08-07-2015 El Gobierno necesita divisas. Para cuidarlas, frena la entrada de productos e insumos. Así, las empresas no pueden producir. El atraso cambario dificulta vender afuera. Así se ingresó en un círculo vicioso. En su entonces, Guillermo Moreno señalaba una cifra como de no retorno. Esa instancia llegó
Aquel año, a fuerza de trabas a las importaciones, el funcionario pudo cumplir su objetivo y con creces: la diferencia entre las compras y ventas al mundo dejó un resultado favorable de u$s12.700 millones.
Sin embargo, el deterioro constante de un amplio conjunto de variables que tuvo lugar en este último tiempo generó que el superávit comercial hoy esté en "terapia intensiva".
En lo que va del año, el balance que está arrojando el comercio exterior es sumamente crítico: durante los primeros cinco meses, el saldo apenas dejó u$s780 millones, la cifra más baja en quince años.
Otro dato que genera suma preocupación es que por el balance entre exportaciones e importaciones están ingresando al país, en promedio, apenas u$s155 millones mensuales.
Es una cifra muy baja, considerando que en 2009, crisis global de por medio, por ese mismo concepto, entraban cerca de u$s1.400 millones por mes, es decir, casi diez veces más.
Para ponerlo en perspectiva, la actual cifra (u$s155 millones) equivale tan sólo a lo que la AFIP vende por las ventanillas de "dólar ahorro" durante las tres primeras jornadas de cada mes.
Además, representa apenas el 15% de lo que el Gobierno recauda mensualmente por el impuesto al cheque.
A la hora de trazar perspectivas, los analistas esperan que –conforme crezca la tensión cambiaria-, las importaciones profundizarán su caída frente a las exportaciones.
Sin embargo, en el mejor de los casos, esto apenas alcanzará para que 2015 cierre con un superávit de apenas u$s4.000 millones, lo que se constituiría en el peor registro de toda la era K.
Este nivel de saldo comercial, además de implicar el resultado más adverso en quince años, se ubicará bastante por debajo de esa "línea roja" de u$s6.000 millones a la que en su momento hizo referencia Moreno.
Y esto no resulta inmune para la economía. Por el contrario, las consecuencias de ese “olvídense” que lanzó el ex funcionario hace tres años hoy ya es una realidad que se está padeciendo.
En efecto, el cepo cambiario está por cumplir cuatro años, la economía está estancada, la actividad industrial acumula 22 meses consecutivos de caídas y los sectores que supieron ser el "corazón" del modelo K, con las automotrices y electrónicas a la cabeza, enfrentan un fuerte proceso de achicamiento por la falta de dólares.
Las razones del ocaso
Para los analistas de Economía & Regiones, el saldo comercial actual “es una muestra de que la Argentina está cerrándose cada vez más al mundo”.
Esta disminución, advierten, “no es sólo una consecuencia de los menores precios internacionales de los productos que vendemos, sino que también hay una baja en los volúmenes. Y esta caída es principalmente el resultado de las políticas domésticas, como la imposición de trabas, cupos, cepos y otras limitaciones, que coartan nuestra capacidad exportadora y nos alejan de los mercados mundiales”.
A la hora de analizar las causas que llevan a que la Argentina hoy sufra el peor superávit comercial desde el año 2000 -justo antes de que estallara la megacrisis-, se observa que hay una multiplicidad de factores, la mayoría de ellos “autoinfligidos”:
1. Atraso cambiarioDurante años, una de las patas del ahora rengo "superávit gemelo", era el dólar alto, que le daba una marcada competitividad cambiaria a la industria, al campo y hasta al sector de servicios.
Sin embargo, la decisión de hacer correr al billete verde por debajo de la tasa de inflación terminó destruyendo uno de los pilares del modelo exportador.
Según estimaciones de Economía & Regiones, hacia fines de 2015 el tipo de cambio real contra el dólar terminará siendo un 6% más elevado que el de antes de la salida de la convertibilidad.
Es decir, los productos argentinos serán menos atractivos -medidos en billetes verdes- que en el fatídico 2001 (ver cuadro).
Para Ecolatina, “el costo de la actual estabilidad del dólar es el atraso cambiario, que en los últimos años llevó a una tendencia decreciente de las exportaciones”, factor potenciado por el debilitamiento de las monedas de los principales socios comerciales de la Argentina.
