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LITIO / DEBATE
México y el litio: ¿lamento boliviano?
(Expansión) - La polémica sobre el litio es un ejemplo perfecto de la tragicomedia que vivimos en México en muchos temas.
Todavía no producimos un gramo, pero no faltan políticos envueltos en la bandera de la soberanía por su defensa y hasta quieren pagar con él la deuda externa.
Nuestro presidente ha declarado que no permitirá que nadie robe esa riqueza del pueblo y amagó con otra consulta popular surrealista, pues no puede nacionalizarse lo que ya es de la nación.
Si despejamos las telarañas políticas y mentales, México efectivamente tiene bastante que ganar con el litio, pero más que por la explotación de la materia prima, si nos subimos a la ola de las tecnologías y las industrias de baterías de vehículos eléctricos y almacenaje de energía para las redes de electricidad.
Justo por eso, lo peor que podemos hacer es copiar el modelo de Bolivia, país que según el gobierno será nuestro mentor.
Si lo que se quiere es un monopolio estatal, podría sostenerse el empeño presidencial de no entregar ninguna concesión minera en el sexenio.
Sin embargo, mientras haya Estado de derecho, no se puede cancelar arbitrariamente las ya otorgadas; en concreto, las que desde el 2012 amparan a la corporación británica Bacanora Lithium, que descubrió en Sonora y desarrolla con su socio chino Ganfeng el mayor yacimiento de litio en roca del mundo.
Apropiárselo enviaría otra pésima señal para la inversión en México y, sin capital ni tecnología, nuestro Litiomex, Litio Bienestar o como se le llame seguiría la misma suerte que Yacimientos de Litio Bolivianos.
Evo Morales arrancó su versión de nacionalización en 2008 con encendidos discursos de que impediría el saqueo de las que quizá son las mayores reservas del planeta, sobre todo las del Salar de Uyuni, un gigantesco desierto salino.
Incluso se jactó de que Bolivia fijaría el precio internacionalmente.
A 13 años, apenas tiene una pequeña planta piloto, sin mucha posibilidad de producir a nivel industrial.
En vez de generar alguna renta, pareciera que se subsidian pérdidas con esperanza de llegar a un acuerdo con un consorcio de Alemania o que salga otro país interesado.
Por ahora, eso luce tan probable como el peor desenlace, algo como lo que ocurrió con la riqueza del henequén yucateco (1), luego de que se lograra cosecharlo en otros continentes y más aún con las fibras sintéticas, pero en este caso sin periodo de auge.
Con el litio boliviano, la erosión de valor podría darse por el avance de tecnologías para reducir, reusar y reciclar; modelos industriales y comerciales circulares; alternativas al litio o su extracción de otras fuentes, como aguas geotérmicas, con procesos más económicos, menos intensivos en uso de agua y energía y más accesibles.
No son quimeras.
Se estima que, con esas tecnologías, el área del Lago de Salton, en California, podría proveer 40% de la demanda global de litio.
En ese y otros renglones de innovación hay cientos de emprendimientos e inversiones de millones de dólares, además de incentivos gubernamentales.
No es para menos: la Global Battery Alliance del Foro Económico Mundial afirma que al 2030 las baterías pondrán 30% de los recortes de carbono para cumplir con el Acuerdo de París y abasto eléctrico a 600 millones de personas.
Por eso se acelera el desarrollo de baterías de litio de estado sólido, inflamables y potencialmente mucho más baratas y con mayor rapidez y duración de carga que las de electrolitos.
Lo mismo Toyota, Ford y Volkswagen invierten en empresas que están justo en eso.
O la multiplicación de los parques de megabaterías, que resolverán el problema de intermitencia de la generación solar y eólica, que eventualmente harán que las centrales fósiles san innecesarias hasta para picos de demanda nocturnos.
En su compromiso de electricidad 100% limpia, el estado de Nueva York recién dio un contrato a una startup canadiense que trabaja en una solución de baterías de zinc, insumo hasta 50% más barato si se resuelven sus limitaciones de recarga.
México también debe estar en todo eso.
No tenemos las reservas masivas de litio de Bolivia, Chile o Argentina, pero el valor de las tres juntas palidece ante lo que podemos lograr si nos concentramos en los eslabones de más valor agregado de las cadenas productivas de las baterías.
Además de ser uno de los países con mayor potencial en renovables, a pesar de los desvaríos de la política energética vigente, pensemos en lo que implica, para la economía de las baterías y los vehículos eléctricos, contar con el T-MEC y una industria automotriz y de autopartes con corredores como el del Centro-Bajío, con una aglomeración de plantas de ocho de las principales armadoras del mundo y 900 proveedores en un radio de 300 kilómetros.
Quizá no hay otra así en el mundo.
Además, una base robusta de ingenieros e instituciones académicas.
Podemos montarnos en la transición en un nivel superior de sofisticación y rentabilidad con incentivos adecuados y sinergias de innovación y desarrollo científico y tecnológico, en las que deberíamos ir juntos autoridades, empresas y quienes trabajamos en incubación y aceleración de emprendimientos de impacto.
En lugar de pedir lecciones a Bolivia, habría que hacer como los chinos, que con más visión y pragmatismo que reservas, hoy llevan la delantera en la industria del litio y las baterías, como en tantas otras.
Menos victimismo y patrioterismo; más emprendimiento, inversión y trabajo.
Nota del editor: Rodrigo Villar es un emprendedor social y Socio Fundador de New Ventures, donde busca transformar la manera tradicional de hacer negocios y crear un nuevo modelo empresarial que perciba el impacto como status quo. Cuenta con un MBA del Royal Melbourne Institute of Technology y estudió la carrera de Contabilidad y Administración Financiera por el Tecnológico de Monterrey. Síguelo en Twitter y/o en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.
fuente
"EXPANSIÓN", México, 15.07.2021
(1)
Industria henequenera en Yucatán
La industria henequenera es una agroindustria que parte del cultivo del henequén o sisal, planta autóctona de Yucatán, México, conocida por los mayas como ki, cuya fibra (denominada en lengua maya soskil), de características tales que favorecen su hilado y su tratamiento textil. La fibra es primero extraída de la planta y posteriormente procesada en diversas formas, a fin de obtener una gama de productos de uso doméstico, comercial, agrícola e industrial.1
Esta fue en el pasado reciente, hasta mediados del siglo XX, una actividad industrial de gran envergadura a nivel mundial: el amarre de las embarcaciones dependía en mucho de esta industria, así como el embalaje del heno o de la paja usados para alimentar al ganado estabulado en los países del norte. La industria, bien representada por el empresa Cordemex hasta la década de los años 1980, declinó por cuanto a su impacto social y económico, a partir de la generalización del motor de combustión interna, que disminuyó radicalmente el uso de vehículos de tracción animal y de las velas náuticas, que requerían cuerdas de fibra dura, lo que redujo la demanda antes de 1913, pero más severamente, por la invención y la generalización del uso de las fibras sintéticas que ocurrió a partir de la segunda guerra mundial, así como la fabricación de productos sucedáneos que desplazaron a los fabricados con la fibra natural del henequén.2
fuente
"WIKIPEDIA"
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