VATICANO CONVULSIONADO
La guerra sucia vuelve al Vaticano
Las acusaciones
contra el Papa avivan el fuego de una batalla de poder disfrazada de ortodoxia
religiosa e ideología que busca restaurar el viejo orden
El Papa Francisco junto al arzobispo de Dublín, Diarmuid Martin, este domingo en Irlanda. MAXWELL PHOTOGRAPHY (GETTY) | ATLAS
Los cuervos
vuelan bajo y amenaza tormenta.
La carta de 11 páginas del arzobispo Carlo Maria Viganò acusando al papa
Francisco de encubrir los abusos del cardenal Theodore McCarrick
es un síntoma de la mala digestión que acompaña siempre al Vaticano cuando
cambia de orden.
Pero su calculada publicación, diseño
y necesaria colaboración certifican la reapertura de una guerra que corre el riesgo
de organizar definitivamente a los opositores a Francisco, más interesados en
el poder extraviado que en la ideología o los abusos que denuncian ahora e
ignoraron cuando pudieron actuar.
Carlo Maria
Viganò (Varese, 1941), autor de este J’accuse vaticano, dio
siempre muestras de inestabilidad.
Carácter complicado, propenso a las intrigas
(estuvo en el origen del caso Vatileaks) e inclinaciones a la mentira.
De
hecho, cuando Benedicto XVI decidió mandarlo
a EE UU como nuncio para apartarlo del Vaticano, escribió una carta asegurando
que tenía un hermano incapacitado que le impedía asumir ese encargo.
Resultó
que el hermano vivía en Chicago desde hacía años y no se hablaba con él por una
disputa económica.
“Han convertido a un pollo en un
cuervo”, ironizaba el historiador de la Iglesia Alberto Melloni.
El problema, más allá de la veracidad de sus gravísimas
acusaciones, quizá es que sujetos así hayan ocupado los puestos más altos de la
jerarquía católica.
Cuando remaron a favor fueron útiles, hoy para la Santa
Sede se desacreditan con sus propias palabras.
Viganó, probablemente despechado por no haber recibido un
mayor reconocimiento de Francisco cuando le planteó las denuncias aquel 23 de
junio de 2013 (si es que así fue), tiene una larga experiencia en
conspiraciones.
Estuvo en el origen de 'Vatileaks' y acumuló
toneladas de información sensible a su paso por el Governatorato de la Ciudad
del Vaticano y la Secretaría de Estado, de modo que no sería extraño que
sorprendiese con más documentos.
Nadie duda de que en su ataque participaron
diversas personas, especialmente del entorno de los medios digitales
estadounidenses ultraconservadores, con quienes pudo intimar en su periplo
americano.
El Vaticano espera que las acusaciones se desvanezcan por sí solas.
Pero el misil estaba cuidadosamente diseñado para que todo sea una tormenta de
verano.
Se hicieron traducciones de la carta al inglés, francés y español por
parte de distintos colaboradores, algunos –y algunas- vinculados directamente
al círculo tradicionalista, y se lanzó cuando más daño podía hacer.
El epicentro de la guerra contra el Papa procede de la
corriente tradicionalista de la Iglesia estadounidense vinculada al Tea Party y de potentes
círculos mediáticos cercanos a Steve Bannon, obsesionado con
los movimientos populistas en Roma y con el propio Vaticano.
Un matrimonio de
conveniencia con la derecha religiosa —estadounidense y Europea—, huérfana de
un líder espiritual fuerte en el Vaticano que la defendiese.
O que, al menos,
no la atacase continuamente en cuestiones como la inmigración o las
desigualdades.
Un cocktail aliñado con un potente clickbait, una elevada dosis
de falsedades e inversiones en portales como LifeSite, Catholic Register o el
propio Breitbart de Bannon.
Además, tras la dimisión de Benedicto XVI, la virulencia de los ataques ha crecido con la percepción
de que elevar la presión puede provocar la dimisión de un Papa.
Este lunes, las
primeras reacciones, obviamente, llegaron de los propios líderes de la revuelta.
El cardenal Raymond Burke, comandante de esta guerra,
humillado en anteriores enfrentamientos con Francisco como la esperpéntica
lucha en la Orden de Malta, fue el primero.
“Las declaraciones hechas por un
prelado de la autoridad del Arzobispo Carlo Maria Viganò deben ser tomadas muy
en serio por los responsables en la Iglesia. Cada declaración debe estar sujeta
a investigación, de acuerdo con la ley procesal aprobada por la Iglesia”.
Luego
llegó el que fuera primer consejero de la nunciatura en Estados Unidos, el
francés Jean-François Lantheaume, que avaló la veracidad de la acusación a
Catholic News Agency.
El Papa, sin embargo, prefirió guardar silencio el
domingo y pidió a los periodistas que ellos mismos extrajesen conclusiones a
través de su “madurez profesional”.
Una salida poco ortodoxa, pero eficaz
temporalmente.
“Era la mejor respuesta que podía dar en ese momento”, señala
una persona que despacha a menudo con él.
Pero la guerra no ha terminado.
Fuente
“EL PAÍS”,
España, 28.08.2018
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