COPENHAUGE
UN EJEMPLO A SEGUIR
Copenhague, un ejemplo en
el combate al cambio climático
Para 2025, la ciudad industrial danesa que alguna vez estuvo repleta de
esmog y polución por diésel, aspira a tener una huella de carbono cero al
generar más energía renovable que la energía sucia que consume.
Su ejemplo
podría cambiar las políticas ambientales de otras metrópolis.
COPENHAGUE — ¿Es posible que una ciudad anule sus emisiones de
gases de efecto invernadero?
Copenhague pretende hacerlo, y pronto.
Para 2025, esta ciudad
industrial de paisaje alguna vez grisáceo aspira a la neutralidad en carbono,
es decir, planea generar más energía renovable que la energía sucia que
consume.
Esto es importante para el resto del mundo porque la mitad de la
humanidad vive en ciudades y una amplia proporción de los gases que contribuyen
al calentamiento del planeta proviene de las ciudades.
Los ajustes y medidas
para frenar el cambio climático también deben venir de las ciudades, que
representan un problema y, a la vez, son una fuente potencial de soluciones.
Con la experiencia de Copenhague, hogar de 624.000 personas,
otros gobiernos urbanos de un planeta golpeado por el calentamiento global
pueden aprender qué es posible y qué es difícil.
El
alcalde Frank Jensen dijo que las ciudades “pueden cambiar la manera en que nos
comportamos, la forma en la que vivimos, e impulsarnos a ser más ecológicos”.
Su
ciudad tiene algunas ventajas.
Es pequeña, adinerada y a su población le interesa
mucho combatir el cambio climático.
Turbinas eólicas a lo largo del estrecho que separa a Dinamarca de Suecia, visto desde el parque Amager de Copenhague
Credit
Charlotte de la Fuente para The New York Times
Se busca incentivar un menor uso de automóviles con la inauguración de una nueva línea del metro, programada para este año, pues casi todos los residentes estarán a menos de un kilómetro de alguna estación.
Credit
Charlotte de la Fuente para The New York Times
Jensen dijo que los alcaldes, más que los políticos a nivel
nacional en Dinamarca, sienten la presión de tomar medidas.
“Somos directamente
responsable por nuestras ciudades y nuestros ciudadanos, y ellos esperan que
hagamos algo”, explicó.
En el caso de Copenhague, eso significa cambiar la manera en que
la gente se desplaza, cómo calientan sus hogares y qué hacen con su basura.
La
ciudad ya ha reducido sus emisiones un 42 por ciento en comparación con los
niveles de 2005, principalmente mediante la eliminación del uso de combustibles
fósiles para generar calor y electricidad.
Sin embargo, la política dificulta que haya más progreso.
Un
gobierno municipal no puede hacer mucho sin el apoyo absoluto de los dirigentes
del país.
Por ejemplo, Jensen, de 57 años y socialdemócrata de centroizquierda,
no ha podido persuadir al gobierno danés, dirigido por un partido de
centroderecha, de imponer restricciones en la capital a los vehículos que
consumen grandes cantidades de diésel.
El transporte representa una tercera
parte de la huella de carbono de la ciudad; es el sector individual más grande
y está creciendo.
El gobierno nacional, en una estrategia que los detractores
afirman motiva el uso de los automóviles privados, ha disminuido los impuestos
de matriculación de vehículos.
El ministro de Transporte, Ole Birk Olesen, dijo
que el se buscaba reducir lo que él llamó “un exceso de impuestos a los autos”,
aunque agregó que lo ideal sería que los daneses compraran autos de cero
emisiones en las próximas décadas.
Por lo tanto, el objetivo de Copenhague de neutralizar su
consumo de carbono enfrenta un obstáculo que es común en todo el mundo: una
división entre los intereses de las personas que viven en las ciudades y los de
las que viven fuera.
Contenedores para reciclaje en el vecindario Christiania. La ley de la ciudad establece que el reciclaje debe separarse en ocho categorías. CreditCharlotte de la Fuente para The New York Times
De acuerdo con muchos políticos de la oposición y analistas
independientes, Copenhague no podrá cumplir con su objetivo para 2025, y
algunos críticos opinan que el plan se enfoca demasiado en intentar equilibrar
sus niveles de carbono en lugar de cambiar la manera en que la gente vive en realidad.
“Nos movemos de un lado a otro en vehículos que queman
combustible fósil, comemos muchísima carne, compramos demasiada ropa”, dijo
Fanny Broholm, vocera para el partido ecologista Alternativet.
“El objetivo de
por sí no es lo suficientemente ambicioso, y ni siquiera podemos alcanzarlo”.
Jensen, por su lado, se siente optimista sobre lo que él llama
la “transformación ecológica” de la capital.
Los funcionarios de la ciudad
afirman que este es solo el comienzo.
Frank Jensen es el alcalde de Copenhague.CreditCharlotte de la Fuente para The New York Times
Una
nueva línea del metro, cuya inauguración está programada para este año, pondrá
a la mayoría de los residentes urbanos a unos 650 metros de alguna estación.
