la balanza, piropeado por un kirchnerismo que sabe que sería
determinante para definir en primera vuelta, y contenido por un gobierno que se
esfuerza por sostenerlo en el medio para restarle votos a los Fernández.
Pero esa
centralidad no tiene hoy una resolución satisfactoria para él en el horizonte.
Alternativa Federal se devaluó como espacio y es difícil que resista la
polarización.
Una candidatura presidencial allí sería compleja para él.
Pero si
salta al kirchnerismo solo lo espera una interna ruinosa contra
Alberto-Cristina o la tentación de la gobernación bonaerense, que Massa rechaza
con furia.
Por ahora apuesta a esperar, con la convicción de que así como
acertó cuando decía que Cristina no iría por la presidencia, volverá a hacerlo
ahora cuando asegura que ella se terminará bajando del todo.
Quizá le pide
demasiada generosidad.
En la
Casa Rosada la primera reacción ante la imagen del sismógrafo fue la negación:
"No cambió nada".
Después hubo una lectura más profunda para evaluar
si en la actitud de Cristina no había también una interpelación a Macri y su
apuesta a la reelección.
A mitad de la semana hubo un festival de hipótesis, la
mayoría de ellas con María Eugenia Vidal en el centro.
Candidata a presidenta
con Martín Lousteau, a vice de Macri, a gobernadora conjunta de Macri y de
Massa.
Sobre el final de la semana, vino la sentencia que hoy parece
definitiva: el candidato es Macri, y después de ahí todo se puede discutir.
Un
guiño a los radicales que mañana irán a la convención y que ahora tienen
entreabierta la puerta de la vicepresidencia.
A Macri
lo alentó una nueva semana de estabilización cambiaria y la previsión de que la
inflación caerá levemente en mayo.
También la promesa que escuchó en su
encuentro con Schiaretti de que mantendrá activo Alternativa Federal.
Sus
números a nivel nacional están débiles, pero el balance de las elecciones
provinciales realizadas hasta ahora es dispar: por un lado Cambiemos perdió en
todos los distritos y el promedio conseguido es de solo el 22% de los votos.
Pero al mismo tiempo si se lo compara con idénticas elecciones de 2015 sus
candidatos aumentaron en promedio un 2,6% el caudal de votos.
Un punto de
partida para la creencia de que pueden repetir el escenario incrementalista de
hace cuatro años que termine en un ballottage con globos amarillos.
Al final de
cuentas, todos tienen derecho a alimentar su mitología.
Fuente
“LA NACIÓN”, 26.05.2019
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