Para los fruticultores, es la única manera de llamar la atención sobre su situación desesperante y tratar de negociar alguna medida de alivio con las autoridades.
Claro que la cantidad de manzanas tiradas sobre la cinta asfáltica es apenas una pequeña parte de los 200 millones de kilos que se están pudriendo en los árboles, sin ser recolectados.
El detonante de la crisis fue una mezcla de factores: el principal, el atraso cambiario, que encarece el costo de los productores y los deja casi sin margen para vender en el exterior.
Al problema con el dólar se le suman las dificultades en dos grandes mercados de exportación: el ruso, por la devaluación del rublo; y el brasileño, por la detección de una plaga. Para colmo, se adicionó la inclemencia del granizo, que ha completado un cuadro desolador en la región frutihortícola de Neuquén y Río Negro.
Pero lo que realmente potenció la ira de los productores fue la actitud del Gobierno.
La ayuda financiera sólo llegó parcialmente: apenas un tercio de los $300 millones prometidos, según la cámara empresarial. Y, para peor, los funcionarios se negaron a dialogar con ellos, por desacuerdos con la modalidad de protesta, que incluyó cortes de rutas y de puentes.
Lo cierto es que otra vez se vio el fruto del trabajo del campo tirado en las rutas. Desperdiciar alimentos en un país en el que la cuarte parte de la población vive en la pobreza es un pecado imperdonable.
Sin embargo, vuelve a ser una realidad en la Argentina. Para recordar escenas semejantes hay que remontarse al 2008, cuando la crisis de "la 125" enfrentó al Gobierno con los productores sojeros.
En aquella oportunidad se llegaron a observar las dramáticas imágenes del suero de leche volcándose desde los camiones. Luego han ocurrido episodios con otros alimentos.
Ahora se repite con las manzanas, que viene a ser una muestra más de la crisis y del estado de gravedad que padecen las economías regionales y los miles de empleados que trabajan en distintas ramas de actividad.
El malestar está reflejándose también en el plano político.
A pesar de la activa militancia de Cristina Kirchner, el Gobierno viene acumulando derrotas en Río Negro, Neuquén, Mendoza y La Pampa.
En caída libre
El tema todavía no ha sido debidamente notado en Buenos Aires, donde los asuntos de debate siguen siendo las chicanas de la campaña electoral y el dólar blue.
Sin embargo, en el resto del país la crisis inocultable de las economías regionales está al tope de la agenda. De hecho, las dificultades para exportar ya se encuentran en niveles tan elevados como los del fin de la convertibilidad.
Un informe de la Fundación Mediterránea indica que el retroceso promedio es de casi un 15%, con una situación particularmente grave en la región patagónica, donde la caída llega al 30 por ciento.
Sin embargo, esta región no tiene el patrimonio exclusivo de la crisis. También la zona Noroeste está en problemas, con exportaciones cayendo al 29% por las complicaciones del sector minero.
En tanto, la zona pampeana registra un retroceso de 10%, con la cebada y la leche como los rubros más afectados.
También hay descensos de dos dígitos en cultivos regionales del norte, como el arroz, té, tabaco y extracto de quebracho.
Por más que sea un tema ignorado en la agenda informativa nacional, esta crisis no puede ser minimizada por mucho tiempo más. Sobre todo, si estos problemas ocurren en el contexto de una campaña electoral.
El enojo evidenciado por las protestas en Río Negro puede ser apenas la punta del iceberg.
Ya la elección legislativa de 2013 había dejado un antecedente elocuente: el peronismo perdió en lugares donde habitualmente se imponía sin dificultad y los diagnósticos apuntaban a los efectos adversos del atraso cambiario. Hoy, aquellos "brotes" se han propagado.
El salto devaluatorio de 2014 ya ha sido totalmente "comido" por la inflación y, para colmo, los países vecinos debilitan sus monedas en términos reales, por lo que sus productos se abaratan a la hora de exportar.
Un comunicado de la Federación de Industrias de Santa Fe trazó un crudo diagnóstico: "La pronunciada caída de los precios internacionales de las materias primas agrícolas afecta al complejo oleaginoso, especialmente en exportaciones".
"El descenso del crudo retrae las posibilidades de colocar el biodiesel en mercados externos, mientras que los valores más bajos en el exterior de los productos lácteos ocasiona mermas en la industria", completa.
Discursos con efecto boomerang
Por si las complicaciones que genera el atraso cambiario no fueran graves de por sí, hay ingredientes políticos que pueden exacerbar el malhumor social.
Los discursos de funcionarios -que dejan en evidencia la escasa información sobre la realidad de las provincias, así como las propuestas por una mayor carga impositiva- equivalen a agregarle combustible a la hoguera.
Por caso, en una reciente visita a Mendoza para apoyar al candidato del Frente Para la Victoria, Cristina Kirchner reivindicó como un mérito del Gobierno la buena imagen internacional de los vinos varietales Malbec.
"El Malbec es un emblema e ícono nacional como el bife de chorizo. El último año se vendieron al mundo u$s486 millones, más del 50 por ciento de los u$s845 millones en materia de exportación", sostuvo la Presidenta en cadena nacional.
