19 jul 2010

PERROS NEGROS, CABALLOS BLANCOS

PERROS NEGROS, CABALLOS BLANCOS


Cuentan los mapuches que Nguenechén hizo el mundo con sus cumbres nevadas, sus torrentes y sus lagos. Con el interminable mar que queda detrás de las montañas y la pampa que comienza donde termina el bosque. Creó, también, todas las plantas, desde las enormes araucarias hasta las diminutas flores del chacay. Luego puso en el mundo a los animales: al zorro, al guanaco, al nahuel (puma). Ya los hombres dueños d las palabras y las esperanzas.

Es verdad que Nguenechén dio a los hombres muchos dones – el poder de las armas, del amor y del fuego -, pero se reservó el secreto de su destino: ninguno sabría de antemano cuándo moriría ni donde viviría su alma en el otro mundo, ninguno conocería las circunstancias del fin de su raza.

Sin embargo, un día Nguenechén contó estas cosas a los perros y a los caballos. Ellos serían los únicos conocedores del misterio. Por eso estaban siempre inquietos, viviendo en este mundo y contemplando a la vez las cosas del otro, acompañando a sus dueños en sus trabajos y viendo rondar entre ellos a la desgracia y a la muerte.

El viejo MAPUCHE Leuque-Leuque ya había vivido mucho, y cuanto más envejecía más necesidad sentía de conocer lo que lo esperaba. ¿Cuándo le llegaría la hora? ¿Estarían esperándolo sus antepasados? ¿Cómo sería el mundo de los muertos? Leuque-Leuque era menos activo que antes. Se habían terminado para él las grandes cacerías, las largas expediciones por las montañas, las furiosas batallas contra los TEUELCHES. Leuque-Leuque recordaba el pasado, pensaba y observaba. De madrugada, bien envuelto en su manto de piel, escuchaba resoplar a sus caballos gemir a sus perros, como tantas otras noches. ¿Sería verdad lo que tantas veces había escuchado sin darle importancia? ¿Sería cierto que los perros y los caballos conocían los secretos que hoy les quitaban el sueño?

Desvelado, el viejo Leuque-Leuque buscó un caballo y salió a recorrer el vallo bajo la luz de Kuyén, la luna. Iban al paso, por la senda que llevaba a la cascada, un jinete ya algo encorvado sobre su caballo blanco y Trewa, su perro negro, que se alejaba unos instantes para olfatear las matas y luego retomaba su puesto junto a la cabalgadura.

El viejo comenzó a hablar:

Trewa, Trewa, ¿por qué de noche te pones tan triste?

El perro se volvió levantó la cabeza y dejó ver su garganta blanca.

Vamos Trewa, ¿es cierto eso que dicen, que te visitan los espíritus de los muertos?

El perrito echó atrás las orejas y miró a Leuque-Leuque con dulces ojos comprensivos, pero no dijo nada.

Trewa, quiero saber si viviré hasta la primavera, si viste a mis antepasados…

Pero Trewa ladró asustado y corrió a esconderse detrás del caballo.

Entonces vos, Kawell, contame vos estos misterios. Yo te prometo guardar el secreto. No se lo diré a nadie jamás.

Pero el caballo seguía andando, apuraba un poco el paso y bajaba la cabeza apuntando el camino con las orejas.

Entonces Leuque-Leuque se cansó de rogarle a quienes le debían obediencia.

Habla –gritaba-. Aquí el amo soy yo y vas a hacer lo que yo te diga ¡Habla!

Y el viejo fuera de sí parecía a punto de castigarlo. El caballo se asustó, tanto que se detuvo de golpe y después de un único y largo relincho comenzó a hablar precipitadamente.

Leuque-Leuque, es verdad, nosotros los caballos, y también los perros, vemos lo que ustedes, los hombres no pueden. Nguenechén, ¡ay!, confió en nosotros. Sabía que los hombres no saben contenerse, que se aterrorizan cuando saben que les falta poco para morir.

El viejo, que escuchaba ansioso, quiso saberlo todo. Y el caballo dijo:

Hay un mundo de abajo, que es oscuro y triste. Allí vi. los espíritus de tantos conocidos… convertidos en animales más feroces que el nahuel, en pájaros repugnantes… vagabundos entre la humareda de la leña verde. Y también está el mundo de las nubes, donde viven las almas de los guerreros, condenados a pelear en una batalla que no termina nunca… ¡cuándo pienso que pronto tendré que acompañarte allí, que nuestro fin se acerca!...

Leuque-Leuque estaba pálido. Acarició el cuello del caballo, con su mano transpirada y le dijo:

Por favor, quiero saber cuánto tiempo me queda. Quiero ver lo que me espera, antes de que sea tarde. Tiene que haber una forma de conseguirlo.

Kawell contestó:

Si de verdad estas decidido úntate los ojos con mis lagañas, que están echa sólo de lágrimas de tristeza. Serás dueño del Gran Secreto, veras pasar ante tus ojos el pasado, el presente y el futuro. Yo, por desgracia, ya he visto demasiado. Ahora es tuyo el regalo de Nguenechén.

Entonces Leuque-Leuque, sin pensarlo dos veces, se frotó sobre sus párpados las lagañas transparentes de kawell. Cuando abrió los ojos lo primero que vio fue a sus muertos queridos, a sus parientes amigos que se acercaban, pero cuando estuvieron lo suficientemente cerca advirtió que ano eran ellos, sino una fila de espectros repulsivos que le paralizaron el abrazo.

Así cambió la vida del pobre Leuque-Leuque, que ya no tuvo ni un momento de paz. De día, donde todos los demás veían el valle, las piedras, el agua; él veía cruzar las almas en pena. Se sentía muy solo y todo le daba miedo. De noche lloraba con lágrimas malsanas que se secaban y pegaban al borde de sus párpados. Los MAPUCHES comenzaron a hablar de él:

Leuque-Leuque se ha puesto lagañoso, Leuque-Leuque ya no se levanta, Leuque-Leuque ya no sale a cabalgar en su caballo blanco.

