CHILE Y SUS VOLCANES
Por
ERNESTO LONDOÑO
Con la primera planta geotérmica de
la región y una red eléctrica que aprovecha cada vez más granjas solares y
parques eólicos, Chile tiene uno de los proyectos de energías renovables más
ambiciosos en la región.
CERRO PABELLÓN, Chile – Parece una plataforma petrolera y
funciona de manera similar.
De hecho, muchos de los hombres con overoles
gruesos de color azul y cascos blancos que operan la maquinaria alguna vez
trabajaron extrayendo crudo.
Pero ahora están rodeados por volcanes nevados y, lidiando
con las dificultades para respirar hondo a 4500 metros por encima del
nivel del mar, se dedican a utilizar el vapor que emana de la tierra como
empleados de la primera planta geotérmica de América del Sur.
La planta, con capacidad para proveer electricidad a 165.000
hogares, es un nuevo paso en la transformación de Chile hacia las energías
limpias.
La red eléctrica de la nación incluye parques eólicos y amplias
granjas solares; es una de las más ambiciosas en una región determinada a
reducir su dependencia de los combustibles fósiles.
Trabajadores en la nueva planta geotérmica de Cerro Pabellón, la primera de su tipo en Sudamérica
Credit
Meridith Kohut para The New York Times
América Latina ya tiene la
electricidad más limpia del mundo, pues ha dependido por mucho tiempo de
represas para generar buena parte de su electricidad, de acuerdo con el Banco
Mundial.
Más allá de tales proyectos
hidroeléctricos, las inversiones en energías renovables se han disparado en la
región: son once veces mayores en comparación a 2004 y tienen una tasa que casi
duplica la mundial, según un reporte de 2016 de la Agencia Internacional de las
Energías Renovables (Irena, por su sigla en inglés).
Chile, México y Brasil
están entre los diez principales mercados de energía renovable en el mundo.
Dados los avances hechos en Latinoamérica en la transición hacia
fuentes de energía más verdes, la decisión del actual gobierno de Estados
Unidos de retirarse del Acuerdo de París –para poner fin a una supuesta “guerra
contra el carbón”– causaron confusión y dejaron perplejos a muchos funcionarios
y ejecutivos de la industria en la región.
“Es irracional, como si alguien se hubiera quedado dormido
durante diez años y ahora se rehúsa a despertar”, dijo James Lee Stancampiano,
gerente de desarrollo de negocios para Sudamérica de Enel Green Power, empresa
italiana que ha desempeñado un papel destacado en impulsar los cambios al
sector energético chileno. “Las renovables las vemos como un tren que nadie
puede parar”.
Una inspección de páneles solares en el desierto de Atacama. El sol pega tanto que los trabajadores deben usar trajes especiales y mucho protector solar.
Credit
Meridith Kohut para The New York Times
Incluso en Argentina, donde no han avanzado tantos proyectos de
energías limpias como en el resto de Latinoamérica, invitó a empresas internacionales
el año pasado a concursar en propuestas renovables y declaró que 2017 es
el “año de las energías renovables” con el objetivo de que el 20 por ciento de
sus necesidades energéticas sean abastecidas por fuentes limpias hacia 2025; la
cifra actual es de dos por ciento.
En México el 21 por ciento de la demanda energética es
abastecida en la actualidad por energías limpias; el plan es que ese porcentaje
aumente a 35 por ciento para 2024.
Los funcionarios chilenos tienen una pretensión aún más
ambiciosa: dicen que al paso actual, para 2050 el país podrá obtener el 90 por
ciento de su consumo eléctrico de fuentes limpias, el doble de la cifra actual.
La infraestructura de energías verdes del país, que se ha
expandido, ha reducido a la vez de manera significativa el costo de producir
electricidad y ha ayudado a que la nación que alguna vez dependió de energía
importada se vuelva una central de renovables que incluso podría ayudar a que
sus vecinos tengan cómo prender la luz.
Las turbinas eólicas en el desierto de Atacama y en otras partes de la costa chilena contribuyen a la red eléctrica del país.
Credit
Meridith Kohut para The New York Times
De acuerdo con Gabriela Elizondo, analista principal de energía
para el Banco Mundial, la razón del impulso en parte se debe a los eventos
climáticos severos como sequías o inundaciones que dificultan la dependencia de
las plantas hidroeléctricas y han llevado a los países de la región a
diversificar sus fuentes de energía.
“Este es el motivo principal el que las renovables no
convencionales –es decir eólica, solar y geotérmica– han comenzado a despegar, sobre todo en los últimos cinco años”, dijoElizondo.
“El despegue ha sido espectacular”.
Hace una década, varios líderes latinoamericanos expresaron
preocupación de que sus sectores energéticos no soportaban la presión, ya que
después de un crecimiento económico sostenido en el que millones de personas
pasaron a la clase media el consumo eléctrico se disparó.
Chile era de las
naciones más vulnerables en este sentido al no tener prácticamente fuente
alguna de combustibles fósiles; quedó en un aprieto considerable en 2007
después de que Argentina suspendió de manera abrupta los envíos de gas natural.
“Teníamos un sector con pocos actores, poco competitivo y con precios altos”, dijo el ministro de Energía chileno Andrés Rebolledo.
Los trabajadores de Cerro Pabellón disfrutan de un partido de fútbol de la selección y de fajitas durante un descanso en el campamento base.
Credit
Meridith Kohut para The New York Times
La magnitud del problema fue evidente para la presidenta
Michelle Bachelet durante su primer mandato, que terminó en 2010, pero no fue
sino hasta que regresó al cargo en 2014 que el gobierno puso en marcha un plan
para promover las energías renovables y abrir la industria energética al sector
privado.