Es probable que, para los mendocinos, el discurso haya tenido el efecto opuesto al buscado.
Primero, porque como sabe cualquiera que haya analizado la transformación del sector vitivinícola, el Malbec ya había conquistado al mundo antes de la llamada "década ganada", a raíz de un gran esfuerzo para mejorar la calidad y tras millonarias inversiones externas que aportaron capital y tecnología.
Segundo, porque -lejos de poder festejar el hecho de ser "un ícono nacional"- este varietal en realidad está sufriendo un retroceso, consecuencia de la política cambiaria.
Tras haber crecido a razón de un 10% anual promedio hasta 2010, las ventas externas pasaron a caer a un ritmo del 4% cada año, indica un informe de la Fundación Mediterránea.
"Las bodegas exportan cada vez menos cajas de vinos de bajos precios y esto repercute en toda la cadena productiva, generando quebrantos en los viñateros", señala el informe.
"Hace cinco años que el precio de la uva de la variedad Malbec se mantiene estancado en pesos, perdiendo la carrera contra la suba de costos", completa.
No es, por cierto, el único caso de discursos desafortunados.
En su reciente gira de campaña por La Rioja, el candidato oficialista Daniel Scioli destacó el avance de la provincia gracias al modelo reindustrializador.
Ese mismo día se anunciaba que la avícola Rasic había cesanteado a 370 empleados de su planta en esa provincia, ante las crecientes dificultades para exportar.
Otro motivo de irritación, esta vez en las provincias del norte, vino por una iniciativa del kirchnerismo tendiente a aplicarle un nuevo impuesto a las bebidas alcohólicas, gaseosas, cigarrillos, "snacks" y golosinas.
Esto implicaría un duro golpe a las ya de por sí castigadas industrias regionales de esa zona del país, como la del tabaco, que ya cuenta con una carga impositiva equivalente al 70% del precio de los cigarrillos.
Como consignó un comunicado de la Federación Argentina de Productores de Tabaco, ese cultivo "es esencial para el desarrollo del NOA y NEA, de una importancia superlativa, tanto en la generación de recursos como así también en la constitución del producto bruto geográfico de las provincias productoras".
"En la vida hay que elegir"
Con este panorama, se acumulan las críticas al Gobierno por querer freezar el dólar en un país con precios y costos subiendo a razón de un 30% anual.
Ese intento de estabilidad cambiaria "forzada", en los hechos funciona como un subsidio desde la zona agrícola hacia el consumo y viajes al exterior de la clase media.
"La inacción oficial tiene una raíz política: la sociedad argentina es particularmente refractaria a las devaluaciones. Esto queda en evidencia en el derrumbe que registró el Índice de Confianza del Consumidor tras la suba del billete verde a comienzos del 2014", observa el economista Federico Muñoz.
"El Gobierno disfraza su reticencia a devaluar con un discurso progresista de presunta protección a los asalariados. Pero lo cierto es que, a medida que se agudiza el atraso cambiario, también se agrava la pérdida de rentabilidad y el sufrimiento de los productores", agrega.
Gustavo Grobocopatel, uno de los más reconocidos emprendedores agropecuarios, alertó que la ecuación del negocio no cierra: "Lo que debería hacer el Gobierno para sostener la producción y no destruir el sistema es adaptar la presión impositiva a la nueva realidad".
Félix Piacentini, director de la consultora Noanomics, basada en Salta, es particularmente duro: "No encuentro palabras para subrayar lo grave que es la situación de los productores del norte del país. No se aguanta otro año más, en serio".
Y refleja un fuerte malestar de esa zona respecto de las prioridades de la política económica oficial: "¿Qué es preferible? ¿Subsidiar una industria electrónica ineficiente y deficitaria en el Sur o sacar retenciones en el Norte para producir de verdad?".
No es que el kirchnerismo ignore esta realidad, por cierto. No por casualidad, uno de los mensajes que viene dando el equipo de Scioli, aun arriesgándose a causar el enojo de Axel Kicillof, es que revisarán los impuestos que recaen sobre las exportaciones.
Pero la sospecha es que, ni siquiera con ese alivio o con eventuales medidas fiscales sobre las que se está especulando, será suficiente.
La expectativa es que este año las exportaciones caigan un 11%, hasta la cifra de u$s63.800 millones, según una proyección de Economía & Regiones.
En definitiva, es inocultable el regreso de un viejo conocido de los argentinos: el atraso cambiario.
Para E&R, el costo laboral en los sectores productivos hoy es un 50% superior al nivel de fines de 2001 y con tendencia a empeorar: mientras la productividad crece a un ritmo de 2% anual, los costos lo hacen a un 14%.
El diagnóstico parece claro en el plano económico, pero también en el terreno político. Por más problemas que haya y más manzanas que se pudran en las rutas patagónicas, no se puede tocar el dólar en una campaña electoral.
Es una decisión que tiene sus costos. Pero, como decía el eslogan kirchnerista de 2013, "en la vida hay que elegir".
FUENTE
"iProfesional", 16.07.2015
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