MARTILLO
Y CLAVO
CONCIENCIA
Y VERDAD
“… es tentador tratar todo como si fuera un clavo,
si la única herramienta que tienes es un martillo” (Abraham Maslow)
Ya son seis las maneras
kirchneristas de explicar la corrupción
MARTES 27 DE JUNIO DE
2017
Hasta hace unas horas, cuando les
tocaba referirse a la corrupción de la "década ganada", los
kirchneristas alternaban cuatro argumentos distintos.
Ahora el repertorio se
amplió a seis gracias a los aportes altisonantes del diputado José Ottavis y de la flamante candidata cristinista
Fernanda Vallejos, dos voluntarios que acabaron con la sordina que tuvo el tema
corrupción durante las semanas en las que se negociaron las candidaturas.
Antes de enumerar los argumentos, aclaremos: no es que el
kirchnerismo ande por la vida dando explicaciones sobre la corrupción. Todo lo
contrario.
La palabra corrupción incluso fue borrada del lenguaje oficial
durante la era kirchnerista según el ritual primitivo de que aquello que el
líder de la tribu no nombra no existe (tal la robustez del tabú, en los
discursos presidenciales tampoco se mencionaba jamás ninguna lucha
anticorrupción del Estado, rutina en otros países).
Pero ahora, en situaciones
descontroladas, es decir, cuando el interlocutor o el entrevistador no
garantizan confort discursivo, el tema de la corrupción se cuela.
Nunca falta
uno que pregunta. Y algo hay que decir.
Por lo común se responde con
generalidades.
Casi nunca se explica un caso en detalle ni se intentan
desmoronar las imputaciones judiciales con datos precisos.
Las respuestas son
conceptuales, de tipo universal.
Las argumentaciones K
podrían ser clasificadas así:
1) Corruptos
somos todos.
Es el modelo
argumental más frecuentado.
Se basa en la falacia de que la corrupción es algo
ínsito a la acción de gobernar y que la hay en todas partes cualquiera sea el
gobernante.
Tras la
revelación de los Panamá Papers (3 de abril de 2016) el kirchnerismo buscó
instaurar una paridad entre corrupción cristinista y corrupción macrista.
La
idea subliminal es que si hay empate los pecados se neutralizan.
Ante cualquier
atisbo de mencionársele a un dirigente kirchnerista alguna faceta de la
corrupción de la Era Cristina, éste reaccionaba con la automaticidad de un
reflejo fisiológico: "¿Y Macri?".
Imposible no recordar aquí aquel
interrogante de cómo se hace para esconder un elefante en la calle Florida:
poniendo cien elefantes.
Pero del empate, curiosamente, se pasó a la extinción
plena de la corrupción cristinista, con el consecuente protagonismo estelar,
solitario, luminoso, de una magnificada corrupción macrista.
Lo expresa el
último documento de Cristina Kirchner.
El punto 9 comienza recordando que desde
la asunción del gobierno de Cambiemos "se han conocido los más
escandalosos casos de corrupción".
¿Las estancias del preso Lázaro Báez, los bolsos monacales de José López, el dinero cash de La Rosadita, los cinco
millones de dólares en efectivo de Florencia Kirchner, los negocios hoteleros,
el presunto lavado de la familia presidencial santacruceña, los viáticos de las
giras de la presidenta? No, con "los más escandalosos casos de
corrupción" ella se refiere a Macri. Enumera los Panamá Papers, las coimas
de Odebrecht y hasta "la manipulación del dólar futuro", como una
karateca que trata de utilizar la energía del oponente para vencerlo.
2) Los corruptos son los empresarios.
Doctrina de vanguardia, sigue la línea de lo
que dijo el gobierno kirchnerista cuando saltó el caso Skanska: es un asunto
entre privados.
Créase o no, Cristina Kirchner renovó la idea delante del caso
López.
Primero ella dijo que no encontraba las palabras adecuadas para
calificar lo de López (por eso no lo pudo calificar), y después explicó que
"nadie puede vivir del Estado y agarrarse nueve millones de dólares",
por lo que pidió que se investigue a los empresarios.
El mismo enfoque le
aplica ahora el kirchnerismo al caso Odebrecht.
Como se supone que los
coimeados fueron funcionarios de Cristina Kirchner, y tal vez ella misma, su
postura es que deben ser investigados los empresarios, entre los cuales estaría
Ángelo Calcaterra, primo de Macri.
Es verdad que los empresarios que dan coimas
nunca son perseguidos con eficacia por la Justicia, pero equiparar la
responsabilidad de un funcionario público con la de un particular quizás sea
tan inapropiado como pretender que el terrorismo de Estado y el terrorismo a
secas son equivalentes.