Según estimaciones de la consultora, si se pretendiera recuperar el "colchón" que tenían las empresas en 2010 -cuando el superávit comercial fue de más de u$s11.000 millones-, entonces el dólar nominal debería cotizar a $13,50, “casi 50% por encima del valor actual".
Pero los problemas no se reducen a la divisa estadounidense: la situación cambiaria con Brasil, principal socio comercial, también está en fase crítica.
Según E&R, “hacia fines de 2015, la Argentina será casi un 50% más cara en términos reales con respecto a la economía brasileña que lo que estaba en enero de 2011”.
“En otras palabras, al tipo de cambio oficial actual, el sector privado hoy no puede producir ni tampoco exportar”, es la dura conclusión de la consultora.
En este escenario, las economías regionales aparecen como las grandes perdedoras, por padecer subas de costos, caídas de precios internacionales y alta presión tributaria.
Según datos del SENASA, productos estratégicos para las economías de diversas provincias, no detienen su desplome.
Durante los cinco primeros meses del año, las ventas al mundo (en volúmenes) de arroz, mandarinas, tabaco, manzanas, miel, cebollas, carne aviar, peras o quesos, por citar algunos casos, acumulan derrumbes de hasta el 70%.
Desde Fundación Mediterráena resumieron este escenario crítico señalando que “el atraso cambiario está haciendo estragos en las exportaciones de las economías regionales”.
2. “Cepo exportador”
Hasta el año 2009, la Argentina tuvo un rol protagónico en el mercado mundial de alimentos.
En el caso de la carne vacuna, por ejemplo, llegó a ubicarse como el cuarto mayor proveedor a nivel global.
Sin embargo, a partir de ese año, Moreno avanzó con el cierre de las exportaciones y con una fuerte intervención sobre toda la cadena, para “inundar” el mercado interno y lograr bajar los precios.
Las consecuencias no tardaron en llegar: cerraron 150 frigoríficos y los envíos al mundo se desplomaron. Así, la Argentina insólitamente concluyó el 2014 fuera del top 10 de los principales exportadores del mundo (ver cuadro).
El trigo es otro alimento emblemático que también entró en una fase de decadencia al imponerse cupos que regularon las ventas al mundo.
En 2008, cuando recién comenzaban a instrumentarse las restricciones, la Argentina todavía ocupaba el puesto número cinco entre los mayores exportadores, con un share de casi 9 puntos en el comercio global.
Sin embargo, el último año, el país retrocedió hasta el décimo lugar, con un volumen de trigo que ni siquiera representó el 1% de las exportaciones mundiales.
Para Marcelo Elizondo, ex director ejecutivo de Fundación ExportAr, el principal factor que contribuyó a que alimentos "estrella" hoy estén en retirada, fue el sesgo antiexportador que caracterizó a las políticas del kirchnerismo: "La Argentina casi no consume soja, entonces nunca se reguló. En cambio, la carne, el trigo o el maíz sí. De manera tal que el Gobierno vio a las exportaciones como una competencia y las intervino”.
Otro problema que advirtió el economista del IERAL, Juan Manuel Garzón, es el escaso nivel de valor agregado que logró la industria alimenticia.
El experto puso como ejemplo a la cadena triguera: “En los últimos diez años, las exportaciones de bienes más sofisticados, como pastas, panificados y galletitas, nunca lograron despegar, tras crecer menos de un tercio que el ritmo mundial.
3. Fin del autoabastecimiento energético
En 2006, la Argentina llegó a contar con un saldo energético favorable de u$6.000 millones. Y vaya si fue determinante: representó el 50% de todo el saldo comercial registrado ese año.
Sin embargo, tras el congelamiento en el precio de las naftas y las tarifas, la producción de petróleo y gas entró en fase descendente y esto provocó que el país perdiera el autoabastecimiento y se convierta en importador.
“El saldo comercial energético resulta ser estructuralmente negativo desde 2011, como consecuencia de las malas políticas aplicadas durante la última década en materia de energía”, resumieron desde E&R.
Tal como se observa en el siguiente cuadro, en 2014 el rojo alcanzó la mayor marca histórica: u$s6.350 millones.
Para este año, en tanto, se espera que el déficit se achique hasta los u$s4.300 millones, pero esto no sería por mérito propio, sino consecuencia de la fuerte caída del valor del petróleo y del menor ritmo de actividad.
Además, la Argentina no puede festejar la caída de precios de las commodities: el “ahorro” esperado de u$s2.000 millones en el rubro energía representa apenas un 30% de los u$s6.300 millones que se desvalorizará la cosecha de soja y otros granos.
