Este balance reviste de una especial importancia en materia de la política fiscal, al menos por tres motivos: en primer lugar, porque la gestión de las finanzas públicas constituye uno de los principales factores subyacentes de la vulnerabilidad que le imprimió volatilidad al patrón de crecimiento argentino al menos durante el último medio siglo; en segundo lugar, por la magnitud del desafío que existía en esta materia en 2015, dimensión que no puede apreciarse en su totalidad sólo observando las series públicas; y, finalmente, porque la tentación de analizar los resultados sólo mediante la comparación de la evolución de los balances primario y financiero nubla parcialmente la real magnitud del esfuerzo realizado fiscalmente a lo largo del periodo.
*La herencia recibida en materia fiscal era más grave que lo que se desprende de las cifras tradicionales. El déficit financiero consolidado de 8% del PBI no sólo constituía un problema mayúsculo a encarar debido a la dificultad para su financiamiento sin disrupciones, sino también porque, al convivir con una presión tributaria récord, difícilmente podía ser reducido por la vía de los recursos tributarios.
*El esfuerzo fiscal realizado fue de una magnitud extraordinaria, ya que no operó sobre el gasto previsional ni asignaciones familiares, que serán en 2019 similares en términos del PBI a los de 2015. También se puede destacar en este punto que 30% del ajuste en el gasto primario consolidado (y 40% en el caso nacional) se hizo en los primeros dos años (con acceso fluido al financiamiento externo) mientras que el 70% restante (60% en el caso Nación) se realizó en 2018-2019. Cabe señalar además que en el caso de la Nación la dinámica de las prestaciones sociales fue un factor relevante que explicó que el ritmo de consolidación fiscal sea inicialmente más lento: la incorporación del Programa de Reparación Histórica sumó 0,4% del PBI en 2017 (vs. 0 en 2015 y 2016), al tiempo que por el efecto de la desinflación que hubo ese año, el conjunto de gastos atados a la movilidad previsional (que se indexaban con la dinámica de los recursos y los salarios rezagados) aumentó en 0,3% del PBI.
*Es cierto que la aceleración inflacionaria ayudó a la consolidación fiscal nacional en 2018-2019, y que esto presenta un riesgo de reversión para el próximo período presidencial. No obstante, los límites que impone la LRF sobre los gastos provinciales y la consecuencia del Poder Ejecutivo para cumplir las metas de resultado primario (previo y post acuerdo del FMI) ayudarán a neutralizar esta presión.
*También es cierto que el pago de intereses neutralizó parte del ajuste el gasto primario; no obstante, este proceso era inevitable habida cuenta de que la alternativa (financiamiento vía BCRA) no era compatible con la apertura del cepo cambiario. Asimismo, cabe señalar que el overshooting que experimentó la moneda local en 2018 abultó los servicios de deuda en moneda extranjera, que deberían gradualmente ir retornando a niveles “normales”, máxime si se considera que el grueso del financiamiento desde mediados de 2018 y de 2019 se realizó a través del FMI, que tiene una tasa de interés inferior a la del mercado. Finalmente, hacia adelante los programas financieros no contarán con la presión de un déficit primario, coadyuvando con la estabilización del costo de los servicios de la deuda.
*Hacia adelante, la materialización de las perspectivas de crecimiento (plasmadas tanto en las previsiones oficiales, en las proyecciones del FMI y en los pronósticos privados) constituirá un marco propicio para asentar la consolidación fiscal (cada punto de crecimiento económico genera más de $ 60.000 millones de recaudación adicional). De hecho, el sendero de crecimiento con desinflación estaba presente en la lógica que dio origen a las dos principales reglas macro-fiscales que deja el actual periodo presidencial (Ley de Responsabilidad Fiscal y Consenso Fiscal), ya que de fondo establecían que el congelamiento real del gasto público implica, en un marco de crecimiento, una reducción de su peso en el producto.
*Finalmente, en materia de herencia, el próximo gobierno heredará un resultado primario equilibrado y una economía normalizada, aunque aún con alta inflación.
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