Para entonces, además de los altos costos y la incertidumbre
respecto al suministro energético, había otro incentivo para cambiar de rumbo:
Chile estaba en medio de una sequía prolongada que había convertido tierra
fértil en desértica.
“Soy una convencida de que el cambio climático es una realidad,
una realidad completa y absoluta, y la hemos vivido de manera desastrosa”, dijo
Bachelet durante una entrevista reciente.
“Creemos que era esencial para nuestro desarrollo económico tener energías más
limpias, porque queremos que haya planeta para rato”.
En agosto del año pasado, Chile otorgó decenas de contratos a empresas locales y extranjeras en un concurso para tercerizar alrededor del 23 por ciento de lo que requeriría de energía a lo largo de la próxima década.
Se prevé que en noviembre haya otro concurso público.
En agosto del año pasado, Chile otorgó decenas de contratos a empresas locales
y extranjeras en un concurso para tercerizar alrededor del 23 por ciento de lo
que requeriría de energía a lo largo de la próxima década.
Se prevé que en
noviembre haya otro concurso público.
Vicuñas y flamencos en un lago ubicado en Antofagasta, al norte de Chile
Credit
Meridith Kohut para The New York Times
Algo que sin duda ha ayudado a Chile es que su geografía
favorece de sobremanera el uso de energías renovables.
En el desierto de Atacama, uno de los lugares más secos y
soleados del mundo, una constelación de campos solares ha vuelto al país uno de
los principales mercados para producir los páneles.
El sol pega con tal fuerza
que los trabajadores de las granjas deben usar trajes protectores y aplicarse
repetidamente bloqueador solar.
Muchas granjas eólicas adornan el desierto ubicado al norte y
los 3790 kilómetros de costa; ahora alimentan la red eléctrica nacional.
Aunque
la producción con fuentes eólicas y solares es irregular, las plantas
geotérmicas ofrecen electricidad a todas horas.
Aunque el costo es mayor, la
red tiene menos afectaciones o interrupciones.
El vapor dragado desde la tierra en áreas volcánicas gracias a
las plantas geotérmicas es convertido a electricidad; el vapor pasa por una
estación de enfriado y se regresa a la tierra por medio de pozos de inyección.
“No es invasivo”, dijo Guido Cappetti, gerente general del
proyecto, que es un emprendimiento conjunto de Enel con la Empresa Nacional del
Petróleo de Chile (ENAP).
“Los impactos ambientales y sociales son mínimos”.
La familia Valdivia en Ollagüe, Chile, aprovecha la electricidad provista por páneles solares y turbinas eólicas para hacer té y ver televisión.
Credit
Meridith Kohut para The New York Times
Sergio Arancibia, el gerente de sitio de la planta de Cerro
Pabellón, dijo que empezó su carrera en la petrolera venezolana Pdvsa y después
de trasladó a Perú, Argentina y Colombia en busca de acervos de combustibles
fósiles que fueran a apuntalar a las zonas en las que fueran hallados.
Sin embargo, recalcó que su nuevo trabajo –con una tecnología
similar a la que usaba para los combustibles fósiles– es más gratificante
porque ha posibilitado que poblaciones remotas y empobrecidas tengan acceso a
la electricidad.
“Garantiza, o minimiza, la posibilidad de que estos pueblos
desaparezcan con el tiempo”, dijo.
En “estos poblados indígenas que tienen
pocas fuentes de ingresos o trabajos, pues la tendencia natural es que
desaparezcan cuando el último anciano muere”.
Los proyectos hidroeléctricos de varias partes de Latinoamérica
han resultado en inundaciones graves, daño ambiental y el desplazamiento a gran
escala de poblaciones locales; mientras que los proyectos eólicos, solares y
geotérmicos han tenido poca resistencia por parte de las comunidades vecinas.
Las vecinas Rosmary Mamani, a la derecha, y Andrea Cuevas con sus hijas frente a sus hogares en Ollagüe, que tienen páneles solares en el techo.
Credit
Meridith Kohut para The New York Times
La comuna de Ollagüe, en la zona fronteriza de Chile y Bolivia,
ha revivido desde que los residentes pudieron acceder a electricidad las 24
horas al día el año pasado, gracias a páneles solares y turbinas eólicas que
recargan una gran batería.
“Era un pueblo en el que a la una de la mañana se cortaba la
luz”, dijo el alcalde Carlos Reygadas Bavestrello.
“Era un pueblo en oscuras.
Desaparecía. El poder contar con energía eléctrica ha permitido mejorar la
calidad de vida de las personas considerablemente”.
La electricidad constante ha conllevado cambios tanto triviales
como profundos, según el alcalde.
Ahora se puede comer helado, por ejemplo.
Y
jóvenes que antes debían trasladarse a las grandes ciudades para seguir sus
estudios en los últimos años del colegio.
Pronto, Ollagüe tendrá un
bachillerato.
“Nuestra comunidad ya no está tan alejada como lo estaba antes”, dijo Reygadas Bavestrello.
“Ya no es raro ver algún residente de comunidades
indígenas
con un computador y con un teléfono para conectarse con el
resto del mundo”.
La planta de Cerro Pabellón hace uso del vapor de la zona volcánica; las montañas de ahí incluyen a San Pedro, a la izquierda, y a San Pablo.
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Meridith Kohut para The New York Times
Fuente
“THE NEW YORK TIMES”, 14.08.2017
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