$1,=m/n (1969) = U$S 28.409.000,=
- Lunes, 13 de julio de 2015
Los cambistas de Salem
Las comparaciones serán odiosas pero es la propia presidenta la que insiste en que todo tiene que ver con todo. Pasaron más de tres siglos de los juicios de Salem, y el kirchnerismo lanzó su “Nueva Doctrina de la Inteligencia Nacional”, renovado intento de caza de brujas que periódicamente se ensaya para no atender la causa por la que, desde las grandes empresas hasta el más modesto de los empleados, recurren a la compra de dólares.
En mayo de 2003 la relación entre reservas y base monetaria era de 3,05 pesos por dólar y en la actualidad de 14,90, cifra que podría duplicarse si se tomaran sólo las reservas de libre disponibilidad.
Y si los argentinos saben algo, es que después de períodos prolongados de dólar subvaluado sobreviene una devaluación. Así ocurrió en 1975, 1981 y 2002. Y al igual que en esos años, tratan de que sus ahorros no se deterioren.
Una realidad tan evidente no parece ser tenida en cuenta por las autoridades que, por el contrario, recurrieron a tomar el toro por la cola y apelar a las teorías conspirativas. En ese marco se presentó el decreto con la “Doctrina”.
Subordinada a la conducción de Oscar Parrilli en la AFI estará la Dirección de Inteligencia sobre Delincuencia Económica y Financiera, que entre las problemáticas de relevancia a las que se abocará figuran un conjunto de hechos y protagonistas tan amplio como impreciso, coronado con un “etcétera” que deja abierta cualquier posibilidad de intervención.
La compra de dólares para tenencia personal en el mercado formal se aceleró en los primeros días de julio y hace prever que el mes finalice con un nuevo récord. Basta confrontar los primeros seis días hábiles con el mismo período de junio, el récord aún vigente: 336,1 millones contra 218,7 millones. Solo con mantener esa diferencia (que, mal que le pese a la AFI, se amplía día a día), julio terminará con compras por 630 millones de dólares.
Movimientos similares se observan en el mercado paralelo, en parte a través de ventas de quienes adquieren los dólares mediante la modalidad permitida por la AFIP y el Banco Central, en una bicicleta alentada desde el mismo poder que permite compras a valores subvaluados. Y en parte, también, porque por más que se haya flexibilizado parcialmente el cepo, solo pueden acceder al “dólar ahorro” aquellos que ganen el equivalente a por lo menos dos salarios mínimos. Y dentro de ese limitado universo, no se les permite adquirir más del 20 por ciento de sus ingresos mensuales.
Si este raro esquema se diera en un contexto sin inflación, moneda estable y opciones de ahorro convenientes y a disposición de todos, sólo se trataría de una de las tantas curiosidades de un país cuya historia no se ha caracterizado por contar con instituciones económicas sólidas. Pero la realidad es otra: con la breve interrupción de enero de 2014, la inflación le viene ganando al dólar desde junio de 2002. Trece años consecutivos, casi el triple del tiempo que duró la “tablita” de Martínez de Hoz.
Si Parrilli busca antecedentes, podría prestar atención, entre tantos, al ex presidente del Banco Central, Aldo Pignanelli, quien a más de doce años de dejar el cargo considera “pésimo, terrorífico,” el actual desempeño de la autoridad monetaria.
“El Banco Central hoy es un apéndice de la Tesorería de la Nación y no hace más que emitir para cubrir el déficit. Tiene que recuperar su autonomía, que quiere decir aplicar las leyes que aprueba el Congreso y no las órdenes diarias que le da el Ministerio de Economía”, puntualizó. Mucho más sencillo y eficaz que pinchar todos los teléfonos de la City. O bien, recordar un ejemplo muy usado para explicar por qué los argentinos en general se volcaron y se vuelcan al dólar como nadie en el resto del mundo.
En julio de 1969, una persona encuentra diez billones de pesos moneda nacional y tiene dos opciones: cambiarlos por dólares (que por entonces cotizaban a 352 pesos m/n por unidad) o conservarlos en su denominación original.
En el primer caso, hoy tendría 28.409 millones de dólares. En el segundo, un peso.
Si a algunos les alarma la brecha entre el dólar oficial y el paralelo, que tomen nota de la inconmensurable diferencia entre las dos opciones del ejemplo: 26 billones por ciento en 46 años.
Aquellos expertos en inteligencia que velan por la seguridad y el orden internos deberían tener en cuenta una cuestión tan simple antes de emprender su Salem cambiario. A no ser que crean que un peso equivale a 28.409 millones de dólares.
"Los Andes", 13.07.2015
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