El Estado anarco
Bienvenidos a la Argentina.
Adrián Simioni
La Argentina es un país excéntrico, extravagante, raro.
Ya lo sabemos.
Y hoy está al borde de dar un nuevo paso: crear el primer Estado Anarquista del mundo.
Es la máxima contradicción.
Ni Mijaíl Bakunin, el más famoso de los primeros teóricos del anarquismo, lo hubiera soñado: un Estado que es capaz de destruirse a sí mismo, sin que los anarquistas tengan que imprimir un solo folleto ni colocar ni una sola bomba.
Si se fijan bien, el Estado argentino fomenta su propia quiebra al desfinanciar los servicios públicos; siembra el caos alentando a la población a romper contratos de crédito y alquileres; renuncia al monopolio de la violencia; les dice a sus ciudadanos que es legal ocupar propiedades ajenas (incluidas las del propio Estado); le permite a cualquier gobernador o intendente atentar contra la unidad territorial de la Nación; y es un destructor serial de bienes públicos como la moneda o la educación.
Maten al contribuyente
Pero ahora estamos ante el último gran acto, la culminación de su gran obra de autoeliminación: el Estado está matando a sus propios contribuyentes, a los ciudadanos que aportan al propio sostenimiento del aparato estatal, al mismo tiempo que fomenta a los que viven de sus subsidios.
Es en ese marco que hay que leer los anuncios de empresas que deciden bajar sus persianas y dejar el país.
Y las de muchísimas que también cierran pero de las que no nos enteramos porque no son multinacionales que seguirán operando en otros países.
Esta semana salta el caso de las tiendas Falabella y Sodimac.
Hace poco fueron empresas vinculadas a la industria automotriz.
Y desde hace meses son las aerolíneas, que se van yendo sin remedio.
Las explicaciones de las empresas son múltiples.
Pero siempre terminan siendo básicamente tres:
Impuestos. Es imposible afrontar una carga impositiva tan alta para un país con infraestructura y servicios públicos tan pobres.
Trabajo. Es imposible afrontar los costos laborales extrasalariales (aportes previsionales y sanitarios e industria del juicio) para una productividad tan baja determinada por los prehistóricos convenios laborales custodiados por el Estado.
Inestabilidad. Es imposible sobrevivir en el terremoto financiero constante de la Argentina: inflación, recesión, cepos, cierres de importaciones, castigos a las exportaciones.
Elijan lo que quieran.
En Argentina nunca faltará nada de todo eso y mucho más.
Cazados en el zoológico
Imaginemos el caso de tiendas como Falabella.
Son la pieza típica que salen a cazar la Afip, la Anses y la Aduana dentro del zoológico.
Políticos incapaces de poner un límite a las saladitas, les cargan cada vez más impuestos a los comercios que operan en blanco.
Las alianzas de poder integradas por sindicalistas y piqueteros impone convenios e impuestos laborales a las empresas en blanco, mientras crece un océano de comercios ilegales donde el empleo en negro no sólo es la ley sino que a veces es incluso subsidiado por el propio Estado.
Las burocracias incapaces de controlar el gasto público terminan tapándonos de pesos y espantando los dólares.
De ahí vienen los cepos, que al final impiden comerciar con el resto de los países como hace todo el mundo.
El país se cierra.
Para esto, mejor me voy
¿Cuál puede ser entonces la perspectiva para una tienda como Falabella?
No sólo tiene que pagar impuestos y aportes laborales que los demás no pagan.
No sólo tiene que cumplir convenios que los demás no cumplen.
Ni siquiera puede diferenciarse ofreciendo productos importados mejores o más baratos que sus competidores desleales internos (que éstos no pueden ofrecer porque son demasiado subdesarrollados para contratar un container).
Para terminar ofreciendo los mismos productos que venden en negro, en cualquier polvoriento cruce de rutas, personas que reciben subsidios del Estado Anarco, es mejor irse.
El Estado suicida, en todo su esplendor
Es cierto que muchas de estas empresas están reestructurando sus negocios a nivel mundial por efecto de la pandemia.
Pero es llamativo que, en esas reestructuraciones, se van de Argentina y no de otros países.
Pasó con LAN y otras aerolíneas.
En estos casos, no es imposible competir con la deslealtad comercial que el Estado Anarco es incapaz de combatir sino con la deslealtad comercial que el propio Estado subsidia.
En el caso de las aéreas, como se recordará, el Estado regula al sector con el fin declarado de echar a las aerolíneas baratas que encima le pagan impuestos y restituir el monopolio caro de Aerolíneas Argentinas que, lejos de contribuirle impuestos, le demandará cientos de millones de dólares en subsidios.
Es el Estado suicida en todo su esplendor.
El Estado asesino de contribuyentes.
El Estado fomentador de la pobreza en su máximo despliegue.
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