Cuando le tocó desempeñarse como vicepresidente, entre 1922 y 1928, rechazó tener sueldo porque consideraba que estaba mal cobrar por algo para lo que el pueblo lo había elegido.
De nuevo en el llano, con deudas y luego de que la justicia le rematase
su vivienda, se negó a cobrar una jubilación de privilegio que,
curiosidades de la historia, había sido creada a partir de su caso.
Al final de sus días Elpidio González
sorprendía a los transeúntes ver por la Avenida de Mayo porteña por su
larga barba blanca y el traje oscuro con el que solía recorrer algunos
comercios amigos entregando anilinas que vendía.
En el barrio era
conocido, ya que vivía en una pensión de la zona.
Lo que llamaba
la atención era que aquel hombre de aspecto descuidado había sido
vicepresidente, ministro, legislador y jefe de Policía.
Y que vivía al día. Cuando llegaba.
Había nacido en Rosario, el 1º de agosto de 1875.
Luego
de recibirse de bachiller en el Colegio Nacional de esa ciudad, se
trasladó junto a su madre Serafina a Córdoba, donde estudió hasta quinto
año de abogacía.
Abandonaría los estudios para recibirse finalmente en 1907 en la Universidad Nacional de La Plata.
Venía de prosapia radical, ya que su padre, el coronel Domingo González, un viejo soldado federal del Chacho Peñaloza, había participado en 1893 de la revolución radical de Rosario.
Y Elpidio estuvo a su lado.
Él mismo volvería a jugársela en la provincia mediterránea en la revolución del 4 de febrero de 1905.
Para entonces, se convirtió en el referente del radicalismo local.
Con Yrigoyen y con Alvear
No
quiso ser gobernador de la provincia, y la banca de diputado nacional
que ocuparía pronto la abandonaría para ser ministro de Guerra en la
primera presidencia de Hipólito Yrigoyen.
El presidente buscó a una persona de carácter para que ocupase un puesto reservado tradicionalmente a militares.
Aún con recelo por su amistad con Yrigoyen, Marcelo T. de Alvear lo llevaría como vicepresidente.
Entonces renunció a su sueldo, explicando que si el pueblo lo había
colocado en semejante responsabilidad, no estaba bien recibir dinero por
ello.
Además, consideraba que ejercer la vicepresidencia era
todo un honor y que si desempeñaba bien su trabajo, el prestigio tendría
mucho más valor.
El funcionario fue ministro de Guerra en la primera presidencia de Hipólito Yrigoyen, a quien admiraba
Durante el segundo mandato de
Yrigoyen, ocupó la cartera de Interior e interinamente la de Guerra, en
los días previos al golpe del 6 de septiembre de 1930.
Cuando
se dirigía a su casa de la calle Gorostiaga, en Palermo, fue detenido.
"Cumpla con su deber", le dijo al policía.
Luego de un breve paso por el
Departamento Central de Policía, lo alojaron en el mismo barco donde
estaba el ex presidente Yrigoyen.
Juntos compartirían las penurias del
encierro en la isla Martín García.
Elpidio permanecería dos años detenido en la Penitenciaría Nacional.
Cuando
su madre falleció, el propio González debió subirse a la propia carroza
fúnebre, ya que no disponía de dinero para contratar un mejor servicio.
Debió volver a vivir a la pensión ubicada en la Avenida de
Mayo, la misma que había ocupado de joven, ya que le habían ejecutado la
hipoteca que pesaba sobre su vivienda.
Según recuerda haberle escuchado contar a Elpidio el taquígrafo y dibujante del Congreso Nacional Ramón Columba, el dirigente radical en 1916 poseía un patrimonio de 350.000 pesos; y en 1930 tenía 65.000 pesos, pero en deudas.
Vendedor de anilinas
Desde su juventud, Elpidio era amigo del alemán Germán Ortkras, quien había fundado en 1911 la empresa Anilinas Colibrí.
Al
verlo en tan mala situación económica, el empresario le ofreció pagarle
la jubilación correspondiente a vicepresidente de la República, a lo
que Elpidio se negó enérgicamente.
Sí consintió en trabajar para la empresa, y puso como condición no ganar más que los jefes.
Era
común verlo, con ese mismo traje oscuro, maltratado por el uso y su
característica barba blanca, recorrer algunos comercios de zapateros
amigos de la zona de Avenida de Mayo.
Algunos vecinos lo reconocían y se asombraban de su triste destino. "No se puede creer…", comentaban. "
"Es lo que corresponde", respondía.
En la empresa aún recuerdan cuando en una oportunidad debió ir a hacer un trámite: no tenía dinero ni para pagar el estampillado.
González se movía en transporte público y terminó sus días como vendedor de anilinas
Al trabajo iba en tranvía y eran usuales las discusiones, ya que no le querían cobrar el boleto.