4. Bajo valor agregado de la industria
Mientras el BCRA tenía reservas sólidas y los precios del "yuyito" permitían “bancar” el modelo, industrias como la automotriz o la electrónica recibían todos los dólares que necesitaban.
Cuando la escasez quedó en evidencia, la olla a vapor explotó: el Gobierno les impuso un sistema de cupos y hasta la propia Presidenta criticó públicamente a las terminales por su bajísimo nivel de contenido nacional, sin advertir que estaba reconociendo el propio fracaso del plan de sustitución de importaciones.
Un revelador informe de AFAC, la cámara autopartista, demostró que la industria automotriz no supo capitalizar al boom de ventas de 0Km. Por el contrario, las empresas se volvieron cada vez más dependientes de los proveedores del exterior, lo que agravó el déficit.
El siguiente cuadro permite observar cómo cada vez que creció la producción de autos, se dispararon las importaciones de componentes.
Según el estudio:
• En 2003, al inicio de la década K, la industria importaba autopartes a razón de u$s10.000 por cada vehículo producido.
• En 2014, esa relación se elevó a un nivel récord de más de u$s14.000 por unidad fabricada, un alza del 40%.
Sucede que los 0Km nacionales poseen tan sólo un 30% de piezas locales. El resto viene de afuera. Incluso, los últimos desarrollos como la camioneta Honda HR-V cuentan con apenas un 20% de autopartes hechas en el país, al menos en esta primera etapa.
Desde la entidad alertaron que este fenómeno “es de índole estructural” y que a través de los años “nunca se hicieron modificaciones”.
Esta situación es incluso más evidente en el rubro de la electrónica: el Gobierno, a través del Ministerio de Industria, intentó que proveedores locales aporten componentes para la fabricación de celulares, televisores y computadoras.
Pero los resultados fueron casi nulos: hoy los únicos productos genuinamente nacionales se limitan a cables, cargadores, memorias y al packaging.
La situación también se hace extensible a otros rubros, tales como artículos del hogar, motos y hasta calzados.
El bajo nivel de integración no fue gratuito: llevó a que se disparase el déficit industrial, potenciándose así la escasez de dólares.
En 2013, de hecho, alcanzó la segunda mayor marca, con un rojo de u$s26.000 millones.
Según E&R, pese a las restricciones en las compras al mundo, este año el balance negativo seguirá en sus máximos históricos, con una cifra de u$s24.500 millones.
El hecho de que la industria sea deficitaria y que el sector energético ahora reste divisas, implica que se llegó a una etapa de “sojización” del superávit comercial.
Es decir, los pocos billetes verdes que deja el comercio exterior son gracias a la oleaginosa. Las demás de las ramas de actividad hoy, lejos de sumarle, le restan reservas al BCRA.
5. Cepo cambiario
El principal daño que provocó el cepo fue un desplome de la inversión extranjera directa, clave para la ampliación de la capacidad productiva y para incrementar el nivel de competitividad de cualquier economía.
La plaza local dejó de ser atractiva a la hora de recibir capitales para proyectos industriales, dado que cada dólar ingresado debe ser liquidado al tipo de cambio oficial pero con costos que se mueven al ritmo del blue.
Esto llevó a que, según datos de la CEPAL, la Argentina sea uno de los países de América latina con menor porcentaje de inversiones en relación con el PBI, ubicándose por detrás de naciones como Panamá, Chile, Uruguay, Perú, Colombia o Brasil (ver cuadro).
Las consecuencias saltan a la vista: según E&R, hasta 2011 el comercio exterior crecía.
Luego de ese año, “con la implementación del cepo, las exportaciones e importaciones se redujeron sostenidamente”.
Esto llevó a que hoy la Argentina sea uno de los países más cerrados de la región. La relación entre las ventas y compras al mundo respecto del PBI es del 25%, muy por debajo de los niveles de Chile (53%), Perú (37%) o Uruguay (36%).
Cuando Moreno hizo referencia a los riesgos de que el superávit comercial cayera por debajo de los u$s6.000 millones, muchos pensaban que el funcionario estaba advirtiendo sobre un posible estallido de la "olla a presión".
Pero tal vez, lo que estaba anticipando era el cuadro que hoy exhibe la economía argentina: provincias en crisis por caída de exportaciones, un país en retirada como proveedor de alimentos para el mundo, ramas de actividad que producen menos por escasez de dólares y falta de inversiones para ampliar y mejorar la capacidad productiva.
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