3)
Las denuncias de corrupción son una revancha porque afectamos grandes
intereses.
Argumento
también utilizado por la ex presidenta, da por cierto que el kirchnerismo hizo
una revolución a favor de los oprimidos y en contra de los llamados grupos
hegemónicos, algo que muchos especialistas no consiguieron verificar.
El
problema principal de este argumento es que elude explicar cómo fue que para
apoyar su venganza los revanchistas hallaron tantos funcionarios kirchneristas
enriquecidos de manera ostensible, tantas irregularidades administrativas y
tantos jueces, fiscales y camaristas dispuestos a llevar adelante voluminosas
causas judiciales.
Una variante de esta línea argumental busca asimilar los
infortunios de Dilma Rousseff y de Lula con
los de Cristina Kirchner, quien sería así objeto de una persecución de diseño
regional, por cierto más lustrosa.
No existen datos sobre la sincronización de
la movida, pero para una parte del imaginario colectivo es verosímil que los
grandes poderes imperiales tumben gobiernos para ellos indeseables.
El detalle
es que a Cristina Kirchner no la tumbaron, su equiparación con Rousseff en ese
sentido es equívoca.
4)
Los jueces inventan las causas mandados por la Casa Rosada.
Debe admitirse que en
atención a la relación de las últimas décadas de la justicia federal con el
poder político de turno este es uno de los argumentos menos estrafalarios.
Sin
embargo, por algo el kirchnerismo lo fue dejando de lado.
Cuando Claudio Bonadio era el único que la perseguía
penalmente en forma efectiva, Cristina Kirchner podía decir que ese juez la
odiaba, que seguía instrucciones de Macri o ambas cosas a la vez.
Pero hoy son
demasiados los magistrados que la procesaron o la imputaron como para sostener
la teoría del solitario juez malvado o del juez macrista.
La denuncia de que
todos los jueces y fiscales que la persiguen están sometidos a la voluntad de
un estratega oficial, en realidad más una insinuación que una denuncia, no ha
conseguido ofrecerse con un aspecto consistente, más allá de que sea un secreto
a gritos que la Justicia argentina antes de meterse con funcionarios se asegura
de que lleven el prefijo ex adelante.
5) La teoría Ottavis:
fuimos corruptos porque somos humanos.
Convertido
desde su ingreso a la farándula en un diestro abastecedor del apetito
mediático, Ottavis acaba de satisfacer a la pléyade de cronistas republicanos
que exigen a sus interlocutores una autocrítica, especialmente cuando se trata
de la corrupción. Como con el kirchnerismo todo es posible, la absurda
pretensión de que alguien "se autocritique" la corrupción sucedió.
"Hicimos muchas cosas mal, fuimos corruptos, fuimos mentirosos, fuimos
manipuladores, fuimos interesados", dijo el diputado, quien ahorró los
detalles.
Tal vez para no aburrir a la audiencia evitó mencionar qué, quién,
cuándo, dónde y cómo.
La frase, si bien estruendosa, desaguó en una
justificación. "No se puede pensar que una cosa es la sociedad y otra los
individuos (.) Un espacio político está conformado por personas". Se trata
de una versión tuneada de "todos somos corruptos".
Según Ottavis, los
"espacios" son corruptos porque las personas lo son.
De la
institucionalidad y del papel de las instituciones fuertes para mitigar y
controlar las debilidades humanas no habló.
Del papel del kirchnerismo en la
degradación de las instituciones tampoco.
Ninguna reflexión sobre las
condiciones favorables para que la corrupción haga metástasis acompañó la
"autocrítica".
6)
Vallejos cruda: la corrupción kirchnerista, abducida.
El debut de la primera
candidata a diputada no podía ser más auspicioso para sus competidores.
El
primer día de campaña (de facto, porque legalmente la campaña no empezó)
Fernanda Vallejos no sólo dijo que la corrupción kirchnerista no existió, ya
que no se pudo probar nada, sino que defendió a Amado Boudou, una de las figuras del kirchnerismo
que está más cerca de la cárcel.
Para que no quedasen dudas lo comparó con
Yrigoyen y con Perón.
Le aplicó la argumentación 2: lo persiguen por su heroica
recuperación de los fondos de las AFJP.
En cuanto a la abducción de la
corrupción kirchnerista, es cierto que la política inexperta siguió la línea
del documento de su líder, que mágicamente hizo desaparecer la corrupción
propia.
Vallejos fue más allá, la negó en forma taxativa, olvidando, tal vez,
que por lo menos al bolsero José López Cristina no lo llegó a reconocer como un
perseguido político.
Fuente
“LA NACIÓN”, 27.06.2017
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