La empresa estaba en Alvarez Thomas y Elcano y lo habían nombrado a cargo de la oficina de morosos incobrables.
Algunos
clientes, simpatizantes radicales, se atrasaban deliberadamente en los
pagos, sólo para que González les enviase la carta de intimación firmada
de su puño y letra.
En Colibrí aún se conserva como un tesoro la máquina de escribir Underwood que usaba.
Hay
una historia, con mucho de leyenda de que el ex vicepresidente por un
tiempo vivió en una pensión que estaba por ser demolida por la
ampliación de la Avenida 9 de Julio y que él le pidió al capataz algunos
días para conseguir otro techo.
Nuevamente, cuando vio que el que le rogaba una prórroga era Elpidio, la noticia corrió como reguero por la ciudad.
Verdad o invento, lo cierto es que el presidente Agustín P. Justo se enteró de su precaria situación económica, y envió a su secretario general a entregarle dinero.
"Se lo dejo. Es la orden que tengo del general Justo, quien le envía, además, un afectuoso saludo", le dijo el mensajero.
González
vio que dentro del sobre había muchos billetes de mil pesos.
Él mismo
contó: "Felizmente lo alcancé al señor que me lo había dejado y se lo
devolví. No lo quería recibir de vuelta, y tuve que ponerme muy serio y decirle que no iba a permitir que me ofendiera así el Presidente ni nadie, por más buena voluntad que hubiera de por medio".
"No esperaba esta recompensa, ni la deseo"
Lo que no pudo evitar fue que el diputado Adrián Escobar elaborase un proyecto que contemplaba una jubilación vitalicia para presidentes de 3000 pesos mensuales y para vicepresidentes, de 2000 pesos.
En 1938 fue ley.
En la pensión donde vivía era todo alegría. "¡Don Elpidio! ¡Dos mil pesos! ¡Ya tiene su jubilación de vicepresidente!".
La respuesta los descolocó. "No, yo no puedo aceptar eso. No, no…"
El
6 de octubre de 1938 le escribió una carta al presidente Ortiz, en la
que señalaba: "Habiendo sido promulgada la Ley que concede una
asignación vitalicia a los ex Presidentes y Vicepresidentes de la
Nación, cúmpleme dejar constancia al señor Presidente, en su carácter de
'jefe Supremo de la Nación, que tiene a su cargo la Administración General del País', de mi decisión irrevocable de no acogerme a los beneficios de dicha Ley".
La carta que le envió al presidente Ortiz para rechazar el dinero que le envió
"Al adoptar esta actitud sigo íntimas
convicciones de mi espíritu. Entregado desde los albores de mi vida a
las inquietudes de la Unión Cívica Radical, persiguiendo anhelos de bien
público, jamás me puse a meditar, en la larga trayectoria recorrida,
acerca de las contingencias adversas o beneficiosas que los
acontecimientos podían depararme. No esperaba, pues, esta recompensa, ni la deseo y, al renunciarla, me complace comprobar que estoy de acuerdo con mis sentimientos más arraigados", siguió.
"Confío en que, Dios mediante, he de poder sobrellevar la vida con mi trabajo, sin acogerme a la ayuda de la República por cuya grandeza he luchado
y que, si alguna vez, he recogido amarguras y sinsabores me siento
recompensado con crecer por la fortuna de haberlo dado todo por la
felicidad de mi Patria. Saludo al Señor Presidente", concluyó.
Mientras tanto, continuaba participando de los actos partidarios y se lo veía activo en actos y reuniones.
A comienzos de octubre de 1951 fue operado en el Hospital Italiano.
Estuvo
internado allí medio año porque no tenía dónde ir a vivir.
Falleció el
18 de octubre de 1951 acompañado de unos pocos familiares y amigos.
Fue velado en el comité de la UCR y enterrado en el Panteón de los caídos de la Revolución del '90, junto a su amigo Yrigoyen.
Fue un hombre de conducta y códigos, que pocos entonces comprendieron.
Mientras fue funcionario, decía: "La comunidad nos debe merecer respetos y sacrificios, y cada individuo debe darle lo que pueda de sí".
Qué bueno sería que algunos imitasen su ejemplo.
fuente
"infobae", 19.09.2019
Elpidio Gánzalez, el mismo que había rechazado una pensión que le correspondía; el amigo de Yrigoyen; el vicepresidente de Alvear, el que tampoco aceptó ...
En homenaje a Don ELPIDIO GONZÁLEZ a 55 años de su desaparición. ... abajo; el mismo que había rechazado una pensión que le correspondía; el amigo de ...
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Elpidio González (Rosario, Santa Fe, 1 de agosto de 1875 - Buenos Aires, 18 de octubre de ... El 6 de octubre de 1938 rechazó la concesión de una pensión vitalicia por parte del gobierno de Roberto Marcelino Ortiz con una conceptuosa ...
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