El
interés de la UE hacia América Latina no es nuevo.
Frente al
estancamiento de las negociaciones multilaterales en el marco de la OMC,
Europa decide reforzar sus acuerdos de tipo bilateral con diferentes
países.
En
2002 firmó con México el Acuerdo Global que sirviera como ejemplo para
llegar al Acuerdo Preferencial con Chile en 2003.
Si bien los mismos
tardaron en entrar en práctica y sufrieron sendas modificaciones y
modernizaciones, se podrían tomar ambos ejemplos como el inicio de una
larga serie de Tratados de Libre Comercio entre América Latina y la
Unión Europea.
Asimismo,
la UE comienza en 2006 las negociaciones con la Comunidad Andina de
Naciones (CAN), en búsqueda de acuerdos de integración regionales.
Ante
la negativa de Bolivia, Ecuador, y Venezuela, la UE convence y acuerda
con Colombia y Perú, firmándose los acuerdos parciales en el año 2003.
Posteriormente, en un inentendible vuelco político y argumental, Ecuador
solicita ser incluido en el año 2004, incorporándose en 2006.
Actualmente
la UE posee una serie de presiones internas y externas, con el Brexit a
la cabeza, que sumado al efecto Trump determinó que mirara al sur con
mayor determinación y apuros.
Las
tratativas y negociaciones entre el Mercosur y la UE se remontan al año
1995, cuando fue firmado el Acuerdo Marco Interregional de Cooperación,
en vigencia desde 1999.
Las
negociaciones con el Mercosur se extendieron hasta 2004, cuando fueron
suspendidas por el rechazo de la UE a rever su política agrícola y
ampliar cuotas de acceso de algunos productos.
En
el año 2010 se relanzan las negociaciones en el marco de la cumbre
UE-América Latina de Madrid, paralizándose nuevamente en 2012 por la
falta de voluntad de la UE de ampliar cuotas de productos
fundamentalmente agrícolas.
En 2016 se reanudan las negociaciones por el
impulso de los gobiernos de Argentina y Brasil principalmente.
Ambos
gobiernos apuestan a lograr el acuerdo de libre comercio en el corto
plazo, aspiración también compartida por los negociadores de la UE, para
marcar así un contraste a la política proteccionista de los Estados
Unidos.
En
nuestro país, uno de los ejes políticos del gobierno argentino es
avanzar en la integración al mundo, y con ello ampliar los volúmenes de
alimentos.
Por ello, un avance
en el TCL con la UE sería además mirado como un éxito político,
destrabando las negociaciones paralizadas hace muchos años.
A su vez,
sería una forma de recuperar la imagen nacional en materia de política
internacional luego del revés comercial que tuvo con los EE.UU en la
exportación de biodiesel que recibió arancel antidúmping de 72%, y el
demorado ingreso de carnes y limones.
UE – MERCOSUR, ¿qué se está negociando?
‘’Hay
una ventana de oportunidades que no debemos dejar pasar’’ se ha
escuchado varias veces expresar a Cecilia Malmstron, comisaria de la UE,
en relación a las intenciones de Europa.
“Se trata de un acuerdo de
libre comercio, pero incluye diálogo político y cooperación en varias
áreas, para ir hacia una asociación estratégica’’ ha afirmado el
embajador Daniel Raimundi, Subsecretario de Integración Económica
Americana y Mercosur de nuestra Cancillería.
Por
lo pronto, aun existiendo muchas incógnitas y tensiones sectoriales, el
gobierno argentino en tándem con Brasil y aprobación de Paraguay y
Uruguay, ha demostrado sumo interés en avanzar rápidamente.
Para nuestro
gobierno, cerrar este acuerdo forma parte central de su política y
estrategia externa, expresada en varias oportunidades por el Presidente.
Es
bueno reconocer que la negociación MERCOSUR – UE tiene enorme
importancia estratégica, se trata de vínculos de economías con enormes
potencialidades de cooperación y complementación.
Cabe
destacarse que las negociaciones y avances han sido llevados a cabo en
forma reservada por las áreas de negociación.