Las sendas exclusivas para bicicletas en rutas muy transitadas ya son de tres
carriles de ancho, para que pueda desplazarse el 43 por ciento de los
copenhaguenses que van en dos ruedas al trabajo y a la escuela hasta en días
lluviosos con mucho viento (los cuales abundan).
Todo
ese viento ayuda a generar la
electricidad para la ciudad.
La calefacción de
los edificios proviene en parte de la quema de basura en un nuevo incinerador
de alta tecnología; eso es, la basura que sí se puede quemar, ya que todos los
edificios de vivienda tienen ocho contenedores para distintas categorías de
reciclaje.
Copenhague pretende vender unidades de energía renovable por cada
unidad de combustible fósil que consume.
La ciudad ha invertido
considerablemente en turbinas eólicas.
La rampa de esquí sobre el incinerador de basura Amager Resource Centre (Arc), desde donde se emite vapor en vez de humo CreditCharlotte de la Fuente para The New York Times
En el Arc se incinera el equivalente de 300 cargas de camiones de basura diarios, incluida basura importada a Dinamarca. CreditCharlotte de la Fuente para The New York Times
El camino hacia la neutralidad en carbono de Copenhague se ha
trazado con soluciones imperfectas.
Algunas de las centrales eléctricas de la ciudad han cambiado el
carbón por pellas de madera traídas de los países bálticos.
Eso es neutro en
carbono, en principio, si se pueden plantar más árboles para remplazar a los
que se han talado; el cambio ha ayudado a reducir las emisiones de la ciudad de
manera significativa.
No obstante, quemar madera produce emisiones, y una
demanda presentada ante el Tribunal de Justicia de la Unión Europea arguyó que
las pellas de madera no deberían considerarse una fuente de energía renovable.
Los detractores sostienen que hacer grandes inversiones públicas en biomasa
ahora obliga a la ciudad a tener que seguir usándola en los años por venir.
Luego está la cuestión de la basura.
Hace poco, la ciudad
inauguró un incinerador de 660 millones de dólares y 85 metros de alto, que
parece una reluciente pirámide a medio construir, con una chimenea aún más
alta.
Está a tan solo unos pasos del restaurante más popular de la
ciudad, Noma.
Diseñado por uno de los arquitectos más
conocidos del país, Bjarke Ingels, el incinerador tiene su propia pista de esquí,
abierta todo el año para atraer visitantes (y recuperar parte de los gastos).
El alcalde fue uno de los primeros en probarla.
Todos los días, 300 camiones llevan basura para alimentar su
caldera gigantesca, incluida basura importada del Reino Unido.
Eso también
genera una huella de carbono.
Pero el ingeniero jefe del incinerador, Peter
Blinksbjerg, señaló que los desechos de nuestra vida moderna, en vez de ser
enviados a un vertedero, se transforman en algo útil: calefacción para los
largos y fríos inviernos de la ciudad.
Los depuradores de gases eliminan la mayoría de los
contaminantes químicos antes de liberar el vapor al exterior.
El puente Dronning Louises Bro, en el centro de Copenhague CreditCharlotte de la Fuente para The New York Times
Es
difícil imaginarse cómo era Copenhague en épocas pasadas, cuando había fábricas
en casi todas las calles y los puertos lucían manchados por el petróleo.
Las
plantas eléctricas usaban carbono, el aire estaba repleto de esmog y una
generación entera de habitantes prefirió mudarse a los suburbios con mejor
calidad de aire.
Las
medidas impulsadas por el alcalde Jensen sí tienen adeptos.
Un sondeo de 2018 hecho por el grupo de
investigación Concito encontró que atender el cambio climático era una de las
principales preocupaciones de los votantes.
Poco más de la mitad de los
encuestados se dijeron dispuestos a cambiar su estilo de vida para lidiar con
el calentamiento global.
Copenhague
ya busca blindarse también ante el impacto del cambio climático.
Las lluvias se
han vuelto más intensas y los niveles del mar alrededor de la ciudad van en
aumento.
En algunos vecindarios más vulnerables la ciudad ha creado parques
para que se acumule ahí el agua mientras pueden drenarla.
Hay diques nuevos en
los puertos y se propone construir una isla artificial en el noreste para
bloquear las fuertes oleadas en casos de tormenta.
Así
que quizá no haya mejor momento político para implementar cambios a nivel
ciudad que sirvan como ejemplo para otras urbes.
“Las
personas claramente sí están preocupadas”, dijo Klaus Bondam, exfuncionario y
dirigente del cabildo por los derechos de los ciclistas. “Si haces caso omiso
eres un político sordo”.
Casi la mitad de los habitantes de Copenhague se desplaza en bicicleta en por lo menos parte de su trayecto. CreditCharlotte de la Fuente para The New York Times
Martin Selsoe Sorensen
colaboró con el reportaje.
Fuente
“THE NEW YORK TIMES”,
EE.UU., 26.03.2019
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