El peronismo necesita sacarse de encima al kirchnerismo
La
única lealtad respetable obliga a enfrentar los errores del Gobierno,
lo otro es obsecuencia y esa enfermedad es mortal para la política
16 de Agosto de 2020
Politólogo y Escritor. Fue diputado nacional, secretario de Cultura e interventor del Comfer.
Alberto Fernández y Cristina Kirchner (Photo by ALEJANDRO PAGNI / AFP)
Fue hace mucho y estábamos casi todos
los enamorados de la política siendo absoluta mayoría.
Peronistas,
radicales, conservadores, demócratas cristianos, socialistas,
desarrollistas, estábamos casi todos, esencialmente, los convencidos de
un futuro sin violencia y con acuerdos.
Sin duda el último esfuerzo
recuperable, reivindicable, un Perón que retornaba al encuentro de la
grandeza opositora representada por el jefe radical.
Aquel fue nuestro “pacto de la Moncloa” o, en rigor, la versión más acabada del intento de ser nación.
Tiempos donde la política todavía ocupaba su lugar de pasión por el
destino colectivo, tiempos donde la opción era democracia o violencia,
donde resultaba imprescindible superar la confrontación y lograr una
síntesis superadora.
Eran tiempos donde todavía los intereses económicos
capaces de destruirnos tenían su partido militar y la política no había
sido herida por la codicia.
Alfonsín fue el último intento de imponer la política; luego los gobiernos se dejaron llevar por los intereses particulares.
Al principio no se notaban las diferencias; no mucho después, la
pobreza y la miseria crecieron como fruto maduro de aquella siembra, que
lo precedió desde el 76 y continuó en los noventa, donde la codicia
privada se hizo cargo del destino colectivo.
Cristina,
en su triunfo, tuvo la opción de apostar a la grandeza, de llamar a la
unidad nacional y ponerse al servicio de la justicia, de esa justicia
que ahora intentan reformar achicando al máximo el espacio de sus
seguidores.
Solo los propios fanatizados pueden imaginar viable ese
proyecto que debilita al Gobierno y lo acerca al riesgo de un nuevo
fracaso, que lo lleva a enfrentar el enorme espacio del sentido común.
Insisten en discutir con el pasado olvidando que ellos son parte
esencial de ese pasado.
Todo se vuelve trinchera para un gobierno que
necesita salir del aislamiento, ampliar su base de sustentación y no
reducirla apostando a causas perdidas de antemano, como el intento de
modificar la justicia.
Por su parte, la cuarentena se va
convirtiendo en una incentivación de la pobreza en una sociedad
debilitada a tal extremo que no sabemos si está asumiendo la prohibición
del gobierno o si esa soledad expresa tan solo la debilidad estructural
a la que quedamos reducidos.
En un principio, parecía que habíamos logrado evitar los efectos de la enfermedad; ahora parece que solo logramos demorarlos.
Y el costo resulta tan desmesurado como la imagen del remero solitario
al que persiguen cual prototipo de transgresor.
Una idea de la
autoridad, de esa que los lleva a cuestionar a los medios de
comunicación y a soñar con ser propietarios de muchos que aplaudan hasta
sus peores errores.
Los medios de comunicación que tanto denuestan
son, a veces, el espejo en el cual no soportan verse, son la crítica que
necesitan los libres y menosprecian los autoritarios, sin que esto
implique, naturalmente, un elogio ciego de todo lo que desde los medios
se difunde y opina.
Olvidan que los obsecuentes solo sirven para la
bonanza, son un salvavidas de plomo que suele conducir a un nuevo
fracaso.
CFK
perdió elecciones con Francisco De Narváez, con Sergio Massa y con
Esteban Bullrich: necesitó de Alberto Fernández y del desastre de
Mauricio Macri para retornar.
Coyunturas favorables que no se repiten
fácilmente, como lo advierten las pitonisas más cotizadas.
Si Alberto
Fernández no logra ampliar su alianza con la sociedad o no puede dejar
de ser CFK, habrá derrota, y si la oposición no encuentra a un radical
que la conduzca, el peronismo se ocupará de hacerlo.
Simplemente,
vivimos con la cuarentena un complejo error político, con autopistas
repletas de vehículos mientras los humildes, los que no tienen como
aislarse, son los únicos que ven coartada su posibilidad de trabajo por
las limitaciones del transporte público.
Necesitamos ser más racionales y
más dialoguistas, dos virtudes que acompañaron al último Perón y nunca
supo ejercitar el kirchnerismo.
El peronismo necesita sacarse de
encima al kirchnerismo para evitar que lo arrastre en su derrota y
termine por desvirtuar para siempre su digna historia.
La única
lealtad respetable obliga a enfrentar los errores del Gobierno, lo otro
es obsecuencia y esa enfermedad es mortal para la política, que sin
rebeldía carece de destino.
fuente
"infobae", 16.08.2020
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