El medio de comunicación privado chino Caixin informó que, según sus cálculos, las muertes solamente en la ciudad de Wuhan, lugar de nacimiento de la pandemia, serían 40.000, muy por encima de la reajustada cifra de 3.869.
Por su parte el secretario de estado, Mike Pompeo, expresó su esperanza de que los países encuentren nuevas razones para rechazar al gigante de telecomunicaciones chino Huawei, después de ver la gestión que Pekín hizo durante la pandemia.
"Cuando Huawei llame para venderles equipos y hardware, espero que vean esa decisión a través de un prisma diferente", acotó Pompeo, una exhortación sin tapujos a un boicot contra la compañía y la economía china.
Más información, más cerca de la verdad
Lo que en un principio algunos tildaron de noticas falsas y campaña racista, a medida que avanzan los días se consolidan como razones de impulso para la condena directa de diversos gobiernos al país asiático.
El Presidente, a pesar de su carácter impulsivo que en ocasiones asusta, ha demostrado ecuanimidad en el ojo de graves conflictos y negociaciones: Corea del Norte, Siria, Irán, Rusia y con China, en la guerra de aranceles.
Libró un “impeachment”, logró la aprobación del paquete de ayuda más grande en la historia del país (2 billones de dólares) y mantiene en jaque a los regímenes de Cuba, Nicaragua y Venezuela.
Desde que asumió el poder en el 2016, Trump no ha tenido sosiego, no se ha apartado de las guerras políticas, económicas.
Embiste, se retira, ataca de nuevo hasta conseguir su objetivo.
Es sabio, arrogante, estratega y de esta forma -una vez más- se encamina a su próxima victoria sobre la peor de las batallas que ha enfrentado: el COVID-19.
De trasfondo, una guerra fría que ha renacido en pleno siglo XXI por la hegemonía del orbe.
Algunos, muy poderosos, quieren un nuevo orden mundial a costa de lo que sea necesario, incluso del sacrificio humano.
Los servicios de inteligencia lo saben, (SIC) También Trump, porque ha vivido la mayor parte de su vida entre ellos y los conoce perfectamente.
Eso tranquiliza, ofrece paz.
Por eso, la mayoría de los estadounidenses lo eligió.
Y ahí está, sin doblegarse. (1)
Los aliados de EEUU están cada vez más de acuerdo en la evaluación de Washington sobre China y el brote de SARS-COV-2, que se originó en Wuhan y que ha provocado la muerte de más de 156.000 personas en el mundo, de ellas casi 37.000 en EEUU (hasta el momento de redactar este artículo).
Lo (SIC) números suben por horas.
Los fallecimientos continuarán quizás por varios meses, antes de que aparezca un tratamiento efectivo 100% y llegue al mercado una vacuna preventiva.
Mientras, la economía sangra.
El secretario de Relaciones Exteriores británico Dominic Raab dijo que “después del SARS-COV-2 los negocios con China no deberían seguir como siempre”, al tiempo que el líder francés, Emmanuel Macron, estimó que sobre la pandemia había "claramente cosas que han sucedido y que no sabemos".
La acción más directa contra China hasta ahora pertenece al primer ministro japonés, Shinzo Abe, quien puso a disposición de las empresas niponas en China 2,000 millones de dólares para costear la repatriación de los negocios a Japón y 200 millones adicionales por si decidían radicarse en otro país.
Y esto, por supuesto, sienta un precedente y una posible alianza con Estados Unidos y la India, un país que desde hace años puja por arrebatarle a la nación asiática su privilegio en inversiones estadounidenses y ha demostrado fidelidad a la primera potencia.
¿Reducirá EEUU la dependencia del régimen chino?
India y Arabia Saudita cada vez más se aproximan a convertirse en opción primordial para una salida estadounidense a la dependencia de China.
Las inversiones directas de EEUU en China entre 1990 y el 2019 ascienden a cerca de 276.000 millones de dólares, según un informe publicado por The Wall Street Journal.
Y la del régimen chino hacia Washington – en el mismo período- de 148,000 millones.
El brote del virus surgió en el centro de una guerra comercial entre los dos mayores motores del planeta, en la que China se vio obligada a ceder parte de sus reclamos y firmar un acuerdo con la Casa Blanca a mediados de enero del 2020.
Durante más de año y medio la disputa afectó el comercio global.
Uno de los compromisos de China en el pacto fue que compraría 200.000 millones de dólares adicionales en bienes estadounidenses en los próximos dos años.
Pero la alarma sobre el SARS-COV-2, no saltó por ninguna parte.
A finales de diciembre un oftalmólogo chino alertó al mundo, a través de un video con su celular, de una inminente catástrofe sanitaria si no se actuaba con celeridad.
No fue hasta el 23 de enero que el gobierno asiático decidió cerrar la ciudad de Wuhan, con unos 10 millones de habitantes y una población flotante de casi 5 millones.
El doctor Li Wenliang recibió amenazas de la policía de ser procesado judicialmente si volvía a referirse públicamente al peligro del virus.
Wenliang, de apenas 34 años de edad, murió por un supuesto contagio el 7 de febrero.
En una entrevista por la televisión local, el alcalde de Wuhan, Zhou Xianwang, afirmó que antes del cierre de la localidad, salieron hacia diversos países casi los cinco millones de personas (no residentes).
Al día siguiente, en otra entrevista a la mayor cadena estatal china CCTV, el propio alcalde se excusó ante las cámaras: “Hay que entender la demora, porque al ser una enfermedad infecciosa debemos actuar de acuerdo con la ley”.
En un régimen comunista, un daño de esta índole siempre exige responsabilidad, mucho más con las consecuencias generadas por la epidemia en el país asiático y luego en el resto del mundo.