“Las negociaciones tienen
muchos aspectos técnicos por resolver, pero todo se resuelve en la
medida que exista voluntad política¨ decía Raimundi en los últimos días.
De
todas formas, el propósito de avanzar en esta línea por voluntad
política supone el riesgo de aceptar una negociación como hecho
consumado, para luego recién volcarla a consideración pública y
parlamentaria.
Este
proceso estuvo atravesado por una serie de dificultades desde el
inicio.
Las diferencias en el desarrollo relativo y en las estructuras
productivas de ambos bloques determinaron que los objetivos y resultados
buscados por cada una de las partes difieran considerablemente.
Mientras el núcleo de los intereses de la UE se centra en mayor medida
en torno a la ampliación de preferencias del tipo "OMC plus" en diversas
disciplinas (refiriéndose a acuerdos comerciales de cuarta
generación, diversos elementos de regulación comercial, aspectos
extra-arancelarios, normas fitosanitarias, derecho y vías e instancias
para establecer reclamaciones, comercio electrónico, Ventanilla Única de
Comercio Exterior -la llamada VUCE-, reglas y denominaciones de
origen, compras gubernamentales, inversiones, derechos de propiedad
intelectual, regulaciones del mercado laboral, controles
medioambientales)y
en la apertura del mercado para los bienes industriales, el interés
central del MERCOSUR apunta a conseguir un mayor acceso al mercado
europeo para el comercio de productos agropecuarios.
Como
ya señalara, a partir de 2016 las negociaciones con la UE adquirieron
un renovado vigor.
En mayo de ese año representantes de ambos bloques
realizaron un intercambio de ofertas de acceso a sus respectivos
mercados de bienes y servicios.
La
importancia de la UE para el MERCOSUR no puede soslayarse: se trata del
primer socio comercial del bloque y el origen de aproximadamente la
mitad de los flujos de IED (Inversión Extranjera Directa) recibidos en
2014 (aunque una porción significativa proviene de Países Bajos y
Luxemburgo, donde se triangulan inversiones desde terceros países).
Un
acuerdo TCL significaría, además, el acceso para el sector de los
alimentos a un mercado de 500 millones de habitantes de alto o medio
poder adquisitivo.
Resulta
evidente que las dificultades que ambos bloques enfrentan para concluir
el acuerdo son consecuencia de los niveles de desarrollo económico y
estructuras productivas divergentes.
Así, el conflicto entre los
intereses y objetivos que ambas partes pretenden materializar a partir
de la concreción de un tratado de libre comercio, resulta ser una
constante a lo largo de estos años.
Por
un lado, el MERCOSUR comenzó a ejercer mayor presión para que la UE
efectivamente reconociera las asimetrías económicas vigentes entre ambos
bloques, y garantizara la incorporación al acuerdo de cláusulas de
“trato especial y diferenciado” (TED) que favorezcan al bloque
latinoamericano a través de un menor nivel de cobertura, cronogramas de
desgravación más lentos y períodos de gracia que antecedan a las
reducciones arancelarias.
Por
otro lado, la UE, bajo el argumento de que en los últimos años los
países del MERCOSUR se habrían beneficiado de un proceso de crecimiento
acelerado y mejora generalizada de las condiciones de vida de sus
poblaciones, sostuvo que el reclamado TED ya no se justificaba, por lo
que sus representantes se mostraron a favor de un ritmo y plazos de
desgravación simétricos y con reciprocidad sectorial para ambas partes, a
la vez que reclamaban un mayor acceso a los mercados de servicios y
compras públicas y mejores condiciones para el establecimiento de
empresas europeas en el MERCOSUR.
Si
bien no se conoce el contenido de las ofertas presentadas en materia de
bienes, servicios, inversiones y compras públicas, diversos analistas
estiman que la oferta presentada por el MERCOSUR en materia de bienes
tendría una cobertura aproximada del 87%, mientras que la de la UE
rondaría el 90%, aunque se habrían ofertado cuotas demasiado limitadas
en el caso de los productos agrícolas “sensibles” para la UE, como carne
y biocombustibles, que son productos sumamente competitivos dentro de
los países del MERCOSUR e integrantes fundamentales de la canasta
exportadora del bloque.
