TOZUDO Y…
La obcecación como revulsivo social
La postura inflexible de Milei genera crecientes desafíos para su gobierno.
La controversia sobre el financiamiento universitario y las protestas estudiantiles acotan su margen de maniobra
Un movimiento que quedó expuesto con meridiana claridad la semana pasada con la reacción del oficialismo ante una nueva marcha universitaria y la posterior confirmación de un demorado veto a la ley de financiamiento universitario que podría ser rechazado por el Congreso la semana próxima.
Una secuencia que, en definitiva, podría implicar una triple derrota para el gobierno: en la calle, en la opinión pública y en el Congreso.
En este contexto, el empecinamiento del presidente por rechazar el reclamo y vetar la ley, puede configurar un error estratégico de proporciones insospechadas.
Y por varias razones.
En primer lugar, porque el intento de reducir el conflicto al supuesto aprovechamiento político de algunos sectores que se hicieron visibles el pasado miércoles no ha logrado opacar lo que una mayoría social considera un reclamo o legítimo.
En segundo lugar, porque se trata a todas luces de un conflicto que era evitable si el presidente hubiese actuado con un criterio más pragmático, y se hubiese avenido-como tras la primera marcha- a una negociación que lo hubiese mostrado más receptivo y empático con las demandas sociales.
En tercer lugar, y muy vinculado con el punto anterior, porque a diferencia de la ley de recomposición de haberes jubilatorios aquí el tan mentado “costo fiscal” no era el tema central, ya que lo que estaba en juego era sustancialmente menor -casi insignificante en los grandes números-, por lo que queda claro que lo que está en juego no es la obsesión presidencial por el déficit fiscal.
En cuarto lugar, porque queda en evidencia -una vez más- que Milei carece de una visión política en temas estructurales para cualquier sociedad democrática, como la educación en general, y la política universitaria en particular.
El burdo intento de reducir el conflicto a una discusión “por la caja” termina obturándole la posibilidad de, aun cediendo en parte al reclamo presupuestario, procurar instalar una agenda propositiva en esta temática y, eventualmente, disputar el sentido dominante respecto a la idea de “universidad pública”.
Y, por último, aunque todavía sea muy cierto que no hay sector político alguno -ni en el espectro dialoguista ni en el más nítidamente opositor- capaz de capitalizar políticamente el conflicto universitario, y mucho menos aún el creciente descontento que ya evidencian por segundo mes consecutivo las encuestas, en el corto plazo está actitud confiada y displicente del oficialismo puede horadar el aún precario blindaje de ese tercio de legisladores que Milei parecía haber conseguido tras la aprobación de la ley de las jubilaciones.
Al menos, el panorama a la luz de los primeros posicionamientos públicos del radicalismo y de algunos sectores del PRO, parece ser menos auspicioso, (sic)
Así las cosas, mientras el gobierno evidencia las crecientes dificultades de arropar la creciente conflictividad social con la otrora efectiva narrativa oficial, e incluso para conseguir “héroes” para esta sesgada cruzada, sigue azuzando el descontento que comienza a nutrir un humor social que parece haber comenzado a cambiar y que, aún sin encontrar un vehículo de representación político-institucional, puede ser un peligroso revulsivo para una Argentina que no logra superar la profunda recesión ni acompañar a quienes sufren con mayor crudeza los efectos de la misma.
A todo o nada: la fascinación de Milei por el conflicto
El veto a la ley de financiamiento universitario puso en crisis la relación con Macri.
El Presidente prefiere llevar al extremo batallas que tenían soluciones más simples.
Se pone en marcha el aparato electoral y avanzan los pliegos de la Corte.
Villarruel mandó a “bendecir” el Senado
fuente
"infobae", 06.10.2024
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