Un día de lluvia, de hielo y de nieve murió Leuque-Leuque. Como él lo había dispuesto para salvarlos, no fue enterrado con Trewa ni con Kawell, sino con otro caballo y otro perro que lo acompañarían en el último viaje.

Como todos los MAPUCHES, sin duda habrá cabalgado hasta la orilla del lago, donde se habrá despedido del caballo que habrá salid galopando a encontrarse con el resto de la tropilla, cuyo jefe es el caballo de los Siete Colores. Después se habrá embarcado para cruzar el lago, camino a la Isla de los Difuntos. Sin duda habrá llevado al perro para que lo proteja de las aves de rapiña que quieren sacarles los ojosa los viajeros.

La tormenta seguía tronando sobre a tierra de los MAPUCHES, sobre la tumba de Leuque-Leuque. Kawell apegaba su flanco blanco y empapado a tronco de un coihue. De pronto, entre los nubarrones se abrió paso un terrible rayo verde, que fulminó al caballo que había revelado a un hombre los secretos de Nguenechén.

Desde entonces todos los caballos blancos están malditos: sudan de miedo y se revuelcan en la tierra cuando presiente la lluvia, huyen tanto de la luz de sol como de la luna buscan siempre el abrigo de los árboles. Ya no pueden hablar, pero relinchan de angustia en las noches claras, cuando son más nítidas las visones de los aparecidos.

Los perros negros también se asustan de los muertos y aúllan a la luz de Kuyen, pero de día están tranquilos y andan por el campo detrás de sus amos, olfateando el mundo bajo la protección de Nguenechén.

FUENTE
Leyendas Tradicionales Argentinas
Julia Saltzann
Planeta
Buenos Aires 1996

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¡BIENVENIDOS, GRACIAS POR ARRIMARSE!

Me atrevo a interpelar, por sentirlos muy cercanos, por más que las apariencias parecieran indicar lo contrario; insisto en lo de la cercanía, por que estamos en el mismo bote – que hace agua - , tenemos pesares, angustias y problemas comunes, recién después vienen las diferencias.

La idea es dialogar, hablar de nuestras cosas, hay textos que nos proporcionan la información básica – no única-, solo es una propuesta como para empezar. La continuidad depende de Ustedes, un eventual resultado adicional depende de todos.La idea es hablar desde un “nosotros” y sobre “nuestro futuro” desde la buena fe, los problemas exigen soluciones que requieren racionalidad, honestidad intelectual que jamás puede nacer desde la parcialidad, la mezquindad, la especulación.

Encontraran en “HASTA EL PELO MÁS DELGADO ...”, textos y opiniones sobre una temática variada y sin un orden temporal, es así no por desorganizado, sino por intención – a Ustedes corresponde juzgar el resultado -.Como no he vivido en una capsula, ya peino canas, tengo opiniones y simpatías, pero de ninguna manera significa dogmatismo, parcialidad cerrada.Soy radical (neto sin adiciones de letras ninguna), pero no se preocupen no es contagiosos … creo, solo una opción en el universo de las ideas argentinas. Las referencias al radicalismo están debidamente identificadas, depende de Ustedes si deciden “pizpear” o no.

El acá y ahora, el nosotros y el futuro constituyen la responsabilidad de todos.Hace más de cuatro décadas, en mi lejana secundaria, de una pasadita que nos dieron por Lógica, recuerdo el Principio de Identidad, era más o menos así: “Si 'A' no es 'A', no es 'A' ni es nada”, por esos años me pareció una reverenda huevada, hoy lo tomo con mucho más respeto y consideración. Variaciones de los mismo: no existe un ligero embarazo; no se puede ser buena gente los días pares.

Llegando al Bicentenario – y aunque se me tildé de negativo- siento que como pueblo, desde 1810, hemos estado paveando … a vos ¿qué te parece?. En algún momento perdimos el rumbo y ahí andamos “como pan que no se vende. Cuentan que don Ángel Vicente Peñaloza decía: “Como ei de andar, en Chile y di a pie, cuando hay de que no hay cunque, cuando hay cunque no hay deque”.

De tanto mirarnos el, ombligo y su pelusa, tenemos un cerebro paralitico, cubierto de telarañas y en estado de grave inanición. Padecemos una trágica concurrencia de factores que nos impiden advertir – debidamente -, este, nuestro triste presente y lo que es peor aún, nos va dejando sin futuro.

A los malos, los maulas, los sotretas, los villanos, los mala leche, los h'jo puta, los podemos enfrentar pero … ¿qué hacemos con los indiferentes, con los que solo se meten en sus cosas, y no advierten que el nosotros y el futuro por más que sean plurales son cosas personalisimas? Y luego dicen que quieren a sus hijos y su familia; ¡JA!, ¡doble JA!, ¡triple JA! (il lupo fero).

¡¡EL REY ESTÁ EN PELOTAS!!, dijo el niño de la calle, hijo de padre desconocido y madre ausente, ese niño es mi héroe favorito.

¿QUÉ ES PEOR LA IGNORANCIA O LA INDIFERENCIA?

¡¡NO LO SÉ Y NO ME IMPORTA!!

El impertinente, el preguntón es nuestra esperanza, nuestro “Chapulin Colorado”.

Mis querido “Chichipios” - diría don Tato- no olviden que además de ver el vaso medio vació o medio lleno, hay que saber que contiene – sino que le pregunten a Socrates - ¡Bienvenidos! Adelante. Julio


Mendoza, 11 de noviembre de 2009.