Y no sólo se paga con la renuncia del cargo, sino con la desaparición física, pero Xianwang sobrevivió, lo que obliga a suponer que pudo existir una previa planificación.
Otro dato, el primer caso detectado en Italia fue una pareja de Wuhan, que salió el 22 de enero de territorio chino y ambos eran miembros del Partido Comunista de China.
Coincidencias… ¿Una misión?
DIARIO LAS AMÉRICAS publicó hace dos semanas un artículo titulado “Preparó China un ataque global con el COVID-19”, basado en el arresto del FBI de un brillante científico bioquímico de Harvard y dos espías chinos en EEUU vinculados con el controversial laboratorio de virología en Wuhan, donde se investigaba un virus similar al SARS.
La embajada estadunidense en Pekín envió informes a Washington sobre las inseguras condiciones de trabajo en el Instituto bajo control del ejército (2), dos años antes del brote de la epidemia, según fuentes citadas por diversos medios de comunicación.
Senadores y congresista piden sanciones
El senador republicano por Missouri, Josh Hawley y la congresista Elise Stefanik de Nueva York (también republicana) trabajan en la aprobación del proyecto de ley “Justicia para las Víctimas de COVID-19”en el Senado y en la Cámara Baja, respectivamente para retirar la “inmunidad soberana” del régimen chino y abrir el camino a demandas e indemnizaciones (3).
“Hay pruebas abrumadoras de que las mentiras, el engaño y la incompetencia del Partido Comunista Chino hicieron que el COVID-19 pasara de ser un brote local a una pandemia”, manifestó Hawley en un comunicado, mientras que Stefanik agregó que Pekín "ocultó a sabiendas información crítica" necesaria para combatir la propagación del virus.
En una entrevista con la cadena local Fox News, el senador de Carolina del Sur, Lindsey Graham, indicó que Pekín debe “pagar su precio” por la pandemia del COVID-19.
Si no fuera por este virus que, a su juicio, salió de un laboratorio chino “miles de estadounidenses estarían hoy vivos y 22 millones de personas estarían en sus trabajos”.
Entre indicios y coincidencias, la presunta “buena voluntad” y “eficacia” de China frente al nuevo coronavirus exaltada por el presidente de la Organización Mundial de la Salud, Tedros Adhanom Ghebreyesus, se ha transformado en caldo de cultivo para severas sanciones de EEUU y a escala internacional.
Pero hay argumentos que pesan.
China es hoy el mayor poseedor de la deuda norteamericana; si el país asiático deja de comprar esa deuda el comercio mundial se vería afectado, aún más la economía norteamericana.
En febrero del 2019, el Consejo Empresarial Chino Estadounidense, que integran más de 200 compañías entre ellas Apple, Walmart y Amazon, reveló que el 13% de la empresas estadounidenses en el gigante asiático estarían dispuestas a salir de China y acatar las sugerencias del presidente Trump.
Queda por ver si ese número creció movido por cierta sensibilidad nacionalista de empresarios, ante el desastre humano y económico que ha representado la pandemia china para EEUU.
China sigue siendo atractiva para los inversionistas porque el gobierno ha introducido mecanismos para mejorar la entrega de los principales proyectos de inversión extranjera, reducir los aranceles de importación y simplificar el despacho de aduanas.
Con una gran riqueza de empleados y socios potenciales deseosos de aprender y evolucionar, el país es una base para la producción de bajo costo.
En Europa, el mercado automovilístico se desplomó un 55,1% en marzo, los dirigentes se debaten entre las exigencias sanitarias y la necesidad de minimizar el costo financiero.
Estadísticas frente a una decisión
Más de 300 millones de chinos laboran en fábricas del país y viajan de una ciudad a otra para trabajar, durante varias semanas no pudieron hacerlo por el confinamiento.
Decenas de miles de empresas en el orbe dependen de sus productos.
China es la fábrica del mundo y exporta un tercio de lo que necesita la humanidad.
Solo en el sector automotriz, los componentes electrónicos chinos son utilizados en más de 30 países para fabricar vehículos(entre ellos Canadá, méxico, la república checa, Corea del sur, Países bajos, Tailandia, India, Alemania, Malasia). Japón y EEUU dependen de casi el 50 por ciento de estos componentes para sus producciones de autos.
China es el principal consumidor de energía del Planeta y en su freno por la pandemia redujo el consumo de petróleo.
Sus principales vendedores entre los que figura Rusia, Arabia Saudita, Iraq, Angola, Brasil e Irán sufrieron el impacto.
China también compra el 33% de los productos más caros del mundo.
El crudo Brent cayó más del 20% desde enero y menos de 55 dólares el barril.
China también afectó la compra de cobre para sus componentes, lo que trajo consecuencias a Africa y América Latina, sobre todo a Chile.
El único ganador de la crisis ha sido el oro, que subió a precios históricos (1,682 dólares por una onza).
La cada vez más probada negligencia del gobierno comunista chino respecto a la pandemia dejará un costo en vidas y en la economía de EEUU similar a una tercera guerra mundial, sin contar el desastre en países en desarrollo y en Europa (España e Italia como los más afectados).
Tras esta hecatombe, el gobernante chino Xi Jinping sale públicamente por primera vez a pedir disculpas (muy tardías por cierto) e intenta calmar a varios gobiernos que ya le han exigido respuestas contundentes, EEUU entre ellos; en medio de la incertidumbre de cómo y cuándo se podrá vencer al nuevo coronavirus, COVID-19 o SARS-COV-2. Dios perdona; Trump, no sabemos si lo hará.
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