UE – MERCOSUR Propuesta de carne
Entre los países de la UE el consumo total estimado de carnes rojas es de 7,5 millones
de toneladas.
El MERCOSUR solo abastece actualmente 250 mil ton.
totales -entre cuota y extra cuota-; es decir, solo el 3% del consumo
actual de Europa.
En un comienzo, el
MERCOSUR exigía un cupo adicional de 400 mil toneladas de carne
equivalente res con hueso.
En aquel momento Bruselas ofreció 70.000
toneladas, o sea duplicar la cuota actual.
A medida que fueron avanzando las negociaciones, las pretensiones de nuestro bloque han ido bajando considerablemente, negociándose sobre las 100.000 ton
adicionales;
de las cuales a la Argentina podrían corresponderle entre 25 y 30 mil,
es decir, solo el doble de lo que actualmente se despacha como cuota
Hilton.
Francia,
junto a Irlanda y Polonia, son los países más reticentes a la
ampliación de cuota a nuestro bloque, fundamentalmente por creer que la
competencia de carnes de mejor calidad y sistemas de producción más
eficientes podría perjudicar a sus ganaderías.
En
los últimos años, Brasil, seguido de Paraguay y Uruguay, se han
convertido en grandes exportadores de carne.
Junto a nuestro país, la
región posee aún mayor potencial lo que temen los europeos.
En
lo que fue un gesto de realismo, Emmanuel Macron comunicó recientemente
a nuestro Presidente, que colaborará para avanzar en el acuerdo, pero
que la carne vacuna era uno de los obstáculos para lograrlo.
Por
último, la salida de Gran Bretaña de la UE ha hecho que la misma
intentara una reducción mayor en la cuota de negociación, planteando
solo 75 mil ton. en las últimas conversaciones.
UE – MERCOSUR. ¿Quienes ganan, quienes pierden?
Algunos analistas consideran que el acuerdo podría firmarse durante el transcurso de este primer semestre del año.
La
inminencia del mismo nos obliga a reflexionar sobre cuáles sectores
podrían verse favorecidos o cuales quizás se verían perjudicados.
Entre
los ganadores estarían claramente los sectores de la cadena
agroalimentaria, las carnes, químicos y minerales; mientras que en el
segundo grupo quedarían relegados bienes de capital, insumos (como por
ejemplo el plástico), metales, metalmecánica, calzados y textiles.
Dentro
de los alimentos, los sectores más avanzados y favorecidos en el
acuerdo serían: pellets de soja, golosinas, miel, vinos, pescado en
conserva, jugos de fruta, además del comentado sector de las carnes.
Otros sectores como los lácteos, aceite de oliva, arroz, pollos y cerdos
están también avanzando en las últimas negociaciones.
Entre ambos
bloques hay un gran intercambio de químicos, por lo cual favorecer el
intercambio, potenciaría a aquellos vinculados con la industria de los
combustibles como lo es el biodiesel.
Respecto
a los sectores que tendrían algún riesgo, es importante que la quita de
aranceles para el ingreso de productos de la UE no se dé de un día para
otro, entendiendo que se toman los recaudos suficientes para permitir
la reconversión de dichos sectores.
¨Para
aquellos sectores que se vean afectados negativamente, el gobierno
deberá implementar medidas necesarias para que ganen competitividad y se
mantengan los puestos de trabajo nacional¨- alertó María Laura
Bermúdez, jefa del departamento de Comercio y Negociaciones
Internacionales de la UIA.
Otro
sector que debe ser mirado con cuidado en el acuerdo son las Pymes, que
corresponden a más del 90% del mapa empresarial argentino.
Ellas
podrían ser las más afectadas de forma inmediata ante la inminencia de
mayor apertura.
Según especialistas, las mismas deberían asociarse,
agruparse, buscar socio europeo, o aliarse a otra empresa de mayor
envergadura para sobrevivir ante un supuesto impacto de su sector.
fuente
"INTA", 28.03.2018
agrovoz.lavoz.com.ar/.../oportunidades-que-genera-acuerdo-mercosur-union-europea...
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